martes, 23 de abril de 2013

Capitulo 15

Capitulo 15

Lali

Cande se había dormido después de cuatro episodios. Yo no podía decir que no me sentía aliviada. Si tenía que sentarme a ver una escena más de Stefan y Elena iba a gritar. La angustia era demasiado para mí en este momento. Apagué la televisión y saqué una manta que la madre de Cande mantenía enrollada en el centro de entretenimiento y la extendí sobre la silueta dormida de Cande.

Habíamos dejado un desastre en la cocina y aunque estoy segura de que su madre estaría encantada de que Cande hubiera cocinado y comido algunas galletas, pero no quería dejar el lío para que ella lo limpiara.

Recogiendo el plato grande con las galletas y los dos vasos de leche restantes, me dirigí a la cocina. Una vez que entré en la puerta vi a Pablo sentado con los codos apoyados sobre la mesa y la mirada fija en mí, casi grito y dejo caer todo. Me las arreglé para tragarme el grito de sobresalto en la garganta y evité hacer un lío aún mayor en la cocina.

—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté, tratando de mantener la calma a medida que me acercaba al fregadero y coloqué los vasos en el agua jabonosa para luego colocar el plato de galletas en la barra.
—Esperar hasta que ella se quedara dormida para poder verte. Es el Día de San Valentín, sabes. He estado esperando años para pasarlo contigo y hacer que realmente lo recuerdes. Este iba a ser mi año. Ahora estarías conmigo eternamente si la Muerte no hubiera perdido la cabeza una vez que llegó a darte un vistazo.

Puse una mano en mi cadera y lo miré. No me encontraba de humor para esto. No ahora. No esta semana especialmente.

—Escucha, Pablo, sabes lo que he pasado esta semana. ¿No puedes respetar eso y sólo retroceder? —repliqué.

Una mirada de ternura brilló en sus ojos y bajó la mirada hacia sus manos todavía apoyadas en la mesa frente a él. 

—Siento tu pérdida, Lali. Pero si Juan Pedro no lo hubiera jodido con tu destino nunca hubieras experimentado el dolor de perder a Nacho. Los dos tenían que haber sido las tragedias que afectaran a nuestra pequeña ciudad en este año escolar.

Mi mente inmediatamente fue a Pablo. Ella nos hubiera perdido a los dos. Oh, Dios, eso la habría devastado por completo. Se habría derrumbado. Pero Peter detuvo eso. Pudo no haber sido capaz de detener el destino de Nacho, pero él cambió el mío. Yo estaría aquí para ayudar a sanar a Cande, e iba a estar bien. Ella lo estaría.

—Bueno, entonces, es algo bueno que Peter decidera que yo valía la pena salvar. Cande nunca podría haber manejado perder a los dos con únicamente meses de diferencia.

Pablo suspiró y se recostó en la silla, dejando caer las manos a su regazo. 

—¿Siempre piensas en los demás en primer lugar, Lali?

Su pregunta me sorprendió. Por supuesto que no. Sólo una persona desinteresada pensaría en los demás primero, y yo no era desinteresada. Cuando yo quería algo, iba tras ello y jodía a quien se interpusiera en mi
camino. 

—Sólo pongo a quienes amo primero, pero también lo hacen la mayoría de las personas.
Pablo negó con la cabeza. 
—No, no lo hacen. La mayoría de los humanos se ponen antes incluso de aquellos a quienes más aman. Es su naturaleza.

Esta conversación comenzaba a volverse extraña. Quería que Pablo se fuera, para que así pudiera limpiar la cocina e ir a la cama.

—Sólo di lo que viniste a decir y vete, por favor. No quiero hablar contigo.
—Te dije que quería pasar el Día de San Valentín contigo este año. Incluso traje regalos. —Resplandeció su sonrisa torcida y de la nada sacó una docena de rosas rojas y negras junto con una muñeca de vudú real con un collar de plata alrededor de su cuello pequeño. El pendiente que colgaba de ella era un rubí cortado en forma de una luna. Alcé los ojos para mirarlo, no estando segura qué pensar de este regalo. 
—¿Me conseguiste una muñeca de vudú y rosas negras? —Le pregunté incrédula.
Pablo se echó a reír y se recostó en su silla. 
—Pensé que te haría reír. El collar es el verdadero regalo. Y las rosas también. A mí me gustan las rosas negras. Me recuerdan a casa.

Retrocediendo un poco hasta que la barra entera estuvo entre los regalos de miedo muy extraños y yo, lo vi acercarse. No quería que viniera a ningún lugar cerca de mí con ese collar. Sabía que el vudú era mayor en talismanes y si eso era un talismán, no lo quería cerca de mí. Ningún espíritu me iba a tener.

La sonrisa divertida de Pablo cayó en un ceño fruncido. 

—No crees que sea divertido, ¿verdad? —La muñeca de vudú y las rosas negras se desvanecieron al instante y sólo una docena de rosas rojas y rosadas se mantuvieron junto con el collar que me aterrorizaba. 

—Um, no, es el collar lo que quiero que alejes de mí —Expliqué sin apartar mis ojos de él, mientras reposaba sin causar daño en su mano.
—¿El collar? ¿Tienes miedo del collar? ¿Por qué?
—Porque no quiero ser poseída por un espíritu maligno —Escupí, retrocediendo un poco más. Me preguntaba si podría gritar por Euge y si ella me escucharía. Pero entonces correría el riesgo de despertar a Cande y esto no era algo que necesitaba ser testigo.

La comprensión cayó en cuenta y Pablo se echó a reír de nuevo. Esto no era gracioso. ¿Por qué tenía que ser tan gracioso todo el tiempo?

—¿Crees que este collar es un talismán?
—Sí, no soy estúpida, Pablo. Me la paso con la Muerte, sabes.
Pablo suspiró y colocó el collar sobre la mesa. 
—Nunca te haría daño. Ya te he dicho eso, pero te niegas a creerme. —No aparté los ojos de él mientras que él permanecía allí, extendiendo el collar como si fuera una pieza preciosa, lo cual sólo me convenció más que estaba lleno de toda clase de mal. Una vez que lo expuso en la mesa a su gusto, levantó los ojos a los míos—. Sabes, Lali, el miedo puede dar vuelta al amor.

Me quedé mirando el collar sobre la mesa sin saber qué hacer con él. Diablos, hasta tenía miedo de tocar las rosas que había dejado atrás. ¿Podría el tomarlas y tirarlas ser peligroso? Tal vez debería dejarlas allí e ir a buscar a Euge, o mejor aún, a Peter.

Acercándome a la puerta, me asomé a la sala para ver a Cande aún profundamente dormida. Bien. Tenía tiempo de hacer algo con estos regalos antes de que ella se despertara.

Peter

Su voz me hizo removerme en mi lugar al momento en que me llamó por mi nombre. Al instante, estuve de pie frente a su casa, preparándome para el enfrentamiento que iba a tener con su madre cuando su voz me llegó.

Se encontraba en la casa de Cande, en el pórtico trasero cuando la alcancé. Un grito ahogado de sorpresa se le escapó y luego sonrió dejando escapar un suspiro que debió haber estado conteniendo. 

—Oh, eso fue rápido. Gracias a Dios —dijo en un apuro y corrió hacia mí, rodeándome con sus brazos alrededor de mi cuello. Hasta ahora esto era bueno. Hubiera estado aquí mucho antes si hubiera sabido que este era el tipo de recepción que tendría. Empujándola con más fuerza contra mi pecho, inhalé el aroma de su champú y la besé en la sien. 
—Mmmm, esto es bueno —dije en su cabeza. Ella suspiró en mis brazos y luego se apartó lo suficiente como para ver mi rostro.
—Me temo que todo va cuesta abajo desde aquí —Explicó.

No es lo que yo quería oír. Esperaba que el próximo movimiento fuera ella pidiéndome que la besara y luego tal vez llevarla a su casa para que yo pudiera acunarme en la cama con ella.

—Pablo estuvo aquí —Comenzó, y yo me tensé, apartando mi atención en ella para dejar que mis sentidos escanearan el área por espíritus. Pero no sentí nada. Salvo una pequeña helada en algún lugar cercano. No fue lo suficientemente fuerte para ser un espíritu real, pero no era bueno tampoco. Sosteniendo más de cerca a Lali, rebusqué aun más la presencia no deseada y noté que algo se encontraba dentro de la casa.

—¿Quién está dentro? —pregunté poniendo a Lali detrás de mí y dirigiéndome a la puerta de atrás.
—¿Qué? No, se ha ido. Cande está ahí durmiendo. —Lali se apresuró para mantenerse detrás de mí, pero ante la mención de Cande estando sola cerré la distancia más rápido de lo que un humano podría viajar posiblemente, y abrí la puerta para encontrar la esencia palpitante oscura tumbada en la mesa de la cocina, en la forma de una luna. La piedra roja casi palpitaba por tanta maldad. Rosas rojas y rosas yacían a su lado, por lo que miré a los artículos tratando de averiguar qué era lo que veía.
—Es por esto que te llamé —Resopló Lali después, finalmente, llegando al interior.
—¿El collar? —pregunté.
—Sí, Pablo lo dejó y me da miedo tocarlo.

Mis ojos se dirigieron de nuevo a las rosas. ¿Pablo trajo esos también?

—No es un collar. Tiene parte de un espíritu vudú. No todo el ser, lo justo para que cuando estés cerca de ese espíritu sientas una adhesión de él.
Escuché el silbido de su respiración mientras Lali inhalaba.
—Sabía que era algo así —murmuró con rabia. Hay estaba mi chica y su coraje. El príncipe del vudú la había cabreado. Si no estuviera tan molesto por esas malditas rosas, me reiría.
—¿De dónde vinieron las rosas?
—De Pablo, ¿Por qué? ¿Están llenas de mierda maligna también?

Así que Pablo trajo las rosas. Espera. Había algo que tenía que recordar acerca de hoy. Las cajas de chocolate en forma de corazón que había visto en todas partes hoy mientras recuperaba las almas.

Era el día de San Valentín.

Y me había olvidado. Pues bien, demonios.

—No, sólo son rosas —Le contesté. No señalé que eran hermosas rosas. De la clase que sólo la magia puede producir. Probablemente nunca mueran. Serían eternamente bellas si ella las colocara en un florero en su habitación. Y entonces yo recordaría el terrible novio que soy cada vez que las viera. ¿Por qué ese espíritu vudú es mejor en esto que yo?
—Aun así no las quiero. ¿Puedo quemarlas?

Mi corazón no se sentía tan pesado al escuchar su disgusto. Chasqueé mis dedos y las rosas se incendiaron.

—¡Peter! ¿Qué estás haciendo? Vas a quemar la casa o por lo menos la mesa —dijo Lali, corriendo al fregadero y miré hacia atrás para verla llenando un cántaro de agua. Mi chica no creyó que protegería la mesa. Chasqueé mis dedos para hacerlo y el fuego se extinguió sin dejar nada atrás. Ni siquiera un pequeño montón de cenizas.

El agua se cerró detrás de mí y oí a Lali dejar escapar una pequeña risa. 

—Supongo que vi el fuego y no pensé bien las cosas.
—Fue lindo —Le contesté y ella se sonrojó adorablemente.
—¿Qué pasa con el collar? —preguntó con la mirada vacilante en la piedra maligna sobre la mesa.
—Puedo deshacerme de eso con la misma facilidad, si prometes no correr al grifo por una jarra de agua en esta ocasión —Bromeé. Lali se rió y asintió con la cabeza. 
—Creo que puedo refrenarme.

Ni siquiera me molesté en chasquear esta vez. En cambio, me quedé mirándolo mientras las llamas entraron en erupción y en cuestión de segundos nada quedó.

Una vez que ya no quedaba nada atrás de Pablo, volví mi atención completa a Lali

—Lamento perderme el día de San Valentín.
Ella me sonrió. 
—Está bien. Pasé la mayor parte del día con Cande. Comimos galletas y miramos The Vampire Diaries.

Metiendo un mechón de cabello tras su oreja, recordé que tenía algo para ella. Había estado esperando el momento perfecto para enseñárselo y no podía pensar en un mejor momento que ahora. 

—Ven afuera conmigo, tengo algo para ti —Le susurré antes inclinarme hacia abajo y presionar un casto beso en sus labios.
—Está bien —Su voz era suave y tenue. Me gustó saber que todavía le afectaba, incluso después de todo lo que le había hecho pasar.

Sosteniendo su mano, la lleve afuera y bajamos las escaleras del porche trasero hasta que estuvimos en el jardín de flores ubicado en el rincón más alejado del patio de Cande. Asentí con la cabeza a uno de los bancos de piedra ornamentados que se alineaban en el jardín y luego ella llego a mis espaldas con una sonrisa. La suave textura crujiente del papel de regalo que había elegido llenó mis manos y se lo mostré viendo como sus ojos se iluminan al ver el paquete de color azul pálido tornasolado.

—Bonito truco —Bromeó ella, sonriendo hacia mí.
Me arrodillé frente a ella y puse la caja en sus manos. 
—Sí, bueno, soy bueno para unos cuantos shows de entretenimiento de vez en cuando.
Mordiéndose el labio inferior con ansiedad lo tomó. 
—Casi me da lástima romper el papel. Es hermoso.
—Te voy a comprar un rollo entero, Lali. Sólo ábrelo.

Asintiendo, desgarró el costado y el papel quedó en el olvido, a medida que cayó al suelo. La caja de raso blanco queda asentada en su regazo mientras poco a poco abre la tapa. No estoy seguro si recordaría exactamente lo que era, pero pensé en esperar y ver si descubría esto por su cuenta.

Lali levantó el broche de oro pequeño de la caja.

El destello de emoción en su rostro me dijo que buscaba través de los recuerdos, buscando donde había visto el broche en su mano. Había estado guardándolo por más de quince años. Reverentemente tocó las piedras de cristal de color rosa que decoraban el corazón en forma de filigrana.

—La abuela me lo dio. Yo me encontraba enferma y en el hospital, y ella había ido a quedarse con mamá en el hotel cercano. Se turnaban para estar conmigo. Entonces, la abuela tuvo que irse a su casa porque su corazón la molestaba y su médico la quería en casa bajo observación. El día que se fue me trajo este broche. Lloró tanto cuando me dijo que lo sostuviera cerca de mi corazón siempre. Así yo siempre sabría que ella me amaba.—Lali levantó la mirada asombrada a la mía. —Entonces, cuando... cuando... —Se calló sacudiendo la cabeza en frustración. El recuerdo estaba allí. Sabía que lo estaba y quería que ella lo recordara sin mi ayuda. Era algo que yo había esperado pacientemente a que recuerde desde que había descubierto exactamente quién era yo.

Sus ojos marrones expresivos mostraron emociones tan diferentes. Finalmente, abrió la boca y susurró

—Ay dios mío —Y supe que había recordado. —Entonces tú, Peter, tú viniste a hablar conmigo. Para decirme que me iba a morir, pero que obtendría otra vida. Mi cuerpo estaba enfermo. Que cuando regresaras me enviaras a otro lugar y volvería de nuevo. Ay, Dios mío —Lali se detuvo y respiró hondo. —Yo te di este broche. Te dije que lo quería llevar conmigo. Dijiste que podrías arreglarlo y lo metí en tu bolsillo... pero…

—Pero nunca me volviste a ver. Porque que tu alma fue borrada de la lista. La única razón por la que me acordé de ti fue a causa de este broche. Sabía que había sido un alma que se había salvado. A veces eso sucede. Es raro, pero a veces el Creador cambia de opinión. Pensé que te había pasado eso. Así que me aferré a ese broche que me dio una niña que quería tomar algo de esta vida a su siguiente. Pensé que una vez que tu nombre apareciera en los libros de nuevo, me aseguraría de que obtuvieras tu broche justo como lo solicitaste. Sin embargo, tu nombre apareció mucho antes de lo que esperaba. Eso me intrigó. No podía entender por qué el Creador detendría tu muerte como una niña para tomarla sólo unos pocos años más tarde al borde de la edad adulta. Por lo tanto, vine a verte. Para ver qué pasa con esta alma que era tan única. Por qué había roto todos los moldes a los que me había acostumbrado a lo largo de mi existencia.

La mano de Lali cubrió su boca cuando un pequeño sollozo escapó. No tenía la intención de hacerla llorar. Sólo había querido darle algo que una vez fue muy querido.

—Oh, Peter —Exclamó echándose en mis brazos—. No puedo creer que no te recuerde.
  
¿Lloraba porque olvido que conoció a la Muerte cuando era niña? Sosteniéndola en mis brazos, me quedé sin palabras. ¿Cómo la consolaba por algo como esto?

—Este es el regalo más precioso y perfecto que jamás haya recibido una persona. Me diste un recuerdo que recordaré para siempre. Me diste algo de mi abuela que yo no sabía que tenía. Y lo guardaste y lo trajiste de nuevo hasta mí. Esto me trajo hasta ti.

Sentí una humedad en mis ojos y parpadeé confundido por la extraña sensación. Un hilillo de agua corrió por mi mejilla. Miré en la oscuridad mientras sostenía en mis brazos a Lali con asombro.

La Muerte acababa de derramar una lágrima.

27 comentarios :

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  3. maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaas

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