martes, 14 de mayo de 2013

Capitulo 11

Capitulo 11

En el instante en que la puerta se abrió Peter voló fuera del autobús ignorando la constante lluvia que empapó el área. Sus pisadas se hundieron en el húmedo césped mientras corría a través del claro y más allá del gran roble donde conoció a Lali. Se abrió paso por el camino embarrado que lo llevó más cerca de la corriente. El suelo resbaladizo ralentizó su progreso. Por favor, déjala estar ahí.

La lluvia caía en un flujo constante, amortiguando los sonidos en la cañada. Peter tomó una curva y detectó a Lali. Hizo una pausa y sonrió. Ella le devolvió la sonrisa. Entonces se echó a reír. Ella se puso de pie en el centro de la gran roca que se cernía sobre el arroyo. Vestía una chaqueta de color verde oscuro y pantalones vaqueros. Tenía una mano metida en el bolsillo del abrigo, la otra sostenía un gran desteñido paraguas azul y blanco. Su enormidad la hacía ver pequeña. Parecía un pequeño y lindo gnomo que había quedado afuera en la lluvia.

Peter cerró la distancia en cuestión de segundos.

—¡Estás aquí!
—Tú también. —Ella sonrió, su cabello húmedo. Peter se dio cuenta que varios agujeros en el paraguas, causaban un flujo constante de agua sobre ella. —Estaba tan preocupado que no estuvieras aquí, con la lluvia y todo. ¿Has estado esperando mucho tiempo? —Quería acercarse y abrazarla, pero no sabía muy bien cómo hacer que sucediera.
—No, no mucho tiempo en absoluto. —Un estremecimiento sacudió su cuerpo.
—Mentirosa, tus labios se están poniendo azules. —Los ojos de Peter se asentaron en su temblorosa boca.
—Estás empapándote, vamos a colocarnos bajo el paraguas. —Ella lo levantó lo suficiente como para alcanzar su altura. En el proceso de inclinar el paraguas una capa de agua fría pasó zumbando por la parte posterior y salpicó sus piernas al chocar contra la roca.

—¡Oops! lo siento —dijo con una risita.
Peter se apretujó cerca bajo el paraguas. Miró su cara sonriente. Las gotas de lluvia se aferraban a sus pestañas.
—¿Qué te parece si vamos a algún lugar donde no seamos golpeados por la lluvia? —Tomó el paraguas de Lali, y envolvió su brazo alrededor de ella. Se sentía pequeña, delicada y muy húmeda.

Se alejaron de la roca y subieron a un área cerca de un muro. Árboles llegando a lo más profundo, bloqueando parte de la lluvia, la constante caída de agua ahora sonaba como pisadas de niños.

Peter le tomó la mano y sostuvo el gran paraguas con su otra mano.

—Caray, tu mano está congelada.
—No voy a mentir, hacía mucho frío allí afuera, pero no quería alejarte. —Sus mejillas se pusieron rojas por el frío—. Así que espero que planees algo digno de mi tiempo —lo desafió con una mirada astuta.
—Ahora que lo dices, tenía algo en mente.
Los ojos de Lali se abrieron como platos.
—¿Quieres saber qué es? —bromeó, viendo su reacción. Le gustaba verla fuera de balance.
—Está bien. —Ahora parecía menos confiada. Peter casi se echó a reír.
—Tengo algo para ti. —Él había movido cielo y tierra para sacar esto adelante.
—¿En serio? —Sus ojos brillaban con sorpresa.
—Sip. Cierra los ojos y extiende tus manos. —No podía esperar a ver lo que ella pensaba. Lali obedeció. Sus pestañas oscuras yacían contra sus mejillas sonrosadas.

Su corazón latía con anticipación. Metió la mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó una bolsa de plástico blanco, y luego miró hacia arriba. Los ojos cerrados de Lali cambiaron a pequeñas aberturas.

—¡Oye deja de mirar a escondidas!
Lali cerró los ojos y se rió. Le tendió las manos y esperó. Peter sacó el delgado objeto de la bolsa y lo puso en sus manos.
—Está bien, mira.
Ella miró el brillante dispositivo y luego otra vez a él con incredulidad.
—¿Me diste un teléfono celular? —Ella miraba al regalo—. ¡Me diste un teléfono móvil! —Esta vez lo gritó.

Su emoción lo tocó.

—Me pareció una buena idea. No tenías un número de teléfono para darme y realmente te extrañé. Se va a poner más difícil verte. Pensé que de esta manera podríamos estar en contacto y realmente hablar cuando queramos.
Ella cerró su mano alrededor del preciado teléfono y se tornó pensativa.
—¿Hay algo mal?
Peter se preguntó qué podría haberle disgustado.
—No sé si debo aceptar esto. —Miró hacia él con grandes ojos de siervo. Él no podía creer esto. Tenía que coger el teléfono.—Apenas nos conocemos el uno al otro, y, bueno… —Travesura iluminó su rostro mientras se preguntaba que estaba haciendo—. Nunca nos hemos besado.

Peter hizo una pausa y tomó un buen vistazo de ella. Había estado pensando en cómo conseguir un beso, ella acababa de hacer las cosas simples.

Arrojó el paraguas a un lado y la acercó. Dejó a sus dedos enredarse en su cabello húmedo y bajó su boca a la suya. La besó largo y lento, tomándose un dulce tiempo. La lluvia fría goteaba por su cuello mientras saboreaba cada momento. Sorprendida al principio, Lali ahora acompañó su beso. Él disfrutó de cada toque de sus labios sensibles.

Él se alejó lentamente.

—¿Ahora puedes tomar el teléfono? —Apoyó su frente contra la suya.
—Sí, creo que sí —respondió ella con voz entrecortada.
—Será mejor asegurarnos. —Fortalecido por su química perfecta, se inclinó para más. El cuerpo de ella se derritió contra él. Él envolvió el otro brazo alrededor de ella, y la acercó.
—Wow —susurró ella, sus ojos oscuros y ahumados
—¿Nunca antes te habían besado? —Sus ojos buscaron los suyos.
—No así.
—Bien. —Nada como besar a una chica para aumentar tu confianza—. Creo que simplemente me voy a quedar aquí todo el día. La lluvia no es tan mala. —Acarició su mejilla húmeda con el pulgar.
—Me gustaría eso. —Ella inclinó su cabeza hacia atrás contra el muro, mirando felizmente en sus ojos.
—La gira está sobrevalorada de todos modos.

Lali se inclinó hacia él, ansiosa por más.

Todo acerca de ella trajo a Peter a la vida. Su vida era genial, él no tenía nada de qué quejarse. Pero esta sencilla chica puso todo patas arriba. Él no podía obtener suficiente. Quería subirla a hurtadillas en el autobús y llevarla con él.

Se separaron, sin aliento y excitados, seguros en los brazos del otro. El teléfono de Peter sonó. Su familia estaba de regreso.

—Debí haberles enviado a Iowa para el almuerzo.
—No puedes dejarme ahora. —Ella suspiró, con ganas de quedarse en los brazos de Peter durante todo el día.
—Creo que voy a tener que matarlos. Con mis propias manos. Excepto que mis manos están ocupadas. —Enfatizó, moviendo las manos por sus caderas de arriba hacia abajo.
—¿Qué vamos a hacer? —La decepción coloreó sus palabras.

Habían abierto una nueva puerta y complicado sus vidas. Ninguno quería irse.

—Vamos a hablar tan a menudo como sea posible y escribirnos entre eso. — Esperó tranquilizarla, esto era sólo el comienzo.
—Está bien, ¿pero cuando voy a verte de nuevo? —preguntó ella, la angustia clara en su voz.
—No lo sé. Nos vamos al Medio Oeste durante un tiempo —Sin saber cuánto le preocupaba a él también—. Pero eso no va a impedirnos estar juntos. Ya se me ocurrirá algo. Te lo prometo. —Lo decía en serio con cada fibra de su ser. Apenas se conocían el uno al otro, pero él no la dejaría ir. La conexión que compartían era extraordinaria.

Lali asintió con la cabeza, su absoluta confianza en él. El teléfono sonaba nuevamente.

—Está sonando.
—Pueden esperar, estoy con ellos todo el tiempo. Tú eres especial.

Bajó sus labios a los suyos una vez más, sin sentir ni el frío ni la lluvia.

♫ ♪♫

Peter corrió a través de la constante lluvia, con el corazón rebosante de alegría. El plateado autobús lucía siniestro, rodeado por una espesa niebla.

Golpeó en la puerta dos veces. Se abrió sin problemas. Regresó a la otra parte de su vida, energizado y poderoso. Él podría conquistar el mundo.

—Peter, ¿dónde está Lali? —preguntó su madre.

Empujó la capucha de su chaqueta hacia atrás y sacudió su cabeza como un perro, rociando agua en cada uno de los que lo rodeaban.

—Amigo, agarra una toalla, ¿ya? —Tacho bloqueó su rostro con el brazo.
—Ella no quería dar un paseo. No está lejos de casa y quería caminar.
Sus padres se miraron preocupados.
—Ella es muy tímida, eso es todo.
—Al parecer no tan tímida —dijo Agus, dándose cuenta del sobre estimulado estado de ánimo de Peter.

Peter se encogió de hombros, una sonrisa satisfecha en su rostro. Se trasladó a la parte trasera del autobús, chocando los cinco a Tacho.

—Oh, sí, hermanito —dijo Tacho.
—Te hemos traído una hamburguesa —dijo su madre.
—No tengo hambre. —Se dejó caer sobre el sofá, se puso los auriculares, y cerró los ojos. Perdiéndose en pensamientos de Lali.

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