domingo, 14 de abril de 2013

Capitulo 24

Capitulo 24

—Tienes un visitante y es delicioso, delicioso para lamerse los labios. —dijo Euge, pavoneándose en la biblioteca. Estaba casi segura de que ella nunca había dedicado un momento a mirar la copia de cuero gastado de Orgullo y Prejuicio que había encontrado entre los estantes de libros que cubrían las paredes.
—¿Tengo un visitante? —Tenía que ser Pablo —Gracias. —Me levanté y seguí a Euge de nuevo a la gran sala, donde todas las visitas tenían que llevarse a cabo. El ceño fruncido de Pablo se esfumó cuando me vio venir hacia él. Una sonrisa disminuyó la línea de preocupación en su frente.
—Lali. —dijo, caminando y tirando de mí en un abrazo feroz. Me aferré a él con fuerza, tratando de no llorar.
—Estoy tan contenta de que hayas venido. —Le susurré, con la esperanza de que la emoción en mi voz no fuese tan evidente.
—Te extraño, Lali, mucho. —dijo contra mi pelo, y nos quedamos sosteniéndonos mutuamente hasta que alguien se aclaró la garganta, y de mala gana me retiré. La enfermera Karen frunció el ceño y sacudió la cabeza.
—Oh, vamos zorra Twitter, esto es más entretenido que la mierda que tenemos que ver en la televisión. —Euge llamó desde su silla.
—Veinte minutos, Euge. —Respondió la enfermera Karen con aburrimiento.
—Ya he perdido todo mi tiempo de mierda el día de hoy, Enfermera Karen.
Ella la miró y señaló con el dedo hacia Euge. 
—Veinte minutos mañana y te perderás todos los privilegios por una semana si dices otra mala palabra.

Euge rodó sus ojos y acarició el asiento a su lado. 

—Ven con el Sr. Delicioso aquí para que pueda mirarlo —dijo con un ronroneo en su voz.
—Euge, anda a ayudar a la Enfermera Ashley con los preparativos del almuerzo.
Euge miró a Karen y se levantó malhumorada. 
—Iba a jugar limpio, ya sabes, Karen. No eres divertida, en absoluto divertida. —Euge se lamió los labios al pasar frente de Pablo y me guiñó un ojo. Apreté la mano de Pablo y lo llevé hasta el extremo de la gran sala, donde se podía ver televisión o jugar juegos de mesa Siempre se encontraba vacía.

Pablo me observó con preocupación. 

—¿Todas las personas de aquí son como ella? —Parecía traumatizado. Me reí entre dientes y comencé a sacudir la cabeza, pero lo pensé mejor.
—No, pero no es la peor aquí. —Pablo todavía parecía horrorizado. Le sonreí—. Son muy entretenidos cuando te das cuenta de lo inofensivos que son. Me siento muy mal por ellos, Pablo. —Sacudí la cabeza. —De todos modos, dime acerca de la escuela, y de Cande, y de ti. ¿Cómo están todos?
La cara de Pablo se iluminó con una gran sonrisa aliviada. 
—Pareces mejor ya. —Tocó el lado de mi cabeza suavemente. —Dios, te he echado de menos.
—Yo también te extraño. Gracias por venir hoy. Necesitaba hablar con alguien del mundo exterior. Dime, ¿Cómo están todos?

Me dio una triste sonrisa. 

—Estamos preocupados por ti. Te echamos de menos y hablamos de ti todo el tiempo. No esta ocurriendo absolutamente nada más. —Quería decirle que también pensaba en ellos todo el tiempo, pero la verdad es que pensaba en Peter. Lo había escuchado la noche anterior. Él había estado allí, en mis sueños.
—¿Trajiste mi trabajo escolar? —Le pregunté, mirando a la bolsa en sus manos.
—Oh, sí, aquí tienes. ¿En verdad puedes hacerla aquí? —Miró a las dos chicas que acababan de entrar y comenzaban a jugar al Monopolio. Al parecer, tenían un desacuerdo y procedieron a meter el dinero del juego por debajo de sus camisas mientras gritaban. La enfermera Karen corrió y empezó a romper la discusión desde arriba. Oí decirles cuánto tiempo a solas habían perdido.

—¿Por qué los mantienen amenazados a todos con el tiempo? ¿Es igual que el tiempo que se obtiene como castigo o algo así?
Me reí y sacudí mi cabeza. 
—No, en realidad es todo lo contrario. Sólo tenemos una hora al día para estar solos en las habitaciones. Es un castigo para reducir tu tiempo. Tiempo a solas en tu habitación para escapar de todo esto es codiciado.
Pablo dejó salir un suspiro irregular y sacudió la cabeza. 
—Tú no perteneces aquí, Lali —dijo, mirándome con el ceño fruncido.
Me encogí de hombros. 
—El hecho de que no arrojo maldiciones a las enfermeras, ni trato con las voces en mi cabeza, no quiere decir que no estoy lidiando con mis propias cosas. —Asintió. Su mano apretó la mía.
—Te amo. No voy a ir a ninguna parte —dijo en un susurro. Las lágrimas brotaron de mis ojos y le regalé una sonrisa.
—Lo sé. —Quería decir algo más, pero sabía que no podía.
—Romeo, Romeo, ¿donde te encuentras, Romeo? —Euge llamó desde el pasillo mientras caminaba hacia las escaleras con los brazos llenos de toallas.

Me reí en voz alta. 

—Ella es inofensiva. —Le aseguré a Pablo, y luego pensé en ello un momento. —Bueno, quizás no inofensiva. Pero ella no implica daño alguno en estos momentos. —La mirada de espanto de Pablo regresó.
—¿Bloqueas tu puerta por la noche? —Me preguntó mirando a su alrededor, como si tuviera miedo de que lo escucharan y vinieran por él.
Sonreí y asentí con la cabeza.
—Pero sólo porque hay muchos gritando y corriendo por la noche. Terrores nocturnos y cosas similares.
Sacudió la cabeza y bajó la mirada hacia mí. 
—Por favor, date prisa y mejórate para que vuelvas a casa. Aquí no es donde perteneces.
—Lo sé.

***

Los gritos ahogados comenzaron inmediatamente después de que se anunció el apago de las luces. Me cubrí la cabeza y bloqueé el sonido. Había esperado todo el día para volver a la cama y caer en un profundo sueño en el que esperaba oír su música. Pensé en las veces que había cantado para mí y las horas que me había tenido y me había besado. Mis ojos se comenzaron a cerrar y la música empezó. Luché por abrir mis ojos y encontrarlo en mi habitación. Él se encontraba allí. Lo podía sentir. Su guitarra tocaba mi canción de cuna e intenté desesperadamente de abrir los ojos. Era como si un manto oscuro estuviese sobre mí, y no pudiese quitármelo. En lugar de ser presa del pánico, esto me calentaba. La tranquilidad de saber que Peter estaba conmigo era suficiente por ahora. Su voz se unió al rasgueo de la guitarra. Sabía que andaba por aquí y que había venido por mí. Ya no me encontraba sola. Los sonidos amortiguados de los gritos y portazos cesaron, y todo lo que escuché fue la música que ayudó a llenar el vacío dentro de mí. Quería girarme, hacer frente a la fuente de la música y arrojarme a sus brazos. Me quedé dormida, incapaz de luchar contra la somnolencia por más tiempo.

***

—¿No te sientes un poco sola Miss Popularidad? —Euge se paseaba por el pasillo hacia mi habitación cuando salí luego de una siesta de media hora. Si no fuese por las noches cuando la música llegaba y Peter se encontraba conmigo, perdería la cabeza por la monotonía de este lugar.
—¿Tengo un visitante? —Le pregunté a Euge cuando volvía a su dormitorio.
—Sí. —dijo y cerró la puerta detrás de ella. No había manera de que Euge tuviese un momento a solas hoy. Personalmente había escuchado a la Enfermera Karen quitarle minutos por dos días, desde el desayuno. Alguien podría estar buscándola en pocos minutos.
Me dirigí escaleras abajo, ansiosa por ver quién había venido a verme. Me eché a correr en el momento en que mis ojos se encontraron con Cande, de pie en la puerta con los brazos cruzados sobre el pecho en forma defensiva.
—¿Te dijo Euge que tenías una visita? —Preguntó la enfermera Karen, frunciendo el ceño y mirando detrás de mí. Asentí con la cabeza, no queriendo delatar a Euge por ir a su habitación. —¿Dónde está? —Preguntó.
Levanté las cejas y me encogí de hombros. 
—Parece que volvió de nuevo aquí. —La enfermera Karen miró por el pasillo, con el ceño fruncido, como si pensara que había perdido a Euge al regresar. Asintió con la cabeza y volvió a escribir en el ordenador.
Cande echó sus brazos a mi alrededor tan pronto como llegué hasta ella. Se sentía tan bien verla. 

—Por favor, márchate conmigo. — Susurró en mi oído.
Me reí entre dientes. 
—No puedo.
—Te ayudaré a salir. Chica, esta gente está loca, tienes que salir. —Me mordí la risa. —La chica, Euge, es una demente y no volvió a bajar las escaleras. Me encontraba mirándola. Si ella no volvía a bajar contigo de inmediato yo iba a subir para vengar tu muerte. —Me reí en voz alta un momento.
—Vamos por aquí y podremos hablar. —Le tomé la mano y la llevé donde me había sentado con Pablo dos días atrás.
Cande volvió a mirar hacia las escaleras. 
—Todavía no ha bajado. Tal vez tengas que decirle a la enfermera. —Susurró Cande detrás de mí.
Me senté en una silla y señalé otra que había a mi lado.
—No, no le voy a decir nada a Karen. Euge no es mala. A ella le gusta dejar una buena impresión. Es más acerca de la atención con ella. Y no quiero ser el que la delate. Me gusta y me gustaría mantenerlo de esa manera. He visto lo que hace a la gente que no le gusta. —Los ojos marrones de Cande crecieron grandes y redondos. Le sonreí tranquilizadoramente. — Cosas que un matón de escuela podría hacer, no un asesino en serie, cálmate.
Cande pareció relajarse un poco y cruzó las piernas delante de ella, luego se inclinó para mirarme de cerca. 

—Por lo tanto, ¿Están siendo buenos aquí? ¿Ni los locos ni nadie te están maltratando? Porque si lo están haciendo, voy a hacerlos caer. No existe un enfermo mental por acá que vaya a meterse con mi chica. Yo te protegeré. —Su expresión feroz me calentó.
Le sonreí. 
—Todos son agradables, pero gracias por el apoyo.
Ella miró por encima de mi hombro a la enfermera Karen
—Espero que las otras enfermeras presten más atención a los enfermos mentales que ella. ¿Sabías que está metida en Twitter?

32 comentarios :

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