Capitulo 35

Capitulo 35

Al siguiente día, después de volar hacia Atlanta, Peter y Roger conducían hacia el pequeño pueblo de Pebble Creek. Quería tomar el viaje solo, pero su madre no lo permitiría. Él había avanzado demasiado en ganar mayor libertad de su familia, pero esta vez Mamá no lo permitía. 

—No estarás viajando a través del país por tu cuenta. Puedes tomar a Roger, o esperar a verla en Red Rocks.

Así que había sido Roger.

Él decidió llamar después de todo, pero no pudo encontrar un listado para Jill Munroe o Lali Esposito. Aun así, no sería disuadido. Viajaron hacia abajo, por las tranquilas calles del pequeño pueblo. Lali estaba ahí, él lo sentía.

—¿Seguirás manejando de arriba abajo por la avenida principal o te vas a detener y le preguntaras a alguien? —preguntó Roger.

—No lo sé. Pensé que sería más sencillo, y que sólo me toparía con ella.

—Deberíamos llamar a la estación local de radio y decirles que Peter Lanzani está aquí. Eso debería sacarla, pero no creo que este pueblo tenga una estación de radio. ¿Qué tal acerca de la estación de policía? Ellos deben conocer a todos en la ciudad.

—No, Lali huiría. No necesita a la policía en sus asuntos. — Peter presionaba una mano contra su cabello y piensa en cómo encontrarla. ¿Golpear de puerta en puerta?
—En la mayoría de los pueblos pequeños vas a la barbería o al café local si quieres saber algo —dijo Roger.
—No creo que ella vaya regularmente a la barbería. Vamos a intentarlo con la cafetería. —Él condujo lentamente y buscó un restaurante. Un par de bloques más tarde, donde la carretera se bifurcaba, estaba un pequeño restaurante Fork in the Road. Él y Roger compartían una sonrisa. Esto se siente bien. Peter se aparcó en un espacio del estacionamiento —. ¿Te importaría esperar aquí? Me gustaría hacer esto solo.
—No hay problema, ve. —Roger se inclinó contra su asiento y cerró sus ojos, cansado del vuelo de la mañana.

Peter salió del coche y se acercó a la puerta delantera del restaurante. Pasó los dedos por su cabello para ponerlo en orden y alisó su camiseta. ¿Qué pasaba si ella estaba dentro del restaurante?

Ella podría estarlo. Un gran tenedor de madera era la manija de la puerta delantera. Tomó un profundo suspiro, exhaló y entró.

Dentro, la cafetería parecía como un regreso a los cincuentas. Un largo mostrador y taburetes frente a la cocina. Las cabinas con asientos rojos desteñidos ocupando cada pared. Las cortinas decoradas con pequeñas cerezas cubrían las ventanas.

El lugar estaba ocupado por un pueblo pequeño. Una mujer mayor afanada, sus brazos cargados con platos.

—Siéntate donde quieras.

Peter se desvió al mostrador y se sentó en un taburete. Frente a él estaba un dispensador de servilletas, botellas de kétchup y mostaza y varios menús en fundas de plástico. Miró alrededor de la sala, inseguro de por dónde empezar. ¿Debería empezar por preguntar a los extraños si conocían a Lali? ¿o a Jill Munroe?


La mesera regresó.

—¿Sabes lo que quieres, cariño?
La etiqueta de su nombre decía Penny.
—Uh, no —tartamudeó—. En realidad quería hacerle una pregunta.
—Regresaré en un momento. —Penny tomó cinco platos del mostrador y los cargó sobre su brazo. Con la otra mano tomó una cafetera y desapareció.

Peter giró sobre su asiento y la vio entregar los alimentos a una familia en el otro lado del restaurante y luego llenó sus tazas con café. Al lado opuesto del mostrador, él notó a un viejo caballero leyendo un periódico. Penny pasó de prisa.

—Espérame un segundo más —dijo ella —. Jerrold ¿Estás listo para que rellene tu taza? —El hombre con el periódico sostuvo su taza.
—Estás corriendo como una gallina sin cabeza todo el día —comentó el hombre.
—Muy ocupada por los próximos días. — Penny regresó la cafetera al calentador y se acercó a Peter —. Bien, ¿qué es lo que tienes?

Sus manos comenzaron a sudar. Peter no podía creer lo nervioso que estaba. Hablar con extraños nunca lo había puesto así, pero la idea de ver otra vez a Lali lo ponía nervioso.

—Estoy buscando a una amiga mía. Creo que vive aquí, pero no sé dónde.
La mujer arregló el mostrador mientras él hablaba.
—Su nombre es Jill Munroe —él sostuvo su aliento.
La mujer se detuvo y lo miró.
—¿Estás buscando a Jill? —Sus ojos cambiaron.

¿Ella estaba enojada porque él no estuviera ordenando? Penny intercambió miradas con el hombre al final del mostrador. Él arqueó una ceja.


—¿La conoces? —Él trató de mantener la desesperación fuera de su voz.
—Claro, conozco a Jill —dudó—. Pero está fuera hoy.
—¡Sí! —Peter golpeó el mostrador con sus manos. La había encontrado. Ella trabaja aquí.

Penny lo miró, con los ojos abiertos.

—¿Cómo conoces a Jill?
—La conocí en Wisconsin, casi un año atrás. Solíamos salir.
Penny asintió lentamente, y miró otra vez al hombre con el periódico.
—¿Puede decirme dónde vive? —Peter miró de uno a otro otra vez. El hombre asintió con su cabeza hacia Penny.
—Claro. Ella vive en el motel Twilight en el borde oeste de la ciudad. Trabaja en la oficina la mayoría de las tardes…
—¡Muchas gracias! —Saltó del taburete y se dirigió a la puerta —. Tengo que ir a verla. No puedo agradecérselo lo suficiente. —Se despidió de Penny con un movimiento de la mano mientras se iba, corrió hacia el coche y saltó dentro.

—Roger ella está aquí. Quiero decir, no está en el restaurante, pero ella trabaja aquí. Excepto que es su día libre. Vive en el motel y también trabaja ahí. —Peter arrancó el coche y aceleró.

Condujo hacia el oeste, hacia el Motel Twilight, una inmersión en la carretera barata no dejaba espacio para mala suerte. Roger le dio una mirada torcida, mientras Peter aparcaba frente a una señal parpadeante de la oficina. No podía creer que Lali estuviera viviendo actualmente ahí.

—¿Estás seguro de que quieres hacer esto? —preguntó Roger.
—¿Estás bromeando? —Peter dejó el automóvil rentado y entró en el camino a la oficina. El sonido de una campana sonó mientras la puerta se abría.

Fortificado con determinación, Peter cruzó el linóleo agrietado hacia el mostrador del frente.


—Buenas tardes. ¿Está buscando por una habitación? —preguntó una rubia de mayor edad. Su perfume repugnantemente dulce lo llenó.

Peter casi dio un paso hacia atrás cuando vio su rostro completamente lleno de rímel como el de Tammy Faye Baker, y los labios cubiertos con un labial rosa.

—No, gracias. En realidad estoy buscando a alguien.
—¿Lo estás ahora? He estado buscando a alguien también. —Ella se inclinó hacia delante y reveló su amplio pecho apretado en una pequeña blusa más apropiada para una adolescente que para una señora de cincuenta años de edad.

Peter casi se echó a reír. Podría necesitar la ayudar de Roger después de todo. Diablos, Roger tal vez podría disfrutarlo. Ofreció su mejor sonrisa educada.

—En realidad, es una amiga mía, que creo que vive aquí. Su nombre es Jill.
—Oh. —La recepcionista se levantó del escritorio —. Está en el número seis, ya que el teléfono no funciona. Dice que no tiene a nadie a quien llamar, pero si yo tuviera un joven tan dulce como tú detrás de mí, me sentaría junto al teléfono todo el día esperando. —Movió sus sobrecargadas pestañas; él quiso correr.

Echó un vistazo a la puerta, su corazón saltando por estar en la habitación seis, pero la señora de cincuenta años siguió parloteando.

—DarLynn. Esa es mi hija, deja que Jill se quede aquí. Ella cuida a los chicos y se va a la oficina mientras DarLynn está en la escuela por la noche. Va a ser una estilista. No sé porque necesita hacer eso si tiene funcionando al Twilight. Este es el lugar de mi hijo Jimmy —susurró como si fuera un gran secreto —. Si es lo suficientemente bueno para él, tiene que ser suficiente para ella. Por supuesto, Jimmy no está contento con la educación de ella, pero todavía tiene dos meses para servir en el condado.

Peter no sabía cómo detener su charla incesante.

—Tú sabes, en realidad no es su culpa. Si Gus Hatley no se hubiera golpeado con DarLynn en el tractor el año pasado, Jimmy no le habría prestado su camioneta nueva y conducido dentro del Lago Mud. Ahora es un gran lío; un gran malentendido por todas partes.
—Perdone, señora… —Peter la interrumpió por miedo a que la mujer nunca se detuviera—. Creo que iré abajo hacia el número seis y diré Hola.
—Por supuesto. Verme parloteando mientras estás ansioso por ver a tu amiga. Oh y ella también es bonita.

Peter se movió hacia la puerta. No podía esperar a ver la cara de Lali cuando lo viera.

—Oh, ella no está ahí.
—¿No? —su voz casi rompiéndose de incredulidad.
—Nop. Ella y DarLynn se fueron en el viejo Chevy de Jimmy esta mañana; algo acerca de un premio en Colorado. Creo que ganó la lotería, pero no sé por qué tenga que atravesar el país para cambiar su boleto.

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