miércoles, 10 de abril de 2013

Capitulo 1


Capitulo 1

No lo mires y él se irá. Cantaba en mi cabeza, mientras caminaba hacia mi casillero. Me tomó una enorme cantidad de fuerza de voluntad no mirar sobre mi hombro.

No sólo lo alertaría, podía ver que era inútil, también sería Los pasillos ya se encontraban llenos de estudiantes. Aunque, hubiese seguido dentro de la escuela, de todos modos lo habría bastante facilidad a través de la multitud de personas. Permaneció estúpido. si él me visto con apartado, justo como todos ellos lo hacían, sin moverse y observando.

—¡Agh!¿Has visto a Pablo? Quiero decir, honestamente ¿Puede ser más caliente? Oh sí, sí que puede. —Candela Vetrano, mi mejor amiga desde la escuela primaria, chilló mientras me agarraba del brazo.
—No, no lo he visto. El entrenamiento de fútbol debe de haber coincidido con él. —le contesté con una sonrisa forzada. No me podría importar menos cuán caliente podía lucir Pablo Martinez.
Candela entornó los ojos y abrió el casillero junto al mío.
—En serio, Lali, no entiendo cómo puedes ser tan inmune a una persona tan intensamente sexy.

Logré una sonrisa genuina y deslicé mi bolso por encima del hombro.

—¿Sexy? Por favor dime que no dijiste sexy.
Cande se encogió de hombros.
—No soy un pozo sin fin de palabras descriptivas, como tú.

Me atreví a echar un vistazo por encima del hombro. Los pasillos se encontraban llenos de gente normal, gente que vive. Hablaban, reían, y leían sus horarios. Todo era muy real. Dejé escapar un suspiro de alivio. Este era el primer día de mi último año. Quería disfrutarlo.

—Entonces ¿Qué clase tienes primero? —Pregunté, relajándome por primera vez desde que había visto al chico muerto afuera, apoyándose tranquilamente sobre una mesa para el almuerzo mirándome directamente.
—Tengo Álgebra II. ¡Agh! Disfruté tanto Geometría el año pasado. Odié Álgebra en primer año y ya puedo sentir las vibras negativas saliendo de mi libro. —El estilo dramático que Candela tenía para la vida en general nunca dejaba de hacerme reír.
—Yo tengo Literatura Inglesa.
—Bien, todos saben que te encanta eso. Oh, mira, mira, mira ahí está él. —Miranda chilló en voz baja, mientras asentía con la cabeza hacia donde Pablo hablaba con otros jugadores de fútbol.
—Odio no poder andar por ahí y disfrutar de Su Alteza contigo, pero ésta es mi parada.

Candela se volvió hacia mí, entornó sus grandes ojos marrones, y me dio un saludo antes de hacer su camino hacia Pablo.

Los salones vacíos eran lugares que usualmente evitaba a toda costa.

Teniendo en cuenta el hecho de que la campana no sonaría hasta cinco minutos más, esta sala, sin duda, permanecería vacía por los próximos cuatro minutos. Si me hubiera quedado en el pasillo, habría sido arrastrada por Candela a donde Pablo se rodeaba de sus escasos elegidos.

Sabía, sin dudar, que no le interesaba hablar con Candela. Hemos ido con Pablo a la escuela desde que teníamos once. Desde su traslado de algún lugar al norte de la ciudad costera de Breeze, Florida, nunca nos había reconocido, a ninguna. No es como si me importara. No era mi tipo. Caminé hacia la mesa más cercana a la ventana y puse mi bolso en el piso.

Un movimiento, por el rabillo de mi ojo, hizo que los vellos de mis brazos se erizaran. Sabía que no debía quedarme en esta habitación vacía. Pero ya me encontraba aquí ahora y salir corriendo lo haría peor. Me volví para hacer frente a la misma alma que vi afuera, sentado en una silla en la parte posterior del salón de clases con sus pies apoyados sobre el escritorio frente a él y los brazos cruzados casualmente sobre el pecho. ¿Cómo sabía que podía verlo?

No le di ningún indicio. Normalmente, los fantasmas necesitaban una pequeña pista para darse cuenta que no era tan ciega como el resto del mundo. Algo era diferente con éste. Bajé la mirada y empecé a voltearme. Tal vez debería ir con Candela y el equipo de jockey que se encontraba en el pasillo. Si actuaba como si no lo viera y caminara de regreso al pasillo, entonces él podría pensar que había cometido un error y flotar o caminar a través de una pared o algo así.

—Realmente no quieres someterte a tan inútil compañía, ¿Verdad? — Una fría y suave voz rompió el silencio.

Agarré la silla de plástico duro a mi lado tan fuerte que mis nudillos se pusieron blancos. Luché contra un sorpresivo y pequeño llanto—casi un grito—en la parte de atrás de mi garganta.

¿Debería ignorarlo? ¿Debería responderle? Dejarle saber que su presentimiento era cierto podría no terminar bien. Pero ignorar todo esto iba a ser imposible. Él podía hablar. Las almas nunca antes me hablaron. Desde el momento en que me di cuenta que los extraños que con frecuencia me miraban o aparecían en mi casa vagando por los pasillos no eran visibles para nadie más que para mí, había comenzado a hacer caso omiso de ellos. Ver gente muerta no era una cosa nueva en mi vida pero escucharlos hablarme era definitivamente un nuevo giro.

—Te creía con más agallas. ¿Vas a decepcionarme también? —Su tono se suavizó. Había un acento familiar en su voz ahora.
—Puedes hablar. —dije, mirándolo directamente. Necesitaba que supiera que no me sentía asustada. Había lidiado antes con almas errantes, porque eso me ha gustado pensar que son, toda mi vida.

Ellos no me asustaban pero prefería ignorarlos, de ese modo se marcharían. Si alguna vez pensaran que podía verlos, me perseguirían. Él continuó observándome con una expresión divertida en su rostro. Pude notar que su sonrisa torcida dejaba ver un solo hoyuelo. El hoyuelo no parecía encajar con su actitud fría y arrogante. Por mucho que su presencia me molestaba, no podía dejar de admitir que ésta alma solo podía ser etiquetada como ridículamente hermosa.

—Sí, hablo. ¿Esperabas que fuera mudo?
Apoyé la cadera contra la mesa.
—Sí, de hecho, eres el primero que ha hablado conmigo.
Frunció el ceño. —¿El primero?

Parecía genuinamente sorprendido de no ser la primera persona muerta que podía ver. Él era, sin duda, el alma más singular que he visto nunca. Hacer caso omiso de un alma que podía hablar iba a ser duro. Sin embargo, tenía que superar su capacidad y deshacerme de él. Hablar con amigos invisibles podría dificultar mi vida social.

Acabaría pareciendo una chica loca que hablaba sola.

—Lali Esposito, este debe ser mi día de suerte. —Al escuchar mi nombre, me giré para ver a Ignacio Alzamendi entrando en el salón.
Forcé una sonrisa como si no hubiera estado hablando con una habitación vacía.
—Creo que lo es. —Incliné mi cabeza de regreso para encontrarme con sus ojos.
—Continúas creciendo, ¿Cierto?
—Parece que no puedo detenerlo. —Me guiñó el ojo y luego colgó una de sus largas piernas sobre la silla en frente de la mía antes de sentarse.
—¿Dónde has estado este verano? No te he visto mucho.

Tuve la oportunidad de echar un vistazo atrás, hacia el alma, para encontrar una silla vacía. Una mezcla de alivio y decepción se apoderó de mí. Querer hacerle más preguntas no era exactamente una buena idea, pero no podía evitarlo. Le preguntaría lo que a otras almas antes, como: “¿Por qué me estás siguiendo?” o “¿Por qué puedo verte?” y siempre permanecían mudas. Muchas veces desaparecían cuando comenzaba a hacerles preguntas.

Volviendo mi atención de regreso a Nacho, forcé una sonrisa antes de responder.

—Estuve en Carolina del Norte todo el verano en el campo de caballos de mi tía.
Nacho se reclinó en su silla y sacudió la cabeza.
—Simplemente no entiendo por qué la gente querría irse todo el verano, cuando vivimos en una de las playas más bellas del mundo.

Para mí no había sido una elección en realidad, pero no quería explicarle el motivo a Nacho o a cualquier otra persona. Más estudiantes comenzaron a entrar en la habitación, seguidos por nuestro profesor de Literatura Inglesa, el Sr. Brown.

—Nacho. ¿Cómo estás, Slim?—Justin Gregory saludaba mientras se dirigía hacia nosotros. Dejó caer su bolso sobre la mesa al otro lado de Nacho. Por ahora, la atención de Nacho no se dirigía a mí, gracias a la interrupción de Justin.

Cuando me volví hacia el frente de la clase, mis ojos se volvieron a encontrar con el alma. Apoyado contra la pared directamente en diagonal a mi escritorio, estaba de pie, mirándome. Me fulminó con la mirada y pareció encontrar mi evidente aversión entretenida. Su hoyuelo apareció y odié el hecho de encontrarlo sexy. No era un ser humano, bueno, ya no lo era. Me tomó un gran esfuerzo apartar la mirada, lejos de él y enfocar mi atención en el tablero donde el Sr. Brown había escrito nuestra tarea. Siempre había ignorado a esas fastidiosas almas antes y habían desaparecido. Tenía que superar el hecho de que esta podía hablar conmigo. Si no lo ignoraba estaría atrapada, con él acechándome.

***

—Lo odio, me refiero a odiar de una forma importante, —se quejaba Cande mientras dejaba caer la bandeja del almuerzo en la mesa con un fuerte estruendo—. Si tengo que sentarme en álgebra y química durante toda la mañana, uno pensaría que por lo menos podría haber una pequeña recompensa para la vista en una de mis clases. ¡Pero nooooo! Tengo a Gretchen con sus incesantes estornudos y a Craig con sus problemas de gases.

Me atraganté con mi sándwich y agarré mi botella de agua para tomar un sorbo rápido con el fin de tragar la comida. Una vez que me sentí segura de que no iba a ahogarme hasta la muerte, levanté la vista hacia la cara preocupada de Cande.

—¿Tienes que decir cosas como esas cuando tengo la boca llena de comida? —Pregunté.
Ella se encogió de hombros.
 —Lo siento, sólo decía, eso es todo. No era mi intención que te olvides de masticar la comida. —Me alcanzó con una mano sobre la mesa y apretó mi brazo—. Ahí va Su Perfección ahora. ¿Crees que va a salir otra vez con Mery este año? Me refiero a que realmente tuvo una mala ruptura el año pasado con todo lo del engaño y esas cosas. Seguramente lo superó.

Di otro bocado a mi sándwich, sin querer contestar su pregunta. No me importaba con quién saliera Pablo Martinez  pero sí, estaba más que segura de que volvería con Mery. Parecían ser "La Pareja de Oro".

Todos sabían esto y lo esperaban. Los de su tipo siempre buscaban otros a la altura de su nombre.

—Vuelve a meter la lengua dentro de tu boca, Candela. Te ves como un perro que está muriendo de sed. —Nacho se sentó frente a nosotras, lanzando una risita por su propia broma mientras Candela le fruncía el ceño.
—No tengo mi lengua colgando, muchas gracias.
Nacho me guiñó un ojo y se encogió de hombros.
—Lo parecía para mí. ¿Qué piensas Lali, se babeaba o qué?

Llené mi boca con otro bocado. No pensaba estar en el medio de esto. Nacho se echó a reír cuando le señalé mi boca repleta. Candela me dio un codazo en el costado.

—No te pongas de su lado. Él solo es malvado.
Con un largo sorbo de agua tragué mi comida, y luego miré fijamente a Cande.
—Ustedes pueden discutir todo lo que quieran pero yo no voy a meterme. Desde que decidieron llevar esto un paso más allá de la amistad el año pasado y se vino abajo a su alrededor, todo lo que quieren hacer es darse golpes bajos el uno al otro. No es mi pelea. Déjenme en paz. — Rápidamente di otro bocado a mi sándwich así no podía ser incitada a decir nada más.

Cuando ambos se dieran cuenta que se encontraban locos el uno al otro porque ninguno ha podido superar la ruptura, harían mi vida más fácil. Pero entonces, sería la única soltera, una vez más. Mi novio, Benjamin , se mudó hace meses y no había hablado con él, incluso desde antes de ir a ver a mi tía este verano.

—¡No se trata de eso! No pudo importarme menos que no pudiera mantener su lengua fuera de la garganta de Caridad cuando no lo miraba. — dijo Candela con enojo.
—No tenía mi lengua en la garganta de nadie, excepto la tuya, Candela, pero no me crees y estoy cansado de defenderme. —Nacho se levantó y tiró de su bandeja de comida sin tocar antes de alejarse.
—Imbécil. —murmuró, mirando como él se cambiaba de mesa.

Odiaba verlos así. Los tres habíamos sido amigos desde el tercer grado. En aquel entonces, Nacho había sido todo brazos y piernas. Ahora, se alzaba por encima de todos con un cuerpo largo y musculoso. Candela no había sido inmune a sus repentinas cualidades el año pasado. Ahora, no lo soportaba.

—Escucha, Cande, pensaba, que tal vez si los dos hablaran sobre lo que pasó sin que lo acuses, las cosas podrían funcionar. —Había intentado esto antes y ella siempre me ignoraba.
Efectivamente, comenzó a sacudir su cabeza haciendo que sus rizos castaños rebotaran adelante y atrás.
—Sé lo que pasó, Lali. No quiero hablarlo con él. Es un gran mentiroso, un traidor. —Dio un mordisco violento a su manzana Granny Smith y siguió mirando en dirección a Nacho—. Míralo, actuando como si encajara más en esa mesa. Quiero decir, realmente, ¿Quién se cree que es?

Seguí su mirada. Nacho estaba recostado en una silla, riéndose de algo que otro jugador de baloncesto decía.

Todos parecían encantados de tener a Nacho en su presencia. Normalmente, se sentaba con nosotras. Este año las cosas serían diferentes.

Suspiré, deseando no tener que ser la que señalara lo obvio a Candela.

—Él es el único en esta escuela que tiene cazatalentos universitarios que vienen a verlo jugar baloncesto. Eso es lo que es. Pablo puede ser el pez gordo en el campo de fútbol, pero no veo ningún cazatalentos universitarios llamando a su puerta. Puedes estar enojada con Nacho, pero él pertenece a esa mesa más que nadie.
Candela volvió su mirada sobre mí y al instante se transformó en una mueca.
 —Bueno, él puede ir a la universidad con una beca de baloncesto y engañar a todas esas animadoras, entonces. Debo advertirles. —Su voz había adquirido un tono de derrota mientras se ponía de pie y se dirigía hacia los cubos de basura. La miré, deseando poder encontrar una manera de arreglar esto entre ellos. 

Alguien se sentó a mi lado en la silla que Candela acababa de abandonar. Me volví en mi asiento, casi esperando ver al alma. Imagina mi sorpresa cuando noté que no era el alma no deseada, pero sí el deportista arrogante.

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