lunes, 22 de abril de 2013

Capitulo 14

Capitulo 14

Lali

Hoy era el día de San Valentín. Y sabía que no había manera en que fuera capaz de dejar a Cande para salir en una cita con Peter. Nacho había planeado una noche romántica y estuvo burlándose de ella con pequeñas notas por semanas que dejaban pistas sobre lo que estarían haciendo. Entré en el dormitorio de Cande, y ella tenía todas las notas sobre su cama en un círculo a su alrededor. El oso que le había dado el año pasado estaba asentado en su regazo y el collar que había guardado tanto se encontraba en su mano. Frotaba el afable diamante mientras miraba las notas frente a ella.
Cuando cerré la puerta detrás de mí, su cabeza se disparó en alto y una pequeña sonrisa curvó sus labios. 

—Hola, no te esperaba aquí hoy. ¿No tienes una cita?
Negué con la cabeza y me acerqué para sentarme en la esquina de la cama, cuidadosa de no mover o sentarme en uno de esos pequeños pedazos de papel que ahora eran tesoros.
—No, hoy estoy aquí contigo. Peter puede esperar. Creo que me necesitas más que él en estos momentos.
La sonrisa de Cande tambaleó y apretó el oso en su regazo más firme. 

—He releído todas estas pistas un millón de veces y no puedo entenderlo. Estuvo planeándolo durante meses. Uno pensaría que... —su voz se quebró y respiró hondo—, uno pensaría que debí de haber descubierto cual era la sorpresa para ahora. Pero Nacho era tan bueno para guardar secretos. No quería que yo lo averiguara. Quería sorprenderme.

Tenía razón, por supuesto. Nacho amaba burlarse de ella. Se había burlado de ella, incluso cuando éramos niños.

Yo siempre había sido la etiquetada como aquella que hacía las cosas divertidas y peligrosas, y Cande se parecía a una muñequita vestida de color rosa, mirándonos con desaprobación. Él había estado enamorado de ella en aquel entonces. Era algo que él no entendía, pero incluso cuando niño quería tocarla. La trataba como a una princesa de hadas. Algo frágil y precioso. Siempre puse mis ojos en blanco con disgusto, pero recordándolos ahora de esa manera, eso me hizo sonreír.

—Voy a estar bien, Lali. Has pasado todos los días conmigo, desde entonces —Se interrumpió y tocó la imagen asentada a la derecha de su cama. Era Nacho en su uniforme de baloncesto, sonriendo brillantemente con su trofeo de MVP del juego del año pasado, del campeonato estatal. —Ve con Peter. Diviértete. Por mí.

No podía divertirme con Peter sabiendo que mi mejor amiga se acurrucaba en su cama con las notas de su novio muerto mientras lloraba a solas. Tenía que sacarla de la habitación.

—Tengo una idea mejor. Peter está ocupado esta noche. Le he liberado de nuestros planes y decidió que alcanzaría el concierto de Atlanta que Cold Soul está teniendo esta noche. Originalmente, él les dijo que no podía asistir, pero ahora ya se dirige hasta allá. —Bueno así que mentí, pero ella nunca lo sabría—. Entonces, tú y yo vamos a ir a hornear galletas de chocolate y luego ver la primera temporada entera de The Vampire Diaries. —No era una fanática de Vampire Diaries, pero Cande era adicta a la serie. Tenía todas las temporadas en DVD y en iTunes. Podía verla a dondequiera que ella estuviera. Como ya he dicho, era adicta.

Cande apoyó la barbilla en la cabeza del oso y miró por encima, hacia mí, a través de sus largas pestañas que se rizaban a la perfección sin ningún tipo de ayuda en absoluto.
—Está bien. Puedo hacer eso. — respondió.

—Por supuesto que sí. Ahora levántate y vámonos a asaltar la despensa de tu abuela por chispas de chocolate. Tal vez tiene algunas de esas chispas de mantequilla de maní todavía. Podríamos hacer galletas de mantequilla de maní también.

Cande colocó al oso hacia abajo y puso el adorable collar sobre la mesa, junto a las fotografías de Nacho.

Luego, rigurosamente reunió cada nota dispersa alrededor de su cama, contándolas para que no se perdiera ninguna y las puso entonces al lado del collar. Una vez que hubo terminado se volvió hacia mí.

—Vamos a cocinar galletas. No he comido en días.

Peter

El olor de moho, tierra y el mal encontró mi nariz cuando entré en la choza de madera vieja. El exterior podrido de la casa me hizo difícil de creer que no hubiera cedido ante algo tan simple como una torrencial lluvia. Las paredes en el interior no eran mucho mejor de lo que espere ver.

Estantes llenos de frascos de artículos destinados para hechizos y brebajes ridículos con la intención de curar el cuerpo, causar enfermedad, eliminar los recuerdos y un sinfín de otros fines cubrían la mayor parte de las paredes. Las personas valientes como para aventurarse en esta parte del pantano y caminar a través de esta puerta estaban de los más desesperados por una respuesta. La mayoría de las personas que sabían del verdadero poder del vudú se mantenían alejadas. No era un mal necesario para los seres humanos meterse en estos problemas. Podría poseerte, robarte el alma si se los permitías.

La anciana que había venido a ver estaba sentada junto al fuego de la hoguera y cubierta por una colcha de ganchillo. La desvencijada mecedora dejó de moverse al momento en que entré en la habitación. Ella me sentía. Incluso alguien que ha vivido una vida controlada por la unión profana del vudú sabía cuando la Muerte estaba cerca.

Ella me esperaba en breve, pero no era su tiempo todavía.
 
Regresaría por ella a su tiempo y su alma sería destinada al Infierno por la eternidad. De eso estoy seguro. Un médico del vudú nunca obtenía otra vida. Una vez que vendían su alma, ese era el resultado. No hay vuelta atrás. La taza de lata en sus manos se asentaba a su lado en una pequeña mesa hecha a mano. Pude ver el temblor de sus brazos mientras la colocaba con cuidado.

—Mi carne de gallina dice tú estar aquí. Estoy lista para encarar mis decisiones. —La voz de la anciana tembló mientras se dirigía a mí. Me aparecí delante de ella, apoyándome en el horno de carbón negro caliente.
—Ah, sin embargo, yo aún no vengo por tu alma —dije arrastrando las palabras en el dialecto que sabía que la anciana entendería fácilmente. Frunciendo el ceño, me miró, la parte blanca de sus ojos sobresaliendo en contra de la oscuridad de su piel.

—¿Crees que yo tonta?
Riendo, negué con la cabeza. 
—Muy bien, podrías entenderlo con otras palabras, no estoy aquí por ti todavía. No me iré antes de que obtenga lo que vine a buscar.
—¿Qué puede ser? Yo no morir.
Asentí con la cabeza.
—No morirás, ese no es el por qué estoy aquí.

Ella se movió en su silla y trató sin éxito de sentarse recto. Su espalda encorvada hacia delante tan mal hizo que su intento fuera imposible.

—Dime qué quieres y no des vueltas con ello. A mí no gustar que estés aquí.

No, estoy seguro de que ella no me quería en su casa. Yo era el final de su vida. La única vida que ella conseguiría. Pero no estoy aquí para apaciguar el miedo de una anciana. Estoy aquí para saber qué es exactamente lo que le hizo a Lali.

—Dime acerca de la chica a la cual le salvaste la vida…
La anciana comenzó a negar con la cabeza y una mirada de horror en sus ojos.
—No, no puedo hacerlo. Un espíritu salvó a esa chica, es ruin de lo peor.
—Sé que Ghede la salvó. Eso no te he preguntando. ¿Qué tiene que hacerse para que él termine de maldecir su alma?

Sus manos nudosas lucharon nerviosamente con el afgano en su regazo. Ghede era el señor del espíritu vudú de los muertos, el padre de Pablo. En su religión era el fin de todo. A pesar de que yo delante de ella, no se enfrentaría a mi por toda la eternidad. Yo simplemente iba a remover su alma.

Ghede sería el señor de ella mientras enfrentara a su eternidad.

—Cualquier cosa que Ghede haga, cuesta. Eso sabía mamá que yo hacía cuando me obligó a salvar esa deuda.
—Entonces, dime qué puede hacerse para cambiarlo. —Exigí, cada vez más cansado de que esquivara la pregunta. Con un profundo suspiro, la mujer alzó sus ojos vidriosos para encontrar los míos. 
—Un alma por un alma es lo que cuesta. Nada menos puedes ofrecer. Tal vez cueste más. Ghede quiere a esa chica. 

Saliendo de la casa en ruinas, tomé una profunda bocanada de aire. Aunque no era exactamente aire fresco... había un olor húmedo rodeando la casa del médico vudú. Con una sonrisa ante la ironía, miré por encima del hombro una vez más antes marcharme para ir a convencer a Lali de que necesitaba hacerle frente a la única persona que yo sabía entendería las consecuencias de las decisiones de ella.

Antes de que Ghede decidiera comenzar a exigir su pago.

25 comentarios :

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