jueves, 30 de mayo de 2013

Capitulo 30

Capitulo 30

No vi a Peter hasta la noche siguiente cuando volvió de sus clases. Yo todavía llevaba puesto el anillo. Había recibido cumplidos por él todo el día, y más de una de mis compañeras de clase mujeres me habían preguntado si estaba comprometida. Tuve que tragar fuerte y decirles que no.
 
Además. Peter había dicho que él no creía en el matrimonio. Yo no veía que fuera tan grandioso, tampoco. Mis padres estaban divorciados, junto con una mitad de la población casada. La idea de que había una persona perfecta destinada para cada uno de nosotros sonaba demasiado perfecta. Era un cuento de hadas, y no la realidad. No que no me gustara disfrutar del ocasional cuento de hadas de vez en cuando, sólo que sabía que tenía que volver a la realidad.
 
—¿Debería asumir que ya que todavía estás usándolo te gusta y no quieres que se vaya?
—Sí, me gusta. Sólo que es innecesario. Sólo pedí chocolate.
—Tenía un montón de imbecilidades que compensar.
—Eso es cierto, pero no creo que valiera varios miles de dólares.
—No sabes cuánto costó el anillo.
—No, pero no soy idiota. Puedo buscar en Internet al igual que todos. Podría descubrir cuánto sale cada una de estas piedras, hablando en general, y luego averiguar por el ajuste y la mano de obra, y demás. ¿Qué? Tú no me lo dijiste.
—Eres una de las chicas más curiosas que jamás he conocido. Tienes que simplemente saberlo todo.
—La curiosidad no es un pecado.
—Una lástima —dijo. Luché contra el impulso de sacarle la lengua, pero eso era juvenil, y yo era adulta—. No te olvides, tenemos mediación esta noche a las siete.
—Mierda. —Me había olvidado. Esto debería ser divertido.
—Podríamos hacer un pacto de ir y sólo sentarnos allí y no decir nada como en El indomable Will Hunting.
—Pagaría una buena cantidad por verte en silencio por una hora entera. Casi tanto como lo que costó este anillo.
—No quiero el anillo de vuelta. Perdería esa apuesta sólo para que no me lo devolvieras.
—¿Por qué, Peter? De acuerdo a mi búsqueda este anillo vale tanto como Sassy. Si no pudiste encontrar residencia, entonces ¿de dónde diablos sacaste el dinero?
—Bueno, señorita Esposito, prefería discutir estos asuntos en nuestra mediación. Creo que es un ambiente más apropiado, ¿no le parece? — dijo con una sonrisa. Oh, era simplemente exasperante.—Voy a darme una ducha. Asegúrate de sacarte el anillo antes de unirte a mí en ella.
—Jamás. Jamás va a pasar —grité mientras se metía en nuestro cuarto.
 
Oh, pero podría. Podía ser algo que podría pasar, si yo lo permitiera.
 
Bajé la mirada al anillo. No sabía si era mi imaginación que parecía hacerse más grande cuanto más lo usaba. La semana siguiente iba a despertar y sería del tamaño de una pelota de fútbol y todos los huesos de mis dedos estarían rotos por él. Luego tendría que hacerme cirugía y probablemente nadie sería capaz de volver mis dedos a la normalidad y tendría un dedo enrollado por el resto de mi vida y una loca historia que contar.
 
Estaba pensando demasiado en esto.
 
Peter estuvo en silencio durante la cena, como si me estuviera demostrando que podía estar en silencio. No estaba muy impresionada. Si podía hacer eso por un día entero, entonces eso sería algo impresionante.
 
Rocio estaba fuera para otra sesión de estudio y Candela había salido con Pablo, así que sólo éramos nosotros dos.
 
—Oye —dijo cuando terminábamos—, te queda genial. Me alegra que te guste.
¿A quién podría no gustarle? 
—Gracias —dije otra vez. Parecía ser la única respuesta normal que podía pensar con respecto al anillo.
—Tienes que dejar de decir eso.
—¿Por qué? —pregunté.
—Porque me hace sentir extraño.
—¿Extraño cómo?
 
Dijo que no íbamos a discutir sobre el anillo hasta nuestra mediación, pero aquí estábamos.
 
—No parece suficiente. Ver tu rostro cuando abriste la caja me hace querer comparte un millón de cosas sólo para poder ver esa mirada todos los días.
—Lo juro por Dios, que si me compras algo más, te mataré.
—Y eso. Me encanta que te molestes por esto, pero lo ames al mismo tiempo. Es adorable.
—Muérdeme.
—Qué chica más encantadora. ¿No te enseñaron a no decir cosas como esa al terminar la escuela?
—Extrañé kickboxing la semana pasada, y ahora mismo realmente me gustaría patear algunas cajas. Creo que te gustaría protegerte.
—¿Es así como lo llaman los niños hoy en día? —dijo, tomando nuestros platos y yendo al fregadero. Era turno de Candela de lavar, lo que haría tan pronto como volviera de su cita. Se metía en la tabla de tareas como si fuera su religión.
 
Peter se metió en nuestra habitación y agarró su guitarra.
 
—¿Tienes alguna solicitud?
—Rhapsody in Blue —dije, más o menos siendo sarcástica.
—¿Te di un hermoso anillo y algo de chocolate y ahora quieres Rhapsody in Blue? Eres una chica exigente, Missy.
—Bien. Toca lo que quieras.
 
Y entonces ocurrió. Era una versión simplificada, pero aun así era Rhapsody in Blue. Hizo que Gershwin se sintiera orgulloso. Por supuesto, no era la sinfonía de veinte minutos, pero fue decente. Peter hizo las transiciones de una sección a la otra a la perfección. Era un genio musical.
 
Terminó la canción y me sonrió.
 
—Siguiente.
—¿Por qué no eres músico profesional? —Había perdido rastro de cuántas veces le había preguntado eso. Siempre hacía algún comentario sobre su tío y tener una buena carrera y otras cosas que podía darme cuenta que sólo escupía. Sonaba como un consejero cuando hablaba sobre eso, por lo cual yo sabía que era una total mentira.
 
—Preferiría tener un trabajo lucrativo como abogado en lugar de decir "¿Quieres acompañarlo con papas fritas?" que es lo que estaría haciendo como músico.
 
—¿Y qué tal educación musical? —Lo había visto con Luz, intentando enseñarle algunas notas. También había visto una guitarra rosa en la habitación de ella que tenía la sospecha de que él le había comprado.

—¿Yo en una habitación con niños? ¿Hablas en serio?
—Eres genial con Luz.
—Es sólo una niña y es diferente.
—¿Cómo?
—Sólo lo es. Es especial.
—Creo que serías bueno en eso.
 
Comenzó a rasguear una melodía al azar. ¿Ahora quién desviaba el tema?
 
—Hora de nuestra mediación, señorita Esposito.
—Después de usted, señor Lanzani.
 
Bajamos las escaleras hacia el cuarto de Chris, nuestro administrador de residencia. Chris tenía alrededor de veinticinco y era estudiante de un posgrado en algún campo de la ingeniería que yo no podía comenzar a entender. Era bueno, pero extraño. Podía darme cuenta que sólo lo hacía por la vivienda gratis y la remuneración que le pagaban.
 
—Hola, Peter, Lali. ¿Cómo están?
—Bien —dijimos ambos a la misma vez. Le dirigí una mirada a Peter. Me guiñó un ojo.
 
Nos sentamos en el sofá, y Chris sacó su anotador. De vez en cuando hacía notas mientras hablábamos, como si fuera un terapeuta o algo. Estaba muriendo por saber lo que había escrito sobre nosotros, pero todos mis intentos por robar dicho anotador habían sido inútiles. Tal vez podía meter a Peter en esto y que me ayudara con una distracción.
 
—Empecemos. ¿Cómo ha estado esta semana?
—Fabulosa —dije con una voz inexpresiva.
—Ha estado genial para mí —dijo Peter.
—Bien —dijo Chris, bajando la mirada a sus notas—. ¿Tienen algún asunto que sienten que deberíamos discutir?
—¿Qué tal sobre el hecho de que no dejas de besarme? —dijo Peter, girándose hacia mí.
—¿Qué tal sobre el hecho de que gastaste miles de dólares en un anillo hecho a medida y luego esperaste que dijera gracias, y estemos juntos y viviéramos felices para siempre? ¿Qué tal eso? ¿Qué tal sobre el hecho de que tuviste una extraña reunión con un tipo llamado Joe de la cual no me contarás?
—Uh, vamos, uh, vamos a mantenernos encaminados —dijo Chris, tambaleándose.
—¿Qué tal sobre el hecho de que me deseas, yo te deseo y por alguna razón, es imposible que estemos juntos, según tú?
—Todavía no me has respondido acerca de Joe.
—Tú no me dijiste por qué no podemos estar juntos. —Estábamos frente a frente. Su cara se estaba poniendo roja, y estaba segura de que la mía también.
—Porque no.
—Esa no es una jodida razón, Lali. —Escupió mi nombre.
—El lenguaje —dijo Chris—. Vamos a tranquilizarnos por un momento. ¿Necesito volver a traer el palo del habla otra vez?
—No —dijimos ambos a la vez.
 
Durante nuestra primer sesión él nos había hecho sostener este estúpido palo, que en realidad era un bastón, para poder practicar lo de hablar en turnos. Había terminado conmigo golpeando a Peter con dicho palo y él riendo.
 
Realmente quería golpearlo otra vez, pero no quería meterme en problemas. Chris nos había ignorado durante la primera agresión con el palo del habla, pero no creía que fuera a ser tan indulgente por una segunda vez.
 
—No quiero ser agredido otra vez.
—Yo no te agredí.
—Missy, realmente no quiero discutir la definición legal de agresión contigo ahora mismo.
—¿Por qué no empezamos contigo, Peter? ¿Qué te ha estado molestando esta semana?
 
Peter ignoró a Chris.
 
—Tienes miedo. Tienes miedo de este gran y oscuro secreto que llevas encima. Es la razón por la que no confías en la gente, la razón por la que levantas este cartel luminoso que dice "No te acerques a mí o te patearé las pelotas". Es la razón por la cual no quieres darle a esto una oportunidad. Quiero saber qué es eso. 

—No. —Podía gritar y besarme y hacer lo que quisiera, pero no iba a discutir eso con él. Lo único peor sobre él sabiendo y luego huyendo sería que lo aceptara. ¿Entonces qué? No me quedaría nada. No tendría más razones para decir que no.
 
—¿Ves? Esto es lo que tengo que soportar. Está satisfecha intentando extirparme mi secreto, pero si cualquiera intenta acercarse al suyo, levanta más paredes que una prisión de máxima seguridad.
—Lali, ¿por qué no respondes?
—No es asunto suyo.
—Eres mi asunto. Te hice mi asunto. Quiero que seas mi asunto.
—Yo no. Eso es todo. Me desea, y no quiero estar con él y no puede aceptarlo. Eso es todo.
—¿Es verdad, Peter?
—Por favor, eso es pura mierda.
—Lenguaje.
—Hablaré como me guste, gracias. Es mierda porque sigue besándome y coqueteando conmigo y bailando conmigo. O te diviertes como el infierno metiéndote conmigo, o te gusto pero tienes miedo. Voy por la segunda. —Le había dado en el clavo, pero no iba a decirle eso.
—Me gusta meterme contigo —dije.
—Pruébalo.
—Muérdeme.
—Bien, vamos a ser más específicos. ¿Hay algo que Peter haga que podamos discutir específicamente para resolverlo? —Claramente no había estado escuchando, o estaba leyendo un libreto. Probablemente lo segundo.
 
—No puede dejar de intentar verme desnuda. Eso sería un comienzo.
—Peter, ¿tienes una respuesta?
—Si tuviera sexo conmigo, entonces ese problema estaría resuelto. Además, haría que me fuera. Dos pájaros de un tiro, Missy.
—Vete a la mierda.
—Por favor, mantengámoslo civilizado. —Chris intentaba mantener el control, pero jamás lo había tenido para comenzar—. Intentemos un juego de comunicación. —No un juego. No sabía de dónde había sacado estas cosas, pero nos hacía jugar uno en cada una de nuestras sesiones y siempre eran estúpidos.
 
Este incluía a uno de nosotros siendo vendado en los ojos, y al otro guiándolo de un lado de la habitación al otro. Se suponía que construiría confianza, pero todo lo que hizo fue hacer que quisiera dirigir a Peter para que se pudiera chocar con cosas. Eso le ofreció a Peter una oportunidad para hacerme ver como una idiota, caminando en círculos con él haciéndome hacer locas danzas una y otra vez.
 
—Eres un imbécil —le dije mientras subíamos por las escaleras.
—Nada que ya no sepa, Missy.
—Te odio.
—Buen intento.
—¿Te amo? —Merecía la pena intentarlo.
—No aún. Pero lo harás. —Fui a nuestra habitación y le cerré la puerta en la cara.

10 comentarios :