miércoles, 17 de abril de 2013

Capitulo 4

Capitulo 4

En el momento en que ella entró y cerró la puerta, lo sentí. Cerré mis ojos y dejé que mis sentidos lo superaran. Abriéndolos lentamente escaneé el patio trasero, hasta que mis ojos se dirigieron hasta la fuente del sueño de Lali. Había visto este espíritu antes. Un brillo burlón en sus ojos fríos me devolvió la mirada, mientras se sacaba no un cigarro, sino dos de la boca.

—¿Qué quieres con Lali? —Demandé, manteniendo la mirada sobre él. Los señores espíritus quizás podían manipular a los humanos y sus vidas, pero no tenían ningún poder sobre mí. Poseía todas las llaves. Sin mí, el vudú de un señor espíritu sería nada para la muerte. Su poder venía de aquellos que creían en él. Y acababan en mis manos.

—Ella me pertenece. —El arrogante espíritu se centró en mí. Podía ver la advertencia detrás de sus ojos. Sabía que se extralimitaba.
—No, no es.

El señor espíritu se movió hacia atrás. Su movimiento fue más un desliz que un paso poniendo distancia entre nosotros. El gruñido de mi pecho se encontró con mis oídos y de repente entendí su necesidad de espacio.

—La chica esta marcada como una restitución. Su madre hizo el trato. Sabe el costo.

¿Qué? Sin querer quitar mi mirada del señor espíritu, miré si Lali nos observaba desde la ventana de su cocina. Le negué el intento de poner distancia entre nosotros y lo fulminé con una fría mirada a los ojos, la cual sólo se podían considerar como un demonio para los seres humanos. El culto y la creencia de los que practicaban el vudú era el único lugar de donde sacaba su poder. Sin ellos, él no existiría.

—Lali Esposito es mía. Déjala. Nunca te has cruzado conmigo antes, pero puedo asegurarte que un espíritu señor del vudú no es rival para mí. Sabes eso.

La indecisión en la postura del espíritu señor era evidente. Retrocedió.

—Pero la restitución debe ser hecha.
—NO con Lali, no. Cualquier trato que tengas con su madre es con su madre. Lali no tiene nada que ver con eso.
—Nunca la conocerías si yo no la hubiera salvado. Habrías tomado su alma mientras estuviera tirada en el suelo, muriendo. Es a mí a quien no le gusta ver a los niños morir. A ti no te importa a quien tomes. Está viva por mí. Significa un propósito para mí. La salvé para mi hijo. La ha vigilado durante todos estos años.

Temblando de rabia, controlé mi necesidad de destrucción. Si intentaba aniquilar a un espíritu señor del vudú en el patio trasero de Lali traería a todo el infierno hasta aquí. Este era un lugar seguro para ella. Un lugar sin pesadillas.

—Déjala o trata conmigo.
—La chica tiene que elegir o tomaré mi pago de todos modos — siseó.
—¡Bien! Déjala elegir —Rugí.

Luego se marchó y mi quedé solo.
¿Qué en el nombre de los dioses había hecho la madre de Lali?

Lali

—Así que el chico amante está de gira —Anunció Nacho, el novio de Cande y mi amigo de la infancia, mientras dejaba su bandeja delante de mí. Elegí el rollo porque era la única cosa en de toda la bandeja que realmente conocía y pellizqué un pedazo antes de mirarlo. 
—Sí —Fue mi única respuesta antes de hacer estallar un trozo crujiente de pan dentro de mi boca.
—No le hables de eso. Está toda depresiva —Le regañó Cande, dándole una palmada en el brazo.
Nacho continuó mirándome, lo que era ligeramente desconcertante.
—¿Qué? —dije, encontrándome con su mirada.
Se encogió de hombros.
—Nada, sólo pensaba en algo, e iba a preguntarte y bien… Lo he olvidado. —Sacudió la cabeza como si se la aclarara y cogió su botella de agua.

Pablo. Había estado pensado en Pablo. Poco a poco se había desvanecido de los recuerdos de todo el mundo. De todo el mundo, excepto de los míos, por supuesto. ¿Por qué era eso?

—Nacho, ¿recuerdas la casa del árbol que construiste y no dejabas que las chicas entraran? —Nacho levantó la mirada de su comida y me sonrió
—. Sí, y tú estabas tan malditamente enfadada. Creo que colgué ese letrero solo para fastidiarte.

Estoy segura de que lo hizo. Nacho había vivido para hacerme enfadar. Teníamos una gran batalla de chicos contra chicas en aquel entonces. Cande era feliz jugando con sus muñecas Bratz, lo que sólo le daba a él más munición. Cande me hacía quedar mal. Las muñecas hacían que los chicos pensaran que éramos débiles y yo no era tan débil.

—¿Recuerdas el árbol en mi patio trasero que trepaste y decías que yo no podía? —Nacho frunció por un minuto y luego una sonrisa rompió en su cara.
—SÍ, y tú lo trepaste un día y caíste, pero un chico te ayudó o algo así. No lo sé. No me creí tu historia entonces y no me la creo ahora. Parecía un poco descabellado. —Y continuó y continuó hablando sobre cuán rápido trepaba ese árbol y su obvia destreza para hacerlo, pero mi mente se encontró en otras cosas.

El chico tenía que ser real. Ese sueño era un recuerdo. ¿Por qué lo olvide?

—¿Vas a comerte eso? —La pregunta de Nacho rompió mis pensamientos, y empujé la bandeja hacia él. No estoy segura a que “eso” se refería, pero todas “esas” cosas no iban a estar en un lugar cerca de mi boca.
—Escoge.
—Dulce, gracias. —Tomó la bandeja y se la puso delante de él.

Cande se estremeció mientras bajaba la mirada. Ese había sido exactamente mi pensamiento.

—Así que, Lali, ¿Cuándo vamos a tener una cita doble contigo y Peter?
—Uh… No lo sé. No sabía que querías.
Cande inclinó la cabeza a un lado y me dio una mirada incrédula.
—Por supuesto que queremos. Tú has sido la que ha estado evitándolo.

No. Nacho era amigo de Pablo. Nacho no había estado loco por mi y Peter. Sintió como que estuviera engañando a Pablo, incluso aunque les había contado a todos que Pablo había roto conmigo. Le eché una mirada a Nacho, quien parecía feliz comiendo la comida que le había dado, esperando mi respuesta. ¿Habían olvidado a Pablo completamente?

—Oh, vale, bueno, déjame hablar con él. Se ha ido por un tiempo, pero cuando regrese, seguro.

Nacho sonrió y tomó un sorbo de agua. Cambié mi atención a la mesa detrás de nosotros, donde normalmente se sentaba Pablo como un rey en su reino. Nadie parecía consternado por su ausencia. Ni siquiera Mery, su novia por años antes de que rompiera las cosas con ella este verano. ¿Habían sido realmente una pareja o él sólo había estado jugando con su cabeza?

Mery echó su cabeza hacia atrás y rió de algo que uno de los chicos le había dicho y miré fascinada como coqueteaba abiertamente con ellos. Agradecida de que hubiera olvidado a Peter una vez que se hubo ido por primera vez. No había tenido que lidiar con ella flirteando cuando volvió. Era casi como si no existiera en lo que a ella le concernía. Luego sus ojos atraparon los míos y un destello de conocimiento me sorprendió antes de que mirara hacia mi derecha y chillara el nombre de otra porrista que se acercaba a la mesa. Nadie se preocupaba sobre el mariscal estrella nunca más.

—Necesito cepillarme los dientes y retocar mi pintalabios. ¿Vienes? —Me preguntó Cande, levantándose.
Asentí y me levanté para seguirla fuera de la cafetería.
—Eh, Cande, parece que Nacho no está muy enfadado por lo de Pablo —La engatusé, esperado a ver como me contestaba.
Cande me miró por encima de su hombro.
—¿Quién?

*****

Mamá no se encontraba en casa. Fantástico. Estaba sola. Cerré la puerta detrás de mí y escaneé la cocina para ver si había algún visitante no deseado, flotando alrededor. En el caso de Pablo, andando alrededor. La casa parecía limpia, pero eso no calmaba mucho mis nervios. Dejé la mochila sobre el banco y caminé hacia la nevera para coger algo de beber y hacerme un bocadillo.

Una ensalada de tacos completa y una crujiente tortita estaban envueltas en un recipiente con una nota en la tapa.
  
Salí con Roger. Llegaré tarde. Ordené tu comida favorita de Tacos. Disfrútala.
Te quiero.
Mama.

Añadiendo esto a que me dejó sola en casa, podría besar su cara. Seguía muy hambrienta después de comerme sólo el rollo para comer. Había tenido tutorías con dos alumnos nuevos después del colegio y no había podido comer entonces. Ahora eran pasadas de las seis y juro que mi intestino grande se comía al pequeño. Necesitaba comida. Cogí mi ensalada y una lata de soda y me dirigí al salón. Después de oír a Cande hablar sobre el capítulo de Pequeñas Mentirosas de esta semana, quería verlo por mi misma.

Hundiéndome en el sofá puse un pie debajo de mí y encendí la televisión. Gracias al fantástico Roger, el novio de mama, teníamos una bonita pantalla de sesenta y dos pulgadas en nuestra pared. Roger era el gerente del distrito con mejores compras en el área, así que obtenía tratos asesinos. Ya había dejado caer la indirecta en el supermercado que quería un nuevo portátil. El viejo se dirigía rápidamente hacia la tumba.

—Lali.

Grité, dejé caer mi tenedor, escaneando la habitación en busca del propietario de la voz.

Pablo se encontraba bajo el marco de la puerta en la cocina. No parecía fantasmagórico o monstruoso. Sólo era como Pablo. Excepto que se encontraba en mi casa, sin ser invitado. Y no tenía alma.

—Lali —repitió.

Abrí mi boca para preguntarle que demonios, cuando desapareció y Euge irrumpió por la puerta como si estuviera en la guerra.

—¿Dónde está él? ¿Dónde esta esa pequeña mierda? Lo puedo sentir. Ahora, ¿DONDE DEMONIOS ESTÁS?
Miré como Euge escaneaba el salón y acechaba la cocina.
—Se ha ido. Maldito cobarde —gritó mientras irrumpía en las escaleras.

Me senté congelada, esperando a que Euge entrara en la habitación. Me sentía aún conmocionada por que Pablo estuviera en mi casa, y Euge gritara maldiciones mientras buscaba en cada esquina.

—¿Estás bien? —preguntó, una vez que volvió a la habitación.

Intenté asentir, pero no pude. En vez de eso, forcé que un “mmm” saliera de mi garganta. Mi corazón aún iba tan rápido que podría atravesar mi pecho.

—Respira profundamente, Peggy Ann. Toma respiraciones profundas. No dejes que su majestad haga que llueve en el infierno y a todos los que se interpongan en su camino sólo porque su novia está cagada de miedo. —Su colorido vocabulario causó que estallara en risas y pude tomar la profunda respiración que ella sugería. —Eso es. Buena chica —Afirmó con una sonrisa satisfecha y se sentó en el sofá junto a mí.

Baje la mirada a mi ensalada, tratando de asumir que Pablo había estado en mi casa. Sólo apareció de la nada. ¿Sería otra cosa que se parecía a Pablo? Había sonado como Pablo, seguro.

—¿Vas a comerte eso? —Su pregunta sonó más como una demanda cuando señaló hacia el bol de ensalada, que milagrosamente no había sido derramada por el suelo durante el drama.

Necesitaba comérmelo. No había comido en todo el día, pero el hambre se había ido. Ahora me sentía ligeramente enferma.

—¿Ese fue Pablo, verdad? —Le pregunté, girando mi rostro así podía hacerle frente.
—Síp. Mierdecilla. Mostrándose como un maldito cobarde y asustándote de esa manera. ¿No está tan dulce ahora, verdad?

Miré hacia atrás, donde él había estado parado. No parecía aterrador. Parecía preocupado. O quizás culpable.

—Peter solucionara esto. Deja de preocuparte. Ahora, ¿vas a comerte esto o no? Porque se ve delicioso. —Sacudí mi cabeza y Euge me la arrebató e instantáneamente tenía un tenedor en su mano.—Bébete la bebida si te sientes enferma. No quieres entrar en shock. El azúcar ayudara.

Asintiendo, tomé un pequeño sorbo de mi fría y dulce soda y mi estómago pareció asentarse.

—¿Por qué vino aquí?
—Porque quería hablar contigo, supongo —Contestó Euge, después de meterse otro tenedor lleno de ensalada en su boca.
—Los chicos del colegio, sus padres. Todos lo han olvidado.
Euge asintió.
—Sí, lo han hecho. Él no tiene alma, Lali. Recuérdalo, tú la tienes. Tu cuerpo es sólo una casa para ella. Aquellos que tienen alma lo olvidaron porque su alma nunca estuvo vinculada a la suya. No se puede conectar con algo que no hay.
—¿Por qué yo lo recuerdo? —Mi voz salió en un susurro. Casi tenía miedo de escuchar la respuesta a esto.

Euge dejó el tenedor en el bol y suspiró.
Esto no era bueno.

—Eres diferente. Él tenía... Había esta… UGH ¿Por qué diablos Juan Pedro no te explicó esta mierda? —Euge colocó el casi vacío cuenco con la tortilla en la mesa de café, rompió un trocito antes de echarse hacia atrás y mirarme. —Tu alma fue marcada cuando eras pequeña. Pablo tiene algún tipo de reclamo sobre tu alma. Ahora, no te asustes. Peter es más que capaz de arreglar esto antes de que Pablo se vincule a ti.

No me gustó como sonaba eso. ¿Vincular? Me ahogué.

Euge asintió y tomó otro trozo de tortita del bol. Mantenía todo esto de forma casual. A lo mejor necesitaba calmarme. Ella no parecía preocupada. Pero, ¿vincularme?

—Deja de fruncir el ceño, Peggy Ann. No es tan malo. Así que, así es la cosa: tu mamá tomó una mala decisión. Tienes un espíritu oscuro determinado a reclamarte. Las cosas podrían ser peores —Terminó, con un encogimiento de hombros.
—¿Cómo? ¿Cómo podrían ser peores? ¿Un espíritu oscuro? — Levanté mi refresco, y mi estómago se revolvió ante el pensamiento de lo que un espíritu oscuro significaba realmente.
—¿Cómo podría ser peor? Bueno, para empezar, podrías estar sin la completa devoción de la Muerte en persona. Vamos, Peggy Ann. ¿Qué puede hacer un espíritu oscuro contra la Muerte? Me refiero, enserio — Euge puso sus ojos en blanco y engulló el ultimo trozo de tortita del bol que sujetaba.

Me empapé con sus palabras, deseando que fueran más reconfortantes.

—¿Tienes algo bien grabado en toda esta cosa? —preguntó, dirigiéndose al mando de la televisión.
—Um, sí, mira lo que quieras —Murmuré y me bebí mi soda, deseando que Peter pudiera volver a casa.

Ahora.

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