miércoles, 29 de mayo de 2013

Capitulo 25

Capitulo 25

—Son geniales. Tu familia —dije más tarde, cuando Peter y yo conducíamos de vuelta al campus.

En su mayoría, nos habíamos mantenido en silencio desde que salimos. Hope me había dado un gran abrazo y me dijo que volviera pronto, y Luz me había hecho prometer que cantaría de nuevo con ella. John me dio la mano y comentó que era una joven encantadora. Pablo y Candela se quedaban a pasar la noche, así que les dije que los vería al día siguiente.

—Lo son.
—Estás siendo raro.
—¿Cómo?
—Nunca te he visto tan tranquilo. Uno pensaría que alguien habría muerto. —Al instante me di cuenta de mi error—. Lo siento, eso fue descortés.
—No, me lo merecía. No soy muy agradable, Lali.

Casi nunca me llamaba por mi nombre real. Y noté que no me gustaba demasiado.

—Lo sé. Pero eso no te excusa de ser un imbécil.
—Soy lo que soy. Si no te gusta, hay una forma sencilla de salir de ella. Tienes tres opciones: Ódiame, ámame, házmelo. Elige tu veneno.
—Jódete.
—Esa es una de las opciones.
—Nunca pasearé contigo otra vez.
—Está bien. Ahora sé dónde guardas tus llaves. Sassy y yo nos divertiremos juntos —dijo, acariciando el tablero.
—Juro por Dios, Peter, que si te robas el coche, voy a apuñalarte mientras duermes.
—Bien. Adelante.

¿Qué le pasaba? Encendí un viejo CD de Avril Lavigne sólo para molestarlo. Miró por la ventana y se tocó la pierna.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco. Quería romper cada uno de sus cinco dedos para que no pudiera tocarlos nunca más.

No hablé con él de nuevo hasta que estuvimos de vuelta en la escuela. Peter llevaba su guitarra, y yo llevaba un recipiente de plástico con restos de comida que Hope había insistido que trajera. ¿Cómo podía decirle que no?

Inmediatamente me fui a la habitación y cerré la puerta.

***

Me quedé allí durante varias horas, comiendo las sobras de los Martinez y leyendo. Pensé en llamar a Julieta, pero realmente no quería saber lo que había que decir sobre esta situación. No quería un consejo, que sería lo que ella me daría, por más no solicitado que fuera.

Estaba sumida en la agonía de Lo Que El Viento Se Llevó cuando escuché voces en la sala. Debían ser Dev y Sean. Hubo un suave golpe en la puerta. Peter nunca tocaba nuestra puerta.

—Oye, vamos a ir al Blue. ¿Quieres venir? Te invito una copa.
Negué con la cabeza sin levantar la cabeza de mi libro.
—Vamos, Missy.
—Últimamente me has estado diciendo mucho eso.
—Gracias a Dios, ella habla.
—Muérdeme.
—Me estás insultando. Eso debe decir que has vuelto a la normalidad. Ven con nosotros. Va a ser divertido. Puedes bailar y burlarte de mí.
—¿Me dejarás romper una botella de cerveza sobre tu cabeza? Porque diría que sí totalmente sólo por eso.
—Vamos a salir y ver cómo van las cosas. Podría permitirte darme un puñetazo, dependiendo de lo borracho que esté.

Nunca había visto borracho a Peter. Con un par de cervezas, pero nunca lo había visto fuera de control como la mayoría de la gente se ponía. Desde que era pequeña, el alcohol me afectaba como un martillo. Sólo necesitaba una o dos copas, y ya me encontraba en la tierra feliz. Nunca había visto el atractivo a emborracharse. Hasta esta noche.

—Iré —dije, balanceando las piernas por encima de mi cama y saltando hacia abajo. Había limpiado el desastre de ropa de esta mañana, pero encontrar la camiseta correcta iba a hacer otro viaje a través del fango.

Peter se quedó mirando el armario. Sabía que mi mente se había ido.

—Usa la rosa que está a la izquierda —señaló, y vi un trozo de rosa. Era una camisa que tenía, pero nunca usaba. Simplemente no era realmente yo. Julieta me lo había regalado hace unos años, y no podía deshacerme de ella porque no quería hacerla enojar. Tenía una especie de flor en tela sobre el cuello, y era algo drapeada.
—Y esos ajustados pantalones negros.
—¿Quién eres tú, mi asesor de moda?
—Si ayuda a que te alistes más rápido, seguro. Voy a ser tu asesor de moda.

Agarró la camisa y la levantó. En realidad, no parece tan mala.

—Estamos listos cuando tú lo estés —dijo antes de irse para que me cambiara. Iba a ser interesante salir sólo yo y tres chicos. Si fuera un chico, sería un proxeneta. En realidad no había un equivalente bueno para una chica.

Decidí dejar mi cabello suelto. Se veía mejor que como lo tenía esta mañana, lo cual era inusual, pero decidí aceptarlo.

—¿Follable? —dije cuando llegué a la sala.
—Definitivamente —dijo Peter. Me gustó el aspecto semi aturdido en su rostro. Dios, me veía todos los días, pero aun así, cuando me ponía algo agradable no podía decir una palabra. Lo disfrutaba mucho. No te sucede eso con alguien a quien no le gustas.

Los otros chicos me sonrieron educadamente. No los había visto mucho últimamente.

—Está bien, vámonos, chicos. ¿Quién quiere llevar mi bolso, y quien quiere ser mi puta de bebidas por la noche? 
Todos se miraron el uno al otro. 
—Broma. Eso fue una broma. No se castraran por hacer eso.
—Llevar un bolso no me castraría —dijo Peter. Sí, por supuesto.
—Lo llevaría, pero no va con mi atuendo —dijo Dev. Todos se echaron a reír.
—Lo mismo —dijo Sean cuando nos fuimos.

Tomé cada uno de sus brazos.

—¿Vamos? ¡Para el bar! —me dijo, levantando un puño.
Todos caminaban al unísono, y Peter se quedó atrás.
—¿Tienes un tercer brazo para mí? —dijo.
—No, lo siento. Puedes tener mi bolso. —Le arrojé mi cartera de mano negra, y la atrapó.
—Bien hecho. Puedes prepararme mis tragos toda la noche.
—¿Y ellos qué van a hacer? —me preguntó.
—Admirarme y asegurarse de que estoy cómoda, ¿cierto?
—Mis habilidades sólo a su servicio —dijo Dev, apretando mi brazo.
—Supongo que eso significa que estoy de guardia cómoda —dijo Sean.
—Hombres, ¿son siempre tan fáciles? —les dije.
—Y eso lo dice ella —murmuró Peter detrás de mí.
—Escuché eso —le dije sobre mi hombro.
—Caminaste directo hacia ello, ¿que se supone que debo hacer?
—Contrólate, hombre bolso.

El ligero escalofrío en el aire hizo que mi piel se estremeciera, y me hubiese gustado mucho haber traído una chaqueta.

—¿Tienes frío? —preguntó Sean.
—Estoy bien. Ya casi llegamos.

Blue Lagoon se encontraba abarrotado de nuevo. Parecía que todo el mundo había sido mordido por el insecto de otoño, o tal vez era un atraso del verano. En el estacionamiento, ya se encontraba unas chicas vomitando sus tripas en el pavimento al lado de un auto.

—Su trabajo de esta noche, el de todos ustedes, es asegurarse de que no termine así —dije, señalando a la muchacha, cuyo cabello se encontraba sostenido por una chica igual de borracha que apenas podía mantenerse en pie.
—Espera un segundo —dijo Peter.
—¿Qué está haciendo? —preguntó Dev.

Todos vimos como se acercó a la muchacha, que se aseguraba de mantenerse alejada de la corriente de vómito proveniente de la boca de su amiga.

—No tengo idea —le dije.
Habló con la chica que no vomitaba. Ella sacudió la cabeza y él le hizo señas hacia mí.
—¿Tienes tu teléfono? Mi batería murió. Y voy a llamar a un taxi. Ellas no viven en el campus.
—Por supuesto —le dije, pescando el teléfono y buscando el número de una de las compañías de taxis locales que frecuentaban el campus.
—No sé dónde está mi bolso —dijo la chica que no vomitaba. “Bolso" salió más bien como “Bolsho.”
La otra chica se desplomó sobre el pavimento, gimiendo.
—Está bien, ya lo encontraras mañana. Vamos a llamar a un taxi, ¿de acuerdo? ¿Sabes dónde vives? —preguntó Peter.

Ella le dio la dirección y yo se la repetí a la compañía de taxi en caso de que se les olvidara.

Dev y Sean se pusieron en acción, ayudando a la chica vómito a entrar para conseguir una toalla de papel húmeda y una taza de agua para que pudiera limpiarse.

El taxi llegó unos minutos más tarde, y las metimos. El taxista nos aseguró que llegarían a casa seguras, y se negó a que le pagarán cuando Peter sacó algo de dinero.

—No hay necesidad. Una buena acción merece otra —dijo, señalando a las chicas, y llevándolas a casa. Ellas probablemente no recordarían el acto de bondad que Peter les mostró, pero yo sí lo haría.
—¿Todo el mundo listo para entrar? —Tenía muchas ganas de alejarme del olor a vómito, y mis dientes comenzaban a castañar.
—¿Qué pasa con las chicas y no tener abrigos? —dijo Peter.
—Bueno, no tenía previsto este momento aleatorio de buen samaritano.
—Nunca lo tenemos —dijo, caminando hacia la puerta. Vimos un guardia diferente esta vez, pero también conocía a Peter. Sin duda era un hombre popular. Mi identificación falsa fue apenas examinada antes de que me dejaran entrar.
—Una chica, tres hombres. Demonios —dijo.
—Estos son mis juguetes —le dije, sintiéndome audaz. Dios, ni siquiera había tomado un trago todavía.
—¿Necesita uno más?
—Quizás. Te lo haré saber —dije con un guiño, mientras me iba pavoneando mis caderas.
—¿Estás segura que aún no estás borracha? —dijo Peter, con el rostro un poco sorprendido por mi descaro.
—Ebria de vida, Peter. Ebria de vida.

PD: Se viene el BESO!!!! Hasta Mañana :)

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