miércoles, 17 de abril de 2013

Capitulo 5

Capitulo 5

Lali

Por favor. Si puedes salvarla entonces, ¡Sólo hazlo! Haz lo que tengas que hacer —Pidió mi mamá con lágrimas cayendo por su rostro.
 
La arrugada anciana apartó la vista de mí. Su blanco cabello resaltaba contra su oscura piel. Me estudió cuidadosamente antes de levantar su vidriosa mirada y fijarla en mi madre. 

—Estás pidiendo algo que provoque cosas que quizás no deseas. 
—Cualquier cosa. Te lo ruego, lo que sea que puedas hacer. Los doctores no pueden ayudarla. Está muriendo. Cualquier cosa, por favor. — La voz de mi mamá se rompió cuando soltó un ruidoso sollozo.
—Etel no aprobará esto, tú lo sabes —dijo la anciana cuando cojeando fue a un estante con cientos de envases llenos de cosas extrañas que no reconocí—. Lo que tú pedir no importar. No hay otra forma. Si él quiera que viva. Él hace esa llamada.
 
Miré mientras ella caminaba arrastrando los pies alrededor de la mezcla de diferentes artículos que tomó de la estantería, murmuraba para sí misma.
 
 —¿Quién es él? —Oí a mi mamá preguntar.
 
Yo me había estado preguntando lo mismo. Él parecía tener la última palabra, no la anciana. Por qué mamá le pedía que me ayudara. No entendía. Ella no lucía como ningún doctor que hubiera visto. Cuando me había quedado dormida, las blancas paredes de la pieza del hospital en la que había pasado los últimos meses eran la última cosa que recordaba haber visto. Luego, me desperté y ella se encontraba aquí. Con esta extraña mujer en una pequeña y sucia casa que olía raro.
 
—El único que puede salvar a esta chica —dijo, arrastrando los pies hacía mí mientras agitaba el maloliente brebaje y comenzó a cantar suavemente.
—¿Dónde está él? ¿Necesito ir a buscarlo? —El pánico en la voz de mamá me hizo luchar por mantener los ojos abiertos. Sabía que estaba asustada. Los doctores no esperaban que despertara. Los había escuchado cuchichear mientras pensaron que dormía. La enfermedad avanzaba en mi cuerpo. Estaba enferma. Mi mamá estaba triste.
—Tú pensar, yo hacer esto si él no estar aquí —El humor en la voz de la anciana fue obvio—. Este gris—gris yo no hacer. Sólo él.
 
Antes de que mi mamá pudiera preguntar algo, la puerta se abrió y entró un chico no más mayor que yo. Sus ojos me recordaban a un agitado mar arremolinado cuando cerró la puerta detrás de él. El castaño y desordenado cabello colgaba sobre sus ojos y no parecía importarle a la oscura anciana.
 
¿Estaba enfermo él también? Un suave murmullo en una lengua que no entendí salió de su boca mientras la habitación comenzó a oscurecerse y mis ojos se cerraron lentamente.
 
—Es el momento —La voz familiar susurró en mi oído.

Me senté en la cama respirando con dificultad. La luz del sol entraba por mi ventana y el brillante y animoso amarillo de mi habitación parecía en desacuerdo con la oscura choza con la que había estado soñando. ¿De dónde había venido eso? Y ese acento de la anciana. Había sido grueso y… ¿y Cajun? Luego, el muchacho. Una vez más él había estado ahí mientras que yo estaba enferma. Yo había estado enferma. Tuve una milagrosa recuperación a la edad de tres años. Este recuerdo del chico era el primero que había tenido. ¿Quién era él? ¿Y por qué la voz había dicho “Es el momento” en vez de “Es casi la hora”? Echando un vistazo al cuarto busqué a Euge.
—Lali —Peter se encontraba de pie frente a mi cama e inclinándose para arrastrarme a sus brazos. —Euge dijo que él llegó a ti. No podía verlo pero lo sintió. No pudo detenerlo, así que vino a buscarme.

Asentí con la cabeza, dejando que me mimara. Esto era una ración de consuelo que necesitaba en estos momentos. Nada de esto tenía sentido.

—Recordé algo. Otro sueño. No tiene sentido, pero si es real… entonces explica algo. Algo de mi pasado.
Peter se echó hacia atrás y me miró.
—¿Qué? —La tensión en su voz no me sorprendió. Estaba molesto.
—Estuve enferma una vez. Cuando era pequeña. Realmente enferma. Tenía leucemia y los doctores no le dieron ninguna esperanza a mi mamá… y… y luego mejore. Fue un milagro. Nunca hablamos de esto después. Mamá nunca se preocupó si podría volver. Los chequeos con mi doctor terminaron pocos años después y fue el final de eso.

El agarre de Peter se había convertido en uno férreo. 
—¿Qué recordaste en tus sueños? 
—Fue tan real, Peter. Podía incluso oler el aroma mohoso de la vieja choza.
—Cuéntame —Me animó, mientras que sus dedos pasaban a través de mi enredado cabello, tratando cuidadosamente de deshacer los nudos que encontraba a su paso.

—Una anciana estuvo allí. Su acento era duro. Fue difícil entender todo lo que decía. Ni siquiera estoy segura de que tipo de acento era. Pero hacía un… hechizo, creo. Mamá me llevo con ella. Le pidió que me salvara. Entonces, el chico, el de los otros sueños, estaba ahí. Comenzó a cantar algo y luego… me desperté con las palabras “es el momento” siendo repetidas en mi oído. 
Peter suspiró y apoyó su frente sobre la mía. Esto no era tranquilizador.
—¿Entendiste esto? ¿Sabes que es lo que me está pasando? ¿Es esto por lo que Pablo reclama mi alma?

No respondió de inmediato. En cambio, acunó mi nuca en su mano y escondió su cabeza en la curva de mi cuello. Aunque disfrutaba siendo abrazada con él en mi cama, su renuencia a responderme quitaba la sensación cálida que sentía normalmente en esta posición.

—Peter —repetí.
—Fue un médico Vudú el que visitaste ese día Lali. Tu madre recurrió a la magia negra para salvar tu cuerpo.

¿Qué? Tragué la bilis en mi garganta. ¿De qué está hablando? El vudú no era real, pero el miedo que atravesó mi cuerpo me dijo que creyera en el vudú. Sabía algo que no hice.

—No entiendo —Logré ahogar el terror que estrangulaba y cerraba mis vías aéreas.
—Voy a encontrar una forma de arreglar esto. El mal ha reclamado tu alma. Las deidades no se asocian con los espíritus vudús. Ellos no son todopoderosos, pero pueden usar su poder sobre los humanos para causar dolor. Una restitución debe usarse con el fin de enviarlos lejos de ti. Yo puedo protegerte, pero el espíritu que está tras de ti es el espíritu vudú más poderoso que hay. No se irá sin pelear.

—Pablo es un… ¿un espíritu vudú? —Eso no podía ser cierto. Pablo no era malo.

—Lali, los que no tienen alma sólo pueden pertenecer a un solo lugar. El Creador no crea seres sin alma. Él no tiene ningún uso para ellos. Un alma puede ser solamente creada por el Creador. Por lo tanto, quien no tiene alma es malo. Pablo es el producto de uno de los más fuertes espíritus malignos que hay. El señor Vudú de los muertos, Ghede, es poderoso por los cantos y las oraciones que recibe de los humanos. Pablo es su creación. Su hijo. Pablo es el príncipe de la muerte dentro de la religión vudú. Tu conexión con él es la razón por la que ves almas. Antes de que estuvieras enferma, antes de que tu madre te llevara al doctor vudú, ¿Habías visto algún alma?

No podía recordar. Esto era demasiado.
¿Vudú? ¿Mi madre me salvó con Vudú? Oh, Dios.

—¿Cómo… cómo puedes solucionar esto? —pregunté, necesitaba alguien que me asegurara que iba a estar bien.

Tal vez esto era sólo otro sueño. Tal vez me despertaría y sería normal otra vez. Peter dejó caer sus brazos alrededor de mí y se puso de pie. No me gustó la distancia. Yo quería tenerlo cerca.

—Cuando no tome almas encontraré una forma de acabar con esto —Hizo una pausa y apartó la mirada de mí—. Euge va a quedarse contigo hasta que haya manejado esto.

¿Qué? ¡No!

—¿Quieres decir que te vas? —Luché contra las lágrimas que picaban en mis ojos y amenazaban con derramarse. No podía hacer esto sin él aquí. Quería ser fuerte y valiente, pero ahora mismo sólo lo necesitaba cerca de mí.

Peter dejó escapar un suspiro, cerró los ojos y pasó su mano por su cara. Sé que hacía esto difícil para él, pero no quería que se marchara. Aún si amaba a Euge, yo quería a Peter.

—No hay otra solución para esto Lali. No puedo exactamente renunciar a mi trabajo. Todavía tengo que tomar almas. Todo mi tiempo libre será para mantenerte a salvo.
—Pero…
—¡LALI! ¡DESAYUNO! —La voz de mi madre sonó por las escaleras, interrumpiendo mi intento de súplica.
—Anda a prepararte, Lali. Ve a la escuela. No estaré desaparecido por completo. Cada vez que pueda estaré aquí.
—¿Lo prometes?
—Sí.

*****

—Bien, Peggy Ann, ¿A dónde nos dirigimos primero?

Me volví a mirar a Euge, quien había disminuido el paso mi lado, me di cuenta que ella no parecía un etéreo “transportador” sino a la Euge que había conocido en el hospital siquiátrico. Su rubio cabello estaba puntiagudo y blanqueado. Su ceja se encontraba perforada otra vez, y parecía que había añadido otra pequeña barra al lado de ella. El diamante en su nariz sin duda no era real y, desde luego, usaba lápiz labial negro. Hacía que el querer ser gótico luciera patético en sus intentos de lograr el estilo.

—¿Qué haces mirando Peggy Ann? ¿Acaso me extrañabas mucho?
—Había olvidado lo bien que puedes lograr el loco estilo de culo malvado.

Euge explotó en una carcajada. 

—Dijiste culo —Euge lo dijo bastante fuerte, haciendo que me estremeciera un poco—. Mi pequeña princesa está creciendo.

Rodé los ojos y miré más allá de Euge para ver a Cande de pie en su casillero con Nacho, mirándome con una horrible expresión en su rostro. Ella recordaría a Euge de la casa de locos. Mierda. No había pensado en eso.

—Um, mi amiga Cande te vio… ya sabes, antes. ¿Qué voy a decirle?
Euge siguió mi mirada y saludó a mis amigos como si fueran viejos compañeros de ella.
—No me está mirando con la boca abierta porque me recuerda, Lali. Lo hace porque no encajo con el perfil de personas con las cuales tú normalmente andas.

Iba a responder, pero decidí no hacerlo. Euge tenía razón. Mis amigos no llevaban piercings en su cara, o vestían minifaldas cortas con botas militares altas. O se maquillan con esmalte de uñas y lápiz labial negro. Euge definitivamente iba a llamar la atención.

—Entonces, ¿No te recuerda del manicomio?
Euge negó con la cabeza, 
—Nop, Peter se encargó de eso.

Con un suspiro de alivio me acerqué a Cande. No quería decir más mentiras hoy. Me alegré porque no tendría que inventar algo para apaciguar las preguntas de Cande. Aunque iba a tener que encontrar alguna manera para que Cande dejara de mirar a Euge como si tuviera un tercer ojo. Euge era realmente linda vestida como una rebelde. Seguro que era magnífica cuando era toda una transportadora, pero hacía que este look luciera bien también.

—Cande, Nacho, esta es mi amiga Euge —Luego, estuve perpleja. No lo había pensado hasta allí.

La mirada horrorizada y un poco confundida de Cande pasaba de mí a Euge, prolongándola un poco más en Euge.

—¿Euge? —preguntó Cande.
—Sip, Euge. Mira, tu amiga ya puede decir mi nombre. ¿No es ella de las cerebritos? —Bromeó Euge, obviamente disfrutando el incómodo momento. Le di un codazo en las costillas y una advertencia con la mirada.
—Euge es una amiga de fuera de la ciudad. Su, eh, papá es un amigo de mi mamá y se quedara conmigo por unas pocas semanas —Me enredé con mis propias palabras. Si ellos me creían eso sería un milagro.
—Si esta fascinante presentación terminó, me iré a encontrar una máquina expendedora. Necesito una Coca-Cola y unos Snikers, ya que me sacaste corriendo de la casa antes del desayuno —Euge se despidió con un cabeceo y se marchó en dirección a la sala de profesores. Seguramente no lo haría. No, ella probablemente lo haría y se iría.

—Entonces, ¿Está viviendo contigo? ¿En tu casa? Por favor dime que cierras tu puerta porque parece una loca. Tal vez deberías dormir con tu madre. Digo, sinceramente Lali, probablemente ha estado en una cárcel o —Cande jadeó y cubrió su boca—, apuesto que ella…. ¡Oh por Dios! ¡Es por eso que está aquí! ¿Qué fue lo que hizo? Eso es tan peligroso…
—Cande, cálmate —Interrumpí su balbuceo y agarré su brazo—. No ha estado en la cárcel. Es inofensiva. Sólo le gusta llamar la atención.
Ahora, deja de inventar escenarios insanos y relájate.
—Es del tipo de estilo moderno —Nacho elevó la voz. Le lancé un “cállate” con mi mirada y enganché mi brazo en el de Cande.
—Es excéntrica, pero es divertida. Vas a amarla una vez que vuelva a su apariencia y lenguaje colorido.
—¿Lenguaje colorido? Oh, no, ¿Maldice mucho?
Asentí con la cabeza. 
—Sip y es divertido. Pondría a un marino en vergüenza.
—A mí ya me gusta —dijo Nacho, mirando hacia donde Euge iba doblando la esquina—. ¿No dijiste que iba a la sala de profesores? Porque esa es la única máquina expendedora que hay en el camino. —Suspiré y tiré a Cande a nuestro primer periodo de clases.
—Allí es probablemente exactamente hacia donde va.
—Eso es genial —respondió Nacho con admiración, luego muy fuerte—, Umm, auch, bebé —Siguió. Cande le dio en sus costillas con su puntiagudo codo.

Me eché a reír por primera vez en toda la mañana, antes de recordar a Pablo y la marca en mi alma. Mi sonrisa desapareció rápidamente.

No hay comentarios :

Publicar un comentario