sábado, 13 de abril de 2013

Capitulo 7

Capitulo 7

—Y ella se despierta. —dijo una voz en la oscuridad. La reconocí y en vez de temerle, el sonido me tranquilizó.

La música empezó a tocar de nuevo y me di cuenta que era el suave rasgueo de una guitarra. Un zumbido se unió y me quedé quieta, escuchando en la oscuridad, contenta de que la música llenara el vacío, asegurándome que no me encontraba sola.

Necesitando verlo, abrí los ojos y me di cuenta de que las luces estaban apagadas. Permanecí inmóvil mientras mis ojos se acostumbraron a la oscuridad del lugar. No era mi habitación. La máquina a mi lado y la aguja en el brazo fueron las únicas pistas que necesité. Me encontraba en un cuarto de hospital. La guitarra dejó de tocar. Temerosa de volver la cabeza otra vez, cuidadosamente moví mi cuerpo en su lugar.

El alma se sentó en un rincón oscuro, mirándome. 
—¿Qué estás haciendo? —Me las arreglé para preguntar en un susurro ronco.
Sonrió, se levantó y se acercó a mí. 
—Bueno, había pensado que sería evidente. —Levantó la guitarra en sus manos. Ésta alma no solo podía
hablar, sino que también tocaba instrumentos musicales. Quería preguntarle más, pero mi garganta dolía mucho. Se sentó en una silla que alguien había colocado al lado de mi cama. —Probablemente no debas hablar. Estuviste en un accidente de tránsito y has sufrido una conmoción cerebral grave, junto con una costilla rota. Aparte de eso, solo tienes unos feos moretones.

Me acordé de la señal de Pare y el camión había venido a mí con demasiada rapidez. Supe que sería incapaz de frenar a tiempo.

—Llevabas el cinturón de seguridad, el camión golpeó la parte trasera de tu coche y diste un par de tumbos.

¿Mi mamá sabía? Ella estaría aterrada ¿Cuánto tiempo había pasado? Y ¿Por qué era un alma la única persona conmigo? Eché un vistazo a la máquina, donde mis cables fueron conectados y si leía correctamente, entonces estoy viva. El repentino miedo ante la perspectiva de que podría estar muerta cesó y devolví la mirada a esos intensos ojos verdes oscuros.

—¿Mamá? —Me las arreglé para preguntar a través de mi garganta seca.
El alma sonrió. 
—Acaba de salir a tomar un café, hace unos momentos. Espero que regrese muy pronto.

Mamá estaba aquí y la volvería a ver en pocos minutos. Me sentía como una niña, con miedo a la oscuridad. Las lágrimas asomaban a mis ojos al mirar hacia la puerta, esperando que se abrieran para revelarla. Una mujer con cabello castaño corto y rizado entró, sin usar la puerta. La estudié y me sonrió, pero miró justo más allá de la otra alma en la sala. Una vez, cuando tenía diez años, estuve internada en el hospital por una neumonía y me di cuenta de que errantes almas perdidas, se encontraban en abundancia dentro de los hospitales. Esta se detuvo en unas flores que no había notado antes, junto a la ventana. Parecía estar oliéndolas y dio un suave tirón al puñado de globos PONTE BIEN unidos a una docena de margaritas amarillas. Eché un vistazo al alma que se sentaba a mi lado.

Parecía que me estudiaba con atención.

—La ves ¿No? —Preguntó y asentí. Miraba a la señora mientras ella miraba hacia mí una vez más, antes de regresar a través de la pared—. ¿Siempre las has visto?

Me las arreglé para sonreír a la forma en que se refería a las almas, como si él no fuera una de ellas. Levanté las cejas y lo miré con intención. 
—Tú eres una de ellas. —dije en un susurro.
—Sí, supongo que para ti se ve de esa manera. Sin embargo, hay una diferencia entre las almas y yo.
Fruncí el ceño. 
—¿Qué? —Sabía que él podía hablar conmigo y las almas nunca me hablaban, pero seguía siendo un alma sin cuerpo.
—No puedo decirte lo que soy. Ya he roto suficientes reglas. — Estudió la máquina junto a mí en lugar de enfrentar mi mirada. La puerta de mi habitación se abrió y mi madre entró.

Sus ojos se encontraron con los míos y se quedó sin aliento antes de correr hacia mí. 
—¡Lali, estás despierta! Oh, cariño, siento no haber estado aquí cuando despertaste. Completamente sola y confundida en una oscura habitación de hospital.

Eché un vistazo detrás de ella y vi el alma, de pie allí, con una sonrisa sexy que comenzaba a quedar atada a sus labios perfectos.
—Sólo necesitaba un poco de café y luego corrí a buscar esta revista — dijo, sosteniendo una bolsa de plástico verde—- Vamos a llamar la enfermera. Solo quédate quieta. Estás un poco reventada, pero estarás bien. —Saltaron lágrimas de sus ojos y se tapó la boca con la mano—. Lo siento. —dijo, mirándome, con ojos aún llorosos—. Es solo que no dejo de pensar en tu coche y cómo te habría aplastado por completo si no hubieses sido arrojada desde el asiento del conductor. Siempre te dije que usaras el cinturón de seguridad y el hecho de que no me has escuchado te ha salvado la vida. —Dejó escapar un sollozo pequeño y sonrió como disculpándose—. Oh, bebé, estoy tan contenta de que hayas abierto los ojos.
Le sonreí tratando de ocultar mi confusión. 
—Está bien. —Le susurré.
Se agachó y me besó en la frente.
—Vuelvo enseguida. Necesito conseguir una enfermera. Han estado esperando que despiertes.

Se dirigió a la puerta y miré al alma parada en la esquina con la guitarra en la mano. Me pareció extraño verlo sosteniendo una guitarra ¿La gente veía una guitarra flotando en el aire? Mamá no pareció darse cuenta, pero no había mirado a otro lugar más que a mí.

—El cinturón de seguridad. —Le susurré a través de mis labios secos.

Había estado usando mi cinturón de seguridad. Siempre lo hacía. Él incluso había dicho que fue una buena cosa que lo llevara puesto. ¿Por qué mi madre creía que no lo había hecho y que no hacerlo me había salvado la vida? Dio un paso adelante, mirándome de cerca. La expresión en su rostro decía que no sabía cómo responderme. Antes de que pudiera responder, la puerta se abrió de nuevo y él se retiró de nuevo a la esquina. Una enfermera entró bulliciosamente con mi madre detrás. 
La respuesta a mi pregunta tendría que esperar.

***

El alma se fue antes de que la enfermera terminara conmigo y no había regresado. La siguiente vez que me desperté, rápidamente registré alrededor de la habitación, con la esperanza de que él hubiera regresado, pero mi madre ya trabajaba en su portátil desde un rincón. Me miró y sonrió.

—¡Buenos días! —El temor que había visto en sus ojos la noche anterior se había ido... ahora que me había despertado y la enfermera se había asegurado de que me recuperaría bien, parecía menos tensa y más como mi madre de nuevo.
Sonreí.
—Buenos días.—Mi garganta se sentía un poco mejor gracias a todos los cubos de hielo que había comido. Me estiré por mi vaso de agua y mamá se levantó rápidamente.
—No te muevas. Tu costilla rota va a requerir que estés quieta por un tiempo. —Puso la pajilla en mis labios y tomé pequeños sorbos de agua fría. Se sintió maravillosa en mi garganta—. Cande ya ha llamado esta mañana y le dije que despertaste ayer por la noche. Está en camino, con Nacho. — Mamá hizo una pausa y miró a la puerta—. Y Pablo Martinez ha estado en la sala de espera toda la noche. Incluso durmió allí. Fui y le hice saber que habías despertado y le dije que se fuera a casa porque no podías recibir visitas, pero se quedó. Las enfermeras se sintieron mal por él y le dieron una almohada y mantas. —Se calló, como si no estuviera segura exactamente de por qué había querido permanecer en una sala de espera toda la noche. Los recuerdos de su falta a nuestra sesión de estudio, debido a Mery, resurgieron.

Ya no me sentía triste o decepcionada. Las lágrimas que había derramado por él habían sido inútiles. Mamá se mordió el labio inferior.

 —Me dijo que él fue la razón por la que saliste molesta de la escuela. No te he preguntado por qué no estabas en la escuela o que pasó, porque no quería molestarte. —Dejó de hablar y me estudió, esperando que dijera algo. ¿Qué podía decir? Realmente no quería ver a Pablo. Casi me había matado a mí misma actuando como una chica tonta con un enamoramiento.
—¿Él ha estado aquí toda la noche?—Le pregunté, queriendo asegurarme de que le entendí correctamente.

Ella asintió con la cabeza.
—Ha estado aquí desde que se enteró de tu accidente. Vino con Cande y Nacho, pero no quiso irse con ellos.
—Bueno, um, si quiere entrar, entonces está bien.

Mamá parecía aliviada. Supongo que había estado preocupada de que pudiera decirle al pobre chico, que había esperado toda la noche en una incómoda sala de espera, que no quería verlo. Corrió hacia la puerta y oí a Cande susurrar algo mientras pasaban. No hay duda de que hablaban sobre si quería que Pablo me viera. Cande entró y puso las manos en las caderas y me dio una gran sonrisa alegre.

—Mírate, completamente despierta y hermosa. —dijo, acercándose a mí y sentándose en la silla junto a la cama. Agarró mi mano y vi el brillo en sus ojos mientras luchaba con las lágrimas. Apreté su mano y su valentía se quebró. Dejó escapar un sollozo, mientras las lágrimas comenzaron a correr por su rostro. Miré a Nacho, quien detrás de ella me observaba. Se encogió de hombros y me dio lo que podía decir que era una sonrisa forzada. 

Cande se atragantó con un sollozo.

—Lo siento. Dije que no iba a llorar. Realmente había trabajado para estar brillante y alegre, pero sigo recordando tu coche y escuchando las palabras “Fue trasladada de urgencia al hospital, inconsciente” una y otra vez en mi cabeza. —Se limpió la cara mojada y sonrió a través de sus lágrimas. —Estoy tan contenta de que estés bien. Ayer fue el peor día de mi vida. —Llevó nuestras manos unidas hacia su boca y las besó.
—Lo sé. —dije simplemente. Porque lo hacía. Si hubiera sido ella, en esta cama, en vez de mí, hubiera estado aterrorizada.
—Irónico ¿No es así? El día que decides romper las reglas, faltar a la escuela y no usar el cinturón de seguridad, lo cual es extraño ya que eres una nazi del cinturón de seguridad, todo explota en tu cara.
—Te dan ganas de seguir caminando por el camino recto y estrecho, ¿No? —Preguntó Nacho con una sonrisa en su rostro.

Sonreí porque reírme me haría daño y Cande rodó los ojos pero una sonrisa tiró de la esquina de su boca.

—Sí, supongo que sí. —Quería aclarar el hecho de que había estado usando mi cinturón de seguridad, pero no podía explicar algo que no entendía, así que mantuve mi boca cerrada. Llamaron a la puerta y Cande me miró, mordiéndose el labio inferior con nerviosismo. 
Bajó la voz hasta un susurro. 
—No se ha ido desde que llegó aquí con nosotros ayer. Incluso se perdió la práctica del fútbol.

Vi como Pablo caminaba dentro de la habitación. Sus ojos se encontraron con los míos y se detuvo un momento antes de adentrarse más en la habitación. No estuve segura exactamente de qué decirle o qué, posiblemente, podría decirme él a mí. Era un chico que tutelé y que había dormido en la sala de espera toda la noche, porque había actuado ridículamente, debido a que él echó a perder nuestra sesión de estudio. Era evidente que se sentía nervioso y sabía que la presencia de Nacho y de Cande no ayudaba precisamente. No tenía intención de decirles a todos que mi accidente fue su culpa. No creía eso. Sabía que yo había causado esto. Dejarlo fuera del gancho sería bastante fácil.

Sin embargo, con mis dos mejores amigos en la habitación sería incomodo. No quería que me dejaran, porque tenerlos aquí se sentía como una manta de seguridad. Miré a Pablo y pude ver en sus ojos que quería hablar conmigo sin público, pero no les pediría que se fueran. El pensamiento de él durmiendo en la sala de espera, toda la noche, porque se sentía culpable, parecía injusto. Necesitaba aliviar su conciencia para que pudiera ir a casa.

Me volví a Cande y Nacho. 

—¿Podrían darnos un minuto?

Cande fulminó con la mirada a Pablo y asintió con la cabeza. Vi como se puso de pie. Mirar a Pablo no era algo nuevo para Cande, pero fulminarlo con la mirada, sí. Después de haber rectificado la situación con Pablo tendría que aclarar las cosas con mis amigos también. Una vez que la puerta se cerró detrás de ellos, le dirigí mi atención.
—Ayer, yo... Dios. —Se pasó la mano por su cabello castaño y desordenado y cerró los ojos—. Estás aquí por mí. Sé que te fuiste porque te sentías molesta. Lo pude ver en tus ojos, pero no sabía cómo hacer para que hablaras conmigo. —Se detuvo de nuevo y me miró—. No puedo expresarte cuánto lo siento.
Negué con la cabeza. 
—Esto no fue tu culpa. Tomé una decisión estúpida.
—No, fue mi culpa. Pude ver las lágrimas en tus ojos, Lali, y eso me mataba, pero no pude encontrar las palabras adecuadas. Quise explicarme, pero no hice un buen trabajo.
No podía dejar que asumiera la culpa por mi estupidez. 
—Deja de culparte. Debo admitir que he actuado estúpidamente porque no apareciste o llamaste. Dejé que el hecho de que estuvieras con Mery me molestara y eso fue una tontería. No sé por qué dejé que me molestara así. Llorar por un tipo no es algo que hago. El hecho de luchar por contener las lágrimas me confundió y me fui.

Extendió la mano y tocó suavemente una de las dos docenas de rosas de color rosa que se encontraban en una mesa junto a la ventana.

—Te fuiste porque te lastimé. Eso hace que esto sea mi culpa. —Respondió con sencillez. No quería que se golpeara a sí mismo por esto. Tenía que recuperarse y volver a casa.
—Pablo, soy su tutora. Ni siquiera somos amigos. Puedes perder una sesión y olvidarte de llamarme y yo no debería dejar que eso me duela. He leído más en nuestra relación de lo que debí. Nunca has insinuado que éramos más que compañeros de estudio. No hablamos en la escuela, no nos vemos uno a otro, excepto en mi casa, cuando estamos trabajando. Esto fue mi culpa. Deja de culparte y vuelve a casa. —dije esto último con suavidad en mi voz, para que no sonara grosero. Frunció el ceño y se acercó al lado de mi cama.
—¿Crees que sólo te veo como mi tutora? —Preguntó. Asentí con la cabeza, sin saber su significado. Él me dio una sonrisa triste. —Eso sería mi culpa también. Nunca he tenido problema en dejar saber a una chica que me interesa...hasta ahora. —No estoy segura de lo que quería decir, así que permanecí en silencio. Se sentó en la silla que Cande dejó vacante hacía unos momentos.

—Sabía que no te gustaba cuando estuviste de acuerdo en ser mi tutora. No hacía falta que lo aclararas ese día, en el pasillo, cuando dijiste que me habías rechazado porque no te caía bien. Siempre he sabido que no lo hacía, pero quería que fueras mi tutora. Quería que seas la única que conoce mi secreto. Nunca esperé que la chica que me miraba con desprecio fuera tan divertida. Llegó como una sorpresa descubrir que la chica que había estado observando desde nuestro primer año en la escuela secundaria resultó ser tan bella por dentro como lo era en el exterior. Me sorprendiste y no tomó mucho tiempo para que me enganchara. —Una triste sonrisa apareció en sus labios—. Sin embargo, en la escuela todavía parecías tan intocable como siempre, así que mantuve mi distancia. Traté de hablar contigo e incluso tuve el valor para invitarte a salir, pero tu falta de interés me asustó. No quería hacer que nuestras noches juntos fueran incómodas, así que no pedí nada más. Miré al futuro y esperaba nuestras sesiones durante todo el día. No podía estropear eso.

Bajó la mirada hacia sus manos, que tenía cerradas en un puño en su regazo.

—Entonces, Mery llamó y empezó a llorar, diciendo que necesitaba hablar con alguien y yo era la única persona de confianza. Le dije que tenía que estar en un lugar, pero ella gritó más fuerte y me rogó. Estuve de acuerdo en pasar por su casa. Está lidiando con algunas cosas en su vida personal que yo ya sabía y necesitaba que alguien le escuche. Cuando me di cuenta de que no iba a ser capaz de dejarla, quise llamar, pero no podía hacerlo delante de ella y explicarte. Por lo tanto, no lo hice. Simplemente iba a hacerle frente a la mala nota. No tenía idea de que incluso te importaría. — Me miró con una expresión de dolor en su rostro—. Me equivoque y nunca he estado tan enojado conmigo mismo. —Se puso de pie, metiéndose las manos en los bolsillos de sus jeans, con una mirada de derrota en su rostro.
Sonreí. 
—Por favor no te enfades contigo mismo. No te culpo por nada. —Quería decir algo más, pero no pude. Me miró un momento antes de asentir.
—¿Existe la posibilidad de que no haya arruinado completamente todo entre nosotros? —Preguntó.
—¿Qué es lo que te preocupa haber arruinado? Todavía soy tu tutora, si eso es a lo que te refieres.
Se rió en voz baja y suavemente me tomó la mano.
 —Estoy muy agradecido de que sigas siendo mi tutora, pero eso no es a lo que me refiero. Tenía miedo antes, de arruinar las cosas, pero no creo que pueda arruinar nada más de lo que ya lo he hecho. —Volvió a sentarse en la silla a mi lado y me miró con esos ojos verdes de bebé, enmarcados en pestañas tan gruesas, que hacía que sea difícil no suspirar—. No quiero que solo seas mi tutora. Quiero que seas la chica que busco en los pasillos todas las mañanas y a quien le guardo un asiento en la cafetería. Quiero que seas la que me espera cuando salgo fuera de la cancha en mis juegos. Quiero que seas la que me hace levantar el teléfono para llamarte, sólo para hacerme sonreír. —Sus ojos me miraban. Pablo Martinez parecía realmente nervioso.

Él esperaba que dijera algo. Pude ver la pregunta en sus ojos. Pablo quería llevar esto a un nivel que yo había pensado que quería antes, así que ¿Por qué era tan difícil de aceptar ahora? El miedo parpadeó en sus ojos y me las arreglé para asentir con la cabeza. Había accedido a dejar que las cosas cambien entre nosotros, pero de alguna manera, en el fondo, algo no se sentía bien.

6 comentarios :

  1. Naah es un garcaa no lo quiero, no me gusta para nada, ocula algo oscuro lo se. Y estoy segura de q peter fue el q la salvo ojala tuviera un cuerpo humano y enamorara a lali

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