jueves, 23 de mayo de 2013

Capitulo 7

Capitulo 7

Le di las gracias a la mujer y traté de no pisar fuerte fuera de la oficina. Mi teléfono sonó, y miré hacia abajo para encontrar un texto de "Compañero de cuarto Sexy". Lo abrí, preguntándome qué demonios.
 
Estoy sentado en clase, pensando en ti. ¿Estás pensando en mí?
 
Tenía una idea de quién era. Más que una idea. Lo que yo no sabía era cuándo se había apoderado de mi teléfono para poner su número en él.
 
¿Quién es?
El hombre con el que dormiste anoche. Uno de ellos, por lo menos.
Muérdeme.
Te vi caminando por el campus hoy.
¿Ahora me acechas?
Yo estaba pensando en mis cosas, y tú te cruzaste en MI camino.¿Quién acecha a quien, ahora?
Esto es acoso. Te voy a denunciar.
Haz lo que quieras, Missy. Todavía no me has dado una respuesta sobre nuestra apuesta.
¿Mi patada en tus bolas no fue suficiente respuesta?
En la mayoría de las sociedades, un apretón de manos suele simbolizar la realización de un contrato.
Lo que sea. Estoy apagando mi teléfono.  

Esperé una respuesta, pero no llegó. Negué con la cabeza y apagué el teléfono. Todavía tenía que matar el tiempo antes de clase, pero no tenía nada mejor que hacer, así que fui a conseguirme un buen asiento.
 
De alguna manera me las había arreglado para sortear mi camino hacia Sexualidad Humana. Era la clase más popular en la escuela, y la mayoría de la gente no podía entrar hasta su último año. Tal vez sólo había tenido suerte. Jaja.
 
La clase estaba situada en lo que la gente llama la DPC 100. El DPC representaba el nombre de David P. Corbett Hall. Era el mayor salón de clases en el plantel y podía albergar hasta 350 personas. Tenía esta forma de cúpula loca, con los asientos apilados como una sala de cine 3D.
 
Siempre hacía mil grados ahí dentro por toda esa gente, y nunca se sabía si ibas a tropezar con una taza medio vacía de Starbucks.
 
A pesar de ir casi media hora antes, ya había por lo menos un centenar de personas en la sala. Caminé por el lado en pendiente, tratando de no tropezar y de encontrar un asiento que no estuviera cerca de ninguna otra persona. Me gustaba mi espacio personal, muchas gracias.
 
La mayoría de los asientos en los bordes exteriores estaban tomados, pero había encontrado uno en la parte delantera que tenía un tope. El mostrador de al lado estaba roto, así que estaba bastante segura de que nadie más iba a sentarse allí. Saqué mi e-reader para poder terminar la historia que me había hecho llegar ayer por la tarde. Era el último libro de una serie paranormal a la que me había vuelto adicta este verano. Estaba absorta por completo cuando alguien me tocó en el hombro.
 
—¿Está ocupado este asiento?
 
Tuve que parpadear un par de veces antes de que mi cerebro registrara que Peter se encontraba de pie a mi lado, preguntando si podía sentarse allí.
 
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Aprender acerca de la sexualidad humana. ¿No es eso por lo que estás aquí?
 
Miré hacia abajo y luego de vuelta hacia él. Tal vez era un espejismo.
Sonrió, claramente entusiasmado.
Nop.
 
—Tienes que estar bromeando.
—Por supuesto, no tengo mucho que aprender, pero pensé que podía utilizar mis conocimientos y obtener una A fácil. —Se deslizó junto a mí y se sentó en el escritorio roto, dejando su bolsa en el suelo a mis pies.
—Tú no estás en esta clase.
—Sí, lo estoy. ¿Quieres ver mi horario? Voy a probarlo.
—Lo que sea —dije, volviendo a mi libro y girando para darle la espalda tanto como era posible en aquel pequeño espacio.
—Ya sabes, si alguna vez quieres practicar cualquiera de las técnicas que vamos a discutir, yo estaría feliz de ser tu compañero de estudio —dijo en voz baja. Por alguna razón, su voz tranquila hizo la propuesta aún más atractiva. No como si me estuviera muriendo por ella.
 
—Que te jodan —dije, antes de darme cuenta en lo que me había metido.
—Me gustaría.
—Pensaba que uno no jodía con la gente que le gusta. —Lo miré por el rabillo de mi ojo. Estiró los brazos por encima de su cabeza, su camisa subiendo y mostrando sólo un poquito de su estómago. Alejé mis ojos rápidamente. No era como si yo no lo hubiese visto la noche anterior.
—Para ti, Missy, haría una excepción.
 
Eché un vistazo a mi teléfono, pero aún así tenía por lo menos quince minutos más hasta que la clase comenzara. La habitación estaba casi llena, y la charla hacía eco en el espacio acústicamente sintonizado.
 
—Estaba pensando en hacer la cena esta noche. ¿Estás dentro?
 
¿Qué le pasaba? En serio, tenía que ser bipolar. O realmente, realmente le gusta jugar conmigo. O tal vez era un poco de ambos. No debería responder.
 
—¿Qué harás?
—Dime lo que te gusta y lo haré. —Sonrió, pero era diferente a su sonrisa arrogante. Esta era más genuina. La sonrisa que cualquiera le daría a un amigo si no lo ha visto en mucho tiempo. Abierta y honesta.
—¿De verdad harías lo que te pida?
—¿Por qué no?
Tenía que haber una trampa.
—Me hiciste pagar por una canción, ¿qué tengo que hacer por una cena?
—Sentarte a mi lado mientras comemos.
—¿Eso es todo? —No podía ser.
—Eso es todo —dijo, abriendo sus manos.
 
Entrecerré los ojos, tratando de descubrir la trampa que yo sabía que estaba allí. Sólo me miró tan inocentemente que me dieron ganas de reír.
 
Fui interrumpida por un asistente de enseñanza empujando un montón de planes de estudio en mis manos y pidiéndome que los repartiera. Tomé uno y le entregué la pila a Peter. Nuestras manos se rozaron brevemente, y me alejé lo más rápido que pude, agarrando mi cuaderno y escribiendo la fecha cuidadosamente en una esquina.
 
Nuestra profesora era una mujer de pelo gris, que llevaba un top morado largo, de gasa y pantalón a juego de color púrpura. Me recordaba a alguien que había querido ser hippie y nunca había llegado realmente a serlo. Había un montón de ellos en UMaine.
 
Nos llamó por lista mientras los asistentes recogían los últimos planes de estudio adicionales. Había cuatro asistentes para una clase grande.
 
Marjorie, como se presentó a sí misma, puso el Powerpoint en marcha, y nos llevó a través de su extenso plan de lección, incluyendo su historia personal, las credenciales educativas, los trabajos que había publicado, y los grados que poseía. Para alguien que se parecía a un hada del aire, sin duda tenía un montón de títulos y reconocimientos.
 
No había oído nada más que cosas maravillosas de otras personas que habían tomado la clase, y tenía que admitir que el tema me interesaba. ¿Cómo no? El sexo era interesante.
 
—Apuesto a que ya abrieron el libro de texto y tomaron copiosas notas.
 
Así que júzguenme, lo hojeé antes de la clase. Tenía curiosidad por saber cómo de gráficos serían los diagramas. Resultaron bastante gráficos.
 
—Apuesto a que vas a rasgar las páginas y pegarlas en el yeso del techo —susurré mientras Marjorie caminaba hacia adelante y atrás, haciendo gestos con un brazo, y apretando el click a través de las diapositivas de PowerPoint con el otro. 
—Está todo aquí —dijo Peter, tocándose la cabeza.
 
Yo miraba hacia adelante, fingiendo estar absorta en las diapositivas. Él me sonrió y sacó un bolígrafo, golpeándolo en la rodilla una, dos, tres, cuatro, cinco veces antes de detenerse y comenzar de nuevo.
 
Le robé una rápida mirada y noté algo más detrás de su oreja izquierda cuando movió la cabeza. Parecía otro tatuaje, pero era tan pequeño que no podía decir lo que era.
 
Las chicas de atrás hablaron toda la clase. Quise decirles que se callaran, pero no quería empezar nada. La habitación zumbó con la charla toda la hora y media. Por supuesto, habría sido imposible mantener a muchos estudiantes universitarios en silencio durante tanto tiempo.
 
Peter estuvo inquieto toda la clase. Ya fuera golpeando la pluma, balanceando la rodilla, o estirando y contrayendo sus músculos. Era como un niño de cinco años sosteniendo su algodón de azúcar. No me había dado cuenta de lo mucho que temblaba el día anterior, pero tal vez no había prestado atención. Pensaba que vibraba como si hubiera bebido doce tazas de café. Era muy molesto.
 
—¿Estás en velocidad rápida? —susurré mientras Marjorie pasaba por la escala de calificación para las asignaciones de la tarea.
—¿Eh?
—¿Estás en velocidad rápida? Tu rodilla va a mil por hora.
—Estoy bien —dijo, inclinándose y poniendo su tobillo en la rodilla para balancearlo.
 
Empezó a golpear la pluma de nuevo, y me extendí para detenerlo. 

Mi mano se conectó con la suya. Era la primera vez que realmente lo tocaba. Mis dedos se cerraron sobre su puño y dejó de golpear. Quité la mano sin mirarlo.
 
—Gracias —le dije.
 
No respondió, pero su mano se quedó quieta el resto de la clase. Cuando llegó la hora de partir, esperaba que sólo se levantara y se fuera, pero eso no sucedió, por supuesto. Recogió sus cosas con calma, como si estuviera esperándome. Me tomé mi tiempo también.
 
—¿Tienes otra clase, o eso es todo es para ti?
—Ya he terminado por el día —le dije, poniéndome de pie.

Hizo lo mismo y caminó detrás de mí mientras salíamos de la sala.
 
Odiaba el hecho de que estuviera detrás de mí, porque de este modo tenía una perfecta vista de mi trasero mientras yo subía por las escaleras. Casi esperaba que lo agarrara, pero no lo hizo.
 
Caminamos juntos hacia la brillante luz del sol. Era cegadora después de estar en la oscura sala de conferencias.
 
—¿Te importa si camino contigo de vuelta? No tengo clase otra vez hasta las cuatro, así que pensé en dormir por un rato.
—No es como si pudiera detenerte. Es una acera libre —le dije, mirando de izquierda a derecha antes de cruzar la calle. Caminó a mi lado, acortando su paso para que pudiera coincidir con mis piernas rechonchas.
—Es cierto, pero preguntarte me hace parecer una persona agradable.
—Tú no eres una persona agradable —le dije.
Se echó a reír. 
—Tienes razón, no lo soy.
 
Sacudió la cabeza como si fuera la cosa más divertida del mundo.
 
No lo era, en realidad. La mayoría de las personas querían agradarles a los demás, por lo que lo intentaban y eran demasiado amables. Peter no era así. Él era lo que era, y no le importaba una mierda si a la gente le gustaba o no. No importaba lo mal que me traía, tenía que admirar eso de él. A veces me importaba demasiado lo que los demás pensaban de mí. Debía ser una especie de liberación ir por la vida así.
 
No hablamos mucho mientras caminábamos. Al principio fue extraño, pero cuanto más caminaba, más fácil era. Fue el tiempo más largo que había oído a Peter en silencio, sin un comentario sarcástico o insinuación sexual. Era algo bonito.
 
—Por lo tanto, la cena —dijo cuando entramos en el apartamento—. ¿Qué quieres que haga?
La habitación se encontraba tranquila, las otras chicas todavía debían de estar en clase.
—¿Hablas en serio?
—Como un ataque al corazón.
 
Puse mi bolsa en el suelo y me incliné sobre el mostrador. De acuerdo, Peter Lanzani, puedes hacer la cena

—Tostadas francesas rellenas, croquetas de batata, fresas y crema.
—¿Desayuno para la cena? Rebelde.
Me encogí de hombros. 
—¿Qué puedo decir? Vivo al límite. Así que, ¿crees que estás a la altura del desafío, Z? —dije, usando el apodo ridículo que el portero había utilizado anoche.
—Pan comido. O tostado, en este caso. Voy a devorar tu tostada, nena.
Puse los ojos en blanco. Pronto sería insensible a sus comentarios, pero no todavía.
—Lo que sea. Voy a tomar una ducha. No, no puedes venir conmigo —le dije, cortando cualquier comentario que pudiera hacer.
—Si cambias de opinión, ya sabes dónde encontrarme.
 
Por desgracia, así era.

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