jueves, 30 de mayo de 2013

Capitulo 28

Capitulo 28

Me encogí de hombros. Nunca dije que fuera una santa.

Cambié de tema lo más rápido que pude, pero seguía viendo cómo Euge me observaba. Como si yo fuera a sugerir ir a una tienda de artículos deportivos y fuera a comprar un arma de fuego en ese mismo momento. Oh, tenía planes para eso. Iba a pedir clases de tiro para la Navidad de parte de Julieta. Tenía una pistola de perdigones, pero quería aprender a usar un arma adecuada. Nunca se puede ser demasiado cuidadoso.

El día no fue una pérdida total, ya que revoloteábamos de tienda en tienda en busca de ofertas y probábamos los pendientes y lociones de prueba.

—¿Qué piensas de este?
Me tendió su muñeca para que la oliera. Era picante y dulce, como el pastel de calabaza. Yum.
—¿Vomito de calabaza?
—Maldición, muy cerca. —Compró tres botellas.
—Entonces, ¿qué fue de su familia?
—Bueno, sus padres murieron así que vive con su tía y su tío en esta casa más que enorme. Luce como una mansión pero al doble de ancho.
—Estás bromeando.
—Ojala lo estuviera. Ese candelabro debe ser una perra para limpiar.
—¿Había un candelabro?
—Y una gran escalinata y un foso, y un huerto de manzanas en la parte posterior. Tenía las obras.
—¿Habían criadas?
—No que haya visto, pero podría haber sido su día libre. Te lo estoy diciendo, era enorme. Tenía miedo de respirar.
—¿Por qué no le tomaste fotos?
—No se me pasó por la mente —le dije mientras nos formábamos para comprar batidos.
—Entonces, ¿quién más estaba allí?

Le hablé de Luz y la relación de Pablo y Candela. No mencioné a Joe o el espionaje. Por alguna razón, no podía compartirlo con nadie. Ni siquiera Euge.

—Deberías casarte con él. Entonces podrías ser una esposa trofeo y tener tu propio reality show —dijo mientras ordenaba su batido.
—No soy trofeo para un hombre —le dije, ordenando uno de piña con mango.
—Sabes que eso no es lo que quise decir —dijo Euge.
—Lo sé. Creo que aún estoy todavía aturdida por todo.
—Y con razón.

Caminamos con nuestros batidos un poco más. Fui a la librería para ver si tenían el nuevo libro que esperaba. Tenían una copia a la izquierda, e hice un baile feliz en el pasillo mientras lo cogía, vertiginosa.

—Gracias por el tiempo de chicas. Tenemos que hacer un día de belleza pronto —le dije, dándole un abrazo.
Aún me encontraba drogada de felicidad por mi libro, así que no me importó un poco de cariño.
—Llámame. Ya sabes, si necesitas hablar. En cualquier momento.
—Gracias, Euge. Nos vemos luego.
—Adiós.
Cuando llegué, Candela y Rocio se encontraban enfrascadas en una conversación.
—Tú, derrámalo —dijo Rocio—. He estado muriendo por hablar contigo todo el día, pero tuve una estúpida sesión de estudio.

Mierda. No iba a poder salir de esto. Rocio tenía esa mirada enloquecida en los ojos como cuando había estado estudiando durante diez horas seguidas e ingirió demasiada cafeína, o que había estado jugando demasiado Skyrim. No me gustaba esa mirada.

—Nos besamos —le dije, sentándome en el sillón. Oh, ese sillón... Me levanté y me senté en el extremo del sofá, junto a Candela.
—Ya era hora. Ustedes dos han estado bailando alrededor del otro desde el primer día. Entonces, ¿cómo fue? —Rocio puso su cabeza entre sus manos, como si estuviera esperando un chisme jugoso. No iba a suceder.
—No lo hicimos.
—¿No lo hicieron? ¿Así que me acosté con mis tapones de oídos para nada? Entonces, ¿cuál fue el griterío que me pareció oír?
—Eso no fue nada. Bueno, nada sexual.
—¿Tú no has hecho nada?
—No.
—¿Nada? —Rocio parecía realmente decepcionada.

Candela estudiaba mi cara de una manera que no me gustaba.

—Parecía como si estuvieran pasando un buen rato ayer —dijo Candela.
—En su mayor parte. Luz es adorable.
—Lo sé. Ella es tan dulce. Pablo y yo estamos pensando en llevarla a Funtown antes de que se cierre. Sus padres no quieren que vaya, ya sabes, porque no puede subir a la mayoría de las atracciones, pero Pablo ya
llamó y pueden hacer arreglos para algunos de ellos. Es tan considerado.—Ella sonrió.
—Lo es.

Eso me recordó a Peter cuidando de las chicas borrachas de anoche. Esperaba que llegaran a casa a salvo.

—¿Así que me estás diciendo que no tuvieron sexo? —Rocio no quería dejarlo ir. Estaba hambrienta de romance desde que ya no tenía uno propio.
—No.
—Estoy segura de que pronto lo harán. Una química así no se puede negar por mucho tiempo. Tarde o temprano. Boom.

El beso había sido bastante boom. No me podía imaginar algo siendo más intenso que eso.

—No es así.
—Uh, sí lo es.
—No me gusta decir que tiene razón, pero Rocio está en lo correcto—dijo Candela.
—¿Por qué odias decir que tengo razón?
—Porque por lo general estás mal cuando se tratan de cosas como estas.
—¿Cosas como qué?
—Relaciones. No es algo malo. Sólo que parece que piensas más con la cabeza que con el corazón a veces. No es algo malo —dijo, tratando de sonar como si fuera un cumplido en lugar de un insulto.
—Lo que sea —dijo Rocio, agitando fuera el insulto—. ¿Así que ustedes ya han hablado de eso?
—No. Voy a evitar hablar tanto como sea humanamente posible. No puedo involucrarme con él. Si lo hiciéramos, y luego se termina, uno de nosotros tendría que irse.
—¿No es eso lo que quieres?

¿Lo era? Había estado tan segura de que la solución a mis problemas era que Peter se mudara. Si él no estuviera aquí, no lo vería todo el tiempo. No pensaría en él todo el tiempo. No lo querría todo el tiempo.

—Cariño, si se va, eso no va a cambiar tus sentimientos. Todavía vas a querer saltar a sus huesos si vive aquí, o en Istanbul —dijo Rocio.
—¿Qué hay de Istanbul? —dijo Peter al abrir la puerta.
—Hablábamos de lo maravilloso que sería visitarlo —dijo Rocio, sin perder el ritmo—. Siempre he querido ir allí.
—Uh huh —dijo Peter.

Vi que tenía bolsas de compras en sus brazos.

—¿Tienes tu auto? —le pregunté.
—Sí, fue un problema con la correa. Tengo ingredientes para tacos si alguien quiere un poco.
—Pero no tenemos sombreros o margaritas —dijo Rocio.
—Uh, no —dije.
—No podemos tener una noche de tacos sin esas cosas. Son esenciales. —Rocio se levantó y agarró su bolso.
—¿Quién viene conmigo en una misión sombrero y margarita? —Le dio una mirada mordaz a Candela, que también se puso de pie.
—Yo voy —dijo Candela.

Rocio trataba de darme una mirada sutil, pero no funcionó realmente. Más bien, parecía que sufría.

—Yo te ayudo con los tacos —le dije a Peter, con un suspiro y levantándome del sofá. Supongo que Peter y yo íbamos a tener que hablar más pronto que tarde gracias a la interferencia de mis compañeras de habitación.
—Compré esa cosa de carne falsa para ti —dijo, tirando de ella fuera de la bolsa de compra.
—Gracias. —También me había conseguido botellas de arándano y cal del agua seltzer a las que yo era adicta.

Ambos guardamos silencio mientras nos deshacíamos de las bolsas, poniendo las cosas sobre el mostrador. Tomé la iniciativa y comencé a trabajar en las verduras, mientras que Peter tenía dos platillos que iban con la carne y las cosas falsas para cocinar.

—¿Así que vamos a hablar de lo de anoche? —dijo mientras agitaba cada sartén con dos cucharas de madera diferentes. Era tan considerado al intentar mantener las dos carnes separadas.
—No lo sé —le dije, lavando un pimiento en el fregadero. Estábamos tan cerca que tropecé con él un par de veces—. ¿Quieres hacerlo?
—¿Qué tal si hablamos sobre el hecho de que digas que no te gusto, pero me besas y luego duermes conmigo?
—Primero que nada —le dije, limpiando la pimienta vigorosamente con una toalla de papel y pasando a un segundo—, tú eras el que iba a besarme. Yo sólo hice que sucediera más rápido. Y en segundo lugar, tú me pediste que durmiera contigo. Estaba preocupaba de que tuvieras otra pesadilla que iba a hacer que te cayeras de la cama. Cuidaba tu seguridad. —Me moví a la tabla y comencé a cortar.

Resopló mientras removía la carne y la no carne.

—Sí, por eso me desperté con tus piernas y brazos, y todo tu cuerpo envuelto alrededor del mío como un pulpo.
—Tú viste que eso no estaba en mente.
No respondió por un segundo, así que me le quedé viendo.
—No fui yo —dijo en voz baja.
—Yo tampoco. —Los dos nos quedamos pensando en eso durante un segundo.
—¿Y ahora qué? —dijo.
—¿Qué quieres decir?
—¿Qué hacemos ahora? No podemos ser sólo compañeros de cuarto.
—Dijiste que yo no te gustaba.
—No me gustas. No me gusta la forma en que tu cabello huele, y cómo no puedo dejar de pensar en despertar y ver tu cara. Odio como mi cama se sentía vacía cuando te fuiste. No me gusta lo bien que estábamos con mi familia, especialmente con Luz, y cómo quería verte de nuevo con ellos, pero no sólo como invitada. Sino como un miembro. Tienes razón. No me gustas en absoluto.
—¿Cuando cambiaste de opinión?
—Mi opinión nunca cambió. Te he deseado desde el momento en que abrí la puerta y tenías esa mirada aturdida en tu rostro. Sólo me tomó un tiempo para admitirlo. ¿Por qué negarlo ahora? Es lo que es y no va a cambiar.
—Oh.

—Esto no significa que voy a ser amable. Todavía voy a ser un imbécil. Voy a ser un imbécil que se disculpe y te lleve flores para decir que ha sido un idiota.
—Chocolates —le dije.
—¿Qué?
—Prefiero comer chocolate cuando te disculpes.
—Chocolate será. —Sonrió—. ¿Significa eso lo que creo que significa?
—No. Sólo significa que si llegas a traerme chocolate cuando seas un imbécil. Voy a pesar 136 kilos. —Concentré mi atención en los pimientos. No podía pensar en la declaración de Peter de... lo que fuera. Los pasos acercándose no me hicieron mirar hacia arriba.

—Lali, mírame. Por favor. —Demonios. Si tan sólo no hubiera dicho por favor.—No puedo prometer que no te volveré loca. No puedo prometer que no vaya a hacerte daño. Todo lo que puedo prometer es que te quiero en mi vida, y voy a hacer cualquier cosa para mantenerte allí.
—¿Qué pasa con la apuesta?
—Sigue en pie. Una apuesta es una apuesta. Simplemente, el precio es un poco mas alto ahora, eso es todo.
—Así que si te pido que te vayas, ¿lo harías?
—No. Este es mi apartamento, tanto como lo es tuyo. Sólo voy a salir bajo tres condiciones. La pelota está en tu tejado. Yo me atengo a mi palabra. Y no me quiero ir. Irme significaría que no podré verte todo el tiempo, y no quiero eso.

Tragué saliva e intenté ordenar mi mente dispersa. Sí, me gustó despertar junto a Peter. Mucho, mucho más de lo que debería. Por el otro lado, no podía estar más cerca de él. Eso sólo daría lugar a cosas que no podía enfrentar. Yo no era una chica despreocupada que podría saltar en una relación. Tenía demasiado equipaje conmigo. No lo podía llevar por mí misma, y mucho menos ponerlo en otra persona.
 
Estaba jodida. Mucho más de lo que podía imaginar. Si bien es cierto que Peter tenía su propio secreto, no parecía ser una carga en él como era en mí. Lo llevaba como uno de sus tatuajes, una parte de él, pero no una parte dominante. Euge tenía razón, una noche me definía. Lo hacía desde que tenía doce años. No iba a cambiar de la noche a la mañana.

Si se acercaba, se iba a quemar. O peor aún, no le gustaría lo que encontrara. No podía dejar que eso sucediera.

—Desearía que nunca te hubieras mudado —dije, dando un paso atrás y mirando a los pimientos.

Tomó todo mi esfuerzo no lanzarme sobre él, para besarlo, para decirle que le quería.

Porque decir que no lo hacía era la mentira más grande que jamás habría dicho.

Quería a Peter Lanzani más de lo que nunca había querido nada.

Mis manos temblaban tanto que el cuchillo se me deslizó.

—¡Mierda!
—Aquí, colócalo bajo el agua. —Peter me arrastró hasta el lavabo, poniendo mi dedo sangrado debajo del agua. El corte no era profundo, así que arranqué mi mano lo más rápido que pude.
—Gracias, creo que puedo manejarlo. De alguna manera he sobrevivido casi veinte años de mi vida sin tu ayuda, muchas gracias.
—Si es así como lo quieres.
—Sí.

No, no, no.

Volvió a la carne para tacos y la no carne, y me fui de nuevo a las verduras. No volvimos a hablar hasta que Candela y Rocio regresaron con sombreros y sus mezcla de margaritas, y Pablo, Dev, Sean y algunos otros de todo el dormitorio.

Me sentí aliviada de que Peter y yo teníamos un amortiguador de la gente que nos separaba. No sabía lo que iba a hacer esta noche. En nuestro cuarto oscuro, tranquilo, con sólo nosotros dos, yo era vulnerable. Era mucho más probable que cambiara mi opinión bajo la influencia de grandes trozos de piel expuesta de Peter y la facilidad de deslizarme bajo las sábanas y dormir con él de nuevo.

Hubiera sido tan fácil.

Peter se fue a la cama temprano, y para el tiempo en que yo estaba lista, se había vuelto de espaldas a mí con la luz apagada. Ni siquiera dijo buenas noches.

27 comentarios :

  1. Hpor favor sube Mass! Ya quiero saber cuales son los secretos de estos dos! En especial el de Lali!

    ResponderEliminar