jueves, 2 de mayo de 2013

Capitulo 22

Capitulo 22

La puerta se abrió con un crujido detrás de mí y me volví esperando ver a Pablo con la comida, pero era Nacho. Cerró la puerta detrás de él y una sonrisa triste curvó sus labios. Era más sólido de lo que las almas se suponían que eran.

—Hola, Lali —Lo miré mientras registraba que sólo me había hablado en mi cabeza.
—Nacho, lo siento mucho —Le contesté acercándome a él.
—Esto no es tu culpa, Lali. No entendía nada de esto al principio, pero Pablo me ha visitado en varias ocasiones y me ha explicado todo.
—No, es mi culpa. Si hubiera ido con él cuando reclamó mi alma, tú estarías vivo. Pero no lo sabía. Si hubiera sabido que iban a tomar a otra persona en mi lugar nunca me hubiera quedado.
—Pensaste que La Muerte lo arreglaría con el tiempo —Respondió.
—Sí, lo hice. Supongo que sabes sobre Peter ahora. —Nacho asintió con la cabeza entonces, me tendió su mano y aunque no estaba segura de si la mía atravesaría la suya o si era sólido como parecía, extendí la mano para tomar la de él. La mano dura y fría bajo la mía me sorprendió.

—No eres como las otras almas. Ellos no pueden hablar y no son sólidas.
—Creo que es por donde estamos. Aquí, Ghede hace las cosas como él quiere que sean. Creo que... uh —Nacho dejó de hablar y miró hacia otro lado. Casi parecía incómodo y poco a poco la cena de esta noche volvió a mí y me di cuenta de lo que estaba tratando de decir.
—¿Él usa las almas como entretenimiento? —pregunté, Nacho me miró y asintió. Mi estómago se sintió mal de nuevo. ¿Había utilizado Ghede a Nacho de esa manera? Iba a vomitar.

—No, Lali, no me ha obligado a hacer nada de... esas cosas. Simplemente lo vi. Creo que por mi edad me mantiene a salvo de ello, no estoy seguro. —Me apoyé al lado de la cama y me hundí en el relieve—. Tiene la intención de que te quedes aquí, ya sabes. —Levanté mis ojos
hacia Nacho y asentí.
—Lo sé. Sólo deseo que hubiese una manera de que pudiera sacarte. No es justo que tengas que permanecer aquí ahora que he aceptado venir. Él me tiene. No me voy a ir.
—¿Cómo esta Cande? —preguntó Nacho y el dolor en sus ojos cortó a través de mí.

Me acordé de ella sentada en su cama con sus notas rodeándola y al oso de peluche que le había regalado en su regazo. No podía decirle lo mucho que ella lamentaba su muerte. Sería demasiado.

—Está bien. Te echa de menos salvajemente, pero cada día se pone mejor —Le aseguré. Su rostro cayó.
—Eso era antes. Cuando te tenía a ti. Ahora nos ha perdido a los dos. —Las palabras no dichas que colgaban en el aire entre nosotros eran gruesas y dolorosas.
—Es más fuerte de lo que crees —Le aseguré, pero el recuerdo de su cuerpo desequilibrado tambaleándose fuera del cementerio decía otra cosa completamente distinta.
—Espero que sí. —Podría decir por el tono de su voz que no estaba de acuerdo. Tenía razón, por supuesto. Cande era como una flor frágil. Una que necesita ternura y cuidados especiales. Nacho siempre lo había entendido y trató de darle exactamente lo que necesitaba. Lo amaba por eso.

—Va a venir —dijo Nacho, mirando fijamente la puerta cerrada.
—¿Puedes quedarte? —pregunté, no estaba dispuesto a verlo partir.
—No. Pero voy a volver otra vez.
—Quédate. Le pediré que te deje. —Nacho sacudió la cabeza.
—No quiero, Lali. No quiero estar cerca de él. —Lo comprendí.
Pablo le había quitado todo a Nacho. Su futuro. Su eternidad.
—Adiós, Lali.
—Adiós.

Pablo abrió la puerta y Nacho pasó a su lado sin decir una palabra. Frunció el ceño, Pablo cerró la puerta y se acercó a la mesa junto a la cama y dejó una bandeja de plata llena con elementos reconocibles, como queso y galletas, fresas, carne de cerdo rellena y galletas con chispas de chocolate.

—No me quiere —murmuró Pablo mientras me entregaba un plato grande de porcelana redondo.
—No, no lo hace. Pero, ¿Quién puede culparlo? Le quitaste la eternidad. Ahora está atrapado aquí para siempre. —La línea de ira de mis palabras le hizo estremecerse.

—No tomé su alma, Lali, lo hizo mi padre. No tenía ni idea que iba a hacerlo. Ghede no le da respuestas a nadie dentro de nuestro reino. Él toma las decisiones que le agradan y se excede en cosas placenteras y corrompe actividades agradables, haciendo las cosas que deben ser satisfactorias y buenas como conductas depravadas. Nada de lo que pueda decir lo detendrá. Era un niño cuando me pidió elegir un alma. No tenía idea de cuáles eran las consecuencias. Te elegí. Entonces, no sabía lo que eso significaba. Puedes odiarme, pero trata de entender que yo no soy mi padre.

Puede que no sea su padre, pero no tenía el coraje de enfrentarse a él. Era débil, ¿Pero acaso no lo había sabido siempre? Incluso cuando yo pensaba que era un ser humano, Pablo había sido débil. Nunca aceptaba realmente el peso de sus acciones. Siempre te hacía sentir como si sus disculpas fueran algo precioso y especial y que serías estúpida si no las aceptabas. El carisma que había llevado le había ganado muchos avances. ¿Quién era él exactamente? Si su padre era Ghede entonces, ¿Quién era Pablo?

—¿Quién es tu madre? —Pablo hizo una pausa, fijando la vista en su plato. Dejo caer la fresa de sus dedos en el plato, luego suspiró con cansancio antes de levantar los ojos y mirarme a través de sus largas pestañas rubias.

—Mi madre es Erzulie, es la razón de que mi piel sea pálida y mi pelo castaño. Es la diosa vudú de muchas cosas. El amor es una... la venganza es otra. Tiene muchos amigos y disfruta de las mismas cosas que hace mi padre. La veo de vez en cuando, pero la mayor parte del tiempo vivo con mi padre. Nunca ha tenido ningún deseo de tener hijos, pero no soy el único. Tiene varios, muchos de los cuales andan por la tierra. Está detrás de los hombres humanos, intentando que vayan a su mmm... cama. —Su madre era una diosa vudú del sexo alocado. Genial.

Tomé un bocado del cerdo relleno y mastique mientras esta información se hundía en mí. Nunca cuestioné su verdadero color de piel hasta esta noche. Cuando vi que su padre era de color tostado me sorprendí. Pero también estuve conmocionada por la salvaje orgía que pasaba y ese tipo de precedencia.

Después de tomar un largo trago de la lata de coca-cola que Pablo me había llevado, lo estudié un momento.

—No hablas como tu padre, tampoco. Él tiene un poco de acento cajún. —Pablo se encogió de hombros.
—He pasado la mayor parte de mi vida siguiéndote. Adopté tu acento, así estaría en línea con tu vida. No quería parecerte extraño.
—¿Así que todos esos sueños que he tenido son reales? Esas cosas realmente pasaron. ¿Hay más recuerdos que he olvidado? —Pablo miró fijamente la comida en su plato. Luego hizo un pequeño encogimiento de hombros
—Tal vez unos pocos más. —Mentía. Ni siquiera podía mirarme.
—¿Unos pocos más? ¿Eso es todo?

Dejando su plato en la mesa, Pablo se puso de pie y comenzó a caminar hacia el extremo de la cama. Vio como yo comía el queso y las galletas en el plato. Tenía la sensación de que no me iba a gustar esta respuesta y decidí que mejor sería que comiera antes de que perdiera el apetito de nuevo.

—He estado contigo muchas veces en tu vida. Cuando estabas sola o triste, yo estuve allí. Cuando corría peligro, allí estaba yo. Era lo que hacía. Padre dijo que eras mía y debía protegerte. Así que lo hice. Siento que no lo recuerdes. No fue algo que hice a propósito. Es sólo que yo no tengo alma y tu alma no puede recordar por mucho tiempo cuando no estoy cerca de ti.
—¿Por qué quieres que recuerde aquellos tiempos? ¿Los que me has elegido para soñar? —Pablo se detuvo y puso sus manos sobre la baranda al pie de la cama. Sus intensos ojos verdes me penetraron.
—Porque esas fueron las veces que me enamoré un poco más de ti.—No. No, no, no, y no. No quería que me amara. Quería que me dejara ir.

—Tú no me amas, Pablo. Si me amaras, nunca habrías sido capaz de mantenerme en contra de mi voluntad. —Pablo gruñó de frustración y levantó las manos.
—Ya te he dicho que no puedo controlar a mi padre. Él salvó tu vida. Es tu dueño, Lali.
—Nadie es mi dueño. —Pablo negó con la cabeza.
—No quiero discutir contigo. No esta noche. Vamos a comer, ¿De acuerdo? —Camino de vuelta y agarró su plato.

Terminé de comer mi comida hasta que mi estómago estuvo definitivamente satisfecho y luego bebí hasta la última gota de mi refresco. No estaba segura de cuánto tiempo pasaría antes de que tuviera la oportunidad de volver a comer. Porque de ninguna manera quiero volver a ese comedor. Me podría morir de hambre, para lo que me importaba.

—¿Estás llena? —Preguntó Pablo de pie y apilando los platos en la bandeja.
—Sí —Era la única respuesta que iba a obtener de mí. Se volvió para salir y luego se detuvo. Sus hombros cayeron con un profundo suspiro y me devolvió la mirada. 
—¿Qué puedo hacer para demostrarte que te amo? Cualquier cosa menos que te permita irte, porque no puedo. Haré cualquier otra cosa que me pidas. Quiero que aceptes esto. A nosotros. Sólo dime. —Le devolví la mirada y sabía lo que podía hacer para que mi eternidad fuera más soportable.
—Libera a Nacho con un transportador. No lo tengas aquí.
—¿Si puedo convencer a mi padre para liberarlo a un transportador, entonces creerás que te amo y dejaras que esto funcione entre nosotros?

Sentí un nudo formándose en mi garganta ante la promesa que estaba a punto de hacer. Estaría tirando la pequeña esperanza de que Peter pudiera salvarme de esto. Pero el alma de Nacho estaba en juego por mi culpa.

—Sí, si llevas de la mano el alma de Nacho a un transportista y me demuestras que así fue. Una vez que sepa que ha sucedido y que su alma está donde le corresponde, entonces me quedare contigo. Haré lo que pueda para hacerte feliz. Para hacernos... a nosotros... felices. —La cara de Pablo rompió en una sonrisa por primera vez en toda la noche.

—Tienes un trato. Descansa un poco, Lali. Mañana será un nuevo día y no puedo esperar para comenzar la eternidad contigo.

No pude estar totalmente de acuerdo con él. Acababa de destrozar mi corazón.

Peter

De pie en la escuela derrumbada que quedó devastada por el tornado que acababa de levantar todo un pueblo, no podía concentrarme en mi objetivo. Tenía que buscar la entrada de Vilokan. Pero las almas tenían que ser tomadas. Acechaba a través de las grietas del edificio, sacando las almas llenas de dolor de los cuerpos de los niños y maestros. Varios transportistas me seguían en mi vigilia.

Cada vez que pasaba a un niño cuya alma no tenía que sertomada, sentía alivio. Una vida más que se salvo de la tragedia.

Seguí rumbo a cada edificio y casa sin contar las almas. Sólo me tomó unos momentos y luego caminé por los caminos fangosos de Nicaragua, donde tenían almas de mujeres enfermas y niños que nunca tuvieron una oportunidad. Casas de cartón y pisos de lodo llenaban la tierra. No había agua potable en kilómetros. Tanta pobreza aquí, mientras en otros lugares había tanta abundancia.

Los distintos países, continentes, causas, pasaban frente a mí, mientras arrebataba las almas de los cuerpos.

La muerte ocurría a menudo. Era un oscuro vacío que una vez caminé sin alegría. Después, Lali entró en mi mundo y lo había hecho todo bueno. Había hecho que el vacío se fuera dándome una razón para existir.

Ahora, se había ido. Yo le falle. Me encontraba a punto de asaltar las calles de Nueva Orleans y rasgarlas de principio a fin hasta encontrar el portal que buscaba.

—Juan Pedro —La voz de Euge me llamaba, y apartándome de mi tarea, la miré.
—¿Qué? —Gruñí. Verla sólo me hacia recordar a Lali. Mi Lali.
—Ghede va a liberar el alma de Nacho a un transportista. El Creador me ha llamado. Dijo que te avisara, y que puedes hacer con esa información lo que te plazca.
—¿Dónde? ¿Cuándo? —Le pregunté mientras se disparaba la esperanza a través de mi pecho.
—Esta noche. Él quiere que se haga lo más pronto posible. —¿Por qué? ¿Cuál era su juego?
—¿Dónde? —Le exigí.
—En la calle Bourbon. —Así que el portal se encontraba en Bourbon.
—Necesito a los transportistas que irán con nosotros. Dirígelos. Yo me encargo del resto.

Euge corrió para seguirme el ritmo mientras yo acechaba la calle hacia la iglesia católica, donde un sacerdote acababa de terminar con su vida. Tenía que lidiar con el alma, entonces podría llamar las tropas.

—¿Por qué? ¿Qué vas a hacer?
—Voy a hacer explotar el maldito Infierno para entrar. Eso es lo que voy a hacer.
—¿Quieres decir: Vilokan?
—La misma cosa.

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