martes, 28 de mayo de 2013

Capitulo 20

Capitulo 20

—Tienes razón. Lo intentaré. Por ti, lo intentaré.

Asentí y limpié los pinceles en una toalla de papel y los tiré en el escurridor del fregadero para que se secaran. La encimera estaba cubierta de nuestros platos del desayuno.

—Es mi turno —dijo Peter, apuntando hacia la tabla de tareas en la heladera. Era mi turno de lavar los platos al día siguiente.
—Varias manos aligeran el trabajo —dije, entregándole una esponja—. Si prometes no hacer un pase hacia mí por el resto del día, te ayudaré con los platos. Si lo haces, tienes que limpiarlos mañana. ¿Trato?
—¿En serio? Dios, Missy, manejas un negocio duro.
—Todo lo que estoy pidiéndote que hagas es no ser un imbécil por... —Miré el reloj—. Menos de ocho horas. Puedes hacerlo. Creo en ti.

Miró a los platos, incluyendo varios que estaban incrustados en harina de avena.

—Trato.

Nos estrechamos y comenzamos. El fregadero era pequeño, y la encimera formaba una L, así que estábamos aplastados cerca.

Peter comenzó a tararear una melodía mientras le entregaba una taza.

—¿Qué estás cantando?
—Bueno, para distraerme a mí mismo de ser un imbécil, estoy escribiendo otra canción. Se llama "Haciendo sucios... platos".
—Claro.

Comenzó a mover el pie a un ritmo y me uní.
  
“Jabón y agua y una chica linda,
Abrimos el agua y la vemos correr,
Estamos... lavando los platos, estamos... lavando los platos.
Oooh, oooh, ooohhh,
Fregar, fregar, fregar, sí
Fregar, fregar, fregar, sí
Fregando, fregando, fregando, fregar, fregar, freeegarrrr.”

Terminó la canción con un pequeño movimiento de mano y una reverencia. Aplaudí mis manos mojadas, rociándonos a los dos con agua enjabonada. Era tan tonto a veces. La canción era bastante terrible.

—¿Ves lo que puedes lograr cuando no estás siendo un imbécil?
—Tenía una letra más sugestiva, pero decidí no usarla. Ya sabes, porque no estoy siendo un imbécil.
—Correcto.
—Pero las guardaré y cantaré para ti en algún otro momento cuando se me permita ser imbécil otra vez.
—De acuerdo.

Esa estúpida pequeña canción quedó atascada en mi mente, y Peter la cantó de nuevo, conmigo haciendo efectos de sonido con ollas y una cuchara de madera.

—¿Qué están haciendo aquí? —dijo Rocio, emergiendo de su habitación con su mirada de "estudio": expresión aturdida, el cabello en un clip y sus viejos y raídos pantalones de chándal de UMaine.
—Peter ha decidido que no va a ser un imbécil hoy, ¿no es bonito? —dije.
—¿Es eso posible, siquiera? Sin ofender, amigo.
—No hay problema. Soy plenamente consciente de mi imbecilidad.
—Oooh, me gusta eso. Imbecilidad. Voy a usar eso ahora —dijo 
Rocio, yendo a la heladera por una bebida energética. 
—¿Te vas a quedar despierta?
—Tengo un examen de enfermedades auto-inmunes. ¿Quieres ver una foto de dermatitis herpetiforme? 
Siempre intentaba hacer que mirara fotos de brutales enfermedades. 
—Sí, creo que voy a pasar. No sé como puedes comer y hacer esa cosa —dije.
Rocio se encogió de hombros.

Candela llegó a casa un minuto después, llevando a Pablo de la mano.

—Oh mira, es el dúo temible. —Rocio se ponía un poco amarga cada vez que veía parejas felices. Deseaba que sólo llamara a Gaston, lo perdonara, tuviera un poco de increíble sexo de reconciliación y terminara con esto. Preferiría muchísimo más tener a Gaston por aquí y a Rocio feliz que no tenerlo y tener que lidiar con una Rocio malhumorada.
—¿Estás lavando los platos? —dijo Pablo, boquiabierto hacia Peter.
—Pues sí, lo estoy.
Pablo me miró como si fuera mi culpa.
—Oye, su nombre está en la tabla de tareas —dije.
—¿Tienen una tabla de tareas? —dijo Pablo.
—Fue idea de Candela —señalé.
—Así nadie tiene que hacerlo todo, y estamos responsabilizados — dijo Candela.
—Oigan, lo que sea que consiga que este chico lave los platos está bien para mí. Buen trabajo, Cande —dijo, dándole un beso en la mejilla. Ella sonrió satisfecha.
—¿Qué les pasa a todos ustedes con los apodos? ¿Tienen uno para mí? —dijo Rocio. A veces la llamábamos Ro-Ro, porque habíamos escuchado a su madre llamarla así una vez cuando vino de visita, y Gaston era el único al que se le permitía usarlo sin una mirada asesina de Rocio.

—¿Qué tal Roch? Como en, ¿rayo de sol? —dijo Peter. Suave—. ¿Ro? Ese es lindo, también.
Ella pensó en eso por un segundo. 
—Lo tomaré.
—Entonces, voy a llevar a Candela a casa conmigo este fin de semana para ver a mamá y papá, así que vamos a ir juntos.

Candela lo miró con una sonrisa vertiginosa y nerviosa. Guau, conocer a la familia era algo grande.

—Guau, conocer a los Martinez. Gran paso, Pablo —dijo Peter.
—Lo sé —dijo Pablo, guiñándole el ojo a Candela—. Lo va a hacer genial.

Yo estaba dolorosamente curiosa acerca de la familia de Peter, especialmente cómo no había crecido con sus padres. Había dicho que estaban muertos, ¿pero cuándo habían muerto? ¿Cuántos años tenía él? ¿Los extrañaba? Las preguntas habían estado rondando por mi mente desde la primera vez que me había dicho que estaban muertos.

De cualquier manera que sacaras el tema, él no quería hablar sobre ello. Podía respetar eso, viendo cómo yo tenía varias cosas de las que no quería hablar.

—¿Tienes algún consejo para mí, Peter? —dijo Candela.
—Sólo habla con John sobre acciones tecnológicas, los crucigramas del The New York Times, bienes raíces, o la Segunda Guerra Mundial y estarás bien.
—Uhh —dijo Candela, el pánico evidente en sus ojos.
—Estoy bromeando. Aunque podrías hablar con él sobre el mercado inmobiliario. Ama las comedias británicas, los Pats, la cocina asiática, y los autos clásicos.
—Oh gracias a Dios. Cocina y autos. Lo tengo. Aunque podría haberme manejado con las acciones.
—Lo vas a hacer genial. No te preocupes demasiado —dijo Pablo, revolviendo su cabello.
Los ojos de Peter se posaron en mí antes de bajar su voz.
—¿Le has contado sobre Luz? —Como si no pudiera oírlo. Se hallaba parado a medio metro de distancia.
—Por supuesto.

Candela, Pablo y Peter me miraron a mí. Pareciera como si yo fuera la extraña.

—¿Quién es Luz? —dije, preguntando lo obvio.
—Mi hermana. Tiene parálisis cerebral por una caída que tuvo de bebé. No es la gran cosa, pero nuestra casa está llena de rampas y equipamiento y esas cosas, así que es mejor preparar a la gente antes de tiempo —dijo Pablo.
—¿Cuántos años tiene?
—Siete —dijo Pablo. Podía sentir a Peter mirando mi rostro, como si estuviera anticipando mi reacción. ¿Cómo pensaba que iba a reaccionar?
—Así que, de todas formas, allí es donde vamos a estar este fin de semana. ¿Te veo mañana? —dijo Pablo.
—De acuerdo —dijo Candela, dándole un beso.
Pude oír a Rocio rodar los ojos.
—Adiós, Cande.
—Adiós, Andres.

Pablo asintió hacia el resto de nosotros y se fue. Candela suspiró y se inclinó en la encimera.

—¿Andres? Guau, creo que eres la primera chica a la que le ha dejado usar su segundo nombre. Debes estar haciendo algo bien —dijo él con un guiño.
—Peter —dije en un tono de advertencia.
—¿Qué? Eso no fue imbécil. Eso fue juguetón.
Lo señalé y entrecerré los ojos. 
—Está en la cuerda floja, señor.
—¿De qué están hablando? —dijo Candela.
—Se supone que Peter no sea un imbécil por el resto del día.
Ella miró boquiabierta a Peter.
—¿En serio? ¿Es eso posible, siquiera?
—¿Soy de verdad un idiota tan grande? —nos preguntó a todas.
—Sí —respondimos al unísono.

***

—Entonces, ¿puedo ser un imbécil ahora? —dijo a las 10:30.
—Nop. Tienes que terminar la noche. Cuando te despiertes mañana por la mañana, vuelve a tu ser imbécil. Hasta entonces, tienes que ser bueno.

Había sido sorprendentemente bueno, dejándome ir primera a la lluvia, y había colgado nuestras pinturas sopladas en la parte posterior de la puerta. Incluso me había hecho una taza de té y me la trajo. Era como si estuviera adulándome, pero no podía descubrir por qué.

—Ser bueno es aburrido.
—Ser bueno es bueno —dije, sin levantar la mirada de mi E-Reader. Peter estaba ocupado con su guitarra, simplemente tocando cuerdas aleatorias.
—Eso no tiene nada de sentido.
—Entonces, ¿de qué se trata tu reunión con Joe? —Intenté otra vez. Había estado intentando exprimir en eso, esperando atraparlo con la guardia baja.
—Buen intento, Missy. Sólo porque se supone que sea bueno, no significa que voy a ser un sumiso.
—No es ser un sumiso. Es decir la verdad.
—A veces la gente no quiere la verdad. A veces la verdad es peor que una mentira. —Dejó su guitarra a un lado y se metió debajo de las sábanas. En cualquier momento iba a salir el bóxer.

Tenía que estar de acuerdo con él en eso. Habíamos estado haciendo este baile alrededor de nuestros secretos separados, acercándonos y luego alejándonos. No sabía cuál de nosotros iba a dejarlo salir primero.

19 comentarios :

  1. massssssssssssssssssssssssssssss

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