jueves, 4 de abril de 2013

Capitulo 66

Capitulo 66

—Hola, Benjamin —saludó Vico, con rigidez.
—Hola, Vico. ¿Siendo acogedor con mi hija? —preguntó, su voz dura me hizo estremecer.
—Me tengo que ir —susurré desesperadamente, enterrando mis dedos en su costado.
—Los veré más tarde —dijo Vico volteándose y empujándome delante de él para colocarse entre mi padre y yo mientras caminábamos hacia la puerta.

Prácticamente corrí hasta su auto, mirando hacia la puerta todo el tiempo en caso de que viniera a buscarme. Aunque sabía que no lo haría. Necesitaba mantener su papel frente a su esposa y Vico, pero eso no impedía que el pánico se elevara en mi pecho. Vico me miró preocupado mientras aceleraba por las calles.

—¿Estás bien, Lali? Te ves muy pálida y estás temblando —dijo, tomando mi mano.
Asentí con la cabeza.
—Quiero ir a casa —escupí.
—Está bien, shh. Te llevaré a casa. —Frotó su pulgar sobre la palma de mi mano mientras se dirigía a mi casa. Apreté los ojos cerrados. Realmente no había cambiado nada, la forma en que me miró me revolvió el estómago. ¡Oh Dios, necesitaba a Peter!

Después de unos diez minutos de estar tratando de pensar en otra cosa que no fuera mi padre, nos detuvimos en mi entrada. Me lancé del auto y corrí hacia la casa, rezando porque Peter todavía estuviera allí. Abrí la puerta y lo vi sentado en el sofá jugando PlayStation con Nico. 

Ambos levantaron la mirada cuando entré. Peter me sonrió con alegría antes de que su rostro se ensombreciera. Se levantó del sofá mientras corría hacia él.

—¿Qué demonios? —gritó furioso, mirando a Vico que venía detrás de mí.

Me lancé hacia él, sollozando. Vaya, lo necesitaba, era lo único que me mantenía cuerda cuando mi mundo comenzaba a desmoronarse. Me envolvió en sus brazos con fuerza, volteándome lejos de Vico, con todo el cuerpo y estresado.

—¿Qué diablos está pasando? —gritó Nico, dando un paso hacia Vico, luciendo muy enojado.
—No lo sé. Me estaba cambiando cuando ella simplemente se volvió como loca y comenzó a llorar. ¡Nico, yo no le hice nada! —exclamó Vico sonando un poco asustado.
Nico me agarró del brazo, tirando de mí lejos de Peter.
—¿Lali, él te lastimó? —me preguntó con fiereza, señalando acusadoramente a Vico.
Negué con la cabeza, tratando de hablar. ¿Pensaban que Vico me había hecho daño?
—Fui a su casa. Se suponía que no estaría ahí. —Lloré, mis piernas no soportaron mi peso. Peter me agarró de la cintura antes de que cayera al suelo y me levantó rápidamente, se sentó, tirando de mí en su regazo, retirando el pelo de mi cara y besándome en la mejilla.
—Shh está bien, Ángel. Todo está bien —susurró.
—¿Quién no se suponía que iba a estar allí? Alguien tiene que decirme qué demonios pasó. ¡AHORA MISMO! —gritó Nico cada vez más enojado y furioso.
—Papá —dije con voz ronca.

Los ojos de Nico se ampliaron, sus manos se cerraron en puños, su mandíbula se mantuvo apretada. Sentí los brazos de Peter apretarse más a mi alrededor.

—¿Lo viste? —preguntó Nico, su voz sonaba realmente amenazadora.
Asentí con la cabeza y lo vi mirar a Vico de nuevo, como si de alguna manera fuera su culpa.
—¿La llevaste a tu casa y dejaste que ese imbécil se le acercara? —gruñó Nico, haciendo que Vico se estremeciera.
—¡Yo no sabía que estaba allí! No se suponía que estuviera allí. Llegaron temprano a casa, mientras yo estaba en la ducha —protestó, manteniendo sus manos en alto inocentemente mientras Nico lo miraba como si quisiera matarlo. Si las miradas mataran, Vico estaría muerto ahora mismo.
—¿Qué hizo, Ángel? —susurró Peter, empujando mi cara para que pudiera verlo.

Negué con la cabeza. ¿Podría decirles? Si lo descubrían, no tenía duda de que irían hasta allá en un futuro muy, muy cercano y se meterían en problema.

—Dime —ordenó Peter.
Lo abracé con fuerza, no podía mentirle.
—Él.... me agarró del brazo. Me dijo... que me veía hermosa, como mi mamá a mi edad, y que yo era un ma... maldito du... durazno —susurré, apenas capaz de articular palabra, mi voz subiendo y bajando entre sollozos.

Los brazos de Peter se apretaron a mi alrededor, tan fuerte que en realidad empezaban a dolerme las costillas.

—Peter, me haces daño. —Me quejé, apretando mis manos en su pelo. Sus brazos me soltaron al instante, pero su cuerpo estaba tan tenso que probablemente estaba dándole una úlcera.
Nico agarró las llaves.
—Voy a ir. ¿Vienes Peter? —preguntó Peter, caminando hacia la puerta. ¡Oh, diablos, no! ¡No podía permitir que se metieran en problemas!
Peter me levantó de su regazo y me sentó en el sofá.
—Vigílala —le dijo a Vico con severidad, mientras se puso de pie para irse.
—¡No! —grité, agarrando la mano de Peter—. ¡Nico, no! —supliqué.
—No voy a dejar que te haga daño otra vez —gruñó Nico.
—No lo hará. No se acercará a mí. Ha sido mi culpa, no debí ir a casa de Vico. No debía tomar ese riesgo. Por favor, por favor no lo hagas. No puedo ver que se metan en problemas. Te necesito. Los necesito a los dos. Por favor no me dejes sola —le supliqué. Apreté la mano de Peter para dar énfasis.
—Por favor —rogué halándolo cerca de mí de nuevo.
Él suspiró y miró a Nico.
—Ella tiene razón, Nico. No podemos ir si él no hace nada primero. Se saldría con la suya y seríamos nosotros los que nos meteríamos en problemas —razonó Peter.

Me relajé. Peter estaba siendo sensato; él siempre pensaba bien las cosas, no como Nico.

—¿Qué quieres decir con “hacerle daño de nuevo”? —preguntó Vico en voz baja. Los tres lo miramos. Nico habló primero.
—Nada. Creo que deberías irte, Vico. —Él asintió con la cabeza mirando hacia la puerta, señalándole que se fuera.
Vico negó con la cabeza.
—No. Lali, me prometió que me diría qué era todo esto —dijo, mirándome suplicante.
Tiene razón, le dije eso. Nico me miró, dejándome tomar la decisión.
—Yo le dije eso —confirmé, asintiendo con la cabeza y cerrando los ojos, presionándome contra Peter de nuevo. ¡Vaya, esto iba a ser tan duro!

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