martes, 21 de mayo de 2013

Capitulo 3

Capitulo 3

No volví a entrar hasta que mi mano dolió tanto que necesitaba desesperadamente hielo. La habitación estaba en silencio cuando me metí a hurtadillas. La mayoría de las cajas no estaban, y Candela desempacaba sus ollas y sartenes en la cocina.

—Oye, ¿estás bien? Estábamos un poco preocupados por ti. Peter, Rocio, y Pablo fueron a comprar pizza.
—Estoy bien. Sólo necesito un poco de hielo —dije, levantando mi mano, todos mis nudillos estaban púrpura.
—Oh Dios mío —dijo, corriendo hacia el congelador. Por suerte, alguien había dejado una bolsa de hielo en el refrigerador que el mantenimiento se había olvidado de limpiar. Lo envolvió en un paño de cocina que saco del cajón y me lo entregó.

—¿Cómo está su cara? —Como que quería estropeársela, solo un poco.
—Le diste un golpe bastante bueno, ya tiene un moretón. — Anotación.
—¿Recuperó sus pelotas?
—Creo que será capaz de tener hijos algún día —dijo, estudiándome como si fuera a enloquecer y a hacerlo de nuevo. Se apoyó en el mostrador, abandonando su organización por ahora—. ¿Qué pasó? Todo lo que nos dice es que dijo algo que te molestó y que se lo merecía.
—¿Dijo eso? —Hice una mueca cuando el hielo frío tocó mi mano caliente. Me ha sorprendido. Pensé que me culparía a mí y que me llamaría una perra psicópata. En el fondo de mi mente tenía la esperanza de que mi demostración de violencia lo enloqueciera tanto que sus cosas habrían desaparecido cuando yo regresara. No hubo suerte.
—Sí, lo hizo.
—Huh.

Voces se escuchaban desde el pasillo. Voces familiares. Me di la vuelta y se detuvieron cuando me vieron. Peter sostenía dos cajas de pizzas y Rocio llevaba dos bolsas de papas fritas. Pablo tenía lo que probablemente era un poco de cerveza, ingeniosamente escondidas en dos capas de bolsas de compra.

—Hola —les dije a todos.

Entraron cautelosamente, de una manera que era casi divertido. Yo era la persona más joven y de baja estatura en la habitación, pero se mostraron desconfiados de mí.

—¿Cómo está tu mano? —dijo Rocio, apoyando las bolsas sobre la mesa del comedor.
—Bien —le dije, la empezó a examinar de todos modos y miré a Peter—. ¿Cómo está tu cara? ¿Y tus pelotas? —Forcé una sonrisa, esperando que no luciera demasiado loca.

Peter me devolvió la sonrisa. 

—Ambos se recuperarán, creo. Tienes un infierno de gancho, Missy —dijo, tocando su mandíbula. Había una marca azulada de aspecto-impresionante empezando a aparecer. Bien.
—Te juzgué mal, creo. Respeto —dijo Pablo, acercándose y levantando su mano para un golpe de puño. Le di uno con la mano izquierda y me guiñó un ojo. Supongo que el comportamiento arrogante era genético.
—Conseguí esta con todas las verduras, no estaba seguro que era lo que te gustaba —dijo Peter, sosteniendo una de las cajas de pizza hacia mí. Todos contuvieron la respiración cuando agarré la caja de Peter. Diablos, era más delicioso que un ramo de olivo.
—¿Aceitunas? —dije—. Odio las aceitunas. Todo lo demás es un juego limpio.
—¿Vamos? —dijo Rocio, ahora que la tensión se rompió.
—Claro —dije, entrecerrando la caja.

El aroma celestial de pizzas Pat’s llenó mi nariz. Había sido la misma receta durante muchos años que había sido descubierta, sirviendo por décadas a hambrientos, resacados o drogadictos estudiantes universitarios.

De alguna manera habían encontrado la proporción perfecta de queso con la salsa para la delgada corteza de ingredientes. Una ración perfecta, razón por la cual había sobrevivido tanto tiempo en una ciudad que tenía por lo menos doce pizzerías por estudiante.

—¿No desempacaste los platos todavía? —le dijo Rocio a Candela.

Hurgamos por platos, servilletas y vasos inmediatamente y de alguna manera, todos terminamos con platos de papel, servilletas de papel y vasos de plástico con refrescos o cerveza. No era una gran fan de la cerveza, así que me quedé con la soda.

Candela, Rocio y Pablo tenían 21, y bromeaban sobre mí y Peter siendo menores de edad. Peter era sólo por unos meses mayor que yo, tenía 20 años, mientras que yo era el bebé con 19 años.

Peter resultó ser también un estudiante de negocios, que sorpresa. La otra carrera que habría elegido para él habría sido teledifusión por lo que podría ser periodista deportivo y ver tantos partidos al tiempo que le pagaban por hacerlo. Pablo era la gran sorpresa. Su carrera era Relaciones internacionales. Al parecer, quería ir a trabajar al extranjero como un diplomático o algo así. Su verdadero nombre era Jonathan Mason III, lo que explica el apodo.

—¿Cuál es tu especialidad? —preguntó Pablo, enrollando un poco de queso alrededor de su dedo.
—¿Qué tal si adivinamos? —dijo Peter.

¿No acabo de darle un puñetazo en la cara? ¿Estaba pidiendo que lo golpee de nuevo? Le di una mirada, pero agarró otro pedazo de pepperoni y masticó pensativamente.

—¿Educación? No, esa no puede ser. No es publicidad. ¿Boxeo? ¿Enfermería? ¿Qué hay de Ingeniería Eléctrica?

Puse mis ojos en blanco.

—Dime qué es entonces. —La sonrisa se volvió arrogante, como si nunca hubiera dejado su cara.
—Estudios de la mujer —le dije, recogiendo otra ofensiva aceituna y colocándola en el plato.
—Huh —dijo Peter.
—¿No hay comentarios inteligentes? ¿No me van a preguntar si soy lesbiana?

Pablo resopló. Rocio rodó los ojos. Realmente debería bajar el tono.

—¿Lo eres? —Peter levantó una ceja. Siempre hubo bromas sobre el departamento de estudios de la mujer diciendo que eran un montón de odio-a-los-hombres lesbianas. Había elegido esa carrera por una razón diferente, pero él nunca iba a saber eso.
—¿Qué pasa si lo fuera? —dije con calma.

Pablo resopló su cerveza a través de su nariz y se atragantó. Candela le golpeó en la espalda. Sí, yo todavía quería que Peter se vaya, pero primero quería torturarlo un poco como venganza.

—Sería una de las cosas más sensuales que me habrías dicho, incluso aunque no sea verdad. —Se inclinó hacia adelante, con una mirada depredadora en su rostro. La habitación empezó a calentarse y tomé un sorbo de mi soda así podría dejar de mirarlo.
—¿Qué pasa con los hombres y las lesbianas? Nunca he entendido la atracción.
—¿Estás bromeando? Dos mujeres juntas es súper caliente, a menos que sean machonas. Entonces no tanto —dijo Pablo.
—Pero las lesbianas generalmente no quieren a los hombres, así que ¿por qué se sienten atraídos por ellas? —dijo Candela.
—No me importa. Estaría feliz de ver —dijo Pablo chocando los hombros con Candela. Ella rodó los ojos.
—Es porque el cuerpo femenino es hermoso. Es una obra de arte. Todas las curvas y su suavidad. Lo duplicas y simplemente tienes el doble de belleza. —Peter miraba hacia mí mientras lo decía.
—Duplica tu placer, duplica tu diversión —dijo Pablo y todos reímos.
—Así que, ¿cuáles son tus planes para el resto de la noche? ¿Conectar con la XBox? —le dijo Pablo a Peter.
—¿Tienes una XBox? —dijo Rocio. Era una jugadora secreta y estuvo buscando por una usada en el tablero de mensajes del campus por mucho tiempo.
—Sí, también tengo una Kinect.
—Por favor dime que tienes Skyrim. Por favor, por favor —dijo Rocio, juntando sus manos. Culpo a Gaston por su adicción al juego.

Peter procedió a colocar el dispositivo, y pasaron la siguiente hora conectándolo y jugando a Skyrim.

Pablo dijo que tenía cosas que hacer, así que se fue, diciendo que volvería de nuevo. Encantador.
Fui a desempacar el resto de mis cosas y mandarle mensajes de texto a Julieta.

El resto de la tarde lo pasé poniendo todo en cajones, haciendo mi cama y calculando donde encajaba todo. Me hubiera gustado haberme mudado fuera del campus, pero tenía una beca que era específicamente para la vivienda en el campus, así que estaba atascada. Con Peter, al parecer. Se quedó fuera con Rocio y Candela, lo que fue genial. Seguí empujando sus cosas fuera de mi camino, irritada, pero al mismo tiempo curiosa por saber qué más había en el baúl.

Tal vez era un cuerpo.

Candela tocó la puerta y me preguntó si quería ir a la tienda con ella para conseguir algunas provisiones. Me moría de ganas de salir del pequeño espacio, así que cogí mis llaves y obtuve algo de dinero de todo el mundo e hice una lista.

—¿Necesitas alguna ayuda? —dijo Peter.
—¿Luzco como si la necesitara?
—En realidad no, pero pensé que sería un imbécil si no lo preguntaba.
—Eres un imbécil de todos modos.

Asintió y volvió al juego. Probablemente estaba listo para otro golpe pronto.

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