Capitulo 19

Capitulo 19

—¿Cabello arriba o abajo?

Lali se encaramó en un taburete de cocina dentro del pequeño cuarto de baño del apartamento de la señorita Bauer. La parafernalia para el cabello y maquillaje abarrotaban el pequeño peinador.

—Ambos —respondió—. Quiero la parte delantera y los lados hacia arriba, y la parte de atrás cayendo en un montón de rizos ¿Puede hacerse?

—Se puede hacer cualquier cosa. — La señorita Bauer estudiaba el largo cabello de Lali, determinando cuál era la mejor manera de comenzar.

Sentadas juntas frente al enorme espejo, Lali recordó las veces que se quedaba mirando como su madre se preparaba para las fiestas especiales con su papá. Ella y Luz se sentarían en las cestas de ropa sucia frente al tocador a jugar con los cosméticos de su madre. Se reirían y tomarían el pelo la una a la otra, fingiendo ser mamá, aplicando maquillaje artísticamente, esparciendo con brochazos rubor en sus rostros y ocasionalmente rociando perfume.

La señorita Bauer cepillaba el cabello de Lali, sus reflejos de verano aún brillando. Lali cerró los ojos e imaginó que era mamá quién la peinaba y tarareaba mientras trabajaba. Quizá echaría un vistazo desde el cielo para guiar a Lali en este día tan memorable.

—¿Ya has elegido el vestido?

La señorita Bauer había pedido prestados dos vestidos a la hija de un amigo. A Lali no le importaba usar un vestido prestado, ella estaba en éxtasis sólo por ir. Además los vestidos eran hermosos.

—Me gusta el de tonos rosas con marrón. —Se ajustaba perfectamente a su cuerpo, fluyendo libremente sobre sus caderas y piernas. Se transformaba en una hermosa muchacha, cuando se lo proponía. La parte delantera tenía la cantidad correcta de escote.

—Ese también es mi favorito. Me gusta cómo combinan ambos patrones. Además te ves maravillosa en él. Cualquier chico tendría que estar loco para no caer rendido a tus pies. —La señorita Bauer comenzó a usar el rizador en los largos mechones de Lali. 

—¿Usted cree? — Lali se ruborizó. Pero por una vez fue por la excitación en vez de humillación.

Se preguntó cómo sería pasar una noche entera con Peter, bailar en sus brazos, y dejar que el mundo viera que se pertenecían el uno al otro. Después de perder a su familia había renunciado a sus sueños, pero ahora, con Peter en su vida, todo había cambiado. Él hacía posible que fuera capaz de soñar otra vez. Resplandecía hasta las puntas de los pies.

—Los chicos en la escuela no te reconocerán. Todo el mundo está tan acostumbrado a verte tranquila y contenida, por lo que puedo imaginar cuán sorprendidos estarán al verte. —La señorita Bauer tiró de un mechón del cabello de Lali y sonrió.

Continuaron con los preparativos, charlando para matar el tiempo. Lali y Peter no saldrían a cenar. No podría llegar hasta poco después que comenzara el baile, pero no importaba. Era un milagro el sólo hecho de que pudiera asistir. La señorita Bauer se ofreció a llevarla, después de todo sería chaperona en el baile. Incluso la tía Tinacooperaba permitiendo que aquella noche fuera posible. Todo estaba perfectamente en su lugar.

Después dividir una pizza y darle los toques finales al maquillaje de Lali. La señorita Bauer cerró la cremallera del hermoso vestido. Lali apenas reconocía la visión que le ofrecía el espejo de cuerpo entero. Una hermosa mujer joven segura de sí misma estaba delante de ella. Lali se volvió hacia la señorita Bauer con incredulidad.

—Te ves despampanante —le dijo la señorita Bauer.

Lali se arrojó a los brazos de la mujer. 

—Gracias.
—Todo esto eres sólo tú. —La señorita Bauer la abrazó efusivamente —. Y ha estado allí todo el tiempo. Ahora dime ¿Cuándo tendré la oportunidad de conocer a este hombre misterioso?

En ese momento sonó el teléfono de Lali, y mirándose la una a la otra se echaron a reír.

♫ ♪♫

—Ya estoy aquí. Justo ahora acabamos de aterrizar.

Peter llevaba una pequeña bolsa de lona sobre el hombro y una bolsa con el ramillete de Lali en la mano. Nunca antes había encargado flores. El ramillete contenía rosas de color rosa y margaritas; las rosas por su belleza, y las margaritas por su dulzura. Lali le recordaba a una flor ondeando al viento. Llevaba una gorra de beisbol para ocultar su rostro famoso, pero dudaba que fuera reconocido. Viajar solo y sin un séquito hacía mucho más simple movilizarse. Esta noche todo sería suave como la seda. Gracias a Dios.

Al salir del avión, Roger caminó por delante de él en la pasarela.

—Oh, Dios mío, no puedo creer que realmente esté sucediendo. —La voz de Lali desbordaba entusiasmo desde su teléfono.
—Lo sé, yo tampoco. Te dije que lo resolveríamos. —Su propio entusiasmo rivalizaba con el de ella.
—¿Entonces cuánto tiempo te tomará?
—Alrededor de una hora si conducimos al límite de velocidad. Pero si tengo que decir algo respecto, serían cuarenta y cinco minutos. —Quería a Lali entre sus brazos. Esta cosa de la larga distancia lo estaba matando, pero ella lo valía.

—Supongo que será mejor que salga entonces o si no me ganarás llegando primero. No puedo esperar a ver la mirada en la cara de todos esos niños cuando entres. Lo bueno es que tienes a Roger contigo.
—Roger no ha amado nunca tanto su trabajo como ahora. No puede esperar a llegar allí y probar sus pasos de baile en la pista de la escuela secundaria. Espera a ver lo que lleva puesto.

Roger se dio la vuelta y le gruñó. La única chaqueta de vestir que pudieron encontrar en el último minuto que se adaptara a su gran circunferencia fue una de terciopelo de color purpura oscuro. Se veía como un proxeneta de los años ochenta.

Lali soltó una risita tonta. 

—Apresúrate ¿quieres? mi cabello comienza a desmoronarse.
—¿Arreglaste tu cabello?
—¡Por supuesto! Es el “Baile de Bienvenida”.

Roger lo detuvo al entrar a zona de embarque. Un funcionario del aeropuerto de aspecto serio y un guardia de seguridad se acercaron.

—Oye, me tengo que ir. Algo pasa, probablemente alguna cosa de seguridad. Te veré en una hora.
—Date prisa.
Le dio vuelta al teléfono para cerrarlo y dio un paso adelante para hablar con el oficial.

♫ ♪♫

El volumen bajo de la banda telonera bombeaba a través del pasillo.

—¿Estás segura de que no quieres entrar y disfrutar del baile? —la instó de nuevo la señorita Bauer, su más temprano entusiasmo ya desvanecido.
—No. Esperaré aquí. —Lali se negaba a ir al gimnasio con el resto de los niños. Cuando Peter llegara quería ser la primera en poner los ojos en él. De ninguna manera iba a perder el tiempo quedándose de pie sola en la oscuridad del gimnasio con decoración temática hollywoodense.
—Debe haber tenido problemas con el auto —ofreció su consejera. Preocupación, y sí, lastima también estaban grabadas en el rostro de la señorita Bauer.
—Sí, probablemente. Una llanta pinchada. —Lali asintió, con los labios apretados por la preocupación.

Obviamente algo había pasado. Todo parecía estar bien cuando hablaron hace dos horas. Si un enjambre de fans eran las responsables del retraso, juraba que las mataría a todas. Peter le pertenecía sólo a ella por esa noche y no a nadie más.

Se paseó de nuevo a lo largo del corredor, el clic de sus mal calzados zapatos de tacón haciendo eco a cada paso. Se sentó en un banco y comprobó su teléfono aún sin mensajes.

Sin batería. Mierda.

Había estado distraída durante todo el día, por lo que había olvidado cargar la batería del teléfono. Este codiciado dispositivo, guardián de la información, y su única conexión con Peter, yacía ahora inútil en su mano. Lo sacudió y frotó entre sus manos, con la esperanza de regresarlo a la vida.

DesafortunAgusente su cargador se escondía detrás de sus libros en un estante de su habitación. No podría cargar su teléfono sin antes tener que regresar a casa, y entonces la tía Tinano la dejaría salir de nuevo. Fue una batalla lo suficientemente grande lograr salir la primera vez.

Dos chicas en vestidos ceñidos con lentejuelas salieron del cuarto del baño a deambular por el pasillo. Le echaron un vistazo a Lali.

—¿Por qué está allí sentada sola? —dijo una.
—Se supone que debería encontrarse aquí con su cita. No querría que él viera dónde vive —respondió la otra.
—Parece que la plantó.

—¿Y podrías culparlo? —Entonces ambas se echaron a reír tontamente con crueldad ante su desgracia.

Lali se encorvó contra la pared. Sus una vez hermosos rizos colgando contra sus hombros. Sus palabras fueron un duro golpe, pero eran ciertas. Él no vendría. Lo sabía en sus entrañas. La noche perfecta de ambos en ruinas. Peter no aparecería. Esta noche planeaba probar que simplemente era como todo el mundo, quizás incluso mejor. En vez de eso, todos atestiguarían su solitaria espera por un chico que nunca llegó. La lástima de la señorita Bauer sería lo peor. Probablemente llamaría a un loquero el lunes para encontrar el por qué de que Lali inventara a Peter.

Más niños bajaban por el pasillo hacia los baños. Lali se levantó. No era capaz de soportar más el ridículo. Se dirigió a las puertas dobles y entró en la noche a paso ligero. A pesar de estar segura de que Peter no aparecería, continuó su vigilia y rezó porque se encontrara bien.

¿Qué podría haberlo mantenido alejado cuando se encontraba tan cerca? ¿Un atasco de tránsito? No muy probable ¿El clima? Ya había aterrizado y el clima era favorable, frío y ventoso, pero nada que pudiera detener el tránsito ¿Un accidente de auto? Se estremeció ante la idea. Por favor, que esté bien.

Revisó su teléfono de nuevo. No se cargó por arte de magia. Lo regresó a su bolso, junto a su brillo labial y dos entradas para el baile. Sacó los boletos bellamente impresos con el emblema de la escuela sobre el papel brillante.

—Oh, Peter —suspiró, el viento frío sobre su piel.

Algo estaba mal, terriblemente mal.

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