domingo, 14 de abril de 2013

Capitulo 16

Capitulo 16

Él no volvió. Pasé todo el fin de semana encerrada en mi habitación esperándolo, pero nunca vino. Me levanté, el lunes en la mañana, muy temprano y me vestí con tal desesperación que casi corrí fuera de la casa hasta llegar a la escuela. Cuando mi madre preguntó: 
—¿Pablo no te llevará hoy? —Me detuve con mi mano en la perilla, insegura de cómo responder. Dejé que sus llamadas fueran a mi correo de voz el fin de semana.

Después de escuchar sus suplicantes mensajes, finalmente lo llamé y le aseguré que me encontraba en la cama, enferma. Él esperaba llevarme a la escuela esta mañana. Me obligué a mi misma a sentarme y comer mi desayuno mientras esperé diez minutos más, a que Pablo llegara. De alguna manera, me las arreglé para aparentar paciencia, hasta que entré por la puerta principal de la escuela. No pude sentirlo. Él no estaba aquí. El puchero en los labios rojizos de Mery me aseguró que no se escondía de mí.

Simplemente, no estaba aquí. Cada clase que pasaba sin él, se sentía como un agujero negro expandiéndose cada vez más en mi mundo. Pablo me miraba con una mezcla de preocupación y frustración que sabía que trataba de ocultar. Una vez que la última campana sonó, salí de la biblioteca y me dirigía a casa. Necesitaba que él estuviera allí. Pero no estaba. Estuvo ausente por dos días más. Para cuando entré a la clase de Literatura Inglesa el jueves, lo sentí. El cálido hormigueo creció más de lo acostumbrado después de cuatro días de ausencia. Miré hacia el final de la habitación y allí se encontraba él, dándole a Mery su sonrisa torcida mientras trazaba su mandíbula con la punta de su dedo. Río, y él se acercó más y le susurró algo al oído que causo que echará su cabeza hacia atrás y se carcajeara. Ella miró en mi dirección y sonrió triunfalmente. Mi mirada viajó de ella a Peter, quien parecía no prestarme atención en absoluto. Él la observaba con una sonrisa seductora. Me besó y me dejó sola, confundida, y luego desapareció por cuatro días.

Actuaba como si nada hubiera pasado.

Lo miré fijamente, deseando que me notara, que reconociera mi presencia. No lo hizo. Incapaz de observar más la situación, me di la vuelta y salí de la habitación. Pablo se encontraba afuera de la puerta, dónde lo dejé. Hablaba con Justin y me miró con una sonrisa de sorpresa.

—Hola, ¿Olvidaste algo? —Preguntó, alargando su mano. Negué con mi cabeza, con miedo de que el enorme agujero que Peter hizo en mi corazón fuera visible para todo el mundo. Me acerqué a Pablo y envolví mis brazos alrededor de su cintura. Sus brazos me rodearon al instante.
—Hablaremos después, hombre. —Le escuché decirle a Justin sobre mi cabeza.
—¿Qué pasa? —Susurró a mi oído, mientras continuaba  abrazándome. Quería llorar porque no lo amaba. Pablo me amaba y sería fácil enamorarme. Nunca me lastimaría de la manera en que Peter acababa de hacerlo. Él era tan bueno y honesto. ¿Por qué no lo amaba a él? Me apreté fuertemente contra su cuerpo, con miedo de que pudiera escuchar mis pensamientos y me alejara en cualquier momento. Sin embargo, Pablo no podía escuchar mis temores.

Me acercó más y comenzó a frotar pequeños círculos en mi espalda con su mano. Las lágrimas brotaron de mis ojos y odié llorar en sus brazos por otro chico. Pablo se merecía alguien que pudiera amarlo. En una ocasión lo odié, porque pensé que él creía ser demasiado bueno para mí. Ahora, me odiaba a mi misma porque sé que él era demasiado bueno para mí. No lo merezcía, me aferré a él de todos modos. Quizás no lo amaba, pero lo necesitaba. Él no tenía idea de que mis entrañas se sentían como si hubieran sido arrancadas de mi cuerpo, debido a que alguien o algo me rechazó.

—Sr. Brown, Lali no se siente bien. Necesita ir a enfermería. Me aseguraré de llevarla y traerle un justificante. —Le explicó Pablo a mi maestro mientras me abrazaba.
—Bien, ¿Tú la llevarás entonces? —La voz del Sr. Brown sonó preocupada.
—Sí, señor. —La puerta se cerró y el pasillo se convirtió en silencio.

No quería ir a enfermería, pero sabía que no podía quedarme en el pasillo todo el día, dejando que Pablo me abrazara. A pesar de que sabía que si yo le pedía eso, él lo haría. Di un paso atrás para levantar mi mirada a su rostro. Su cara era una máscara de preocupación mientras secó una lágrima de mi mejilla.

—¿Qué pasa, Lali? —preguntó en voz baja.
Me las arreglé para sonreír un poco. 
—Creo que el malestar se acaba de ir. Me siento bien otra vez. Esta semana fue miserable. —Admití, necesitaba agregar algo de verdad en lo que decía.
Él asintió y me jaló de regreso a sus brazos. 
—Lo siento. No puedo soportar verte llorar. Me mata. —dijo en voz baja y me apretó contra él. Pablo era mi vínculo con el mundo real y mi fuente de consuelo, especialmente ahora que mi corazón se sentía roto sin posibilidad de repararse. Lo que me asustó más fue el hecho de que mi corazón había sido roto por alguien que ni siquiera conocía.

Fui a enfermería, pero sólo me quedé allí el tiempo suficiente para que Literatura Inglesa terminara. Una vez que mi clase de Algebra II estuviera a punto de comenzar, le aseguré a la enfermera Tavers que me sentía mucho mejor y quería ir a clase. Algebra II pasó a ser la única clase que no compartía con Peter o Mery. Podía sobrellevarlo. Pablo estaría conmigo en Historia Universal, así la presencia de Peter sería más fácil de ignorar.

Puse un pie en el pasillo y la inquietante advertencia en mi cabeza de que alguien me observaba hizo que los vellos de mi brazo se erizaran. Miré a los lados del pasillo vacío, pero no había nadie. El miedo parecía atorarse en mi garganta y me obligué a tomar una calmada respiración antes de dirigirme hacia Algebra II con mi pase de la enfermera Tavers. Caminé más rápido de lo normal, esperando ver a más personas. Estar sola en el pasillo me traía recuerdos aterradores.

Especialmente ahora, ya que no estoy segura de si Peter vendría a mi rescate.

Él ni siquiera me miraba, así que ¿Por qué vendría hasta aquí si un alma me persiguiera? La sensación de ser observada se intensifico mientras más cerca llegaba al final del pasillo.

¿Por qué Algebra II tenía que estar al final del pasillo? Miré por encima de mi hombro y el pasillo seguía vacío. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal y me eché a correr. No podía verla, pero sabía que se encontraba allí. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho. Mantuve mis ojos en la puerta del salón de clase. Todavía parecía estar muy lejos, sin embargo, sabía que si gritaba podían escucharme. El frío se hizo más fuerte y el aire se volvió más pesado, haciendo que fuera difícil respirar. Necesitaba dejar de correr para forzar el oxigeno a entrar en mis pulmones, pero no me dejaría en paz por mucho tiempo.

Una puerta se abrió justo cuando mi visión comenzó a ser borrosa por mi falta de oxigeno y aire, mis pulmones ardían. El frío desapareció. Bajé mis libros y puse mis manos en mis rodillas, jadeando por más aire, relajándome y tratando de calmar mi corazón. Los pasos acercándose me sorprendieron y levanté la mirada, lista para correr nuevamente cuando vi a Peter alejarse.

Lo que sea que me siguió huyó por su culpa. Afortunadamente para mí, no notó que a Peter no le importaba mantenerme a salvo. Mi corazón ya no se aceleraba por miedo, pero dolía por el rechazo. Tomé mis libros del piso y observé la silueta de él, alejándose, una vez más, antes de dirigirme a mi clase.

***

—Si no estás lista para comenzar con mi discurso, no tengo prisa. — Pablo se inclinó y susurró en mi oído. Ordenamos pizza y estábamos abrazados en el sofá viendo televisión. La verdad era esa, no me sentía de humor para trabajar en discurso. Todo lo que realmente quería hacer era disfrutar de la calidez estar en sus brazos. Estar sentados en el sofá, sintiendo los brazos de novio, me ayudaba a mantener el miedo en control. Cuando Pablo su de mi se marchara, tendría que ir a mi dormitorio sola.

La idea de enfrentarme a mi habitación después de mi experiencia de hoy, en el pasillo, me aterrorizaba. Ver a Peter alejarse de mí, como si él fuera un chico sin ninguna preocupación en el mundo, mientras yo jadeaba en busca de aire, me dejó con un sentimiento de desesperación. Alargué mi brazo y tomé la mano de Pablo en la mía. Él estaba aquí. Claro que no me protegería contra las almas psicóticas. Sólo Peter podría detener eso… aquello… la cosa que fuera ella. Pero Peter no se encontraba aquí. Pablo era todo lo que tenía y quería absorber su presencia todo el tiempo que pudiera. Pablo sostuvo mi mano con la suya y permanecimos en silencio. No estoy segura de qué veíamos. Él reía en voz alta algunas veces y el sonido me hacía sonreír. Disfruto verlo feliz.

Algunas veces olvido lo que es ser feliz.

El timbre de su teléfono interrumpió mis pensamientos y salté. Estaba en el borde esta noche.

Sonrió. 
—Es mi teléfono, no la alama de incendio. Jesús, estás nerviosa esta noche. —Busco el móvil en su bolsillo y lo sacó.
—¿Hola? —Hizo una pausa—. Estoy con Lali justo ahora… lo sé, pero estoy ocupado… No hemos terminado todavía. —Pablo me miró disculpándose—. De acuerdo, estoy en camino. —frunció el ceño, mientras cerraba su teléfono. —Era mi papá. Necesita que vaya con él a dejar el coche de mamá con el mecánico. Van a arreglarlo mañana a primera hora. No puede irse a la cama hasta dejar el auto y después tiene que trabajar un doble turno en la estación.

Me senté recta y forcé una sonrisa. Mi madre no llegaba en casa aún y el pensamiento de estar sola me hizo querer acurrucarme como una bola y llorar. 
—Oh, bueno, umm, entonces ve. Trabajaremos en el discurso mañana.
Él frunció el ceño y deslizó una mano en mi cabello, frotando su pulgar contra mi oído. 
—Pareces tensa. No me gusta dejarte inquieta.
Sonreí y me encogí de hombros. 
—Probablemente necesite dormir un poco.

Mentí, esperaba que lo creyera. Se inclinó y me besó suavemente. Deslicé mis manos detrás de su cuello y profundicé el beso. Pablo tomó mi rostro en sus manos y ladeó su cara para acomodarse perfectamente. Me sumergí en la comodidad de su cercanía y calidez. Sabía que necesitaba dejarlo ir para ayudar a su papá, pero me aferré. Dejarlo ir significaba que  estaría sola. Me apreté contra él, sin pensar en cómo mi necesitad de compañía podía ser malinterpretada con pasión. Un gemido salió del pecho de Pablo y me presionó suavemente contra el sofá y me cubrió con su cuerpo.

Nunca habíamos dejado que las cosas fueran tan lejos antes. Peter estaba allí, en algún lugar en el centro: una fuerza invisible que me hacía distanciarme de Pablo. Sería un error permitir que las cosas vayan aún más lejos. Que Pablo creyera que podemos dar un paso más allá en nuestra relación no sería justo para ninguno. Peter siempre estaría en mi mente. Pablo merecía algo más que ser el segundo. Incluso ahora, mientras se presiona contra mí y su respiración suena agitada, no siento nada salvo seguridad. Su mano se desliza por debajo de mi camisa y sé que es hora de detenernos. Justo cuando roza la parte inferior de mi sujetador rompo el beso.

—No. —Susurré y su mano se retira lentamente. Su respiración sonaba entrecortada y pude sentir su corazón latiendo contra el mío. Lentamente se sentó y extendió su mano para levantarme también. Pasó una mano a través de su cabello castaño y se rió temblorosamente.
—Wau. —dice, sonriendo. No estoy segura de qué decir, porque “Wau” no era lo que yo sentía—Lo siento, me dejé llevar. —Se disculpó, bajando la mirada hacia mi camisa, la cual estaba levantada, justo encima de mi ombligo. La tiré hacia abajo y le sonreí tranquilizadoramente. No era como si acabara de tratar de violarme.
—No te disculpes. Necesitábamos parar. Tu papá está esperando. 
Pablo asintió, su expresión seguía siendo un poco vidriosa, y se puso de pie. Tomó su chaqueta, agarró sus libros y llaves. 
—¿Estarás bien hasta que tu mamá llegue a casa? —Preguntó.

Quise reír por la respuesta a esa pregunta. En su lugar, asentí y sonreí. No era como si pudiera decirle que un alma perturbada quería matarme por razones que yo no entendía.

La puerta cerrándose detrás de Pablo dejó un fuerte peso sobre mi pecho. Pensé en salir afuera y quedarme en el jardín, para así ver las otras casas iluminarse y las personas dentro de ellas. De alguna manera, ver a las otras personas sonaba seguro. Caminé y me detuve en frente de la puerta. Podría quedarme aquí hasta que mamá llegara a casa. Si cualquier cosa se presentaba, podía correr hasta la calle y gritar. Por supuesto, todo el mundo pensaría que estoy loca, pero llamaría la atención.

—No creo que esas medidas drásticas sean necesarias. Ve a la cama, Lali, estaré aquí. —Me giré hacia el sonido de la voz de Peter. El alivio y la ira se apoderaron de mí al mismo tiempo. Quería lanzar mis brazos alrededor de él, pero también quería darle un puñetazo en su perfecta nariz. —Preferiría que no lo hicieras. Sólo ve a la cama. —Su tono frío me hirió más que el miedo. No me miraba, en su lugar veía una revista de deportes que Pablo olvidó. Sus botas se apoyaban sobre la mesa mientras reclinaba su silla. Las lágrimas ardieron en mis ojos, pero no lloraría frente a él. Esa era una humillación que me rehusaba a darle. En su lugar, subí las escaleras corriendo.

El agua caliente apartó mis lágrimas mientras estuve en la ducha más tiempo del necesario. Allí mis sollozos fueron camuflados. Una vez que las lágrimas dejaron de caer y todo lo que quedó fue un gran hueco, cerré el agua, salí a la alfombra blanca y envolví una toalla a mí alrededor. Estudié a la chica frente al espejo. Sus ojos rojizos e hinchados.

Ninguna cantidad de agua podía lavar la tristeza que reflejaba. Él estaba aquí y yo me encontraba a salvo. Era algo que agradecer. No tenía el coraje para preguntarle por qué había venido. No quería que me viera llorar. No quería que supiera que pasé media hora llorándole. ¿Quizás robó mi corazón o tomó mi alma? No podía estar segura, pero me rehusé a que tomará mi orgullo, también.

Apreté la toalla más fuertemente y me dirigí a mi habitación. Entré, sabiendo que estaría vacía. Peter no quería estar cerca de mí. Una pequeña parte tenía la esperanza de encontrarlo sentado en la silla de la esquina con la guitarra en sus manos. Lágrimas nuevas brotaron de mis ojos. Necesito controlar esta agonía o lo que sea que es. Alargué mi brazo buscando mi suéter, pero no me atreví a usar cualquier cosa que me recordara a Peter y las noches que pasó cantándome para dormir. En cambio, saqué mi camisa de dormir y la deslicé sobre mi cabeza. Era rosa pálido. Sonreí tristemente, notando que nunca había pensado en eso antes. De inmediato me la quité y la deje caer en el suelo. No podía usarla, tampoco. Abrí mi armario y saqué una camisa de Pablo que tenía y me la puse. Todavía podía sentir a Pablo y eso me dio el poder para ser capaz de ignorar a Peter y abrazar a Pablo con mis acciones, incluso si mi corazón pensaba de manera diferente. Caminé hacia mi cama y me recosté, pensando en la música que no podría escuchar.

El silencio hacía eco a través de la casa, pero sabía que no seguía sola. Él observaba. No quería cerrar mis ojos, esperanzada de que él viniera a sentarse en su silla y tocara música para mí. El único sonido que pude escuchar fue el lento goteo del grifo en el baño y el asentamiento de la casa. Si Peter no estuviera en la planta baja, cualquier pequeño sonido me hubiera hecho saltar y correr hacia la puerta. Sin embargo, con él vigilándome, era capaz de cerrar mis ojos y ser arrullada por el silencio.

La música vino en mis sueños. La inquietante y dulce música llenó el agujero de dolor en mi corazón. Sonreí, buscando la fuente del sonido, pero no encontré nada. Fue sólo un sueño hermoso.

+ 20 Y mas!!  

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