jueves, 30 de mayo de 2013

Capitulo 27

Capitulo 27

Al parecer Rocio había tenido una pelea con su madre y había decidido regresar al apartamento el sábado en lugar de quedarse en casa. Nos había enviado mensajes de texto para hacernos saber, para que no nos asustáramos de encontrarla allí, pero ninguno de nosotros había estado prestando atención a nuestros teléfonos. No le habíamos prestado atención a nada de nada que no fueran los labios del otro.

Peter y yo nos habíamos alejados uno del otro, sin aliento y todavía llenos de la energía del beso. No estaba segura de si alguna vez iba a recuperarme de este tipo de beso explosivo.

—¿Qué pasó con el sillón? —preguntó Rocio.

Por alguna razón, miré por encima de Peter, que se encontraba de espaldas en el suelo, mirando hacia el techo. Me miró a los ojos y sonrió. Los dos nos echamos a reír y una vez que empezamos, no pudimos parar.

—Está bien, entonces. Me voy a la cama. Ustedes pueden, em... sí. Sólo no sean demasiado ruidosos. Realmente no quiero escuchar nada. ¿Saben qué? Me voy a poner tapones para los oídos. Adelante.

Corrió a su habitación y cerró la puerta.

Peter y yo nos tumbamos de espaldas, preguntándonos qué demonios acababa de pasar.

—Sólo porque te haya besado no significa que me gustes. Todavía no me gustas.
—Sí, porque me beso con chicos que no me gustan todo el tiempo.
—Te dije que no salía con chicas que me gustaban. Así que ahí lo tienes. No me gustas.
—Tiene una muy extraña forma de demostrarlo, Sr. Lanzani.
—Usted tiene unos deliciosos labios, señorita Esposito.

Y me besó. Tan deliciosamente que no pude recordar por qué nos habíamos dejado de besar. Oh, cierto. Rocio había entrado. Oops.

De alguna manera tuve la oportunidad de levantarme por mi propia cuenta del suelo e ir al sillón. Peter estaba todavía en el suelo, con los ojos cerrados y su mano frotando círculos sobre su tatuaje.

—Me voy a la cama —espeté.

Era tarde y estaba cansada. Por supuesto, si él quería seguir haciéndolo, encontraría la energía en alguna parte.

Oh mi Dios. Besé a Peter.

La realidad cayó sobre mí, y corrí hacia el baño. No iba a vomitar, pero así me sentía.

No se suponía que debía estar besándome con Peter. No se suponía que debía estar besándome con nadie.

Recargué mis manos sobre el lavado y miré mi cara en el espejo. Me sorprendí al encontrar que mis labios no se encontraban magullados. Se sentían como si hubiesen sido devastados por él. Mi cabello había conseguido desordenarse, de alguna manera. Parecía como si hubiera tenido una noche difícil.

La tuve.

Encendí el agua fría y me lavé la cara. Quería tomar una ducha, pero no sabía si tendría la energía suficiente. De repente, me encontraba muy, muy cansada.

Fui al otro lado del pasillo hasta el dormitorio. Peter estaba en la sala de estar con el Xbox prendido. Una vez que estaba sola en la habitación, me puse mi pijama y me metí en la cama. Las sábanas frescas no fueron suficientes para calmar mi piel febril. Estaba ardiendo, pero no por enfermedad. Ardía por otra cosa. Metí mi aparato en la boca y agarré un libro.

Mi cerebro no se centraba en las palabras. Mi cerebro no se centraba en otra cosa más que en recordar la forma en que Peter me había besado, como si fuéramos las últimas dos personas en la tierra y fuera hora de nuestro último beso. Mi cerebro no se centraba en la manera en que dijo que mis labios eran deliciosos y en cómo me había dicho que era hermosa. No se centraba en todo menos el tacto de sus manos sobre mi cuerpo, como si quisiera tocar cada centímetro de mí.

Negué con la cabeza, pero eso no ayudó. Apagué la luz y me puse mi iPod, subiéndole volumen hasta el tope, así tal vez mi cerebro no se distraería. De alguna manera ayudó, y el dolor en mis oídos servía por lo menos como distracción.

Una hora más tarde, escuché cómo Peter entraba en la habitación. Tropezó alrededor, quitándose la ropa con menos gracia de la normal. Tenía la sensación de que todavía se encontraba un poco intoxicado. Suspiró ruidosamente cuando se metió en la cama.

—¿Qué has hecho conmigo, Missy? —susurró, pensando que estaba dormida.

¿Qué me había hecho él a mí? Esa era la pregunta.

Me había destrozado. Me rompió en un millón de pedazos. Y ahora, tenía la esperanza de que fuera capaz de volver a juntar los pedazos.

***

—¡No! ¡No!

Un grito me despertó más tarde esa noche. Peter tenía otra pesadilla, esta vez violenta. Estaba como loco, y tenía miedo de que se fuera a caer de la cama y se lastimara.

—¡Peter, Peter!

Golpeé su hombro. No era fácil despertarlo cuando tenía una pesadilla. Tomó tres golpes más antes de que sus ojos se abrieran y me mirara parpadeando, con el pecho agitado.

—Estabas teniendo una pesadilla —le dije mientras luchaba por recuperar el control—. ¿Estás bien? ¿Quieres hablar de ello?
—No.
—¿No, no estás bien, o no, no quieres hablar de eso?
—No a los dos.
Tomó varias respiraciones lentas. Me sentí estúpida allí de pie.
—Está bien, entonces. Voy a volver a la cama.
Me giré, pero tomó mi brazo para detenerme.
—No lo hagas. ¿Te quedarías conmigo? Yo sólo... por favor.
—¿Quieres que duerma contigo? Diablos, no.
—No estoy hablando de eso, Missy. Sólo quiero que te acuestes conmigo. Sólo cállate y pásame mi bóxer.
Así lo hice y evitó mis ojos mientras lo deslizaba sobre sus caderas.
—Olvídalo. Sólo vete a la cama.
—No, no. Está bien.

La idea de tener los brazos de Peter a mí alrededor era a la vez algo que quería y algo que me daba miedo. Sus ojos se encontraron con los míos en la oscuridad.

—¿Te quedarás conmigo? Creo que voy a dormir mejor. Te juro que no te haré daño.

Levantó las mantas y me subí. La cama era pequeña, pero Peter se movió de modo que su espalda estaba contra la pared, así que tenía suficiente espacio de mi lado, con mi espalda hacia él. Tiró de las mantas hacia arriba.

—Buenas noches.
—Buenas noches —susurré.

Intentaba tocar lo menos posible, lo cual era casi imposible en la pequeña cama. Tomé una respiración profunda y me acerqué más a él. Oí una inhalación brusca antes de que mi espalda se encontrara con su piel. Su brazo se acercó y me acunó. Estábamos en la burbuja de nuevo. El mundo podría terminar y aún estaría aquí, así.

—Buenas noches, Missy —susurró en mi pelo.
  
Buenas noches, Peter.

***

Me desperté en la mañana con mi cara apretada contra el pecho de Peter. De alguna manera en la noche había girado así que nos encontrábamos cara a cara. Su mentón estaba encima de mi cabeza y su brazo alrededor de mi espalda, sosteniéndome cerca. Uno de nosotros había quitado la manta, y nuestras piernas se envolvieron alrededor de la otra, como si de alguna manera nos hubiéramos torcido y hubiéramos convertido en una sola persona durante la noche.

Sabía que debía moverme. Sabía que mis piernas no debían estar envueltas alrededor de él. Que sus brazos no deberían estar cerca de mí y que no debería sentirme como si estuviera exactamente donde se suponía que debía estar por primera vez en mi vida.

Peter se movió un poco, así que sabía que se estaba despertando.

—Hola —dijo.
—Hola.
—¿Cómo sucedió eso?
Deduje que se refería a nuestra posición actual.
—No lo sé.

Ninguno de los dos se movió. Su mano comenzó a hacer círculos perezosos sobre mi espalda.

—Me gusta despertar contigo en mis brazos —susurró, inhalando el olor de mi pelo. Se veía tan vulnerable. Tan dulce. Sonrió, y sentí como si mi corazón fuera a explotar. Esto no podía suceder.

Me aparté de él.

—Bueno, esta es la primera y última vez. Mi cama es más cómoda.

Me di la vuelta para poder levantarme de la cama. Me sostuvo por un momento, pero luego me dejó ir. La burbuja estalló.

—Pero no me tienes en ella.
—Exactamente. Lo que significa que duermo mucho mejor.
 
No había tenido la mejor noche de sueño con Peter, pero el despertar envuelta en él había más que valido la pena. Si sólo hubiéramos tenido una cama más grande.

No. No iba a dejarme ir allí. Esto no iba a continuar. No lo podía permitir. Los besos y eso llevaban a otras cosas.

Salí de la cama de Peter y estiré mis brazos, sintiendo como un pedacito de felicidad se había roto y caído al suelo. Lo dejé allí, entre mis ropas y libros, y me fui al baño a tomar una ducha.

Peter y yo no estuvimos alrededor del otro por el resto del día. Él salió a jugar Ultimate Frisbee con Dev y Sean en la tarde, y yo decidí que necesitaba un poco de terapia de compras, así que llamé a Euge.

—¿Tiempo de chicas? ¿Necesitas preguntar? —dijo.

La recogí en su apartamento, que tenía un montón de basura en el patio y vasos de plástico vacíos ensuciando el porche.

—Los muchachos tuvieron un reventón anoche. Estoy cansada de la limpieza.
—Me parece increíble.
Echó un vistazo a mi cara.
—Bueno, ¿qué pasó? Tienes la mirada más extraña en tu rostro.
—Peter me besó.
—¡¿Qué?! ¿Lo besaste de vuelta?
—Se podría decir eso.
—¡Lo sabía! —gritó mientras salía a la calle principal—. ¿Cómo fue? ¿Estuvo bien? Apuesto a que él sabía lo que hacía.

Oh, cómo sabía. 

—Hay más.
—No hiciste...
—No. Pero conocí a su familia y como que dormimos juntos anoche. Como, en la misma cama. Sin sexo.
Sacudió la cabeza de lado a lado. 
—Maldita sea. Te mueves rápido.
—No es así, Euge.
Rodó los ojos. 
—Entonces, ¿qué se siente? Porque por lo general cuando besas a alguien, conoces a sus padres y duermes en su cama, significa que te gusta.
—No me gusta.
—Pero no te disgusta.
—Esa es una doble negación.
—Estás desviándote.
Peter habría dicho lo mismo.
—Sabes que no puedo acercarme a alguien así.
—No es que no puedas. Es que no lo harás. Esas son dos cosas diferentes, Lali.
—No para mí. Yo sólo... sólo no puedo. Cada vez que pienso en ello, lo único que recuerdo es esa noche y lo que pasó.
—No debes permitir que una noche defina el resto de tu vida. No vas a superarlo, nadie lo haría. Pero no puedes dejar que dicte quién eres y si puedes amar a alguien. Eso es justo dejarlo ganar.

Euge no comprendía. No había estado allí esa noche. No había visto esa cara. No había visto mientras él... No le había oído decir que me iba a matar si alguna vez contaba algo. No tenía recuerdos oscuros que afectaron todos los días de su vida. Entonces, ¿quién era ella para decirme cómo lidiar con ellos?

—Él no ganó. Está en la cárcel.
—¿Por cuánto tiempo?
—Un tiempo.

Otros dos años, para ser exactos. En el momento en que saliera, yo estaría lista por si él venía por mí. No sería una víctima dos veces. Lo que me recuerda, no había asistido a las clases kickboxing en algunos días. Tendría que hacer un mayor esfuerzo para llegar a las clases.

—¿Qué vas a hacer cuando salga?
—Estar lista. Si viene por mí, entonces que así sea. No va a salir vivo.
—Realmente no lo matarías.
—Sí, lo haría.

Puedo decir esto sin temor ni reservas. Él no merecía vivir. Nunca le va a hacer daño a nadie más, si tengo algo que ver. Yo era demasiado joven cuando sucedió, pero ya no era una niña.

—Eso me asusta, La. 

Me encogí de hombros. Nunca dije que fuera una santa.

17 comentarios :