sábado, 20 de abril de 2013

Capitulo 12

Capitulo 12

Lali

Estaba paralizada. De pie allí, mientras los paramédicos trabajaban incansablemente sobre el cuerpo de Nacho, el cual no respondía, yo no podía moverme. Los sollozos y las súplicas de Cande a Nacho para que éste despertase sonaban muy lejanas.

Nada se sentía real. Era casi como si estuviera observando un hecho fuera de mi cuerpo. Además de mi abuela, nunca experimente perder a un ser querido. Seguro que él no moriría. ¿Peter me lo habría advertido, verdad? ¿Acaso no sabía él estas cosas de antemano?

En el momento en que escuche su nombre en mis pensamientos, él apareció, quedándose como un hermoso ángel oscuro detrás del paramédico inclinado sobre Nacho, administrándole la RCP. Preparaba el desfibrilador para reanimar su corazón. Nada más había funcionado.

Los ojos de Peter encontraron los míos y pude ver el dolor en aquellas profundidades verdes. Eso no podía significar lo que yo creía que significaba. ¿Solamente vino para tranquilizarme, verdad? Nacho era sencillamente demasiado joven para morir. Él era mi amigo. No cualquier amigo, sino uno que había tenido durante toda mi vida, o al menos durante el tiempo que puedo recordar. Habíamos hecho concursos de comer perritos calientes, y jugando carreras con motos de cros. Nacho fue quien me enseño a montar en monopatín, y yo era quien le ponía hígado de pollo de cebo en su anzuelo siempre que íbamos a pescar. Él odiaba este tipo de cosas. Le daban náuseas. Era una parte de mi vida, y yo no quería dejarlo ir. ¿Acaso Peter no veía eso?

—Nacho, por favor bebé, por favor, abre los ojos para mí —Sollozó entrecortadamente Cande, mientras ellos colocaban las dos paletas en su pecho de la misma forma en que lo había visto hacer a la gente de Anatomía de Grey. El pecho de Nacho subió y bajó en un rápido movimiento mientras todos parecieron flotar sobre él, rogándole que respondiera. Pero nada. Los vi hacerlo de nuevo, con los mismos resultados. No ocurría nada. Entonces, vi cómo el alma de Nacho se levantaba de su cuerpo y se dirigía directamente hacia Peter. Nunca miró hacia atrás mientras un transportador que nunca antes conocí, dio un paso adelante y en un instante después desaparecieron. Nacho se marcho.

El horror de lo que acababa de presenciar se sintió como una puñalada en el pecho. Él había alejado a Nacho de mí. ¿Cómo podía alejar a alguien de mí tan fácilmente? Cande cayó al suelo cuando los paramédicos anunciaron la hora de la muerte como las 8:02. No me atreví a girarme y ver si Peter seguía allí, presenciando cómo nuestro mundo se venía abajo. En vez de eso, me acerqué a Cande y me uní a ella en la hierba húmeda por el rocío mañanero. Envolviendo mis brazos alrededor de su cuerpo, me dejé llevar por el dolor.

Los paramédicos pensaban que fue un aneurisma cerebral, pero no se sabría con certeza hasta después de la autopsia. Ver el cuerpo de Nacho mientras subían la cremallera de la bolsa de plástico en la que se encontraba metido, fue el momento más extraño de toda mi vida. Aunque yo sabía que él ya no estaba allí, entre nosotros, fue un momento raro, Contuve el impulso de saltar y correr hacia ellos, y exigir que le dejaran salir de ahí.

Él no sería capaz de respirar en esa bolsa. Odiaba los espacios cerrados. Una vez lo había metido en mi armario y cerrado la puerta con llave, y para cuando lo dejé salir le había dado un completo ataque de ansiedad. Y ahora ellos lo encerraban en esa bolsa de plástico, y dentro de poco estaría enterrado.

Lo veríamos tumbado en un ataúd y luego lo perderíamos para siempre.

Nada de beca de baloncesto. Nada de NBA.

Nacho se había ido.

Cande no había hablado ni comido desde que su madre se presento en la escuela, inmediatamente después de recibir la llamada de aviso. No nos levantamos del suelo cuando su madre llegó. Con trabajo, me las arregle para convencer a Cande de levantarse y las dos subimos a la parte trasera del Cadillac de su madre hasta su casa. Ahora, ella estaba tumbada, hecha una bola, en su mullida cama rosa con el muñeco de peluche que Nacho le regalo por el día de San Valentín el año pasado. Tenía un collar alrededor de su cuello con un diamante en forma de un pequeño corazón. Él ahorro durante casi un año para comprárselo. Durante doce meses se detuvo por el pasillo por lo menos dos veces por semana, susurrándome lo cerca que estaba de conseguirlo. Yo le sonreía y negaba con mi cabeza, porque ellos eran tan horriblemente dulces.

—¿Cuánto tiempo piensas seguir aquí? —preguntó Euge, y yo salté, sorprendida por su llegada. No esperaba que estuviera aquí. Fruncí el ceño y miré a Cande, preguntándome si se había dormido. Sabía que la pastilla que su madre le dio tan pronto como llegamos era para que se durmiese.

—Está durmiendo, pero no puede verme ni escucharme de todas formas. Estoy de incógnito —Explicó Euge. 

No quería irme a mi casa. No quería dejarla. Y, honestamente, tampoco quería ver a Peter. Me sentía confundida y herida, y La Muerte no era precisamente a quien quisiera ver en este momento. La habitación de Cande era más segura.

—Pasaré aquí la noche. No me iré hasta que ella esté mejor —Le respondí en un tono cortante. Una parte de mí estaba enfadada también con Euge. Esto había sido obra suya después de todo. ¿No se les pasaría por la mente que yo hubiera querido saber que Nacho iba a morir con antelación? Tal vez podría haberlo detenido. Si hubiera sabido que sufriría una aneurisma, yo podría haber hecho algo.
—Estás enfadada con él, ¿verdad? —preguntó Euge con total naturalidad.

Simplemente, asentí con mi cabeza.

—Esto tenía que suceder tarde o temprano. No puedes amar a La Muerte, Lali, y no aceptarlo. Es para lo que fue creado. No es sólo un chico sexy que sabe cantar y tocar la guitarra. 

Sabía eso, por supuesto, pero en este momento no quería hablar de ello. No con ella, y tampoco con él.

—Sólo dile que necesito tiempo. No quiero que se aparezca por aquí. No quiero enfrentarme con él en este momento. Necesito llorar, sola.

Euge abrió la boca para protestar, pero la cerró cuando la miré con frialdad.

—Bueno, está bien. Si es así como te sientes…
—Lo es.

Peter

—Decir que está enfadada sería decir poco —dijo Euge, mientras entraba al patio trasero de Cande, donde yo había estado esperando desde que se fue a hablar con Lali. No me hubiese sentido bien interrumpiendo a Lali cuando ella se encontraba en la habitación de Cande. En vez de eso, envié a Euge.

—¿Qué te ha dicho? —El frío temor de haber lastimado los sentimientos que Lali tenía hacia mí me han estado consumiéndome por dentro desde que tomé el alma de Nacho. Si tan sólo hubiese prestado atención a la orden del día y reconocer su nombre… pero no lo hice. Esta había sido la primera vez que había pasado por alto algo como esto. Siempre reconocía a las almas que representaban algo importante. No podía entender cómo pude haber perdido el alma de Nacho. Su muerte me sorprendió tanto como a los demás. Si lo hubiera sabido, hubiese preparado a Lali.

Cuando llegué al campo de fútbol y encontré el cuerpo de Nacho, casi me negué a llevarme su alma. Pero mientras estaba allí, viendo a Lali, me di cuenta de que no podía. Me habían dado una oportunidad después de romper las reglas. No me darían otra. Y yo no podía dejarla. 

Mi naturaleza egoísta se impuso. Incapaz de mirarla a los ojos, me agaché y saqué el alma del cuerpo sin vida. Conocía a esta alma desde antes. El alma de Cande era su pareja. Su dolor sería muy profundo, porque perdió una parte de sí misma. Odiaba saber que yo tenía algo que ver con eso.

—Está disgustada, Peter. Ahora mismo, el hecho de que tú seas La Muerte la hace verte y entenderte de forma diferente. Hasta ahora, nunca se había dado cuenta de tu objetivo, ya que nunca antes alejaste a alguien de ella. Ahora, lo sabe. Y está luchando con el hecho de que la mayoría de los seres humanos odian, temen y se acobardan frente a La Muerte, y está enamorada de ella. 

La auto aversión se apoderó de mí, y agaché mi cabeza. Esto era inevitable. La Muerte no era algo que los humanos quisiesen. Ahora, mi Lali descubrió lo difícil que era en realidad quererme. Hoy destrocé su mundo y lo dejé hecho pedazos, y no había ni una maldita cosa que pudiese hacer para arreglarlo. 

—Te ama, Juan Pedro. Sé que lo hace. Pero esto no va a ser fácil de asimilar para ella. Es un concepto complicado para mí, y no soy humana. Su cerebro humano necesitará un largo periodo para acostumbrarse a todo esto. Sólo dale tiempo, y espacio.  

¿Espacio? ¿Cómo se supone que voy a darle espacio? Apenas puedo estar sin ella unas horas. ¿Cómo puedo retroceder y esperar? 

—¿Cómo? —pregunté, levantando la vista para mirar a Euge. 

Esperaba que, por una vez en su vida, tuviese algo inteligente que decir.

—¿Cómo? Pues, demonios, Peter, ¿Crees que me parezco al loco Creador? No lo sé. Simplemente hazlo.
—Que simplemente lo haga… —Repetí, mirando hacia la ventana, desde donde podía sentir los latidos del corazón de Lali. Ella estaría a salvo allí. Tendría que darle tiempo para aceptar lo que soy. Esperaba que no tomase demasiado.—¿Te quedarás aquí y cuidarás de ella? —Necesitaba saber que alguien la cuidaría mientras le dejaba algo de espacio.
Euge rodó sus ojos y puso una mano en su cadera. 
—Sabes que lo haré. Yo también estoy preocupada por ella, Peter. No voy a irme a ninguna parte. Y puesto que Lali ahora mismo no quiere tenerte a su lado como una carga pesada, ¿Por qué no te vas a tratar con algunos espíritus vudú y a patear traseros?
Eso era lo primero en mi agenda. 
—Es lo que pretendo hacer. 

Después de esto, enfrentarse a Pablo es lo último que necesita. Tengo que encontrar la forma de deshacerme de él. 

Dejando escapar un suspiro de alivio, Euge asintió, estando de acuerdo conmigo. 

—Sí, debes hacerlo, y este es el momento perfecto para ello.

23 comentarios :

  1. como lloreeeeeeeeeeeeee

    ResponderEliminar
  2. mierd.aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

    ResponderEliminar
  3. quierop saber como sigueee

    ResponderEliminar
  4. soy nueva lectora y me encanta la nove alguien me podria decir como se llama
    gracias

    ResponderEliminar