martes, 28 de mayo de 2013

Capitulo 19

Capitulo 19

Veía a Peter cuando me despertaba. Veía a Peter mientras comía un bol de cereal. Lo veía en sexualidad humana, donde parecía estar intentando romper el récord por la mayor cantidad de insinuaciones en una hora. Lo veía en el trabajo donde asaltaba mi correo electrónico. Lo veía cada noche en la cena. Lo veía ir y venir del baño. Lo veía en nuestra estúpida mediación, la cual era tan inútil como medias con sandalias.

Lo. Veía. En. TODAS PARTES.

Jamás había pasado esta cantidad de tiempo con alguien con quien no estaba relacionada, nunca. Me escapaba a lo de Euge cada vez que podía, incluso con los olorosos chicos que se encontraban siempre allí. Estábamos demasiado destruidas como para salir, pero a veces dábamos caminatas por el campus, o cerca del apartamento.

—Mi sofá está abierto cuando quieras —dijo cuando le conté sobre la apuesta más nueva—. Estoy segura de que si le dijeras a la residencia sobre eso, harían algo.
—He estado allí, he hecho eso. —Había intentado otra vez con residencia, pero sólo me decían que continuara con mediación. Todavía lidiaban con todos los compañeros de cuarto de los de primer año tocando musicales, así que tal vez para el final de octubre yo sería capaz de hacer algo.
—¿Estás segura de que quieres que se vaya?
—Sí. Cuanto más tiempo paso con él, más quiero que se vaya. Sólo... no puedo. —Pateé una piña y unos pasos después, la aplasté con mi pie en un satisfactorio sonido.
—Lo sé, lo sé.

Dimos unos pasos más. Euge se detuvo. Sabía que quería decir algo más, pero estaba haciendo esa cosa de la espera que hacía cuando quería fingir que ya había cambiado de tema.

—Sé que has pasado por mucho, y nadie jamás te culparía por rendirte en los hombres, pero ¿alguna vez has pensando que no puedes dejar que un chico arruine a todos los chicos?
—Seguro, he pensando en eso. No lo sé, Euge. Pienso en eso y luego recuerdo aquella noche, y todo vuelve a mí. No puedo ver a alguien de esa manera sin acordarme de esa noche. —No hacía frío, pero envolví mis brazos alrededor de mí misma y tiré de las mangas por encima de mis manos.
—¿Terapia no ayudó? —Conocía la respuesta, pero tenía que hacer la cosa de la amiga y preguntar de todas formas.
—Tuve una serie de terapeutas interesantes que no sabían realmente qué hacer conmigo. Lo intentaron, pero creo que simplemente no pude ser ayudada. ¿No lo has oído? Soy una causa perdida.
—Nadie es una causa perdida, ni siquiera tú.
—No lo sé, Euge, estoy bastante jodida.
—¿Has conocido a mi novio? Cree que correr en el medio de la noche fingiendo que es un elfo es algo bueno. Si eso no es jodido, entonces no sé lo que es.
—Lo amas, sin embargo.
Suspiró, una pequeña sonrisa en su rostro.
—Sí, lo amo. Sólo que no amo a sus apestosos amigos. No tienes idea de lo mucho que gasto en aerosol para la habitación y refrescantes ambientales. Debería comprar acciones en esas cosas.
—Ahora sé qué regalarte para Navidad.
—Por favor, lo más fuerte que encuentres. No me importa si mi casa huele como si una calabaza hubiera vomitado sobre ella.
—Vómito de Calabaza. Lo tengo. No estoy segura de que sea una esencia oficial de Yankee Candle, pero lo chequearé.

Reímos y seguimos hablando sobre otras cosas. Euge jamás insistía en cosas que yo no quería hablar, la cual era una de las razones por la cual me gustaba tanto. No era agresiva en tu cara. Era dulce y leal y haría
cualquier cosa por sus amigos. Incluso los amigos de su novio que les gustaba aprovecharse. Uno de estos días, iban a presionarla demasiado. Había visto a Euge enojada, y no era lindo.

En realidad, uno de mis terapeutas había descubierto una manera para que yo lidiara con algunos de mis problemas. Todo lo que necesitaba era un poco de pintura en acuarela, pajitas y papel. Decidí tratarme a mí misma y bajé a la sección de arte de la librería de la escuela y derroché en el verdadero negocio.
Esa tarde tenía el lugar para mí sola. Candela había salido en una cita con Pablo, y Rocio estaba en la biblioteca otra vez. No sabía donde se encontraba Peter hasta que entró cuando yo me soplaba los sesos con una pajita.

—Así que esto es lo que haces cuando no estoy por aquí.

Soplé el resto de las gotas de pintura hacia la esquina del papel. Trabajaba en una pieza azul calmo, mezclándolo con un poco de verde para que luciera como el océano. Algunas personas en realidad intentaban hacer una pintura, pero a mí sólo me gustaba usar los colores para ver qué podía hacer y luego intentar encontrar imágenes en el desastre. Como nubes.

—Se lo llama pintura soplada —dije, sacándome la pajita de la boca. Ante la palabra "soplada" sus cejas se levantaron rápidamente hacia su frente.
—¿Eso es todo? —Dejó caer su bolso y vino a examinar mi trabajo.
Giró la cabeza de lado a lado, como si estuviera intentando descubrir qué era.
—No se supone que sea nada —dije.
—Oh.
—Sólo lo hago a veces. —De repente, quería esconder mi pintura. No era como si fuera nada especial. Picasso, no lo era, pero era algo personal que hacía y no lo compartía con mucha gente.

Peter volvió a mirarla, luego de frotarse el tatuaje. Uno, dos, tres. Algún día iba a borrarlo.

—¿Tienes otra pajita? —Le entregué una, y se detuvo encima de la pintura—. No te molesta, ¿o sí?
—No, adelante. —Al menos había preguntado.

Metió la pajita en la pintura de azul oscuro, asegurándose de que tenía una cantidad decente antes de dejarla caer en la página e inflar sus mejillas y soplar la gota de pintura tan lejos como fuera. La gota se dividió en varias gotas, y se separaron las unas de las otras con una ráfaga de aire, haciendo que la pintura luciera como si estuviera explotando. Se sacó la pajita de la boca y lo examinó.

—Creo que necesitas un poco más de azul oscuro aquí —dijo, señalando a una esquina a la que no había llegado todavía. Giró su cabeza, y nuestras narices casi se tocan. Rió un poco, su respiración moviendo los pequeños mechones de cabello que se habían escapado de mi cola de caballo.
—Adelante —dije. Pareció sorprendido por un segundo—. La pintura. Adelante. —Mi cerebro parecía ser únicamente capaz de disparar algunas palabras a la vez.

Su boca se abrió sólo un poco, y mis ojos se detuvieron en sus labios. Eran unos labios muy bonitos. Llenos, para un chico, pero lucían como si los hubiera untado con manteca de cacao Chapstick. Por todo lo que sabía, la mantenía en su bolsillo y sólo la aplicaba cuando estaba solo. Parecía como algo que él haría.

Lentamente llevó la pajita a sus labios. Divertido, no parecía tener una respuesta rápida, pero una vez más, tampoco la tenía yo.

Fue el primero en romper el contacto visual, y sentí como si todo mi aire hubiera sido succionado cuando lo hizo. Agarré mi pajita y la metí en la pintura verde. Hice una esquina y él hizo la otra, y de alguna manera nuestras pinturas se unieron. Sin dudarlo, puso nuestras cabezas juntas y siguió alocándose en la pintura hasta que no pudo conseguir que fuera más allá. Nuestras cabezas se golpearon, y ambos dejamos caer nuestras pajitas.

—Ow —dije, frotándome el punto.
—Lo siento, Missy. ¿Estás bien? —Jesús, era sólo un pequeño golpe.
—Sí, nada grave —dije, bajando la mirada a nuestra obra maestra.
—¿Segura? —Levantó las manos, como si quisiera chequear y asegurarse, pero no quería tocarme por miedo a que enloqueciera. Me conocía demasiado bien.
—Sí.
—¿Más azul?
—Jamás puedes tener suficiente azul —dije, levantando mi pajita otra vez.

Para cuando Rocio volvió de la biblioteca, habíamos hecho otra pintura, esta en tonos de otoño.

—Creo que esa es un guardián. Debería ir detrás de la puerta. Puedo conseguir un marco si quieres.
—No es tan genial, Peter.
—¿Qué no es genial? —llamó ella luego de volver de la cocina con una banana, una cuchara y un frasco de mantequilla de maní. Ugh. Odiaba las bananas con la pasión ardiente de mil soles.
—Te hicimos una pintura —dije en una voz de niña fingida—. Aquí estoy yo, y esta eres tú, y esos son Candela y Pablo y Peter.
—Es hermoso, querida. Este va a ir justo al lado de la A que te sacaste en tu examen de ortografía —dijo, siguiendo el juego.

Peter me miraba como si me hubiera crecido otra cabeza.

—¿Qué? —dije.
—Eres tan extraña a veces.
—Lo dice el chico que tiene una venganza contra los hombres lobos.
—Oye, no pueden controlarse a sí mismos durante las lunas llenas. Son completamente impredecibles.
—Oye, se ven mucho mejor sin camiseta. Además, todavía tienen corazones latiendo. Tener sexo con un vampiro es como tener sexo con un cavare. No me gusta eso —dijo Rocio, poniendo un poco de mantequilla de maní en el extremo de la banana. Me vio observándola—. ¿Quieres un poco? Oh, cierto, lo olvidé.
—¿Olvidaste qué?
—La odia las bananas.
—Oh, ¿en serio? —Aquí vamos. El chico con el que había hecho una pintura soplada hace un segundo se había ido y el chico que siempre intentaba meterse en mis pantalones estaba de vuelta.

No respondí, pero comencé a levantar las cosas de pintura. No me gustaba hacerlo con mucha gente alrededor. Era algo personal. Peter era la primera persona con la que había hecho uno en realidad, pero él no lo sabía.

—Lo siento, pero tú fuiste directo a esa —dijo él
—No tienes que hacer que todo se convierta en una insinuación, Peter. No todo es sobre sexo. 
—De acuerdo, bueno, voy a ir a comer esto a algún otro lugar. Nos vemos —dijo Rocio, dirigiéndose a su habitación.

Ella debió sentir que estaba cerca de otro estallido. No había tenido uno por al menos una semana. Eso debía ser algún tipo de récord.

Recogí los pinceles y el vaso de agua y lo tiré en el fregadero. No quería que él supiera que me sentía herida, pero era demasiado tarde. Abrí el agua y comencé a limpiar los pinceles vigorosamente. Podía sentir a Peter inclinándose contra la encimera. Odiaba lo consciente que era de él. Si estaba en la habitación, era como si yo tuviera un radar que se prendía y seguía cada uno de sus movimientos.

—Lali, lo siento. Deberías saber a esta altura que soy un imbécil la mayor parte del tiempo.
—No tienes que ser un imbécil todo el tiempo. —No era verdad. Podía ser dulce, y divertido y encantador, y... Podía ser mucho más que un chico que siempre hablaba sobre follar.
—Tienes razón. Lo intentaré. Por ti, lo intentaré.

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