miércoles, 15 de mayo de 2013

Capitulo 16

Capitulo 16

Esa noche se desplazaron por la carretera hacia Rockville en un jeep deportivo.

—Lindas ruedas. —Lali recorrió la punta de sus dedos sobre el asiento de cuero suave como mantequilla.
—Es un coche de alquiler. —Sonrió Peter.

Se echó el pelo hacia un lado, inconsciente de lo genial que lucía. Él sostuvo el volante casualmente, el cinturón de seguridad ajustado a través de sus estrechas caderas. Maldita sea era muy guapo, y sólo estaba conduciendo.

—Si estás esperando mantener un perfil bajo, no creo que esta sea la mejor manera. —El llamativo jeep rojo destacaría en la pequeña ciudad de Rockville. Las carreteras del país llevaban al corazón del centro histórico.
—No me pude resistir. Puedo aparcar en un callejón oscuro, si quieres —dijo Peter.
—No estoy preocupada por mí, me imaginé que querías mantener las cosas tranquilas.
—Los fans esperan ver a Lanzani como un grupo, no uno de nosotros a solas vagando por en medio de América. Además, traje un sombrero.

Lali se movió cómodamente en su asiento. Ésta noche eran sólo ellos, volando bajo el radar. Se las arregló para evitar a la tía Tinaesta tarde. Con un poco de suerte, la mujer estaría nerviosa y totalmente ajena al paradero de Lali. Si no, bueno, a Lali no le importaba ya. Cumpliría diecisiete en unos meses y eso era prácticamente dieciocho.

—Gira a la derecha en la señal de alto, esa es la calle Fourth. Te lleva directamente a la calle principal. —Su aliento se quedó atrapado en la garganta al pensar en conducir en el corazón de la ciudad con Peter Lanzani. Sintió la necesidad de pellizcarse.

Bajaron por las calles del tranquilo barrio bordeado de robles gigantes. Antiguas casas victorianas eran testigos mientras pasaban. Una curva en la calle les llevó a un viejo puente de piedra y al Río Rock.

—Este lugar es increíble. Es como retroceder en el tiempo.
—Es bonito. —Lali lo absorbió con nuevos ojos. Ella siempre pensó de Rockville, como un purgatorio al que había sido forzada a soportar, no un pintoresco y pequeño pueblo. Pasaron más allá de la plaza de la ciudad, donde un pabellón adornaba el centro y bancos de piedra estaban dispersos en el parque lleno de árboles. Hojas caídas lo cubrían todo.

—Parece un buen lugar para salir. ¿Pasas mucho tiempo aquí?
—No, nunca he venido —respondió sin arrepentimiento—. Está demasiado lejos de la casa de mi tía, casi a cinco kilómetros. Yo viajo en el autobús a la escuela y no tengo mi licencia, y mucho menos un coche para conducir. —Dejó de pedir permiso para obtener su licencia meses atrás. Tía Tina dijo que sólo daría lugar a un mal comportamiento. Lali no se preocupaba por conseguir su licencia. Le preocupaba que conducir pudiera ser un recordatorio constante del accidente. El olor acre de la gasolina en el accidente aún la perseguía.

Sin embargo, su tolerancia a las reglas extrañas de tía Tina se agotaba. Dado el problema con la carta de su papá, le importaba mucho menos lo que su tía dijera o pensara.

—Es por eso que me la paso en la cañada Parfrey. Cualquier otro lugar es demasiado lejos.

Peter se acercó y le tomó la mano, lo que la sorprendía cada vez. Era como si él pudiera transferir todo su amor, fuerza y confianza a ella. Después de una vuelta en la calle principal y pasar un puñado de tiendas, las luces del Burguer Joint de Ed aparecieron.

—Debe ser ese. —Peter se acercó a la anticuada calle. Un puñado de coches ocupaba lugares, cada uno con bandejas de alimentos atadas a sus ventanas.
—Sip. —Lali asintió.
—Esto va a ser divertido. —Peter entró en el aparcamiento y estacionó lo más lejos posible del restaurante y el montón de otros autos.

Después de comprobar el menú, Peter realizó su pedido a través de una cajita de metal con un altavoz crepitante.

—Pide cuajada de queso también —añadió Lali.
Peter le dirigió una mirada arqueada.
—Es una cosa típica de Wisconsin, ¿verdad?
—Oh, sí.

Se sentaron en el jeep y hablaron de todo y nada, ajenos a los otros coches. Cuando llegó la comida, la camarera veinteañera miró dos veces a Peter, pero no dijo nada.

Mientras se alejaba, lo miró y luego a Lali, obviamente, considerando la posibilidad de que la cara reconocida perteneciera al Peter Lanzani real.

—La gente no espera verme, así que no lo hacen.

Peter estaba aquí para ver Lali y quería que todo el pueblo lo supiera, pero ella no quería compartirlo tampoco. Codiciaba cada uno de sus momentos.

Juntos se atracaron con una buena comida grasosa hasta que Lali pensó que iba a estallar. No podía recordar la última vez que comió fuera.

—¿Así que no eres una de esas chicas que apenas come en una cita?
—¿Por qué no comería? —Sorbió lo último de su malteada de chocolate del fondo de su vaso, creando un sonido de succión hueco con su pajilla.

Peter se echó a reír.

—No sé, supongo que algunas chicas no quieren que los chicos las vean en su hábitat natural.
Lali agito su pajilla alrededor del vaso, juntado rápidamente los últimos restos de la malteada.
—Me encanta la comida. —Le dio la vuelta al vaso vacío para que él lo colocara en la bandeja.
—¿A dónde ahora? —preguntó Peter.
—Primero, la camarera tiene que venir y retirar la bandeja de la puerta. De lo contrario, te aseguro que serás notado conduciendo por la calle con una bandeja de comida colgando en la ventana.
—Oh sí, supongo que me perdí ese pequeño detalle.

Su breve mirada de vergüenza calentó su corazón. El viajero del mundo, Peter Lanzani, no sabía qué hacer en un restaurante de comida rápida.

—Pon en marcha el coche o enciende las luces. Vendrá.

Peter puso en marcha el Jeep; el potente motor zumbó a la vida. Pasados un par de minutos la camarera regresó por su bandeja. A medida que la levantaba de la ventana, miró a Peter de nuevo.

—No puede ser que seas…
—Nop —interrumpió Peter, entonces le mostró su famosa sonrisa, mientras daba marcha atrás.

La camarera salió del camino. Lali vio su mirada bajar a la bandeja y ver la propina de veinte dólares. Lo miró, su rostro más confundido que nunca. Peter retrocedió y entonces se dirigió a la calle principal.

—Entonces, ¿cuál es la dirección de Trivoli?
—¿Vamos a ver una película? —Lali no había visto una película en mucho tiempo.
—Por supuesto, no sería una cita adecuada, si no tuviéramos la cena y una película.

Lali no podría haber pedido por una noche más perfecta. Le dirigió hacia adelante, por la calle principal. Tenían una media hora antes de que comenzara la sesión, por lo que Peter estacionó y vagaron a lo largo del río.

—¿Así que cómo convenciste a tus padres para que te dejaran venir?
Ella enrolló su brazo alrededor del suyo.
—A punta de pistola —dijo, con cara seria.
—No, ¿en serio? —Lo golpeó en el brazo.
—No fue difícil en absoluto... Teniendo en cuenta que es mi décimo octavo cumpleaños.
Lali se detuvo.
—¿Es tu cumpleaños? ¿Cuándo? —Se enfrentó a él y le cerró el camino.
—Hoy.
—Idiota, no me lo dijiste. —Agarró la parte delantera de su chaqueta de cuero y trató de darle una buena sacudida; él se rió de ella.

—¿Qué se suponía que iba a decir? ¿Es mi cumpleaños, así que tienes que ser muy agradable conmigo y hornearme un pastel?
—Sí, eso es exactamente lo que debías decir —reflexionó ella—. Te habría conseguido un regalo. —Cómo, no lo sabía. Habría valido la pena limpiar el comedor escolar de nuevo.
—Pasar tiempo contigo es todo el regalo que necesito. —Puso su brazo alrededor de ella y la atrajo hacia sí.

Sus palabras la enloquecieron. Hoy era su día especial y vino hasta aquí para celebrarlo con ella.

—Bueno, necesitas un regalo de cumpleaños. Dieciocho años es algo grande. Cuando cumpla dieciocho años, el mundo lo va a saber.
—Mi vida está llena con cosas exageradas, quería algo con sentido.

Lali miró a sus ojos hermosos, entonces alzó su mano y acercó su rostro hacia ella. Lo besó dulcemente en la boca. Parecía que fuese su cumpleaños hoy, no el de él. Echó su mano detrás de su cuello y se desabrochó su collar.

—Sé que esto no es mucho, pero es una de mis cosas favoritas. Si no es demasiado tonto o extraño, me gustaría que lo tuvieras. —Sostuvo el colgante para que lo viera. Era una de sus más preciadas posesiones.

Tocó la figura de ónix, ensartada en un cordón de cuero, sus ojos conectaron con los de ella.

—¿Estás segura?
—Sí —afirmó—. Es un símbolo antiguo. Representa confianza.
—Es increíble. Muy rock and roll. —Frotó su pulgar sobre la piedra lisa.
—¿Eso crees? —Lali se mordió el labio. Quería que él lo amara tanto como ella lo hacía.
—Sí. —Él tocó la punta de su nariz con la suya—. ¿Dónde lo conseguiste?
—Mi mamá me lo dio después de un viaje que ella y mi papá hicieron.

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