sábado, 18 de mayo de 2013

Capitulo 31


Capitulo 31

La espectacular vista de París desde la Torre Eiffel fue desaprovechada por Peter. Las oportunidades de que la banda disfrutara eran desatendidas. Estaban lejos de su infancia en Pennsylvania. Él caminó al restaurante de categoría mundial, rodeado de gente rica y comprobó su teléfono otra vez. Un mensaje.

Marcó su contraseña, esperando esta vez escuchar a Lali en el otro extremo. Cada mensaje se convertía en agonía pura, cuando él fracasaba en encontrar su alegre voz.

—Hola Peter, soy Cielo Bauer del Instituto Rockville. Por favor, llámame inmediatamente.

Contuvo el aliento, esperanzado. Quizás esta era la llamada que él había estado esperando, que ella había encontrado a Lali. Finalmente, él sintió esperanza. Comprobó su reloj, calculando la diferencia de horaria y marcó el número. Se trasladó a la orilla de la ventana, sobre el lado de la elegante sala, lejos de la muchedumbre. Contesta, contesta, se dijo mientras miraba fuera al impresionante paisaje.

—Hola, al habla Cielo Bauer.
—Hola señorita Bauer, soy Peter Lanzani, acabo de recibir su mensaje. ¿La encontró?

La oyó suspirar.

—Hola Peter, me temo que tengo malas noticias. Quise contactarte de inmediato.
—Dígame, por favor. —Su pecho se tensó mientras se abrazaba a si mismo, rezando para que ella estuviera equivocada y que estas fueran buenas noticias. Que Lali regresó a la escuela y esperaba por él.
—Los Servicios de Bienestar Infantil me contactaron esta tarde. Ellos colocaron a Lali en una residencia social y no con una familia de acogida como pensábamos. —Su voz sonaba triste —. Lamento decirte esto, pero ella escapó hace diez días, y no ha habido ninguna señal de ella desde entonces.
—¿Por qué ella haría eso? ¿Está segura?
La señorita Bauer se detuvo un momento y se aclaró la garganta.
—Hubo un altercado con otra chica y Lali salió lastimada.

Un vacío silencio ocupaba la línea telefónica. Peter levantó la mirada hacia las estrellas que brillaban por encima de París, pero sólo la desesperación cayó sobre él.

—¿Está mal herida? ¿Saben a dónde se fue? —Su voz se convirtió en un susurro mientras digería la noticia.
—Desearía tener algunas respuestas para ti. Las autoridades están buscando, pero Lali está desaparecida, ella no quiere que la encuentren. Si ella lo contacta, por favor, hágale saber que estoy aquí y quiero ayudar.
—Ella no tiene mi nuevo número. Ni siquiera sabe cómo ponerse en contacto conmigo. —El corazón de Peter cayó —. ¿Cree usted que la van a encontrar? Su mente comenzó a tambalearse. Demasiadas posibilidades. Demasiadas preguntas sin contestar.
—Ella ha desparecido definitivamente. Ellos se han dado por vencidos. No se ha presentado en su antiguo barrio en Michigan, no hay ningún signo de ella aquí en Rockville. No sé qué hacer. —La voz de la señorita Bauer llena de emoción —. Rezo para que ella esté bien. Lo siento mucho. Siento que la defraudé.

El silencio se extendió entre ellos como si ambos se sintieran responsables.

—Lo sé, yo también. Gracias por la llamada, tengo que colgar —dijo antes de quedar abatido. Cerró el teléfono. A su alrededor la sala bullía de excitación. El sonido se convirtió en un ruido blanco estático en sus oídos. Miraba, pero sin oír nada. Lali se había ido. No había manera de encontrarla. ¿Cómo había pasado de la vida perfecta a esta pesadilla de la que no podía despertar? Tacho y Agus se acercaron.
—Pete, ¿qué pasa? —dijo Tacho.

Él alzó la vista desde su estupor.

—Nada. Nada en absoluto.

Los dos intercambiaron miradas de preocupación. Él sabía que ellos habían estado cada vez más preocupados por él.

—Al menos nada que les preocupe. —Peter miró alrededor al espacio lleno de amigos y colegas felices —. Tengo que conseguir salir de aquí. —La desesperación llenó sus ojos, mientras buscaba la salida más cercana y la tomó. Tacho cabeceó a Agus.
—Será mejor que busques a mamá. Esto tiene que ser sobre Lali.

Agus se fue, lanzándose entre la multitud de asistentes VIP que bebían sus cócteles ajenos a la crisis. Tacho persiguió a Peter.

—¡Peter, espera!

Peter se paró y se giró. Se detuvieron en el área de organización de la cocina del restaurante. A su alrededor un ocupado personal de camareros y cocineros levantó la vista de su trabajo, sorprendidos al ver a los superestrellas invitados de honor en su cocina.

—¿Está todo bien? —Él examinó la cara de Peter; Peter no ofreció nada —. Vamos amigo, ¿qué está pasando? ¿Sobre qué fue aquella llamada telefónica? ¿Era Lali?

—Sí, era sobre Lali. —Peter se paró, con sus manos hundidas en sus bolsillos, su voz pesada con la emoción. Su madre entró en la cocina, corriendo.
—¿Qué sucedió?
—Ella ha desaparecido —susurró él.
—Peter, todo va a estar bien. —Su madre trató de calmarlo.
—No, no está bien. Esto nunca va a estar bien. ¿No lo entiendes? Ella ha desaparecido. Escapó. Nadie puede encontrarla. Lali ha huido y a las autoridades no les preocupa. Ella ya se ha convertido en una estadística.

Tacho, Agus y su madre se miraron el uno al otro, obviamente inseguros de qué decir o hacer.

—¡Ella está ahí sola y no tiene a nadie! —gritó él, moviendo sus manos en el aire, silenciando a todo el mundo —. Yo era todo lo que ella tenía. Solamente yo. Yo lo era. —No le hablaba a nadie en particular, su cuerpo tenso, un brillo de transpiración sobre su frente —. Todos en su vida la han defraudado y ahora ustedes pueden añadir mi nombre a esa lista.
—Ellos la encontraran, Peter. Solamente dale tiempo al tiempo —dijo Tacho.
—No seas idiota, ya han pasado diez días, todos en los que ella alguna vez ha confiado, la han defraudado. ¡Ella ha desaparecido! — El personal del restaurante observaba su incómoda diatriba. Peter se dejó caer hacia adelante, sus manos se apoderaron de la barra de metal destinado al servicio de alimentos.

—Mamá, se lo prometí. Le prometí que la sacaría de allí. Nosotros teníamos un plan. Yo iba a salvarla.
—Lo siento mucho. Nosotros deberíamos haber hecho algo para ayudarla. No me di cuenta de lo difícil de su situación.
—Por supuesto, es difícil. Ella fue arrancada de golpe de su vida. Solía ser como nosotros. Vivía en los suburbios con una familia feliz y un perro en el patio trasero. La vida pasó y aspiró todo lejos. ¡Malditos sean! ¡Todos ustedes! —Miró de un miembro de su familia a otro —. Todo lo que ustedes hicieron fue juzgarla e interponerse en nuestro camino.

Miró hacia abajo, a su traje de Armani y zapatos de diseñador.

—Míranos, estamos alrededor de la realeza con más de lo que jamás imaginamos; mientras que ella está sin hogar, sola a mediados de enero. Ella no tiene nada. Nada. —Golpeó la mesa de preparación de alimentos —. ¿A dónde se fue? ¿Cómo va a vivir?
—Encontrará la manera. Lo resolverá. Confía en ella —dijo Agus. Peter empujó a Agus contra la pared, tirando los montones de cazuelas metálicas al suelo, creando un ruido ensordecedor.
—Sí, estoy seguro de que la mayoría de chicas de dieciséis años solas por las calles lo hacen realmente bien.

Las imágenes de violadores y secuestradores llenaron su mente. Él trató de lanzar los pensamientos lejos. Liberó a Agus, con sus manos temblando. Desconcierto evidente sobre el rostro de Agus.

—No es como si ella fuera a volver a Rockville. Estoy seguro que no lo hará. La conozco muy bien. Ellos la hicieron pasar muy mal.
—Tal vez ella te encuentre. Tal vez ella se dejará ver algún día —ofreció su madre.
—Simplemente, ella sola se levantará en su asiento y me llamará para avisarme que está allí. O tal vez solo se acercará al autobús y tocará la puerta. Explícame cómo va a funcionar esto.

Se enfrentó a su madre, con la tristeza llenando sus ojos.

Los aplausos sonaron en la habitación contigua. Su manager entró.

—¡Ustedes lo consiguieron! ¡Fueron nominados para el álbum del año! ¡¿Pueden creerlo?! ¡Vengan aquí!

Ellos se miraron el uno al otro, el contraste de sus vidas y la de Lali era evidentemente obvio.

♫ ♪♫

Lali caminó sola, sus músculos adoloridos después de estar sentada demasiadas horas en el autobús. A ella le gustaba el bus, sin embargo. Una vez a bordo, desapareció en la parte trasera para no ser vista. Para el momento en que ella bajó varios estados después, un nuevo conductor se sentó al frente.

Esta ciudad estaba en "medio de ninguna parte de Georgia", como diría Peter. Deseaba más que cualquier cosa hablar con él, pero sabía que esos días habían pasado.

Mientras vagaba por las calles de la pequeña ciudad de Pebble Creek, deseó encontrar una solución fácil para sus problemas. Pero ya era demasiado tarde para ser sencillo. Su madre solía decir: “La vida puede ser una batalla cuesta arriba, por lo que es mejor mantener la cabeza hacia abajo y segui r subiendo”.

Quién sabía cómo de ciertas podían ser aquellas palabras.

Ella pensó mucho en su mamá en el autobús y en los cambios drásticos de su vida en los últimos dos años. Comenzó como una familia feliz y normal, entonces cayó en la tragedia―una familia rota y una fugitiva delincuente. Se dio cuenta que había aceptado la muerte de su madre y su hermana. Los meses de duelo y aflicción habían pasado. Ahora la pérdida se había convertido en parte de lo que ella era, esto ya no la definía. De hecho, ella creía que ellas la miraban desde el cielo con amor.

Su estómago se quejó e interrumpió sus pensamientos. Con el dinero agotándose, tenía que conformarse con poco. Exploró cada tienda del frente, con la esperanza de encontrar una señal de "Se necesita ayud ante”. En este punto, ella estaría dispuesta a hacer cualquier cosa para ganar algo de dinero.

Algo, salvo regresar a Rockville o a la Residencia Social.

En el momento en que llegó a las afueras del pueblo, la decepción pesaba sobre sus hombros como una gruesa capa. El último edificio delante del camino se convirtió en el paisaje de un motel destartalado llamado The Twilight. El letrero de vacantes se encendía y apagaba, con excepción de las tres últimas letras rotas. Malas hierbas descuidadas caían en esporádicos trozos alrededor del perímetro.

El motel podría liderar la lista de lugares de mal gusto para quedarse, pero una verdadera cama y una ducha tentaban lo suficiente como para acercarse.

La puerta de ingreso chirrió mientras entraba en una oficina desvencijada, La televisión sonaba con dibujos animados desde la trastienda.

Lali se situó en el centro de la pequeña recepción, con miedo de ser vista, pero desesperada por saber si ella podía darse el lujo de una noche. La voz de una mujer gritó en el fondo.

—Damien, deja de empujar a tu hermano.
La mujer caminó más allá de la puerta abierta, levantando la mirada a tiempo para ver a Lali.
—Espera cariño, enseguida estaré contigo. —Su voz sonaba desolada. La mujer regresó con el bebé sobre su cadera.
—Bien, ¿puedo ayudarle? —Ella miró a Lali —. ¿Y bien?
—Lo siento, yo solamente me preguntaba ¿cuánto costaba una habitación?
—¿Simple o doble?
—Um, simple.
—Cuarenta y cinco dólares. Dinero efectivo o tarjeta de crédito, no aceptamos cheques. —Lali contó mentalmente su dinero. El niño comenzó a olfatear.
—No tengo todo el día. ¿La quieres o no?
—Sí, la quiero. — Ella dio un paso hasta el rasguñado mostrador buscando en su bolsillo el dinero en efectivo.
—Firma aquí. —La mujer empujó una pequeña tarjeta solicitando su nombre y dirección.


Lali miró fijamente la tarjeta, luego, tratando de no parecer nerviosa, agarró la pluma y firmó con el nombre Jill Munroe. Éste fue el primer nombre que se le vino a la cabeza. A su madre siempre le gustó el programa de televisión los Ángeles de Charlie. Jill Munroe era su personaje favorito, una policía bella, segura. Porque pensaba en eso, ahora no lo podía adivinar. Lali inventó una dirección, garabateó la firma y empujó la tarjeta hacia la mujer.

—Son cuarenta y nueve con ochenta y dos con el impuesto. —Ella cambió al niño a la otra cadera y se asomó a la trastienda —. Damien, baja de aquel armario ahora mismo. Las tengo bien escondidas ¡No hay más galletas! —Lali sacó cincuenta dólares y los colocó con cuidado encima de la tarjeta—. Este niño me matará algún día, esa pequeña sabandija, es igual que su padre.

Lali sonrió débilmente y esperó que la mujer permaneciera distraída y no le preguntara por qué una adolescente alquilaba una habitación a las dos de la tarde de un miércoles.

—Aquí tienes, habitación número ocho. —Ella le dio la llave y su cambio —. Tengo que conseguir cambiar esto antes de que tenga un lío más grande en mis manos. —La mujer se llevó el efectivo y tarjeta detrás del mostrador, a continuación, desapareció en el caos de la trastienda.

Lali recogió la llave y luego hizo una pausa para estar segura de que la recepcionista no regresaría. Cuando la costa estuvo clara, tomó un enorme puñado de caramelos de un plato sobre el mostrador. Caminó con un paso más ligero en busca de su habitación. Una cama limpia, una ducha caliente y un caramelo para disfrutar, la vida está mejorando.

La habitación resultó ser más que un armario. Las paredes eran delgadas y el viejo televisor apenas funcionaba con imágenes difusas. Las paredes de la ducha estaban estropeadas por manchas de agua oxidadas, pero el grifo proporcionaba agua caliente. Entre el pequeño jabón usado como champú y el toque del agua, suave como la mantequilla mientras la recorría, no se había sentido tan bien en las últimas semanas.

Lali pasó más tiempo bajo el chorro lavando su ropa interior y sus calcetines. Finalmente, el agotamiento y las puntas de sus dedos arrugados le aconsejaron que apagara la ducha. Después de secarse con una toalla delgada y colgar su ropa interior sobre la barra de ducha, cayó en la cama, durmiéndose casi tan pronto como su cabeza tocó la almohada.

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