jueves, 30 de mayo de 2013

Capitulo 31

Capitulo 31

La semana siguiente fue extrañamente tranquila. Peter dejó su asalto verbal acerca de mi secreto, por lo que me sentía agradecida, pero sólo quería decir que usaba otros medios para tratar de deshacerse de mí. Calmarme en una falsa sensación de seguridad, o algo así. Sabía que no se rendiría. Sólo tendría que sacarlo primero. O por lo menos averiguar en qué estaba.

Algo que me distrajo de Peter era Rocio. Ella había estado muy extraña y reservada. Había ido por largas cantidades anormales de tiempo a la biblioteca y había vuelto con una sonrisa tonta en la cara. Le pregunté si había conocido a un chico lindo en las estanterías, pero se limitó a sonreír y me dijo que algún día lo entendería.

Candela ni siquiera había intentado averiguarlo, pero no habría conseguido nada de nada. Una noche, cuando Pablo había terminado y estábamos cenando mientras Rocio había salido otra vez, hablamos de las posibilidades.

—Tiene que ser Gaston —dijo Peter. Coincidía, pero no iba a admitirlo.
—Tiene que estar conectando con alguien y no nos dice al respecto—dije.
—Rocio es terrible para guardar secretos. ¿Por qué de repente es buena en ello? —dijo Candela.
Me encogí de hombros.
—No lo sé, pero lo último que nunca haría es admitir que se ha equivocado. Sabes que odia eso más que cualquier otra cosa.
—Es verdad. Pero vi a Gaston un par de días y no dijo nada al respecto.
—Eso es raro —dije.

El misterio de Rocio se resolvió esa noche cuando oí un ruido en la sala de estar y luego risas en voz alta.

—Oye, despierta y ponte los pantalones —susurré a Peter, agarrando su bóxer y lanzándoselo.
—Tiene que ser Rocio —dijo—. Suena como su risa. —Entonces oí una voz masculina.
—Parece que vamos a resolver el misterio de su cita de estudio. —Me encontraba detrás de él cuando fue a abrir la puerta y vio lo que pasaba. Contó hasta cinco en voz baja antes de hacerlo.

—Oh, Dios mío —dije, apartando los ojos. Rocio y Gaston enredados en el sofá, ambos a medio vestir y en camino a desnudarse completamente.
—Oh, hola —dijo Rocio, riendo cuando nos vio. Borracha. Estaba borracha—. Este es Gaston.
—Nos conocemos —dije. Gaston parecía estar un poco más sobrio y al menos tuvo el buen sentido de lucir mortificado.
—Es un placer, ah, conocerte, Gaston —dijo Peter—. Sólo vamos a, um, volver a la cama. Ustedes dos... tengan una buena noche.

Nos escabullimos de regreso a nuestra habitación tan rápido como pudimos.
 
—Dios mío —dije cuando ya habíamos cerrado la puerta.
—Bueno, supongo que el misterio está resuelto. —Me miró y se echó a reír, apoyando la espalda contra la puerta. Oímos a uno de ellos levantarse y chocar contra la mesa y luego Rocio riendo como una loca.
—Es una buena cosa que Candela esté con Pablo esta noche.
—Uf, realmente no quiero pensar lo que va a pasar en la habitación de al lado. Voy a necesitar mis tapones para los oídos esta noche.
—¿Por qué? ¿Qué otras personas tengan relaciones sexuales te hace sentir incómoda?
—No, es sólo raro. Tenerlos justo ahí —dije, señalando a la pared.
—Esa es la universidad para ti. —Se alejó de la puerta y volvió a la cama, arrojando el bóxer en el suelo y suspirando.
 
Aparté la vista y volví a la cama.

—No estás celosa, ¿verdad? ¿Ya qué no eres la afortunada?
—Ella está borracha. Probablemente ni siquiera lo recuerde.
—Estás celosa. Bueno, Missy. Ya te he dicho que podemos arreglar esto.
—¿Por qué todo se reduce a tener sexo contigo?
—No se trata sólo de sexo, Missy. A pesar de que esa parte es muy divertida. Es la otra cosa. El despertar desnudo al lado de alguien y saber que has compartido algo. Que estuviste conectado, aunque sea por unos minutos.
—¿Eso es lo que significa para ti? —No podía imaginarme teniendo ese tipo de relación con Chastity o con quien sea que él haya tenido relaciones sexuales.
—Lo sería contigo.
—¿No es con todos?
—Bueno, ¿has conectado con todos lo que has estado? —Mierda. No había esperado que diera vuelta esto sobre mí.

—No —dije con demasiada rapidez. Maldita sea.
—Jesucristo —dijo, sentándose y agarrando la manta para que no se cayera.
—¿Qué?
—Eres virgen.
—No —dije, sonando muy parecido a alguien que miente.
—Mierda. Oh, mierda. —Actuaba como si acabara de atropellar a un perrito con su coche.
—Me voy a la cama —dije, porque no tenía nada más que decir.
—¿Eso es todo? ¿Tu gran secreto?

Oh, si sólo fuera eso. No respondí.

—Siento que te he profanado ahora. ¿Por qué no me lo dijiste?
—¿Por qué es importante? Bien, ahora sabes que soy un bicho raro. Felicitaciones.
—Eso no es lo que quise decir. Cristo.

Me sentía mortificada y no sabía por qué me molestaba tanto. No era un secreto que guardé tan estrechamente, pero estaba muy cerca de serlo. Esto era por qué no había querido que Peter se hiciera cercano. Debido a este momento.

—Deberías haber dicho algo. Me hubiera detenido.
—No soy una niña, Peter.
—Lo sé, pero no te habría dicho todas esas cosas si lo hubiera sabido.
—¿En serio? ¿En serio? —Me senté, finalmente mirándolo.
—¿Quizás? No sé. Simplemente parecías tan segura.
—Quieres decir promiscua.
—No. Definitivamente no quería decir eso. No eres ese tipo de chica. Sólo quería decir que parecía que tenías experiencia, que sabía lo que hacías. Supongo que... Guau.

Negó con la cabeza con incredulidad.

—¿Eres realmente una virgen?
Respiré hondo antes de contestar. 
—Sí.
—¿Pero has hecho otras cosas? Como, ¿físicamente?
—Si me preguntas si alguna vez he dado o recibido sexo oral o he sido acariciada, la respuesta es no. He sido besada, y mi seno ha sido agarrado una vez por un tipo quien estoy bastante segura de que nunca tendrá hijos después de lo que le hice.

Por primera vez, Peter se quedó sin habla. Punto para mí.

—No sé qué decir —dijo.
—Entonces, tengo una idea, no digas nada. Buenas noches.
—No, no, no. Estamos hablando de esto.

Le oí alcanzar su bóxer, y luego una camisa. Hmm. Un minuto más tarde, el final de mi cama se hundió.

—Oye, habla conmigo. Yo sólo... sólo parece incomprensible que no haya sucedido todavía. Si gritaras por la ventana ahora mismo que eres virgen, habría por lo menos cien tipos en fila en cinco segundos.
—Lo que sea. —Me negué a girarme y mirarlo. Sólo quería que se fuera a la cama para que así pudiera seguir con mi muerte interior en paz.
—¿Nadie lo ha intentado siquiera?
—No. —Claro, me habían invitado a salir, pero nunca había ido. Y cualquiera que intentara algo por lo general terminó con una entrepierna muy adolorida.
—Entonces, debe haber algo en el agua donde vives que altera la lógica. Probablemente deberías alertar a alguien sobre eso, porque eso es una locura.
—Me llamaban la Reina de Hielo —murmuré.
—¿Qué?
—Me llamaban la Reina de Hielo —le dije, dándome la vuelta. Tal vez si satisfago su curiosidad, se iría.
—No lo hicieron. ¿A ti?
—Creo que era más fría cuando iba a la escuela secundaria. Tal vez me has descongelado.
Su mano tocó mi hombro. 
—Lo siento por todo.
—No tienes que hacerlo. Sólo piensa antes de hablar la próxima vez. No quieres ir insultando a vírgenes. Podemos ser feroces cuando queremos.
—Lo tendré en cuenta. Buenas noches. —Por fin se levantó y volvió a su cama—. Ah, y si alguna vez decides entregar esa carta V, estoy aquí. Para que lo sepas.
—Estoy muy consciente.
—Bien. Porque podría ser increíble. Tú y yo.
—Buenas noches —dije, porque se sentía como la millonésima vez.
—Buenas noches, Missy.

***

Peter fue ridículamente amable conmigo durante dos semanas, mientras pasábamos los últimos momentos del verano al otoño.

El otoño era mi estación favorita. No sólo porque era mi cumpleaños en noviembre, sino debido a Halloween y las hojas crujientes y cosas perfumadas de calabaza y sombreros y bufandas lindas. ¿Qué no me gustaba del otoño? No podía pensar en nada.

Usualmente me gustaba hornear en el otoño, así que una noche preparé galletas de calabaza glaseadas con queso cremoso que hizo a Rocio proponerse, sobre una rodilla y todo.

—Gracias, cariño —dijo Gaston mientras tomaba otro. Desde que Rocio lo había traído a casa, Gaston se había convertido en un fijo en nuestro apartamento. Él y Peter se cayeron bien enseguida y ya habían tenido varios torneos de Halo extremadamente intensos y sesiones improvisadas de guitarra. Gaston tenía una guitarra y, bueno, no era tan malo. Rocio se sentaría y miraría, tocando su mano y meneando la cabeza y gritando peticiones.

Nunca la había visto tan feliz. Sonreía de oreja a oreja la mayor parte del tiempo, y siempre estaba tocándolo, riéndole y besándolo. Él era dulce y divertido y una especie de idiota. Me gustó incluso más que la última vez que los vimos. Parecía más asentado. Más suave.

Entre Gaston, Peter y Pablo, teníamos bastante presencia masculina en nuestro lugar. Así que agrega a Sean y Dev y teníamos una buena tropa. Me acostumbré a tener un millón de personas alrededor, todos subiendo unos sobre otros. Las cenas eran una producción, por lo que nos asegurábamos de que teníamos algo para todo el mundo. De alguna manera, aunque yo era más joven, me había convertido en una especie de madre para todos. Cuando cenamos, nadie se acordaba de agarrar una servilleta y siempre necesitaban algo y usualmente yo solía ser la que iba por ello.

Todavía llevaba el anillo. Sólo me lo quité para la ducha, y mi mano se sentía fría y desnuda sin él. Peter no había hecho mención de los costos, y yo andaba en una especie de dejarlo ir. O al menos eso pensó. Me encontraba decidida a averiguar de dónde sacó el dinero. Sabía que no vendía drogas o robaba bancos ni nada de eso, pero sabía que tenía algo que ver con Joe. Simplemente tenía que serlo.

La misma noche que hice las galletas de calabaza, limpié nuestra habitación, o al menos mi lado de ella, cuando vi lo que parecía un arrugado cheque. Intrigada, lo desdoblé.

Fue realizado para Peter con un monto de cinco mil dólares.

—Mierda —dije, dejando caer el cheque.
—¿Qué estás haciendo? —dijo una voz detrás de mí. La voz de Peter.
—Limpieza. Y deja de acercarte sigilosamente a mí.
—¿Qué te sorprendió tanto?
—Nada. Nada. —Traté de empujar el cheque con el pie por lo que quedaría debajo de una camiseta que no había tomado aún, pero me atrapó. El muchacho era demasiado malditamente observador.

—Entonces, ¿por qué estás tratando de ocultarlo?
—¿Ocultar qué?
—No eres imbécil y no puedes jugar muy bien. —Alcanzó el cheque, pero llegué primero.
—Entonces, ¿por qué no me dices qué demonios es esto? —Lo sostuve en frente de su cara y vi cómo todo el color desapareció. Impresionante.
—Devuélvemelo. —Quiso agarrarlo, pero yo había estado en kickboxing esta semana, y mis reflejos se hallaban encendidos.
—Dime qué es.
—Devuélvemelo —dijo con los dientes apretados.

Di un paso atrás, poniendo el cheque a mis espaldas. Iba a apoderarse de él, porque, seamos sinceros, era más alto y más fuerte. Pero al menos podría ser capaz de averiguar de qué se trataba todo esto.

—Dime qué es. ¿De dónde sacaste ese dinero?
—Dame. El. Cheque. 

Nunca había visto tan enojado a Peter. Nunca. Sus ojos verdes brillaban con ello. Por primera vez, tenía miedo de él. Pero eso no significa que iba a dárselo antes de saber qué diablos era.

—Cuéntame —dije en voz baja, retrocediendo hasta que mi espalda chocó contra mi cama.
—Juro por Dios que si no me das eso en los próximos cinco segundos, te lo voy a quitar y no voy a ser muy amable en ello.
Negué con la cabeza. 
—Bien.

Se lanzó hacia mí, pasmándome así que quedamos en mi cama. Luché, pero él tenía el peso y el impulso de su lado.

—¡Suéltame!
—No hasta que me lo des.
—Dime y lo haré.

Eso sólo parecía ponerlo más loco, y me agarró del brazo, tirándolo alrededor mientras luchaba.

—Me haces daño.

No respondió. 

Seguimos luchando hasta que finalmente se apoderó de ello.

—Gracias. Ahora vete a la mierda —dijo mientras se levantaba. Yo jadeaba, pero él no. Pero al menos los dos nos sentíamos molestos ahora.
—¿Qué?
—Vete a la mierda —rugió.
—¿A dónde se supone que voy a ir?
—Ese no es mi problema.
—No me voy —dije, cruzando los brazos.
—Entonces voy a tener que sacarte.
—Me gustaría ver que lo intentes.

Con acero en sus ojos, me alcanzó. Peleé, pero me lanzó sobre su hombro y se dirigió hacia la puerta, más allá de Rocio y Gaston, que tenían una pelea de cosquillas en el sofá, y salió al pasillo dejándome allí. Traté de darle una buena patada o un puñetazo, pero fue capaz de evitarlos.
—No toques mis cosas. Nunca. —Cerró la puerta en mi cara y puso el cerrojo.

Ultimo Capitulo del dia!!! Nos leemos Mañana!! :)

18 comentarios :