martes, 28 de mayo de 2013

Capitulo 21

Capitulo 21

Fui interrumpida de ver solitariamente los dibujos animados del sábado por la mañana por Peter rasgando la puerta abierta, mirando frenético y llevando el estuche de su guitarra. Esa fue la primera vez.

—¿Me prestas tu auto?
—¿Qué pasa con el tuyo? —Era temprano, y aún no había tenido mi café. Había estado planeando vegetar por unas cuantas horas, ya que tenía el lugar para mí sola. Renne estaba en casa por el fin de semana, y Cande y Peter se suponía estarían visitando a los Martinez. O al menos eso creía.

—No prende y tengo que llegar a casa. ¿Puedo tomar tus llaves, por favor? —dijo, extendiendo la mano como si sólo fuera a entregárselas, sin hacer preguntas.

Oh no. De ninguna manera iba a dejar que este chico condujera a Sassy, mi Charger rojo. De ninguna jodida manera.

—No te voy a dejar conducir mi auto —dije, cruzando los brazos—. Nadie conduce a Sassy, excepto yo.
—¿Tu auto se llama Sassy? —dijo, entonces movió la cabeza—. No importa, voy a preguntar sobre eso después. Por favor ¿me prestarías tu auto? Tengo que llegar a Bar Harbor.
—No vas a conducir mi auto. —Esa era una línea que nadie cruzaba. Ni siquiera Julieta.

Peter parecía que fuera a explotar y gritar. En cambio, dejó caer el estuche de la guitarra, se agachó, sujetó mi mano y me tiró a mis pies.

—De acuerdo, tú conduces.

Traté de alejarme de él, pero era temprano, y él era fuerte y estaba decidido y yo aún no tenía mi ingenio sobre mí.

—De ninguna manera, no voy a llevarte a Bar Harbor.
—Entonces me voy a llevar tu auto. Tú eliges, Missy. O me llevas, o me llevo tu auto.
—No vas a robar mi auto —dije.
—Missy, puedo trocar los cables para prenderlo si tengo que hacerlo.
—Estás mintiendo.
—¿Quieres probarlo?

Nos fulminamos con la mirada el uno al otro, no dispuestos a parpadear. Finalmente, me di cuenta que sería una perra horrible si decía que no. No es como si me estuviera pidiendo que lo llevara a un bar para emborracharse.

—Está bien. Déjame vestirme.
—Date prisa, tenemos que irnos —dijo, señalando a un reloj inexistente.
—¿Por qué? ¿Vas a llegar tarde a tu cita con Joe? —dije a través de la puerta del dormitorio.

Hoy, él estaba lo suficientemente no-cretino como para no seguirme. Realmente debía tener prisa, porque esta sería una excelente oportunidad para encontrarme desnuda. Desgarré a través de mi armario. Maldición, ¿esperaba que entrara con él, y como que, los conociera?

—¿Ya estás decente?
—No me presiones. Si voy a conocer a tu familia, tengo que verme por lo menos presentable.
—Vas a conocerlos, no a tratar de dormir con ellos. Cualquier cosa que uses va a estar bien. Te verías preciosa en una de esas batas de hospital.
—Bueno, me gustaría verme como si al menos estuviera tratando de hacer algún esfuerzo. —Destrocé mi armario, buscando por mi camisa de gasa favorita color azul bebé.
—Oh, por el amor de… —Golpeó la puerta abriéndola.
—Te juro por Dios que si hubiera estado desnuda, te habría arrancado los ojos de la cabeza —dije, con la cabeza en el armario.
—No lo dudo. Ahora, ¿qué estamos buscando?
—Una camisa. Azul bebé. Con un tipo de volantes en las mangas. — ¿Por qué mi armario era tan malditamente oscuro? No se le ocurrió a nadie que tal vez necesitaría luz aquí.
—¿Cómo esta? —Levantó la camisa exacta que de alguna manera había extraído del cajón de mi cómoda.
—¡Sí! Ahora necesito vaqueros —dije, mirando al desastre que había hecho. Tenía un par de delgados vaqueros oscuros que se verían genial con un par de sandalias plateadas que sabía estaban bajo mi cama.
—Aquí —dijo Peter, encontrando justo los vaqueros en los que pensaba.
—¿Estás seguro de que no eres gay? Porque puedes poner esta combinación junta.
—¿Puedes sólo apresurarte?

Peter no estaba en modo juguetón. Si no lo conociera mejor, diría que estaba estresado. Hmm. Esa era una nueva emoción para él. ¿Qué lo tenía tan estresado? ¿Y qué tenía que ver este tipo Joe en eso? Parecía que iba a lograr averiguarlo.

—Está bien, mantén tu camisa puesta. Estaré de vuelta en un segundo.

Agarré un nuevo conjunto de ropa interior cuando él no miraba y corrí hacia el baño. Cepillé mis dientes con una mano y peiné mi cabello con los dedos de la otra. Iba a dejarlo suelto, pero hacía esta cosa rara de esponjarse a los lados, así que lo puse en un moño desordenado y lo aprobé. Usualmente no usaba mucho maquillaje y hoy no parecía el momento para experimentar con mi nueva máscara.

—Si no estás lista en treinta segundos, voy a derribar la puerta, sin
importar que me des una patada en las pelotas o no.

Esperé hasta que pasaron diez antes de abrir la puerta. Paró de contar.

—¿Mejor que una bata de hospital?
—Se podría decir eso. —Parpadeó un par de veces más y se frotó el tatuaje. Intenté no sonreír con satisfacción.
—¿No tenemos que irnos? —dije cuando no se movió.
—Cierto. Aquí —dijo, sacudiendo mis llaves.
—Estas estaban en mi bolso.
—¿Y?
—Y habrías tenido que buscar en mi bolso para conseguirlas.
—Estamos con prisa —dijo.
—Vamos a discutir esto en el auto —dije, señalando mis llaves en su cara—. Y vamos a escuchar mi música. Sin discutir. También vamos a detenernos por el desayuno y tú lo vas a comprar.

Sus ojos se estrecharon, pero cuando no me moví, suspiró.

—Está bien. Vamos. —Recogió su guitarra y nos fuimos.
—¿Para qué necesitas eso?
—Luz —dijo, como si eso lo explicara. Aún seguía gruñón así que no insistí en el tema.

Salimos en tropel con un montón de estudiantes, y me tomó un segundo recordar donde estacioné a Sassy.

—Sassy, este es Peter; Peter, Sassy —dije, señalando de mi auto al chico y de regreso.
—¿Se supone que sacuda uno de sus rines?
—No te burles de mi amor por mi auto. Puedo dejarlo en un lado de la carretera, Sr. Lanzani.
—Sí, Srta. Esposito —dijo, abriendo la puerta para mí.
—Gracias.

Entré y le di vuelta a mi CD de Florence and The Machine mientras él guardaba su guitarra en el asiento trasero. Si hacía algún comentario sobre Florence, lo iba a bajar.

—Dios nos ayude —murmuró Peter cuando oyó la música.
—¿Qué fue eso?
—Amo esta canción —dijo, moviendo la cabeza y dando golpecitos en su rodilla con la mano. Uno, dos, tres, cuatro, cinco. Pausa. Uno, dos, tres, cuatro, cinco. Pausa.
—Estás tan lleno de mierda. —Puse el volúmen del radio más fuerte y bostecé.

Nos detuvimos en un punto rápido, e hice que Peter me comprara un café helado y un danés de queso. Él se compró un café y un bagel, y parecía estar bien con mis elecciones musicales. Cambió a The Band Perry, e incluso lo sorprendí tarareando.

—Así que ¿dónde vive tu familia?
—Bar Harbor.
—Sí, entendí esa parte cuando dijiste que íbamos a ir a Bar Harbor. ¿Puedes ser un poco más específico?
—Te diré cuando lleguemos allí. Has estado allí antes, ¿cierto?
—Por supuesto. —Unas cuantas veces. Bar Harbor era en realidad parte de la isla conocida como Isla del Monte Desierto y es hogar del Parque Nacional Acadia, el único parque nacional en Maine. También tenía un montón de gente rica.

Terminé mi danés mientras pasábamos Bangor.

—Entonces, ¿no vas a darme una charla? Como cosas a evitar, ¿algo para lo que estar preparada? Sé sobre Luz pero, ¿hay algo más?
—No realmente. Hope es mi tía; John es mi tío. No tienes que llamarlos Sr. y Sra. Martinez. Como que odian eso. La única otra persona de importancia es Luz, y llegarás a conocerla, también.
—Así que ¿no son tus tutores legales?
—Soy mayor de edad. No tengo un tutor.

Ugh, no pararía de cortarme mientras pescaba por información. Que frustrante.

—Pero cuando necesitaste un tutor, ¿ellos fueron tus tutores? —Le eché un vistazo y me lo encontré mirándome fijamente.
—¿Alguna vez te han dicho que haces demasiadas preguntas?
—Casi todos los profesores que he tenido. Solían llamar a mi mamá en las reuniones de padres-profesor y siempre escribían eso en mi evaluación. —Es verdad.
—Es una larga historia, una para la cual no tenemos tiempo.
—¿Cuándo vas a tener tiempo? Realmente no estoy tratando de ser entrometida. Sólo soy curiosa. —Él era mi compañero de habitación, y supongo que tal vez era mi amigo… más o menos. Quería saber sobre su vida. Quería saber que lo había convertido en un esplendido cretino que en un momento escribía una canción sobre lavar los platos y agarraba mi trasero al siguiente.

Se removió en su asiento, claramente tenso con el rumbo que había tomado nuestra conversación.

—¿Te importa si lo cambio? —dijo.
—Claro, los CD están en la guantera. —Si iba a contestar mis preguntas, podía poner lo que quisiera.

 Pasó por mi ecléctica colección y finalmente dejó Parachute. Huh. No lo que habría escogido para él.
—Puedo escucharte juzgándome —-dijo mientras me sumergía en la I-395.
—Sólo no pensé que fueras un chico de Parachute.
—¿Por qué no?
—Por nada. Entonces, hablabas de tu tía y tío.
—Cierto —dijo, pero sabía que lo recordaba. Dejó escapar un profundo suspiro que parecía no tener fin—. Me tomaron cuando tenía once. Mis padres murieron, y no tenía otro lugar donde ir —se detuvo, y esperé unos segundos antes de hacer mi siguiente pregunta:
—¿Entonces Hope es la hermana de tu mamá? —No tenía idea, así que pensé en intentar.
—Así es. La hermana menor de mi madre, pero sólo por dos años. El hermano de mi mamá vive en Texas. Es un imbécil.
—¿Así que es cosa de familia?
—Es genético, ¿qué puedo decir?—Bueno, estaba lo suficientemente bien para bromear, así que eso era bueno.
—Eso explica porque tú y Pablo son como hermanos.
—Lo somos, más o menos. Crecimos juntos, sacamos la mierda del otro para resolver nuestros problemas, y recibiríamos una bala por el otro.

Eran como Julieta y yo. Si me tuviera que parar en frente de un camión en movimiento para evitar que la golpeara, lo haría. Había salvado mi vida una vez, y nunca podría pagárselo.

—Sé lo que es eso —dije.
—¿Así que ahora puedo hacer preguntas acerca de tu familia?

Me encogí de hombros. No había mucho que contar.

—Mis padres se separaron cuando tenía trece. Papá es un cretino que sólo pretende como si se interesara. Mamá es genial y luego está mi hermana. Tengo unas cuantas tías y primos y tal, pero todos viven en diferentes estados.

—Así que es por eso que tienes problemas de ira con los hombres. — Tomó un segundo para que el comentario penetrara en mi cerebro. Se acercaba mucho a presionar el botón que ciertamente no quería presionar. Si antes pensaba que estaba loca, no era nada comparado con lo que podía ser. Todavía no había visto lo peor. Ni de cerca.
—Retrocede, Peter. Tienes cosas sobre las cuales no quieres hablar y respeto eso. Así que te estoy pidiendo que te detengas.
—De acuerdo —dijo, subiendo el volumen del CD y mirando por la ventana—. Tartas.
—¿Qué? —No es que no fueran geniales, pero no vi lo que eso tenía que ver con algo relevante.
—Hope ama hacer tartas. Probablemente te envíe a casa con una. Hay un pequeño huerto de manzanas en la parte trasera de la casa, y siempre se vuelve loca en el otoño, haciendo tantas tartas como pueda. Hizo tantas un año que caminó por todo el centro entregándolas a los dueños de los negocios locales. Empezaron a llamarla “la dama tarta”. Así que espero que te gusten las tartas.
—¿Qué clase de pregunta es esa? ¿A quién no le gustan las tartas?
—A una persona muy jodida.
—Entonces supongo que no estoy así de jodida.
—Ni siquiera cerca —dijo, empujando el asiento hacia atrás.

Seguí conduciendo hasta que llegamos a Bar Harbor. Bajé la ventana para oler el aire salino. No había nada como el olor del océano. Cambiamos el CD a Coldplay por mutuo acuerdo.

—Dobla aquí —dijo, señalando un camino en la izquierda. Puse la señal de giro y di la vuelta.
—Dobla aquí —dijo un minuto después, e hicimos otra vuelta y luego otra.

Estábamos fuera de la carretera principal, y todo lo que podía ver eran casas pintorescas con pequeños porches y lindos faroles y buzones y campanas de viento. Se veía como un lugar muy agradable. Seguí yendo hasta que señaló una última vuelta en Mason Drive. Debería haber visto eso venir.

—Aquí estamos —dijo cuando detuve el auto. Oh, Jesús.

La casa era jodidamente enorme. Las pequeñas casitas a lo largo del resto del camino no me habían preparado para esto. Era al menos el doble, si no el triple del tamaño de mi casa. Mis ojos viajaron hasta contar tres pisos. Era blanca, una especie de estilo victoriano con un porche que tenía una gran rampa para discapacitados a un costado. También había un enorme granero rojo. De alguna manera no pensé que hubiera un tractor en él. Reconocí el Camry de Candela situado entre un BMW y un Impala nuevo, con un Escalade al otro lado.

—Mierda, Peter. Nunca dijiste que tu familia estaba llena de dinero.
Se encogió de hombros. 
—Nunca preguntaste.

12 comentarios :