domingo, 14 de abril de 2013

Capitulo 18

Capitulo 18

—¿Qué hiciste todo el fin de semana? Pablo dijo que no te habías sentido bien después del concierto. Pensé que escucharía algo de ti. Pero no tengo nada, nada. Cold Soul tocó un rock impresionante. Deberías haberte quedado después. Conocimos a la banda, bueno, excepto al cantante, Peter. Se fue pronto o algo. No importa, ¡Fue increíble! Podría haber besado la cara de papá por esta. —Cande enganchó su brazo con el mío mientras balbuceaba. Escaneé la entrada, necesitando ver a Peter en algún sitio en el mar de caras—. ¿A quién estás buscando? —Había un toque de interés en la voz de Cande. Peter no estaba entre la multitud, sin embargo, Mery flirteaba abiertamente con Simon. Eso me pareció extraño.

—¿Has visto a Peter esta mañana? —Le pregunté, mirando a Cande y rezando para que ella no hubiese leído nada más en mí pregunta.
Su frente se arrugó en una mueca. 
—¿Peter como Peter Lanzani, el cantante de Could Soul?
Asentí con la cabeza y escaneé las taquillas. 
—Sí, Peter. —Repetí. La confusa expresión en la cara de Cande activó la campana de alarma en mi
cabeza.
—Um, ¿Estás tomando esos medicamentos para el dolor de nuevo, cariño? ¿Por qué iba a estar aquí el cantante de Cold Soul?
Algo iba muy mal. Mi pecho se hinchó de pánico.
—Buenos días. —dijo Pablo mientras caminaba hacia mí y me pasaba su brazo por los hombros.
Cande lo miró con una sonrisa preocupada.
—Buenas, Pablo. Es tan dulce que vayas a por todos sus libros en el momento en que llegas. ¿Te importaría darle algunos consejos a Nacho?
—De ninguna manera. —Se echó a reír y me apretó los hombros con suavidad, normalmente tenerle cerca me ayudaba cuando estaba al borde del pánico. De cualquier manera, justo ahora necesitaba saber dónde se encontraba Peter y por qué Cande no parecía saber de lo que yo hablaba.
Miré a Pablo. 
—¿Has visto a Peter? —La misma confusión se apoderó de su rostro.
—¿Quién? —Preguntó, igual de confuso.
—Me ha preguntado lo mismo a mí. Estoy pensando que podría haber tenido que tomar algunos medicamentos contra el dolor otra vez esta mañana. ¿Sigues herida? ¿Lo sabe tu madre? Porque chica, estas drogada si crees que Peter Lanzani está en nuestro colegio. —Cande y Pablo me miraban como si fuese una razón para preocuparse. Miré a Mery, quien seguía cerca de Simon.
—¿Está Mery saliendo con Simon ahora? —Pregunté en un tono que esperaba fuese conversacional y no delatase el creciente pánico dentro de mí.
Pablo frunció el ceño. 
—Ellos han estado saliendo desde hace meses. ¿Estás bien, Lali?
Forcé una sonrisa y asentí. 
—Oh, um, lo olvidé. No, estoy bien. Solo necesito hacer una parada en el baño antes del primer periodo. —Me puse de puntillas, besé rápidamente a Pablo en los labios y me fui por otro camino.  Necesitaba escapar de su escrutinio para poder pensar. Peter se había ido y nadie se acordaba de él.

El baño estaba benditamente vacío. Dejé mis libros en el húmedo mostrador y me apoyé contra una pared para sujetarme. Mi corazón se contrajo tan dolorosamente en mi pecho que temía que pudiera dejar de funcionar. Alguien entró y me enderecé. Necesitaba privacidad para mi crisis nerviosa. Pero tan solo dos pasos después, me di cuenta que la puerta del baño nunca se había abierto. Una adolescente de pelo negro había atravesado la pared. Me giré, di un paso hacia ella y se percató de mí. Parecía sorprendida de que pudiese verla y una sonrisa apareció en su rostro.

—¿Quién eres? —Pregunté, pero ella solo me miraba—. ¿Puedes hablar conmigo? —Ya no me preocupaba ignorarles. Tal vez ellos tenían las respuestas. Sacudió su cabeza y su sonrisa se volvió triste. Se dejó llevar más cerca de mí, extendió su mano y me tocó el cabello. Nada. Ni escalofríos ni frío. Era como si ella no estuviera allí. Esto era lo que siempre había sabido de las almas—. ¿Por qué no puedes hablar? —Le pregunté y ella se acercó hasta que estuvo de pie ante mí. Negó con la cabeza como si me corrigiese por preguntar esa pregunta—. ¿No tienes permitido hablar conmigo o no puedes? —No le tenía miedo. Sabía que no tenía el poder para hacerme daño. Su expresión comenzó a agitarse, negó con la cabeza de nuevo y se apartó de mí despacio. Di un paso más cerca de ella—. Por favor, necesito algunas respuestas y creo que podrías ayudarme —Su expresión se volvió asustada y siguió sacudiendo la cabeza y alejándose de mí como si fuera algo a lo que temer—. Por favor —Supliqué, y en mi último favor se dio la vuelta y se desvaneció en la pared.

Me quedé mirando hasta que la puerta del baño se abrió y una chica de primer año entró. Se detuvo y me estudió. Debo haber parecido una idiota allí, de pie, mirando una pared vacía. Le sonreí para tranquilizarla. Tal vez este incidente no se extendiese por toda el colegio. No es que me importase que la gente hablara de mí. Pero no necesitaba que Cande y Pablo se preocupasen por mí, más de lo que ya lo hacían. Además, necesitaba respuestas y ya estaba muy cansada de esperar para que Peter me las diese. La joven alma no había sido capaz de ayudarme, por motivos que no podía entender. Sin embargo, tenía la sensación de que si seguía buscando, pronto encontraría a alguien dispuesto a hablar o que al menos pudiese hacerlo.

Los pasillos se encontraban vacíos, lo que significaba que ya llegaba tarde a Literatura Inglesa. El dolor regresó mientras pensaba en afrontar la clase de Literatura sin Peter. Incluso, cuando había sido ignorándome, era capaz de escucharle hablar y sentir el calor de su mirada. Ahora, ni siquiera iba a tener ese pequeño pedazo de comodidad.

Lo que más me dolía era que nadie parecía recordarle. Era como sinunca hubiera existido. Me detuve en frente de la puerta. Ir dentro me parecía insoportable. Me coloqué las manos sobre el estómago para sostener el dolor que me destrozaba y me apoyé contra la pared. Me quedé en el pasillo vacío, deseando que otra alma viniese vagando. 

En cambio, el silencio vacío se mantuvo. Por primera vez en mi vida, quería ser molestada por la presencia de las almas y no había ninguna alrededor. Si solo pudiese ir a algún sitio que estuviese infectado de almas errantes, entonces podría preguntarles a ellas.

Podría preguntar y preguntar hasta que encontrase alguna que hablase conmigo. Algo acerca de la joven alma en el baño me dijo que podría haberme hablado si hubiera querido. Ella parecía asustada.

¿Asustada de qué? ¿A que tienen miedo las almas? Están muertas después de todo, o al menos sus cuerpos. 

—El hospital. —Susurré en voz alta, recordando que el único lugar en que había visto un sinfín de almas errantes era el hospital. Me di media vuelta y fui hacia las puertas del colegio. Iría allí y empezaría a preguntar a cada alma que me encontrase.

Una de ellas estaría obligada a responderme. Averiguaría la manera de encontrar a Peter. Él era real. Le había conocido. Le amaba. Le encontraría.

—¿Señorita Esposito? Nuestra clase está por este camino. —La voz del señor Brown cortó mis pensamientos, me detuve y suspiré de derrota antes de volverme y enfrentar la ronda de mi profesor de Literatura Inglesa.
—Sí, señor, yo estaba, um, tan solo iba a conseguir un justificante por llegar tarde. —Sonrió y sacudió la cabeza
—. No es necesario, pero date prisa por favor, estamos comenzando con la belleza de la ficción. Vuelve enseguida —Dio un paso atrás, esperando que yo entrase primero. Caminé de vuelta hacia la clase, con ganas de girarme y salir corriendo en dirección contraria, sabía que si mamá recibía una llamada diciéndole que me había saltado clases, se pondría furiosa y mis oportunidades de encontrar a Peter serían casi nulas una vez que me encerrase en mi habitación el resto del año.

Entré en clase y me acerqué a mi asiento vacío junto a la ventana. La silla detrás de mí estuvo vacía. Miré a Mery y la silla detrás de ella era ocupada por Simon. Él solo era un remplazo y tomó el sitio de Peter.

Asqueada, me di la vuelta. ¿Cómo podía haber sido tocada por Peter y besada por él y olvidar tan fácilmente que él había existido? Yo no lo había olvidado. ¿Cómo lo había hecho ella? ¿Cómo podía no sentir el dolor por su ausencia? Él era demasiado bueno para ella.

¿Por qué había perdido tanto tiempo con ella? Me hundí en mi asiento y se formó en mi interior un nudo por la emoción. No podía pasar esta clase sin él.

—La asignación de lectura de hoy se va a hacer tranquilamente en nuestros escritorios. No hablen con sus compañeros. Quiero completo silencio mientras inhalan la belleza de la palabra escrita. Tómenla. Dejen que penetre en sus venas y les llene de un maravilloso asombro que es tan positivo que brilla intensamente —La sala se llenó de gemidos—. Tsk, tsk, tsk. Excitados por su belleza. —Las quejas continuaron sonando con los sonidos de las páginas pasándose por toda la habitación. Este sería una gran oportunidad para la mayoría de estudiantes de tomar una siesta detrás de sus libros de texto. Yo abrí el mío, esperando encontrar algo para alejar mis pensamientos de Peter. Cuando el día se terminase, iría al hospital y comenzaría a hacer preguntas. Algún alma tenía respuestas en algún lado.
—Ugh, esta cosa es poesía. —Sonó una voz estridente desde el fondo del aula.

El señor Brown levantó la vista del libro que tenía en sus manos.

—Ah, sí, es el señor Soria, que agradable que te des cuenta. —Más gemidos sonaron y encontré la página indicada en la pizarra. Era la obra de William Wordsworth. Sentí el impulso de gritar de desesperación. Estudiar el inicio del Romanticismo no era algo que necesitase en este momento.
¿Dónde estaban los trágicos dramaturgos cuando los necesitabas?
—¿Cómo nos ayudará este desastre en la vida real? —dijo Simon con voz arrogante. La risa estalló en el aula.
—Escucha, escucha. —Alguien llamó con un golpe en su pupitre. El señor Brown nos miró una vez más con una expresión ligeramente molesta en su rostro. —Caballeros, si uno no estudia las palabras de los poetas románticos famosos, ¿Cómo podrá alguna vez aprender a cortejar a una mujer el día que se enamore? Puedo aseguraros que P Diddy no tiene palabras de instrucción en sus creaciones líricas.

Sus palabras causaron algunas risas. Habría encontrado todo esto muy divertido, si el asunto de leer las letras de las canciones de P Diddy no me pareciese una idea tan atractiva en este momento. Miré al poema que íbamos a estudiar y sobre el que tendríamos que escribir un ensayo de dos páginas. To a Young Lady (A una joven), por William Wordsworth. Solo esperaba que no fuese un poema sobre el amor duradero.
  
Querido Hijo de la Naturaleza, ¡déjales poner límites!
Hay un nido en un verde valle,
Un puerto y una bodega,
Donde a una Esposa y Amiga verás
Tus propios deliciosos días, y ser
Una luz de joven a anciano.
Allí, sano como un joven Pastor,
Como si tu herencia fuera la alegría,
Y el placer fuese tu negocio,
Tú, cuando tus chicas se aferren a ti
Nos mostrarás como harás cosas divinas que
Una mujer tal vez hizo.
Tus pensamientos y sentimientos no morirán,
Tampoco te dejaré, cuando las canas estén cerca,
Un melancólico esclavo
Pero una vejez, viva y brillante,
Y adorable como una noche de Laponia,
Te llevará a la tumba.
El placer se propaga por la tierra
En los regalos perdidos que serán reclamados por quien los encuentre.

Mi destrozado corazón latía. Empecé a escribir. El dolor dentro de mí se derramó sobre el papel. Se sentía casi como si estuviera sangrando con cada palabra que garabateé. Perdida en mi necesidad de expresar a alguien mi dolor interior, me sorprendió cuando el papel fue sacado de debajo de mi mano. Alcé la cabeza.

El señor Brown me dio un pequeño asentimiento con la cabeza y se aclaró la garganta.

—Ah, parece que la señorita Esposito conoce a William Wordsworth o ya ha leído su tarea —Miro sobre sus lentes de media luna a la clase—. Lo cual es mucho más de lo que puedo decir sobre la mayoría de ustedes —Bajó su mirada hacia mi trabajo y se ajustó sus pequeñas y redondeadas gafas. —Wordsworth recordaba a su hermana, a quien le habían regañado por dar largos paseos con él en el campo. Pensaba en la vida de ella, y la plenitud que ella experimentaría. La felicitó y la elogió por sus esfuerzos de divertirse con la belleza a su alrededor, en vez de seguir las reglas. 

Sonó el timbre y los estudiantes comenzaron a luchar para salir del aula, por el temor a que el señor Brown fuese a obligarles a escuchar más de mi trabajo, o peor, ordenarles que leyesen los suyos en voz alta. Volvió a poner mi trabajo sobre mi pupitre y me sonrió.

—Eres una verdadera delicia, Lali. Estoy deseando leer el resto mañana. —Se volvió y se dirigió a su mesa con un contoneo.
Pablo entró en la clase sonriéndome.
—¿Vienes, preciosa? Sé que te gusta Literatura Inglesa pero se ha acabado por hoy.
El señor Brown me miró. 
—Ah, sí, pero en cualquier momento que quieras dejar de hablar de su belleza, por favor, siéntete libre de hacerlo.
—Gracias, señor Brown. —Esto no estaría sucediendo, pero en realidad él era un hombre dulce, mayor. Un poco excéntrico, pero dulce.
—No le dé ninguna idea, señor Brown. —Pablo bromeó mientras cogía los libros de mis manos.
—Ah, el bello hombre que posee su corazón no quiere compartir —dijo el señor Brown, con una sonrisa que empujó sus gruesas mejillas un poco hacia atrás.
Pablo rió entre dientes.
—Es cierto.

***

—Ahora, cuéntame una vez más ¿Qué es eso que vas a hacer que es más importante que ir de compras a por las perfectas botas de invierno? — La mano derecha de Candela, colocada en su cadera, mientras me miraba, como si acabase de hablar en español. Subí la correa de la mochila más arriba sobre mi hombro y mantuve mis ojos en el aparcamiento. 
—Voy a apuntarme a hacer trabajo voluntario en el hospital. —No tenía una explicación moral real para ello. No me atreví a decirle a Cande cómo sentía la necesidad de darme a mí misma o lo que sea que uno diría que siente cuando tiene la necesidad de ir de voluntario a ayudar a enfermos y moribundos. La verdad era que odiaba los hospitales y Cande lo sabía.

Ella no sabía por qué los odiaba. Solo sabía que lo hacía. Nunca había sido capaz de explicarle cómo me molestaban las almas errantes que llenaban las habitaciones de los hospitales.

—Así que, ¿Has superado la aversión a los hospitales ahora que has pasado una semana allí? —Preguntó con curiosidad. Me encogí de hombros porque mi estancia no tenía nada que ver con esto.
—Supongo. —Era una excusa tan buena como cualquier otra.
—Bien entonces, si tienes que hacer algo por el bien de los demás mientras voy a hacer algo por el bien de mi armario de invierno, entonces supongo que estoy bien con eso.

Le dediqué una sonrisa y luego fui hacia el coche de Pablo.

Me había dejado sus llaves y me dijo que iría a su casa con Simon. Yo le había engañado con esta cosa de “quiero ir a ser voluntaria” también. No era totalmente una mentira. Había decidido que este era la mejor forma de ver suficientes almas sin alguien metiéndome en un manicomio por vagar por los pasillos hablando conmigo misma. De esta manera tenía un motivo para estar allí y encontraría un montón de almas a las que hablar. Con el tiempo, encontraría alguna que hablase.

—Llámame cuando vuelvas a casa de tus buenos actos y llevaré mis compras y te las enseñaré.
—Vale, buena suerte. —dije mientras abría la puerta del coche y entraba. Por primera vez en tres días tenía alguna esperanza. Seguía recordando la mirada en los ojos de Peter, la noche del viernes mientras me abrazaba. Él había sido muy real. El hecho de que nadie pareciese recordar que alguna vez camino por los pasillos del colegio no significaba que comenzara a volverme loca. El hecho era que yo había estado viendo a la gente que nadie más podía ver desde que nací. Algo era diferente en mí. Esto no era una primicia. Peter tenía secretos y yo los iba a descubrir. Necesitaba saberlos porque le necesitaba. La respuesta detrás de su partida estaba dentro de sus secretos y sabía que si podía averiguarlo entonces podría encontrarle y traerle de vuelta.

+ 20 y mas!!

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