viernes, 17 de mayo de 2013

Capitulo 20

Capitulo 20

—Disculpe ¿Es usted Peter Lanzani?
—Sí, soy Peter Lanzani ¿Qué pasa? —Un mal presentimiento lo golpeó.
—Lamento decirle esto, pero ha habido una emergencia médica de vuelta en Los Ángeles. Su madre llamó y nos pidió que lo localizáramos. Debe regresar a L.A. tan pronto como le sea posible.
—¿Qué sucedió? ¿De quién se trata? —El pánico lo golpeó de lleno. Buscó en la cara de Roger información que ninguno de ellos tenía.
—¿Es mi mamá? ¿Ella está bien? Por favor díganme— Peter era ajeno a las decenas de pasajeros curiosos en la terminal. La única razón por la que su madre lo haría volver a casa, era porque algo terrible habría sucedido.
—Lamento decirle que su padre sufrió un ataque al corazón. Creo que está en urgencias en el Cedars-Sinai.

El mundo de Peter se derrumbó. Su padre. El pilar de su familia. El hombre que lo impulsaba a sacar lo mejor de sí. No podía estar enfermo. No podía morir. Peter buscó apoyo en Roger, aterrorizado por la vida de su padre.

—¿Qué tan pronto podemos salir de aquí? —Roger tomó el control, permitiéndole a Peter poder entrar en pánico.
—Tenemos un avión que se dirige a Denver. Luego podrán trasladarse a L.A. Pueden abordar ahora.
—Vámonos —respondió Peter—. Llamaré a Tacho.

Con la mandíbula rígida, presionó los botones de su teléfono mientras seguía a los oficiales a través de la terminal hacia el avión en espera.

Tacho contestó al primer timbrazo.

—¿Dónde diablos estás?
—Estoy en camino. Acabábamos de aterrizar en Madison, pero ya nos tienen un avión ¿Cómo está él? ¿Qué sucedió? —Peter no reconoció el tono plano de su propia voz. Luchó contra las lágrimas mientras corrían a través de la multitud. Su invencible padre siempre había sido saludable. Todo esto estaba mal.
—Estaba caminando en el jardín cuando se desplomó. Mamá le dio una aspirina de inmediato. Los paramédicos dijeron que probablemente eso le salvó la vida.

Peter sostenía el teléfono con una mano y con otra se apartaba el pelo de la cara. Se forzó a no creer en las palabras de Tacho, aún cuando sabía que eran verdad.

—¿Se encuentra bien? ¿Dónde está ahora? —Llegaron al puente donde los agentes de la aerolínea esperaban. Uno de los agentes le entregó un pase de embarque. Peter asintió con gratitud mientras escuchaba a Tacho.
—Le están realizando un montón de exámenes. Está conectado a un montón de maquinas. Mamá está con él.
—¿Va a estar bien? ¿Saldrá adelante? —Peter no podía creer que necesitara preguntarlo.
—No lo sé, Pete. Simplemente no lo sé. —La preocupación en su voz asustó a Peter aún más.
—¿Dónde está Agus? ¿Está él allí? —Peter entró en el avión lleno de gente.Pasajeros impacientes observaban. Él y Roger fueron guiados a los asientos del frente.
—Sí, está justo aquí. ¿Cuánto tiempo falta para que estés en tierra? Maldita sea,Peter. Tú deberías estar aquí.
—Ya lo sé. Estoy en camino. Un par de horas hasta Denver y un par más hasta L.A. Espero que para medianoche.

Miró su reloj y no quiso ni pensar en la idea de estar atrapado en un avión durante el resto de la noche, sin ser capaz de poder hacer algo. Tenía que estar allí. Ahora.

—Simplemente trae tu culo de regreso a casa. Nunca debiste haber salido. Ella no lo vale.

Peter ignoró la punta. Tacho estaba enfadado y asustado. Así era él.

—Estaré allí pronto. Llamaré cuando aterricemos en Denver. —La puerta se cerró y el avión comenzó a deslizarse por la corta pista—. Tacho no lo dejes morir. Mantenlo con vida. —Hablaba en voz baja, no queriendo colgar. No hubo respuesta durante un largo rato. Mientras, los hermanos compartieron un silencio cargado de temor.
—Sólo date prisa. —El tono en la voz de Tacho le dijo a Peter todo lo que necesitaba saber.

Peter cerró el teléfono y sorbió sus emociones. Un nudo apretaba su garganta y las lágrimas quemaban en sus ojos. La impotencia lo desgarraba. Roger le dio un apretón en el brazo en señal de apoyo. En privado, Peter podría haber abrazado al gigante y llorado como un bebé. En su lugar, puso cara de valiente mientras las azafatas terminaron el parloteo de seguridad y realizaban un último chequeo antes de despegar.

—¡Lali!

Maldita sea, se había olvidado de ella. Abrió de nuevo su teléfono, a punto de pulsar la tecla llamar cuanto la azafata se lo impidió.

—Lo lamento, pero debes apagarlo. Estamos a punto de despegar y eso interfiere con las comunicaciones del vuelo.
—Pero sólo tomará un segundo, es importante. —Tenía que llamar a Lali. No podía dejarla esperando en el baile, preguntándose dónde estaba él. Habían trabajado tan duro para hacer que sucediera. Había sufrido tanto el año pasado, quería darle felicidad. En cambio, estaría devastada.
—Lo siento, pero es la política de la aerolínea. Sin excepciones —dijo ella.
—Déjalo, Pete. Ella lo entenderá. —La voz de Roger, la calma en la tormenta, lo hizo tocar tierra, aún cuando no le gustaba el consejo.

Apagó su teléfono y lo deslizó dentro de su bolsillo, para luego golpear la cabeza contra el acolchado asiento de primera clase.

+5

6 comentarios :