sábado, 18 de mayo de 2013

Capitulo 27

Capitulo 27

Lali cruzó silenciosamente la puerta de la casa grupal de Milwaukee. ¿Podría ser lo suficientemente afortunada para que sus compañeros de casa estuvieran dormidos?

—Hola, chica. ¿Me trajiste algo bueno esta noche? —preguntó Darnell, un alto y delgado chico de raza negra, desde el sofá donde yacía mirando un programa de realidad, con raperos y vendedores de drogas.
—Esto es todo lo que les quedaba. —Le lanzó una bolsa blanca de comida para llevar—. Tal vez haya extras de pescado frito mañana.

Días después de llegar a la casa grupal, Lali consiguió trabajo en un restaurante en el centro comercial. Si iba a estar atascada viviendo en ese agujero infernal, planeaba evitarlo lo más posible. Sólo dos semanas habían pasado desde su llegada en el Día de Acción de Gracias. Se sentían como si fueran meses.

—Maldición, lo has hecho bien chica pero, ¿dónde están mis aros?

Darnell metió un puñado de papas fritas en su boca. Comía constantemente, pero era el chico más delgado que ella había visto. La primera vez que fijó sus ojos en él había estado aterrorizada por su apariencia de delincuente: pantalones demasiado grandes, cadenas de metal y enorme actitud. Ahora sabía que su imagen era mayormente una representación, probablemente un acto de supervivencia. Hablaba estupideces pero hasta ahora era inofensivo.

—Lo lamento, no habían aros de cebolla hoy. Quizás la próxima vez. —En un esfuerzo por integrarse y no hacerse de enemigos, Lali siempre traía sobras del trabajo.

Caminó por el pasillo, apretó el asidero en la bolsa con fuerza mientras se aproximaba a la habitación. Silenciosamente, abrió la puerta del cuarto que compartía con Juanita, una psicópata volátil cuya única meta en la vida era aterrorizar a Lali, y Kelly, una chica pálida que se teñía el cabello del color de la muerte, usaba maquillaje de ojos oscuro y se vestía de negro.

Juanita estaba sentada sobre las desordenadas sábanas de su cama limpiándose las uñas con una navaja mientras escuchaba un iPod. Kelly dormía profundamente en su estado depresivo.

Ignorando a Juanita, Lali fue derecha a su lado de la habitación.

Tomó sus artículos de aseo. Vivir en la casa era una mezcla entre dormitorio universitario y hogar de menores. Mantenías tus cosas para ti. No compartías, y robar era una ocurrencia común. Las cosas de Lali desaparecían regularmente. Dentro de horas de su llegada y el día de Acción de Gracias, el teléfono que Peter le había dado había desaparecido, su último lazo con él cortado permanentemente. Apostaría dinero a que Juanita era cleptómana.

Llevaba su dinero con ella a todos lados, incluida la ducha.

Tomó una camiseta larga para dormir y caminó hacia la puerta. Un silbido y luego un ruido sordo sonó en su oído. Lali se congeló. El cuchillo de Juanita se clavó en la pared a apenas centímetros de su rostro. Contuvo la respiración, temerosa de darse vuelta.

—Oye, morocha… ¿Cuál es la prisa? ¿No vas a decir hola? —Juanita se apoyó contra
el respaldo de la cama, una expresión hostil en su rostro.

Lali salió corriendo del cuarto. Al menos sabía que el cuchillo estaba en la pared y no podía lastimarla. La cruel risa de Juanita la siguió por el pasillo.

Entró en el cuarto de baño, cerró la puerta con llave y apoyó la cabeza contra ella. Su mano aferró el pomo hasta que pudo respirar una vez más. Odiaba a esa chica. Su mamá siempre le había dicho que odiar era malo, que todos tenían algo bueno dentro.


Pero Mamá nunca había conocido a Juanita.

Bajó la tapa del inodoro. Los chicos siempre la dejaban levantada. Se sentó y se tomó unos momentos para calmarse, pero se hacía cada vez más y más difícil. Sobrevivir simplemente demandaba todo lo que tenía.

Scott, el líder de la casa grupal, era suficientemente agradable, pero no tenía idea de lo que sucedía. Él era del tipo “paz y ama a tu vecino”. Por qué un pacifista querría un trabajo rodeado de adolescentes indigentes, no podía imaginárselo. Su forma relajada hacía que los chicos estuvieran menos nerviosos, pero hacía un trabajo terrible con el control del comportamiento.

Miró alrededor del pequeño cuarto de baño. Aquí estaba segura de los problemas, en el único lugar donde podía estar sola. Antes de ducharse, tomó sus suministros de limpieza de debajo del lavabo y dio una rápida mirada alrededor. Todo en su mundo era un desastre. Al menos podía tomar una ducha en un baño que no tuviera manchas en el espejo y los restos de afeitada de los chicos por todo el lavabo. En un par de minutos, el mostrador del baño y el espejo estuvieron limpios y con aroma a limón.

Lali inhaló profundamente, y dejó salir algo de tensión. Abrió la ducha y organizó sus cosas, simulando que era su lugar privado, que nadie más invadiría o tocaría. Después de doblar sus ropas de trabajo, se metió debajo de la débil presión de la ducha y dejó que el agua tibia corriera por su cuerpo. Intentó imaginar que estaba en un lugar mágico bajo una cascada en lugar de éste agujero.

Se quedó bajo el flujo de agua hasta que estuvo limpia, deseando poder eliminar la realidad de su mundo. Sus pensamientos volvieron a Peter; lo extrañaba tanto. Al menos ya no lloraba cada vez que pensaba en él. Intentó llamarlo del teléfono de la casa grupal tan pronto como llegó. Necesitaba asegurarse que Tacho no le estaba gastando una broma cruel, pero el número del teléfono móvil de Peter no estaba en funcionamiento. Debía haber cambiado su número para mantenerla alejada. Peter era ahora parte de su pasado, como cada otra parte feliz de su vida. No había caballeros en brillantes armaduras para Lali.


El agua se enfrió. Salió y se vistió para la cama. Con el cabello mojado colgando por la espalda y los brazos llenos, dejó la seguridad del baño para volver al
infierno.

A mitad de camino por el pasillo, una puerta se abrió y BJ, un adolescente del
tamaño de un defensa de fútbol americano, salió y bloqueó su camino.

Mierda.

BJ estaba allí por haber atacado sexualmente a una profesora. Sus padres tenían dinero para que sus caros abogados fueran capaces de convencer al juez de procesarlo como menor, aun cuando BJ lucía como si tuviera treinta años en lugar de diecisiete. La asustaba terriblemente.

—Oí la ducha y esperaba que fueras tú. Siempre estás levantada hasta tarde trabajando tanto. Necesitas relajarte. De hecho, por qué no vienes conmigo y te ayudo. —Le guiñó el ojo como si ella estuviera de acuerdo con que él fuera un excelente partido.

Lali se mordió la parte interna de la mejilla. No había una buena manera de responder a BJ, y no había forma de que ella entrara a su cuarto.

—¿Qué sucede? ¿Estás asustada? No necesitas temerme. Seré realmente gentil. —BJ avanzó hacia ella, puso sus brazos de mamut contra el muro y se inclinó sobre ella. Tomó un húmedo mechón de cabello que colgaba sobre su hombro y lo olfateó—. Hueles realmente bien. Podría comerte.

El estómago de Lali se revolvió mientras apretaba la ropa y la toalla. Podía darse vuelta y regresar corriendo al baño. O gritar y tener la esperanza de que Scott la oyera y viniera a rescatarla. Pero su cuarto estaba del otro lado de la casa y dormía con el zumbido de un ventilador.

Antes de que decidiera qué hacer, Darnell vino pavoneándose por el corredor.

—Oye, hombre… ¿Qué sucede? ¿Están teniendo una fiesta y no me invitaron?

BJ le dirigió una mirada feroz enviándole un mensaje de cesar y desistir, pero Darnell lo ignoró.


—Me encantaría unirme, pero necesito mi sueño de belleza. Ahora si me disculpan, seguiré mi camino.

BJ se movió hacia un lado para dejar pasar a Darnell. Darnell empujó a Lali a través de la rápida abertura, hacia la puerta de su cuarto, antes de que de BJ se diera cuenta de lo que estaba sucediendo.

—Las damas primero. ¿No tienes un gran examen o algo mañana? No deberías quedarte levantada hasta tan tarde —dijo Darnell, con una mirada significativa hacia Lali.

Lali rápidamente entró al cuarto sombrío y formó la palabra “gracias” en silencio para que BJ no oyera. Mañana traería aros de cebolla a casa aunque tuviera que pagarlos ella misma. Dentro del cuarto la luz callejera de afuera iluminaba el lugar. Juanita dormía sobre su espalda, la boca abierta, mientras canciones de su iPod resonaban en sus oídos. Aliviada, Lali guardó sus cosas y se metió en la cama llena de grumos.

Dos “estuvo cerca” en una noche; desearía tener el coraje de huir, pero no tenía a dónde ir. Darnell le contó que muchos chicos huían y que las autoridades estaban demasiado retrasadas para preocuparse o buscarlos. Preguntó por qué los chicos se quedaban; él le dijo que la mayoría se quedaba para pagar sus culpas por sus crímenes o porque había una cama tibia y tres comidas al día. Para Darnell, ella creía que vivía una vida más segura aquí que en las calles.

Se quedó dormida deseando que Peter y ella hubieran huido cuando él lo sugirió la primera vez.

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