martes, 21 de mayo de 2013

Capitulo 4

Capitulo 4

Regresé cargada de bolsas y encontré el apartamento en caos.

—Oye, vamos a Blue Lagoon, ¿Quieres venir? —Candela se deslizaba largos pendientes de plata en sus orejas y se había cambiado a un vaquero ajustado y un top brillante plata.
—No puedo. No tengo 21 —dije, señalándome a mí misma.

Blue Lagoon era el nombre del club que se encontraba justo al lado del campus. Se mantenía cerrado debido a los niños menores de edad para entrar, o por las peleas demasiadas sangrientas. A veces ambos.
Tenía un nuevo dueño, no creía que este duraría más tiempo que el anterior.

—Mierda. Lo olvidé. Lo siento.
Un secador de pelo sonaba en el baño. Oh, esto debe ser serio si Rocio se arreglaba su cabello.
—¿Dónde está Peter? —Odiaba decir su nombre en voz alta.
—¿Peter? No lo sé. Su primo volvió, y se fueron a alguna parte. Dijo que estaría de vuelta antes de irnos. —Hizo una mueca cuando empujó a uno de los pendientes en su oreja
—Él tampoco tiene 21.
—Ya sabes, probablemente tiene una identificación falsa. —Sí, probablemente la tenía—. Tal vez podamos colarte.
—No, está bien. Pasaré el rato aquí. Quizá llame a Euge y ver si quiere venir.

Euge era una amiga de mis clases de Estudios de la Mujer que nos volvimos cercanas el año pasado y la única que realmente llamaba una amiga. Vivía con su novio en un apartamento fuera del campus, pero los amigos de él siempre pasaban el tiempo allí, así que ella siempre estaba desesperada por pasar tiempo de chicas.

En ese momento se abrió la puerta y Peter y Pablo entraron, con otros dos chicos caminando detrás.

—Hola —dijo, asintiendo hacia mí—. Ellos son Dev y Sean. Chicos, esta es Lali, y esa es Candela.
—Hola —dije, saludando con la mano. Candela dijo hola.

Dev tenía una piel encantadoramente oscura del color del barro, y cabello y ojos oscuros. También era enloquecidamente alto y delgado como un palo. Sean era compacto y robusto como un luchador, con corto cabello rubio y ojos marrones. Ambos nos echaron un vistazo a mí y a Candela. Nunca había sido observada tanto en mi vida.

—Entonces, ¿vienes con nosotros, Missy? —Miraba mis tetas de nuevo.
Me crucé de brazos. 
—Algunos de nosotros no estamos para infringir la ley.

—Lo estás ahora —dijo, sosteniendo algo delante de mí. Era una identificación falsa, completa con una foto de una chica que casi podría ser yo, y una fecha de nacimiento que no era la mía, pero al menos tenía 21 años.

—¿De dónde diablos sacaste esto?
Compartió una mirada con los chicos. 
—Tengo mis fuentes. Ve, prepárate. No vas a usar eso.
—¿Qué está mal con esto? —Nunca iría a las discotecas en mi vestimenta habitual, pero quería hacerlo enojar.
—Me gustaría follarte sin importar lo que estés usando, pero es posible que desees arreglarte un poco así todo el mundo te deseará —dijo.
—Vete a la mierda —dije, arrojándole la identificación en la cara y yendo a mi habitación. Escuché a los chicos burlarse de Peter cuando cerré la puerta.

Revolví mi armario, encontrándome con un par de vaqueros negros, una camisa roja y un par de botas negras. Jalé mi pelo fuera del rodete y lo cepillé con furia antes de delinear rápidamente mis ojos azul-verdosos y colocarme un poco de brillo en los labios. Caminé dentro de una nube de mi perfume favorito de pomelo para el cuerpo y estaba lista.

—¿Mejor? —dije, apoyándome contra la pared.
—Follable. Vámonos.

Candela y Rocio ya charlaban con los otros chicos como si se hubieran conocido desde siempre.

No iba a admitir que tenía miedo de ser atrapada. Estaba nerviosa, claro, pero era más que eso. Ir a un club significaría estar pegada a un montón de desconocidos sudorosos. Esa fue la parte que no me gustó. Pero no había manera de que fuera a permitir que Peter me llamara cobarde. Así que me metí la identificación falsa en el bolsillo del pantalón, agarré un poco de dinero y seguí a todo el mundo afuera.

La noche era agradable, el verano no había aflojado su control en Maine todavía. Por suerte, el club estaba a pocos tropezones de distancia del campus.

—No tendrás que comprar ninguna bebida esta noche —dijo Peter, girando y cambiando hacia atrás mientras al mismo tiempo me miraba de reojo.
—¿Y por qué es eso?

Negó con la cabeza. 
—¿Realmente no lo ves? Pablo, hombre ¿te follarías a Lali?
—Diablos, sí —dijo Pablo, dándome un pulgar hacia arriba—. Quiero decir, si tú quieres.
—¿Dev?
—Sí, claro. —También Sean concordaba con que lo haría.
—¿Eso es en todo lo que piensan? ¿Sexo?
—¿Qué más hay para pensar? Todo el mundo piensa en eso. Estamos programados para pensar en ello. Incluso tú, Missy. —Dejó de caminar y casi tropecé con él. Agarró mis brazos para estabilizarme.
—Déjame.
—Está en ti, Missy. Me iré en cinco segundos. Simplemente pruébame que me amas o que me odias.
—El amor y el odio son completamente diferentes.
—En realidad no. Son las dos caras de una misma moneda. Un tirón y puedes estar al otro lado antes de que te des cuenta. Me quedaré con cualquiera de ellos viniendo de ti.
—Te odio en este momento. ¿Qué tengo que hacer para demostrártelo?
Tocó el moretón en su rostro que no podía ver en la oscuridad. 
— Estoy seguro que se te ocurrirá algo. —Se dio la vuelta y saltó sobre la espalda de Pablo, estuvo a punto de derribarlo.

Los chicos actuaban como si ya estuvieran borrachos, empujándose y riendo y siendo demasiados ruidosos. Me pegué a Candela y Rocio, porque tenían experiencias anteriores en clubes. Yo no lo tenía.

Cuanto más cerca del club nos encontrábamos, más nervios tenía. Prácticamente podía sentir la música vibrando a través de la acera de enfrente. El edificio era pequeño y no tenía ventanas. Varias personas fumaban alrededor del club y un par de chicas con ropa que difícilmente se calificaba como ropa tropezaron fuera, riéndose y agarrándose una de la otra.

Me froté mis brazos, aunque no tenía frío. Hicimos una línea y Peter se puso delante de mí. El gorila parecía como si estuviera probablemente en el equipo de fútbol y saludó a Pablo como si fueran amigos que no se veían hace mucho tiempo, haciendo ese extraño abrazo con un solo brazo, dándose una palmadita en la espalda, cosa que hacen los hombres cuando no tienen ganas de abrazar. Saludó rápidamente a los otros chicos y les dio a las chicas una rápida comprobación a las identificaciones.

—Jay, hombre ¿cómo estás? Hace mucho que no te veo. Esta es mi nueva amiga, Lali.
—¿Otra amiga, Z? Tienes más amigos que yo calcetines. Gusto en conocerte. Ten cuidado —dijo, riendo y saludándonos con la mano antes de que yo pudiera decir: “Encantada en conocerte, también”

El club estaba oscuro, ruidoso y caluroso, justo como pensé que sería. El techo era bajo, había muchas mesas y demasiadas personas. Las luces parpadeaban, casi cegándome.

—Déjame comprarte un trago —dijo Peter en mi oído.

Tenía que gritar porque la música estaba muy fuerte. No podía ver al DJ por ningún lado. Mis ojos buscaron y finalmente encontraron a Candela, Rocio y a los chicos en una mesa del rincón. Todos tenían bebidas.

—Vamos. Déjame invitarte un trago.
—Como quieras —le dije y fui a pararme al lado de Candela.
—Lo hiciste —dijo, ahuecando su mano sobre su boca para que pudiera oírla.
—Sí, él ni siquiera la miró —dije, encogiéndome de hombros. No es de extrañar que este lugar siempre se fundiera.
—Afortunada —gritó, bebiendo de su copa.

Peter regresó momentos después, guiando con sus hombros su camino entre la muchedumbre. Tenía esta increíble forma de caminar, como si tuviera todo el tiempo en el mundo.

—Luces como una clase de chica del ron con coca-cola —dijo, y me entregó un vaso. Había una rodaja de limón en la parte superior del vaso que metí dentro y lo revolví antes de tomar un sorbo. Peter tenía una Coors Lite. Típico.

Tomé un sorbo de mi bebida con cautela. Definitivamente no confiaba en él.

—No lo drogué, lo juro. No necesito drogas para meterte en mi cama —gritó en mi oído. Su mano rozó mi brazo desnudo, y tomó todo en mí no tirarle mi bebida en su cara.
—Adelante, tíramelo. Sabes que quieres hacerlo —dijo.


Cuerpos interrumpían en la pista de baile, girando y chocando entre sí. Algunos tenían mejores movimientos que otros. Algunos prácticamente tenían relaciones sexuales.

En su lugar, tomé un sorbo. La coca-cola burbujeó en mi lengua y el ron lo persiguió, el sabor oscuro, fuerte y cálido. Se estaba volviendo locamente delicioso. ¿Cómo supo Peter que me gustaría?

—¿Está bueno? Pedí que usaran el ron especiado. Pensé que te gustaría un poco de sabor. —Oh, muérdeme.

Candela y Rocio engullían sus bebidas y conversaban con los chicos, que miraban la pista de baile. Pablo captó la mirada de Peter.

—Amigo, estos chicos son aficionados. ¿Quieres mostrarles cómo se hace?
—Estoy dentro. ¿Dev?
—Estoy dentro como Donkey Kong —dijo Dev, y todos se dirigieron hacia la pista llena de gente.
—¿Qué están tramando? —dijo Rocio.
—No tengo idea —dije.

Pablo se dirigió hacia el fondo de la pista, donde finalmente noté al DJ. Intercambiaron una palabra y la canción cambió a Party Rock Anthem de LMFAO. Querido Dios, ¿qué nos espera?

Peter y Dev despojaron un espacio y tan pronto como la canción comenzó, empezaron a bailar. No sólo bailaban, hacían estallar la pista. Pablo se unió y lo sacudieron.

El espacio alrededor de ellos se hizo más grande y la gente empezó a aplaudir. Pablo y Peter tenía esta rutina calculada que sincronizaron perfectamente, completa con el gusano, y todos esos giros y movimientos que sólo había visto en videos musicales. Dev hacía la caminata lunar en frente de ellos y esos giros suaves sobre sus talones y dedos de los pies.

Para un hombre blanco, Peter se podía mover. Como, moverse realmente. Si no lo detestara con todas las fibras de mi ser, diría que es sexy. No había nada como un chico que pueda bailar, en mi opinión.

Hizo un giro y se detuvo, mirando directamente hacia mí. No podría decir bajo el parpadeo de luces, pero juro que me guiñó un ojo. Idiota.

El club estaba enloqueciendo. Todo el mundo aplaudía e incitaba. Entonces, Peter agarró el pie de Pablo y le hizo hacer una voltereta hacia atrás. El club estalló en aplausos y gritos. Terminaron la canción y todo el mundo aplaudió. Todos ellos chocaron los cinco e hicieron su camino de regreso a nuestra mesa, consiguiendo palmadas en sus espaldas durante todo el trayecto.

—¡Eso. Estuvo. Increíble! —dijo Rocio mientras los chicos agarraban sus bebidas y tomaban un trago. Todos estaban un poco sin aliento y tenían un brillo de sudor en su frente.
—¿Qué te pareció? —me preguntó Peter.
—Yo —le dije, encogiéndome de hombros—. He visto mejores. — Tomé un sorbo de mi bebida saboreando el rico sabor.
Él simplemente sonrió y levantó su cerveza a sus labios. 
—Claro que lo has hecho, nena.
¿Ahora me llamaba nena? Lo ignoré y terminé mi bebida.
—¿Quieres bailar? —me preguntó Rocio. El alcohol había comenzado a hacer su camino a través de mi sistema, haciendo arder mis mejillas y mi cabeza confusa.
—Claro, ¿por qué no? —dije, aunque estaba un poco desconfiada sobre lanzarme al caos de cuerpos extraños.

Rocio agarró mi mano en una de las suyas y a Candela en la otra y nos dirigimos hacia el espacio lleno de gente. Tuve que decirme a mí misma un par de veces que estaba bien, que nadie iba a por mí, y que iba a pasar un buen rato. El alcohol también ayudó. Normalmente no me metería en un pogo lleno de personas, pero a donde fueres…

No tenía muchos talentos, pero el baile era uno de ellos. Dejé que la música me absorbiera y no me importaba quien me observaba.

Hubo un par de ojos que sabía que estaban sobre mí. Peter. En un momento, me volví, girando mis caderas y bajando hacia el suelo y volviendo lentamente hacia arriba. Podría haber sido mi imaginación pero tragó saliva y sus ojos se ensancharon un poco. Me gustaría clasificar a la breve mirada que cruzó por su rostro como aturdida. Toma eso, idiota. Sonreí y agarré el brazo de Candela, girando a su alrededor y luego dándole un golpe de cadera. Bailamos por tres canciones más antes de que estuviéramos demasiado sudorosas y necesitáramos conseguir un poco de aire. Me sentí aliviada al salir de la aglomeración de cuerpos. Había tenido algunos momentos donde el pánico amenazaba con atacarme, pero había conseguido cerrarle la puerta en la cara y seguir bailando.

Los chicos nos siguieron fuera, probablemente para protegernos de los borrachos pervertidos. Había leído que el año pasado se registraron al menos varios episodios de contacto sexual no deseado en el periódico del campus. Peter puso su mano en mi espalda, pero la dejé porque era su mano o la de un chico extraño, y tomaría la mano que conocía por sobre la que no lo hacía. No es que conocía a Peter. Cristo, lo acabo de conocer esta mañana.

Afuera estábamos en una nube de humo, pero el aire se sentía agradable sobre mi piel caliente.

—He visto mejores —dijo Peter en mi oído. Su cálido aliento me hizo cosquillas en el cuello, y moví mi cabello para ocultar mi temblor.

Mi teléfono vibró en mi bolsillo y lo saqué. Mamá. Siempre me envía mensajes a las horas más extrañas.

¿Cómo estás, hija? No hemos hablado hoy :(
Bien. Todo instalado. Ciudad Drama. Salida con amigos. ¿HMT? (Hablamos más tarde.)
Suena bien. Te quiero, La.
Besos.

—¿Era tu novio? ¿Le preocupaba que estés hasta tarde con hombres extraños? —dijo Peter, tratando de leer los mensajes por encima de mi hombro.
—Nop. —No iba a satisfacer su curiosidad. Miré mi teléfono. Era casi medianoche, y estaba cansada por levantarme temprano y conducir desde la casa de mi madre en Waterville todo el camino hasta Orono y desempacar mis cosas. Y tratar con idiotas.

—¿Están listos para irse? Tengo que levantarme temprano para macro, mañana —dijo Candela, gesticulando que se disparaba a sí misma en la cabeza. Era una estudiante de contabilidad, pero odiaba la economía con la pasión ardiente de mil soles.
—¿Te toca con Wesley en CPD 100? —dijo Pablo.
—Sí.
—Yo también. Supongo que te veré allí —dijo, estirando los brazos por encima de su cabeza. Podría haber sido mi imaginación, pero me pareció ver su sonrisa ante la perspectiva de volver a verlo tan pronto.


Todos caminamos de regreso al coche de Pablo y nos despedimos de Sean y Dev. Pablo dijo un buenas noches extra para Candela. Oh, querido, definitivamente había algo allí.

Cuando regresamos al apartamento me di cuenta de dos cosas. Uno de ellos, que realmente necesitaba una ducha, y dos, Peter y yo íbamos a estar durmiendo en la misma habitación.

Candela y Rocio nos dieron las buenas noches y se arrastraron a su habitación.

—Bueno, aquí estamos —dijo Peter.
—Voy a tomar una ducha —le dije y me preparé para el comentario que sabía que venía.
—Sabes lo que dicen, conserva el agua y dúchate con un amigo.

Pasé junto a él para recoger mi pijama, sin contestar. Me aseguré de cerrar la puerta y me aseguré de que estuviera cerrada con llave antes de desnudarme y meterme en la ducha. No lo pondría cerca de él para que intente y consiga tenerme desnuda. Tipos como el son todos iguales. Toman lo que quieren y te dejan con nada.

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