domingo, 14 de abril de 2013

Capitulo 23

Capitulo 23

El comedor era una gran habitación con cinco largas mesas en las que se sentaban diez personas en cada una. Un buffet al estilo cafetería se encontraba ubicado donde las enfermeras llenaban los platos de los pacientes. Esta era la única habitación con ventanales grandes. Básicamente todo el muro sur se encontraba cubierto por ventanales enmarcados con vista a la playa. Le di las gracias a la enfermera que me entregó la bandeja de color rojo brillante llena de macarrones con queso que parecían bastante comestibles, tiras de pollo asado, una ensalada César, judías verdes, un panecillo de trigo grande, y una pequeña porción de algún tipo de crema que ya sabía que no probaría. Las mesas más cercanas a las ventanas parecían ser las más populares, ya que se encontraban completamente llenas, y algunos pacientes discutían sobre lugares específicos. Decidí sentarme en una de las mesas lejos de las ventanas. No quería tener que lidiar con problemas si me sentaba en el asiento codiciado de alguien. Tomé una taza de plástico llena de té helado y me dirigí hacia la última fila de mesas.

—Probablemente quieras ir a buscar algo de esa azúcar. El té no tiene nada de dulce, y así es simplemente desagradable. —Una chica con el pelo fibroso de color marrón, y grandes ojos marrones, se quedó allí de pie con el ceño fruncido hacia la taza en mi mano. Sus dientes parecían sobresalir un poco y tenía la nariz cubierta de pecas. Me recordó a alguien que podrías encontrarte en alguna granja de por allí.
—Oh, eh, gracias, pero yo no tomo azúcar en mi té helado. —Le expliqué y, frunció la nariz.
—Entonces debes ser de Florida. No entiendo porque continúan actuando como si fueran del norte. Ustedes están más al sur de lo que estamos en Mississippi, y nosotros sabemos que el té helado necesita azúcar.

Me costó entender su acento, pero le sonreí y me giré hacia la mesa que había elegido, pero me di cuenta de que ahora habían otros dos ocupantes: la chica con el grueso cabello marrón que había cerrado la puerta y se había encerrado adentro luego de haberme visto, y Euge. Vacilé y me pregunté si tal vez debería ir a sentarme en otra mesa, cuando Euge me lanzó una sonrisa desafiante. Me imaginé que era mejor seguir con mi plan.

Euge esperaba que me fuera a otro sitio, y no quería que pensara que me daba miedo. Me sorprendía un poco que estuviese sentada con la chica hiperactiva. Euge no parecía la clase de persona que le agradaría a alguien nerviosa y llena de miedo.

—No estarás pensando en sentarte con esas dos, ¿verdad? —La chica de vaquera me preguntó.
Me encogí de hombros. 
—No veo por qué no.
Se echó a reír. 
—Porque Euge es una loca, por eso. Es una completa Looney Toons, te lo digo. —Me mordí para evitar sonreír por el hecho de que este lugar era para enfermos mentales. ¿Acaso no todos eran un poco Looney Toons en este lugar?
—Um, gracias, pero ya conocí a Euge y no parece tan mal. —La chica junto a mí se me quedó mirando, como estudiándome cuidadosamente.
—No eres esquizofrénica, ¿cierto? Porque tengo que saberlo. No me siento cómoda alrededor de los esquizofrénicos. —Miré a Euge y me pregunté si era eso lo que ella era. ¿Tenía esquizofrenia?
Negué con la cabeza. 
—No, tengo trastorno de estrés postraumático.
Ella sonrió. 
—Ah, bueno, puedo lidiar con eso. Son fáciles de manejar. Yo soy bipolar. Mamá me trajo por haberme intentado matar.

Me puse rígida, mirando a esta amigable persona con aspecto agrícola de niña inocente, preguntándome cómo alguien como ella podría intentar acabar con su vida. 

 —¿Por qué? —Me oí preguntar.
Ella se encogió de hombros.
 —A veces me siento tan triste que suena bien. —dijo esto con mucha seriedad, y me estremecí. Nunca me di cuenta que habían chicos de mi edad que parecían normales, pero que por dentro luchaban con mucho más. Coloqué mi bandeja en la mesa, al otro lado de la morena. —Fue bueno hablar contigo, —dijo la chica de campo, sonriendo.
—¿No vas a sentarte a mi lado, Daky? ¿Por qué, Daky? Creo que mis sentimientos están heridos. Puedo sentir la necesidad de llorar aquí, delante de la maldita cafetería. —dijo Euge, sonriendo a la chica de campo.
—Déjala en paz. —Siseó la tupida morena antes de meterse una cucharada llena de macarrones con queso a la boca.
Euge le devolvió la sonrisa a la tupida morena. 
—Es muy divertido burlarse de Daky. A veces, incluso puedes hacerla decir “he tenido suficiente de tus habladurías. Ahora déjame en paz antes de que te delate.” —Euge imitó perfectamente el habla de Daky.

La tupida morena sonrió y tragó su bocado de comida.

—¿Así que no estás loca? Yo soy Tefi, siento lo de antes, pero no me gusta mucho conocer a los locos nuevos que ingresan. Estoy suficientemente loca, y no necesito más loqueras a mí alrededor. Es extraño que pase tanto tiempo alrededor de Euge. —Euge sonrió y sacó la lengua, que también tenía una barra en ella, pero de plata.

Me sorprendí por cómo lucía su lengua y ella rió a carcajadas.

—Relájate. Lali. No muerdo, al menos no a otras personas. —Se rió de su comentario al igual que su compañera. —Le dije a Tefi que no se estresara tanto por ti. Que ya te había visto, y que no había nada malo en ti. Pero eres interesante. No logramos comprender qué es lo que ellos creen que tienes. 
Moví la comida en mi plato, pero nada me llamó la atención.
—Trastorno de estrés postraumático —dije, mirándola.
—Ah, así que piensan que has tenido un trauma y que te afectó. Lo que es realmente malo, ya que sabemos que no estás loca. ¿Qué hiciste para conseguir que te enviaran aquí? —Preguntó Tefi antes de introducir otra cuchara llena de macarrones con queso a su boca. Miré a las enfermeras que ya habían comenzado a patrullar las mesas laterales.
—Eso no es algo de lo que realmente quiero hablar. —Cogí mi rollo, con la esperanza de que si comenzaba a llenar mi boca, dejarían de esperar que hablara.
Euge asintió con la cabeza y luego le dio un codazo a Tefi. 
—Mira a Roberta. Está a punto de atacar a Kim por tocar el plato. ¡Ah, maldita sea! Es esa enfermera Karen. Se está llevando a Roberta para que busque otro plato y se lave las manos. —Euge sonrió hacia mí. —Roberta es el mejor tipo de enfermo mental para molestar.
—Ella tiene trastorno obsesivo compulsivo. —Tefi terminó, sonriendo. Al parecer, los pobres problemas de Roberta eran una cuestión de entretenimiento. Euge tiró del anillo de su lengua con los dientes.
—Mierda divertida. —dijo ella, sonriendo.
—Diez minutos mañana, Euge. —la voz de la enfermera Karen vino detrás de mí.
Tefi entornó los ojos.
—¿Por qué haces eso cuando sabes que puede oírte?
Euge se encogió de hombros. 
—Porque puedo. O porque no me gusta ir a mi cuarto sola. Tú sabes que las voces en mi cabeza son muy altas cuando estoy sola. —Euge me dirigió una sonrisa y le dio un mordisco a su pastel de crema.

***

Me sentí aliviada al llegar a la cama. Después de la cena había sido enviada a salas de reuniones para "Tiempo de Discusión", lo que significaba que animaban a todos a hablar. No quería hablar. No tenía nada que decir. Se había vuelto tan aburrido, que me encontré a mí misma buscando almas errantes con la mirada. Después de que ninguna diese señales por horas, me di cuenta de que no había visto una desde que puse un pie en la casa. Al parecer, a las almas les asustaba este lugar. No podía culparlas. Afuera podía escuchar las olas rompiendo, y esperaba que fuera el único sonido que escuchara esta noche.

Justo en ese momento escuché un grito ahogado. Me estremecí y me hundí en la cama. No era que me dieran miedo, pero sufría por ellos. En verdad trataban con cosas que no podía comprender. Otro grito hizo eco en el pasillo. Alguien había abierto la puerta y soltó su terror. Miré de nuevo a mi puerta para asegurarme de haberla bloqueado. Una enfermera hablaba con el gritón y varias puertas se abrieron y cerraron.

—Nunca voy a poder dormir. —Murmuré en la oscuridad. Me levanté de la cama y caminé hacia la ventana para ver las olas rompiendo contra la costa, iluminadas por la luna. Las olas me recordaban la última noche que había pasado con Peter. Me salvó de las olas que intentaban quitarme la vida. Había estado lista para que sucediera, hasta que su brazo se envolvió a mí alrededor.

El dolor atravesó mi corazón y tuve que sentarme en la cama y apretar fuertemente mi estómago, con el fin de mantenerme en una sola pieza. Otro grito se escuchó a pocas habitaciones. Una lágrima ardiente corrió por mi rostro. Me encontraba sola, por primera vez en mi vida. Me acosté con las rodillas contra mi pecho y mis brazos envueltos con fuerza alrededor de ellas. Mis párpados se volvieron pesados y los gritos comenzaron a ser ahogados de inmediato.

Lentamente me dejé llevar a mis sueños por la música que empezó a tocar. Luché para despertar de nuevo. La familiar tonada era mi canción de cuna. El cansancio del día y mi sensación de soledad parecían desaparecer a medida que la música se reproducía. La calidez de la voz de Peter llenó mi mente, y me dormí.

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