sábado, 18 de mayo de 2013

Capitulo 28

Capitulo 28

—¿Peter?
—Sí, Mamá. —Él caminó hacia el costado del escenario.
—Hablemos en el camerino. —Quería decírselo suavemente, en privado, pero él no la seguiría. Peter sabía que se trataba de Lali.
—¿Qué? ¿La encontraste? ¿Dónde está? —Sus ojos se agrandaron con entusiasmo.

—Es una larga historia. —Dolía ver su excitación.
—Cuéntame —dijo él, ansioso por las noticias.

Claudia miró alrededor. Agus y Tacho miraban desde sus lugares en el escenario. Miembros del equipo se dispersaban por el estadio, asegurando equipamiento y completando revisiones finales de seguridad.

—Lo lamento. — Intentó esconder su arrepentimiento porque esas no eran las noticias que ella había esperado dar.
—¿Qué? ¿Qué descubriste? —demandó Peter.
—Intentamos encontrarla, pero se ha ido, cariño. Lo lamento.
—¿Qué quieres decir con que se ha ido? ¿Ido a dónde? —La confusión de Peter le rompió el corazón. Era demasiado joven para sentir tal decepción.
—No lo sabemos. —Intentó calmarlo con palabras —. Las autoridades arrestaron a su tía por vender drogas. No pudieron localizar al padre de Lali así que la pusieron en una casa de acogida. —Lo observó cuidadosamente. Por una vez sus hermanos permanecieron en silencio.

Ningún sonido resonaba en el estadio mientras el equipo observaba.

—¿Cómo pudieron hacerle eso? —Pasó las manos con fuerza por entre su cabello y cruzó los dedos sobre la cabeza, volviéndose para esconder la angustia en sus ojos.
—Intentó llamarte.

Se volvió hacia ella, con esperanzas de mejores noticias, mientras peleaba por controlar las emociones.

—Varias veces. — Hurgó en algunos papeles arrugados —. La recepción tomó estos mensajes. Tienen fecha de unos días después de que su tía fuera arrestada. —Todos en el estadio eran testigos de su dolor. Si tan sólo ella se lo hubiera dicho en privado —. Llamamos a ese número, Peter. Pertenecía a un teléfono público en Milwaukee.


Espectadores intercambiaron miradas preocupadas. Peter nunca se había comportado así. Era el tranquilo. El líder de la banda en el que todos contaban sin importar qué.

Su padre salió del backstage desde donde observaba el intercambio.

—Es suficiente, Peter, ve a caminar — dijo quedamente, pero con un tono de acero—. Tenemos un show completamente vendido ésta noche. Cálmate.
Peter le dio a su padre una mirada feroz, su rostro torturado y agónico.
—Tú hiciste esto. —Veneno teñía su voz. Notó el grupo de espectadores que lo observaban mientras la mejor parte de su vida se caía a pedazos.

Sin una palabra o una mirada a nadie, Peter abandonó el escenario y el estadio.

Levantó su capucha para desaparecer del mundo, y metió las manos en sus bolsillos mientras se enfrentaba al frío aire de diciembre. Ni siquiera el grupo de fans agrupadas para obtener un vistazo temprano de los hermanos Lanzani notó al joven deprimido que salía del estadio.

Sus emociones tensas, no sabía qué hacer. ¡Maldición! Todo sobre esa situación estaba mal. Así que vagabundeó por las calles, sin detenerse, sin hacer pausas, perdiendo el rastro del mundo alrededor de él. No le importaba la banda, las entrevistas antes del concierto o los fans demandantes. En cualquier otra situación, pondría todas esas cosas sobre lo personal, pero no hoy. Lali lo había necesitado y ahora estaba perdida en algún agujero.

Siguió caminando.

Hueco.

Vacío.

Luego imaginó a Lali siendo llevada de su hogar, o al menos de su hogar temporal.

Se suponía que se tenían el uno al otro. Corrección, se suponía que él iba aestar allí para ella.


Necesitaba sacarla de esa terrible vida en la que le habían impuesto. Pero nohabía a dónde ir. ¿Quién la ayudaría? ¿Cómo la encontraría?

Su garganta se apretó ferozmente. Caminó penosamente mientras la el sol de la tarde y la oscuridad del invierno ponían un pesado manto sobre su mundo. ¿Dónde estaba ella? ¿Estaba bien? El viento se levantó y pequeños fragmentos de aguanieve lo golpearon mientras avanzaba contra el viento. El agudo aguijón del hielo golpeó su rostro. Sus emociones se embotaron, su ser adormecido.

Siguió caminando.

Mucho más tarde se sacudió la bruma de encima y se dio cuenta de que no sabía la hora ni dónde estaba. Había caminado tanto, encerrado en sus pensamientos. Estaba oscuro, las tiendas habían cerrado por la noche. Espió por una ventana cercana. Eran pasadas las ocho.

Mierda. La banda soporte terminaría y Lanzani saldría al escenario en cualquier momento. Se quedó en la acera fría y vacía y peleó consigo mismo. Quería caminar para siempre y nunca volver, pero una voz interna lo detuvo. ¡Maldición! Su sentido de la responsabilidad ganó. Se volvió hacia el estadio. Debía estar a varias millas. No tenía su teléfono, pero sí su billetera. Aceleró el paso y comenzó a trotar. Después de unas pocas cuadras tomó un taxi.

—Nokia Arena, por favor. —Entró al tibio vehículo—. ¿Cuánto demorará?
—Quince minutos o más con este tráfico. Hay un gran concierto allí esta noche —respondió el taxista.
—Sí, lo sé. —Extendió la mano hacia atrás y sacó su billetera —. Hágalo lo más rápido que pueda. —Peter deslizó varios billetes de veinte a través de la ranura de pago—. Puerta del escenario, por favor.

Se apoyó contra el asiento, mirando sin ver. Su cuerpo comenzó a temblar, pero no de frío.

Veinte minutos más tarde, Peter salió del taxi, atravesó la puerta del escenario y el backstage. El cuarto lleno hasta reventar contenía más docenas de personas de lo normal, todas en pánico. Todos los ojos se volvieron hacia Peter.


—¿Dónde demonios has estado? —bramó su padre —. ¿Sabes qué hora es? Hay miles de fans que pagaron un montón de dinero para ver a Lanzani esta noche.
—Estoy aquí ahora —respondió Peter sin entusiasmo mientras se movía a través del espacio atestado, ignorándolos a todos. 

Un fuerte grito de “Lanzani, Lanzani, Lanzani” hacía eco desde los fans afuera.

—Gracias a Dios. Me asustaste terriblemente. —Su madre se apresuró hacia él y lo abrazó con fuerza—. Estás congelado. Oh cariño. ¿Dónde has estado?

Se sacudió el abrazo, pasó junto al equipo y los técnicos, mientras gritaban en sus radios y se apresuraban a comenzar el show. Subió al elevador que lo llevaría a su gran entrada, los músculos en sus hombros apretados en nudos.

La música en el estadio se elevó a niveles épicos, mientras los técnicos usaban señales de manos para indicar que iba a comenzar el show y la cuenta regresiva comenzó. Una máquina de niebla llenó el escenario con una bruma misteriosa mientras brillaban las luces y los láseres.

—¿Están listos para la fiesta? —tronó la voz del anunciador a través del sistema de enormes parlantes. La multitud respondió con un rugido ensordecedor.
—Dios, Pete. ¡Podías venir con menos anticipación! —Tacho lucía listo para explotar.
Peter lo miró, indiferente. Quería que esta noche se terminara.
—¿Vas a usar eso? —preguntó Agus, guitarra en mano.

Peter miró su sudadera empapada de aguanieve, se la sacó y la lanzó lejos revelando una camiseta rasgada. Miró hacia adelante sin ver nada, su pecho apretado y sofocándolo. Agus y Tacho intercambiaron miradas preocupadas; Peter los ignoró. Un técnico se le acercó y sujetó sus auriculares, asegurándolos sin decir una palabra. Alrededor de ellos el caos reinaba mientras el equipo lanzaba el show.


El elevador se movió y se elevó mientras luces se movían por el escenario y el
anunciador decía: 

—Damas y caballeros… ¡Lanzani está en el edificio!

La multitud estalló en gritos. El elevador se detuvo en lo alto sobre el escenario. La vista era asombrosa. Las luces iluminaron a los tres jóvenes artistas, como si fueran estatuas de los cielos.

Éste era el último lugar donde Peter quería estar.

Se quedó de pie perdido en sus pensamientos, sin pensar en comenzar el show.

Tacho se encargó de eso y contó. Él y Agus golpearon las cuerdas de sus instrumentos y la música de Lanzani llenó el aire. En piloto automático, Peter hizo todos los movimientos del concierto. Canalizó su ira y frustración en la música latente. Las tiernas baladas se hicieron tristes gritos de emoción. Las canciones de rock de alto poder un gruñido de pasión. Sus ojos se cerraron mientras vivía cada palabra.

No fue el concierto normal, alegre, informal, pero existió una increíble energía que ninguna audiencia había presenciado jamás. Peter se sintió vacío sin nada más que dar. El ultimo “bis” terminó, y el trío dejó el escenario corriendo.

—Qué forma de canalizar esa ira, Pete. — Tacho lo golpeó en la espalda —. Necesitamos hacerte enojar más a menudo.
—Vete a la mierda —escupió Peter, con una mirada venenosa. Se sacó los auriculares bruscamente y los lanzó al otro lado de la habitación. Salió bruscamente por la misma puerta que había entrado.

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