viernes, 24 de mayo de 2013

Capitulo 8

Capitulo 8

—¿Cómo diablos hiciste eso? —dije, mirando a la mesa en el comedor. Esparcida sobre esta había montículos de mis tostadas francesas favoritas, rellenas a rebosar de Nutella, picadillo de batata que hizo exactamente como lo hago yo, a pesar de mis, a propósito, vagas y confusas instrucciones, y frutillas, que de alguna forma había cortado y rellenado con crema batida a mano. Incluso había encontrado champagne, e hizo mimosas.

—Soy un hombre de muchos talentos. Algunos están escondidos, otros no. Tal vez, algún día, me dejes mostrar algunos de los escondidos. — Estaba tan deslumbrada con la comida para hacer un comentario rápido.
—Santo cielo, hombre. No sabía que podías cocinar —dijo Rocio, saliendo de su habitación.
Candela ya había elegido su trabajo como asistente de recepción en  la Unión, y no estaría de vuelta hasta más tarde.
—Probablemente, deberíamos comerlo antes de que se enfríe. Empiecen a comer, señoritas —dijo, alcanzándome un plato.—Definitivamente, había comida como para doce personas —Espero que no les importe, pero invité a Pablo. Dev y Sean puede que vengan, también.

Así que por eso había hecho tanto. No podía detenerlo por tener a sus amigos aquí, realmente, pero no quería que nuestro apartamento se convirtiera en una casa de fraternidad con latas de cerveza y chicas extrañas escabulléndose fuera por las mañana luego de sus encuentros de una noche en nuestro sofá. Ew y asco.

—Está bien por mí —dijo Rocio, apilando su plato con frutillas y crema, y un solo pedazo de tostadas francesas.

¿Qué tenían las chicas con el miedo de comer enfrente de otros chicos? Nunca había tenido ese miedo, así que llené mi plato. Justo cuando estaba por sumergir mi tenedor en la tostada y desatar la delicia de Nutella, hubo un golpe en la puerta. Tenía que concedérselos, al menos no irrumpieron en el apartamento.
Peter abrió la puerta, y Pablo y Dev entraron.

—¿Qué estás haciendo? Huele fantástico —dijo Pablo, caminando directamente a la mesa con la comida.
—Hice esto a pedido de Lali. Dudó de mis habilidades de cocina, así que tuve que mostrarle de lo que estoy hecho.
—Nunca deberías dudar de Peter cuando alardea sobre algo. La mayoría de las veces, si es malo en algo, ni siquiera va a hablar de ello. Si está alardeando, significa que está diciendo la verdad —dijo Pablo, tomando un tenedor y moviendo tostadas hacia una servilleta. 
—¿Quieres un plato? —pregunté.
—Nah, estoy bien así. Luego tendrás que lavar uno menos.

Qué considerado. Dev fue más precavido, preguntándome dónde estaban los platos, y esperando a que todo el mundo estuviera servido antes de tomar lo que sobró, lo cual no era mucho. Sean, siguió detrás de él. No había sillas suficientes, así que nos acomodamos en el sofá y el piso de la sala como anoche con la pizza.

Coros de “oh Dios mío”, “mmmh” y “querido dulce Jesús” fueron entremezclados con ruidosas masticaciones y tragados. A parte de eso, la conversación fue inexistente.

De acuerdo, de acuerdo, debía admitirlo. Peter la lanzó fuera del parque. Las tostadas francesas eran una de esas comidas que parecían simples de hacer, pero era increíblemente fácil echarlo a perder. Él había sobrellenado el centro con tanta Nutella, que esta rebosó cuando la corté con el tenedor, y se chorreó por mi mentón cuando la mordí. La limpié y lamí mi dedo. Peter estaba observándome, esperando por mi reacción.

—Está bien, supongo —dije, cortando otro pedazo, llevándolo a mi boca. Levantó sus cejas y tomó una mordida del suyo, masticando lentamente.

Por Dios era como si hubiese muerto e ido al cielo de los desayunos. Realmente esperaba que él no fuera a usar sus habilidades culinarias como influencia para favores sexuales. Por esto, voy a tener que rendirme.

—Creo que debemos tener un brindis —dijo Rocio, alzando su copa.
Bueno, en realidad era un vaso de plástico. Ninguna de nosotras había traído copas de champagne cuando nos mudamos.
—Por los talentos escondidos —dijo ella.
Todos chocamos nuestros vasos. Peter me guiñó un ojo cuando las nuestras se encontraron. Le arrugué mi nariz.
—Si ustedes, chicos, van a comer de esta forma todas las noches, voy a tener que mudarme aquí —dijo Pablo—. Lo único que tenemos es palomitas de maíz para microondas, cerveza y pollo frito de hace una semana que nadie recuerda haber comprado.

Me estremecí, también lo hizo Rocio.

—Mi ex novio jamás surtía su refrigerador. Siempre tenía que llevar mis propias provisiones cuando me quedaba allí —dijo Rocio, enfatizando la palabra “ex”. Como si nadie la hubiese captado.
—Creo que es algo de chicos —dije.
—No de todos los chicos —dijo Peter.
—Aparentemente, no —respondí.

Mi teléfono vibró con un texto de mi madre, y me excusé para hablarcon ella. Peter me lanzó una mirada cuestionadora, pero disqué llamar, puse el teléfono en mi oreja y lo ignoré.

—¡Hola, La, tanto tiempo sin hablar! Creí que estabas en una zanja en alguna parte —dijo, mientras tomaba asiento en mi cama para conversar.
—Nop, lamento decepcionarte. Estoy viva y bien. Perdón por no haberte llamado. Las cosas han estado un poco locas.
—¿Cómo te fue en la mudanza?

Le di un rápido resumen. Sentí como si tuviera que grabarme a mí misma contando esa historia así podría reproducírsela a todo el que preguntara. Dejé un montón de cosas sin contar cuando le di la versión de mamá. No quería preocuparla. Siempre se preocupaba por mí más que Julieta. No estaba segura si era porque era la más pequeña, o por mis problemas. Quizás ambos.

—Oh, no. —Procedió a insistirme que fuera a la residencia y los molestara. Le dije que eso era lo que había hecho, pero que no me había llevado a ninguna parte.
—Bien, entonces llamaré y les daré un pedazo de mi opinión. Es ridículo que no hagan nada al respecto. Sólo están siendo holgazanes. Espera —dijo, y pude escuchar que me había puesto en altavoz así ella podía buscar el número.
—Mamá, está bien. Yo me encargaré de esto. No tienes que pelear mis peleas por mí.
—Pero soy tu madre. Siempre querré golpear la mierda de la gente que es mala contigo.
—Nadie fue malo conmigo. Estoy bien. —Comencé a arrepentirme de haberle contado. Mamá siempre intentaba compensar no haberme protegido aquella única vez. Había estado haciéndolo desde que tenía doce años, y no sabía cuándo iba a terminar, o al menos disminuir su intensidad. La amaba más de lo que podía decir, pero no necesitaba que luchara por mí.

—¿Estás segura? Sabes que puedo hacer que las cosas sucedan.

Era cierto. Esta mujer podía arreglar cualquier cosa hablando. Tenía esta forma de hacer que las personas creyeran lo que ella quería que creyeran. En otra vida, creo que había sido una abogada.

—Sé que puedes hacerlo, y te amo por eso. Pero simplemente tengo que lidiar con esto, ¿de acuerdo? Qué tal si hablamos de algo más. ¿Cómo está el trabajo?

Se rehusaba a dejar el tema, pero lo hizo por mi bien. Hablamos por unos minutos más mientras me contaba historias graciosas sobre sus compañeros de trabajo o clientes algo tontos que no podían entender cómo usar una tarjeta de débito. Ella había trabajado desde cajera hasta convertirse en la gerente del banco. Hablé un poco sobre mis clases y le conté sobre mi búsqueda de trabajo. Nada pesado, nada serio.

—Tu padre llamó hoy —dijo mamá, echando una nube negra sobre nuestra conversación.
—¿Qué tenía para decir?
—No mucho, dijo que quería verte pronto.

Decía eso cada vez que llamaba. Mis padres se habían divorciado cuando tenía trece años, y él vivía en Connecticut ahora, lo cual no era suficientemente lejos, en mi opinión. Llamaba de vez en cuando, pero siempre borraba sus mensajes de voz.

—Estoy segura que sí.
—Deberías ir y verlo. Sé que te extraña.
—Si me extrañara, vendría a verme.
—Lo sé, pequeña, lo sé. —Suspiró, y enredé un dedo en mi cabello.
—Escucha, te llamaré este fin de semana para poder hablar más, ¿de acuerdo?
—Bueno, pequeña. Te amo.
—Yo también, te amo.

Colgué y me recosté de nuevo en mis almohadas, cerrando los ojos. Un pequeño golpe en la puerta me hizo volver a sentarme. 

—¿Qué quieres? —Sabía que era Peter. La puerta se abrió, y asomó su cabeza.
—Sólo quería dejarte saber que los chicos se han ido, Rocio fue a la biblioteca a leer, así que si quieres algo de privacidad no tienes que esconderte aquí.

Rocio ya tenía una cantidad impresionante de libros para leer, desde que se especializaba en enfermería. También tenía una enfermiza obsesión con las descripciones sangrientas de las enfermedades.

—¿Dónde vas a estar? —dije.
—¿Dónde quieres que esté? —Me sonrío con satisfacción.
—Dónde sea que yo no esté —dije, levantándome de mi cama y caminé evitándolo hacia la sala. No tenía que hacer deberes con urgencia, así que decidí tomar el libro del que él, tan groseramente, me había distraído esa mañana.

Saqué mi e-reader y me senté en el sofá. Tuve que usar mi mano izquierda para sostenerlo, porque la derecha todavía dolía del encuentro con la cara de Peter. Probablemente, debería ponerle algo de hielo pero no quería darle esa satisfacción.

La cocina estaba inmaculada, los platos estaban ya en el escurridor y toda evidencia del buffet de desayuno había desaparecido. Candela no había tenido la oportunidad de hacer nuestra tabla de tareas, pero estoy segura que trabajaba en ella.

—¿Te importa si toco?
—No, adelante —dije, sin alejar la mirada de mi libro

Se dirigió a nuestra habitación, volviendo con su guitarra. No la había mirado muy bien el día anterior, pero definitivamente tenía sus años. Era negra, pero abollada y rayada por todas partes. Tomó asiento en la silla frente al sofá y acomodó la correa alrededor de su cuello. Seguí leyendo, pero esperé que comenzara.

—¿Pedidos?
—Creí que tenía que pagar por ellos —dije.
—Me siento generoso. Te daré algunos de obsequio.
—Qué generoso —Tocó una cuerda. Lo pensé por un segundo—. Smooth Criminal. Cualquier versión.

Pareció sorprendido por un momento, y luego comenzó a tocar. No pude evitar y moverme con el tema familiar. Contra mi voluntad, mi cabeza se movió y mis pies se sacudieron. No cantó, pero tocó la canción pero eso era suficiente. Era muy talentoso. Cuando la canción terminó, continuó tocando un sonido transicional.

—¿Siguiente?
—On My Own. —No había forma de que supiera esa. Había tenido una breve obsesión por los musicales en la secundaria, y tuve un pequeño papel como parte de la producción comunal de teatro de Les Miserables. Había querido, más que nada, ser Eponine, pero había demasiadas chicas presentándose para el papel que habían estado en el teatro desde que nacieron, así que no obtuve el papel. Estuve un poco deprimida por al menos un mes.

—Crees que vas a desconcertarme, pero te puedo asegurar que puedo tocar prácticamente todo —dijo antes de lanzarse a tocar la versión en guitarra de la canción.

Honestamente, creí que incluso si la sabía, no sería capaz de tocarla en la guitarra. Había demostrado que estaba equivocada de nuevo. Todavía sostenía mi e-reader, pero el libro no era tan atrapante como Peter.

Se perdió en la música, lanzando todo su cuerpo en la canción. Lucía como si ni siquiera fuera consciente de lo que hacía, simplemente se perdía en la música. Verlo era hermoso. Peter tocó con todo lo que tenía, y era bueno. No, no era bueno. Era increíble. Hipnótico. ¿Podría ser este chico el mismo que me dijo que era material para acostarse anoche? Abruptamente, terminó la canción, colocando su mano sobre las cuerdas para que dejaran de vibrar.

—El tiempo de los pedidos ha terminado. Si quieres pagarme, continuaré.

Sólo puedo imaginarme lo que aceptaría como pago, así que simplemente tomé mi libro de nuevo. Después de unos minutos, comenzó de nuevo, tocando notas y temas al azar. Tocaba un par de líneas de una canción, suficiente para reconocerla, entonces la derretía en algo más.

—¿Puedo preguntarte algo? —pregunté media hora después.
—Puedes preguntar lo que quieras, no quiere decir que te responda. —Rápidamente tocó una cuerda.
—¿Por qué haces la especialidad de negocios? Preferiría comer vidrio antes de admitirlo, pero tienes talento.
—¿Esto? —dijo, apuntando a la guitarra. Asentí—. ¿Para ser un artista hambriento? Hay diez mil tipos con guitarras que pueden tocar.
—Pero, si amas hacerlo, entonces ¿por qué no lo harías?
—Lo estoy haciendo, ahora mismo.

Sólo quería que me diera una verdadera respuesta. Si iba a estar atrapada con él por el resto de la semana, podríamos al menos conocernos un poco. Podría ser un imbécil, pero era intrigante. Quería saber cómo se había convertido en el chico que era. Ya sabes, antes de que echara su trasero a la calle.

—Sabes a lo que me refiero. —Se encogió de hombros, y volvió a tocar—. Oh, así que te cierras cuando no quieres hablar. Ya veo como es —dije.
—No quieres saber de mí, Lali. Realmente, no quieres. Créeme cuando te digo que esas cosas no valen la pena ser conocidas.
—Creo que puedo ser la que juzgue eso.

Me sonrió, pero fue una sonrisa retorcida.

—Eso es lo que dicen todos. Todos dicen que quieren conocerte, pero no lo hacen. Quieren saber las cosas bonitas, agradables. Nadie quiere conocer las partes feas, las partes que te mantienen despierto a la noche. Dicen que no tienen problema con ello, pero entonces se alejan y no vuelves a verlos. He visto eso suceder demasiadas veces. Las chicas no quieren saber ese tipo de mierda.
—Tal vez esta sí quiere hacerlo.
Su sonrisa volvió a aparecer. 
—Eso es lo que dicen todas —repitió.

Decidí rendirme y volví a mi libro. Él volvió a tocar, y nos quedamos así hasta que Candela volvió, 10:30. Lucía sorprendida de encontrarnos en nuestra presente posición, pero se recuperó rápidamente.

Rocio volvió un poco más tarde de que la biblioteca cerrara, sus ojos vidriosos gracias a toda esa terminología médica que había intentando meter en su cerebro durante unas horas. Estaba exhausta de anoche, así que decidí acostarme temprano. Me aseguré de tomar la maldita medicina para así no despertar a nadie con mis terrores nocturnos. Ya estaba en mi cama y con los ojos cerrados cuando Peter entró en la habitación luego de su ducha.

El olor a piel limpia abrumó la habitación, e intenté determinar qué era. Era algo parecido a madera o canela. Algo cálido.

Lo escuché meterse en su cama, y quitarse su bóxer.

—No sé si estás despierta o no pero, buenas noches, Lali.

Decidí pretender que estaba dormida. Esperó por una respuesta, pero cuando no recibió ninguna, giró sobre sí mismo y suspiró.

—Maldita seas —lo escuché murmurar.

Igual para ti.

12 comentarios :