sábado, 18 de mayo de 2013

Capitulo 22

Capitulo 22

Peter deslizó su llave de la habitación en la puerta, un suave sonido y apareció una luz verde. Se permitió entrar en la suite de hotel para encontrar a Tacho solo con una sonrisa de satisfacción en su rostro.

—¿Qué hay? —preguntó a Peter.
—Encargándome de algunos asuntos. —Tacho miró a Peter y no apartó la mirada.
Peter miró a alrededor de la mesa desordenada y el tocador.
—Has visto mi teléfono móvil, pensé que estaba en mi abrigo, pero no puedo encontrarlo.
—Probablemente está en el autobús.
—Sí, tal vez. —Algo acerca de Tacho parecía extraño, pero Peter le restó importancia. Quería encontrar su teléfono y llamar a Lali.

♫ ♪♫

Acurrucada contra el granero, grandes y fuertes respiraciones atormentaban el cuerpo de Lali. Encerrada en su miseria privada no oyó a la tía Tina aproximarse.

—¿Qué estás haciendo aquí afuera? — La tía Tina sostenía una escopeta a su lado.

Lali levantó la mirada desde el suelo congelado. Su labio inferior se sacudió, mientras sus ojos llenos de lágrimas descansaban en el arma. ¿Qué estaba haciendo la tía Tinacon una escopeta? Por un segundo pensó en usarla en ella misma, ciertamente el dolor sería menor de lo que sentía en estos momentos.

—Habla. —Las penetrantes palabras de su tía trajeron a Lali de vuelta —. Deberías estar en el autobús hacia la escuela, no acechando alrededor de mi granero. ¿Qué estás buscando? —Los ojos de la tía Tina se entrecerraron —. ¿Qué viste?
—Peter terminó conmigo —pronunció ella, su voz quebrada. Una nueva arremetida de lágrimas e hipo brotó.
—Bueno. Ahora tal vez prestarás atención cuando te digo algo. Él era un chico rico fisgón metiendo las narices donde no le pertenecía. Yo sabía que esto sucedería. Eres demasiado obstinada para escucharme, crees que lo sabes todo. Bueno, te diré, señorita lo-sé-todo, que no tienes ni idea acerca de la vida.

Lali apenas escuchaba cómo su enojada tía vociferaba. Sus palabras no significaban nada. Sin Peter, su mundo estaba vacío. Las lágrimas se desbordaban de nuevo.

—Ahora mueve tu culo perezoso fuera del suelo y vete para la escuela. Tengo trabajo que hacer y estás interfiriendo. —Agitó la pistola en dirección a la carretera.

Lali se movió a tientas con su mochila con los libros y se levantó, su cuerpo temblando de emoción.

—Perdí el autobús.
La tía Tina la miró de arriba abajo.
—Eso fue estúpido. Parece que tendrás una larga caminata para pensar cómo evitar que ese error suceda de nuevo.

Los ojos de Lali se abrieron como platos.

—Son seis kilómetros.
—Entonces es mejor que empieces. —La tía Tina se mantuvo firme como los edificios vacantes de la granja, feos después de años de abandono. ¿Se volvería Lali de la misma manera?

Este enfrentamiento era más de lo que podía manejar. Lali tragó saliva. Sin más opción que irse. Resignada, caminó alrededor del granero en ruinas, la ancha puerta colgaba abierta en las bisagras oxidadas. Automáticamente miró a su interior.

 No debería haberse sorprendido por lo que vio.

Ahora no podía alejarse de docenas de bolsas de plástico que estaban ubicadas en filas ordenadas. Entró en el granero. Montones de plantas secas y básculas llenaban una mesa. Luces para ayudar a crecer brillaban sobre grandes plantas verdes que Lali sabía que eran marihuana.

Giró para enfrentar a su tía y se rió ante la ironía. La mujer que restringía cada movimiento de Lali bajo el disfraz del buen comportamiento estaba cultivando marihuana. La rabia delineó el demacrado rostro de la mujer.

—Crees que eres muy inteligente. Bueno, eres una niña ignorante ensimismada. —La tía Tina se le acercó más —. ¿Hace cuánto tiempo tu débil y sin fuerza de carácter padre se deshizo de ti aquí? ¿Un año? ¿Más? ¿Y finalmente sientes curiosidad? Eres tan descerebrada como tu idiota madre.
—¡No hables así de mi madre! ¡Ella era increíble! —La ira reemplazó su dolor.
—Tu madre era una tonta. Nunca logró una maldita cosa en su vida. Pasó años criándote y a tu malcriada hermana y ¿para qué? ¿Para ser aplastada en la carretera como un insecto? No fue una gran vida.

Las crueles palabras horrorizaron a Lali.

—Cómo te atreves. ¡Perra! Cuida tu boca niñita. Soy todo lo que te queda en este mundo y sería poco aconsejable que arruinaras esto también.

Lali se tragó sus palabras. Las cosas estaban sucediendo demasiado rápido. Tenía que andar con cuidado y arreglar las cosas. Dio un paso hacia atrás, lejos de su tía, lejos de la marihuana, y lejos del lugar de su ruptura. Sin decir una palabra, giró hacia la carretera.

—Eso es más como debe ser. Llévate a la escuela y si sabes lo que es bueno para ti, mantendrás tu boca cerrada.

Lali comenzó su largo viaje por el camino rural, alegre por escapar de la locura de su tía. La gravilla crujía bajo cada paso como el roce de lija frotando sus toscos nervios. Después de un tiempo el sonido se convirtió en un himno suave, calmando su mente perturbada en una niebla turbia, donde podía repetir los acontecimientos de esta mañana, de una manera objetiva y distante.

Caminó kilómetro tras kilómetro, ajena del ocasional automóvil con exceso de velocidad. Cuando mamá y Luz murieron, había estado traumatizada. Esto era diferente. Sus muertes fueron accidentes trágicos, y horribles. Hoy en día, la gente que desgarraba su vida sabía lo que estaba haciendo.

Eso la agotaba emocionalmente. Estaba cansada de ser amable, cansada de hacer lo que la gente le decía, cansada de ser defraudada. Las palabras de la tía Tinala pinchaban. No le quedaba nadie a Lali, y se negaba a pensar en su tía como un guardián. La mujer era un monstruo. ¿Cómo pudo su padre dejarla con esta loca?

Un coche pasó a su lado, desaceleró, luego se movió hacia la orilla y se detuvo. Lali avanzaba con dificultad, alcanzándolo con el tiempo.

—Lali, ¿eres tú? —La señorita Miss Bauer se inclinó sobre el asiento delantero y se asomó por la ventanilla abierta del pasajero.

Lali se detuvo junto a la ventana.

—¿Por qué estas caminando? Entra. — La señorita Bauer estiró la mano para abrir la puerta.
—Ha sido una mala mañana. —Lali, se subió al automóvil y puso su mochila en el suelo. Su mano izquierda aún se aferraba a su teléfono.

Cielo se dio cuenta del aspecto desaliñado de Lali. Su rostro, manchado y pálido con rastros de las lágrimas caídas. Su abrigo y pantalones raídos llevaban manchas de suciedad. Lo peor de todo era el aspecto desolado en los ojos rojos de Lali.

—¿Estás bien?
Lali asintió con la cabeza, pero mantuvo su expresión en blanco.
—¿Quieres decirme lo que pasó?

Lali negó con la cabeza y miró hacia delante pareciendo frágil como un plato de porcelana. Cielo revisó el tráfico y retrocedió en la carretera.

Después de un minuto, Lali habló.

—Mi tía está cultivando y vendiendo marihuana.
La cabeza de Cielo giró rápidamente hacia Lali.
—¿Qué dijiste?
—La guarda en el granero, la vi esta mañana. Siempre me pregunté por qué pasaba tanto tiempo allí.

Cielo sabía que Justina Garcia era extraña, pero nunca sospechó que fuera una traficante de drogas.

—Peter terminó conmigo. —Lali habló sin emoción, y levantó su teléfono como confirmación.
—Oh, Lali, lo siento mucho. —Estiró su mano y le dio unas palmaditas al brazo de Lali, deseando poder envolver a la chica en sus brazos y protegerla de las dolorosas realidades de la vida. No sabía qué era más difícil para Lali, la confesión acerca de los negocios ilegales de su tía o la ruptura con un chico que nadie había visto nunca.
—Está bien, estoy acostumbrada a que las personas se vayan.

Cielo contuvo las lágrimas. La honestidad de Lali le rompió el corazón.

—Esto va a estar bien. Te lo prometo. Algún día miraras hacia atrás y esto será un pequeño bache en tu vida. Serás feliz y exitosa y nadie te evitará que hagas grandes cosas.
Lali no respondió.
—Mira, voy a ayudarte a superar esto. Me voy de la ciudad para el fin de semana de Acción de Gracias, pero tan pronto como regrese, vamos a hacer que toda esta fealdad desaparezca. Te lo prometo. ¿Está bien? —Buscó la reacción de Lali, necesitando que la chica supiera que a alguien le importaba.
—Está bien —dijo ella, con voz apagada.

Cielo sabía que una cosa era segura. Justina Garcia iba a caer. Su tratamiento hacia Lali era terrible y era tiempo de que las cosas cambiaran. Lali necesitaba vivir con una familia cariñosa de nuevo. Cielo ciertamente se aseguraría de que eso sucediera. Entró en el aparcamiento de la escuela y se estacionó en la sección de personal.

—¿Por qué no vienes a mi oficina y podemos hablar por un rato, u obtener un poco de comida? —Lali siempre parecía que necesitaba de una buena comida.
—Prefiero ir a clase de dibujo. —Ya fuera de la puerta, su mochila pesaba sobre sus pequeños hombros.
—Está bien, pero estoy aquí para ti, para lo que sea que necesites. —Vio a Lali desaparecer en la masa de estudiantes.

Cielo agarró su bolsa llena de papeles y recogió su bolso. Cerró la puerta del automóvil y entró en el edificio. Una vez en la oficina principal, llamó a la puerta del director.

—Sr. Harried, necesito el número del Bienestar Infantil de Rockville. Necesitamos una reunión tan pronto como sea posible.

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