lunes, 15 de abril de 2013

Capitulo 1

Capitulo 1
Lali

Sólo me di vuelta para ver los bonitos globos. Me gustó el de color rosa, era el mejor. Me recordaba a la goma de mascar. Pensé en algo que podía prometerle a mamá que haría, si me compraba uno.
 
Tal vez limpiar debajo de mi cama o quizás arreglar los zapatos en su armario. Pero sólo me detuve un segundo y pensé en eso. Ahora, mi mamá se había ido. Las lágrimas nublaron mi visión y emití un sollozo aterrorizado. Me advirtió que podría perderme en la multitud si no mantenía su ritmo.
 
Normalmente, tomo su mano cuando estamos en muchedumbres, pero hoy llevaba una pila de libros. Había sido mi responsabilidad no perderla.
 
Pero lo hice. ¿Dónde dormiría? Miré nerviosamente a la gente que colmaba las calles. El Festival de las Artes y Entretenimiento había traído gente de todas partes a nuestro pequeño pueblo.
 
Estirando mi mano para limpiar mis ojos, para poder encontrar un oficial de policía que me ayude, sollocé y por un segundo olvidé mi crisis, cuando a pastel de embudo me alcanzó.
 
—No llores, yo te ayudaré.
 
Frunciendo el ceño, estudié al niño delante de mí. Su cabello castaño corto y ojos grandes pero amigables lucían preocupados. Nunca lo había visto antes. No iba a mi escuela. Tal vez era un turista.
 
Quienquiera que fuese, sabía que no me podía ayudar. Era sólo un niño también.
 
—Perdí a mi mamá —dije, sintiendo vergüenza de que me hubiera sorprendido llorando.
Asintió y extendió su mano. 
—Lo sé. Voy a regresarte con ella. Está bien, te lo prometo.
 
Tragando el nudo en mi garganta, pensé en su oferta. ¿Podría ayudarme? Dos pares de ojos buscando un oficial de policía eran mejores que uno, supongo.
 
—Um, si pudieras ayudarme a buscar a un policía para poder encontrarla estaría bien. —Me sonrió como si pensara que era divertido. No fue una broma y nada de esto era motivo para sonreír.
—Realmente sé dónde está. Confía en mí —Su mano seguía tendida hacia mí. Con el ceño fruncido, pensé en todas las razones por las que esto era probablemente una mala idea.
 
No podría ser mucho mayor que yo. Tal vez tenía siete como mucho. Pero parecía tan seguro de sí mismo. Además, no era un adulto desconocido. No me secuestraría.
 
—Está bien —Respondí finalmente, deslizando mi mano en la suya. Su rostro pareció relajarse. Esperaba que no consiguiera que nos perdiéramos—. ¿Dónde están tus padres? —pregunté, dándome cuenta de que quizá podrían ayudar.
—Por aquí, en alguna parte —respondió y una pequeña mueca le arrugo la frente—. Ven conmigo —Su voz era suave, pero firme. Del tipo que me recordaba la de un adulto.
 
Me mantuve a su lado mientras tejía una ruta a través de los cuerpos en nuestro camino. Traté de echar un vistazo a la gente mientras nos apresurábamos, para ver si reconocía a alguien, pero no tuve suerte.
 
—Ahí está —dijo el niño cuando detuvo nuestra búsqueda, y señaló con el dedo hacia la acera de enfrente. 
Efectivamente, allí se encontraba mi mamá y parecía realmente molesta. Tenía una mirada asustada en su rostro mientras se agarraba de los brazos de la gente que pasaba y les hablaba frenéticamente. Me di cuenta que me buscaba. Necesitando tranquilizarla, solté la mano del muchacho y eché a correr en su dirección.
 
Sus grandes, redondos y aterrorizados ojos me encontraron y dejó escapar un sollozo, luego comenzó a llamar a mi nombre 
—¡Lali, Lali, Lali!

Mis ojos se abrieron y el ventilador de techo me saludo, el sol fluía a través de mi ventana y mi madre frustrada golpeaba mi puerta.
—Vas a llegar tarde a la escuela. Ahora, levántate en este preciso momento.
—Estoy despierta. Cálmate —grité con voz ronca por el sueño y me obligué a sentarme.
—Por fin, te lo juro niña, cada vez es más difícil despertarte. Ahora date prisa. He hecho panqueques para el desayuno.
—Está bien, está bien —dije y me froté los ojos soñolientos. Había tenido otro de esos sueños. ¿Por qué soñaba con fragmentos de mi infancia y por qué acabo de darme cuenta de que el mismo chico me ayudó en cada una de mis experiencias traumáticas?
Me había olvidado de ese día en el festival, perdiéndome. Pero si ocurrió. Lo recordaba ahora. Y ese niño... que había estado allí. ¿Por qué era tan familiar?
Mi puerta se abrió suavemente y mis preocupaciones se desvanecieron al ver a Peter caminando dentro de mi habitación. Había empezado a utilizar la puerta en lugar de aparecer de la nada y asustarme de muerte. Era una pequeña petición que siempre trataba de honrar.

—Está haciendo panqueques... ¿Crees que me dará algunos cuando venga a recogerte para ir a la escuela? —Su voz era profunda e hipnótica. Incluso ahora, quería suspirar y disfrutar de la calidez que enviaba a través de mí. Me puse de pie y cerré la corta distancia entre nosotros. Deteniéndome justo en frente de él, puse ambas manos sobre su pecho y sonreí a sus asombrosos ojos verdes.
—Hasta que Pablo aparezca no eres exactamente su persona favorita. Ya lo sabes. —Frunció el ceño y odie que mi madre estuviera siendo tan difícil. No me gustaba hacerle fruncir el ceño. Pero, por desgracia, con mi ex novio de repente desaparecido, mi mamá culpaba mí ruptura con él por otro chico. No es como si pudiera decirle la verdad. 

Pensaría que estoy loca de verdad esta vez y nunca podría dejar el hospital psiquiátrico.
—Oye —dijo Peter, extendiendo la mano para acariciar mi cara—. Detente. Esto no es tu culpa. Además, los dos sabemos que no necesito de los alimentos. Sus panqueques sólo huelen increíbles. A veces, puede venir bien que sea capaz de leer tus emociones. Aunque, otras veces me molesta al extremo.
—Bueno, tal vez si me explicaras exactamente qué quieres decir con que Pablo no es humano, entonces no me sentiría tan culpable. —Peter suspiró y se sentó en mi cama, tirando de mí en su regazo. Sus ojos verdes, aún tenían un rastro de la luz que se encendía en ellos cuando tomaba un alma de un cuerpo al momento de su muerte. Envolví mis brazos alrededor de su cuello, esforzándome mucho para mantener la expresión seria en mi cara. Cuando lo tenía tan cerca era difícil pensar de manera coherente.
—Te dije que no estoy totalmente seguro de lo que es Pablo exactamente. Lo único que sé, es que no tiene alma. Es de lo único que tengo certeza. —Metí un mechón de su cabello oscuro detrás de su oreja y decidí darle una oportunidad a los pucheros.
—Bueno, ¿Qué crees que es? —Peter arqueó las cejas y una sexy sonrisa apareció en su rostro, formando un hoyuelo.
—¿Pucheros, Lali? ¿En serio? Esperaba más de ti que eso. ¿Cuándo mi chica comenzó a jugar sucio contra mí, eh?
Empujé su pecho y le saqué la lengua. 
—Esto no es jugar sucio.
Su risa divertida envió un estremecimiento de placer por mi espina dorsal. 
—Sí, lo es, Lali. No me gusta verte hacer pucheros. Ya lo sabes.
—¡LALI, BAJA A COMER! ¡VAS A LLEGAR TARDE! —La voz, muy alta, de mi mamá subió por las escaleras.
—Ve a comer. Voy a estar afuera en veinte minutos para recogerte —susurró en mi oído antes de besar mi sien y ponerme de pie. Puse mis manos en mis caderas para comenzar a discutir, pero desapareció antes de que pudiera decir una palabra. —Sólo porque eres La Muerte no significa que puedas salirte con la tuya siendo grosero — susurré en la habitación vacía, por si acaso estuviera lo suficientemente cerca para oírme. Con un enojado "Umm" me dirigí al baño para alistarme.

*****

—No vas a tener tiempo si te sientas y comes tu desayuno, eso si tienes la intención de llegar al primer período antes que suene la campana —dijo mi madre con el ceño fruncido mientras caminaba hacia la cocina.
—Lo sé, voy a tomar un panqueque —Agarré uno de los panqueques que había apilados en el plato en el centro de la mesa y me sentí culpable al instante por haber tardado tanto para prepararme. Era evidente que había dejado todo para preparar un desayuno caliente y rico por mí, para empezar el día. Y todo lo que tenía tiempo de hacer era llevarme un panqueque y comerlo en mi camino hacia el Jeep de Peter. —Lo siento, mamá. Me quedé dormida. Gracias por esto —dije inclinándome para besarla en la mejilla antes de recoger mi mochila frente a la mesa de la cocina.
—Necesito conseguirte un reloj despertador —murmuró, y sacó una silla para sentarse.
—Prometo que mañana me levantaré media hora antes. Guarda las sobras en la heladera y las calentamos en el microondas en la mañana y las disfrutamos juntas. —No sonrió, sino que frunció el ceño hacia su taza de café. Demonios, sabía cómo hacerme sentir mal.
Sacando una silla, me senté sabiendo que estaría saltando de vuelta en menos de tres minutos, pero quería hacerla feliz y quería preguntarle acerca de mi sueño.
—¿Te acuerdas cuando era un niña y me perdí en la Feria de las Artes y Entretenimiento?
Dejó la taza sobre la mesa y su frente se arrugó con el recuerdo. Tenía la esperanza de que mi frente no se arrugara así cuando me hiciera mayor. A excepción de la cosa de la frente, no me importaría lucir como mi madre a su edad. Su corte de cabello al estilo hombre y oscuro tenía un aspecto brillante y sus piernas eran sexys para una mujer adulta.
—Umm... Creo que sí. ¡OH! Sí, esa vez que tenía mis manos llenas de libros y se suponía que te aferraras a mi falda. Dios, eso fue terrible. Recuerdo el momento en que noté que tu agarre se había soltado y luego me di la vuelta y no seguías allí. Mi corazón dejo de latir. Probablemente acortaste cinco años de mi vida ese día.

Así que fue real. Los ojos marrones oscuro de mamá se asomaron sobre el borde de la taza de café mientras tomó un sorbo. Quería preguntarle más, pero el ceño fruncido en su rostro me detuvo. Su atención se fijó sobre mi hombro, a la ventana. Peter estaba aquí. Odiaba que pensara que mi relación con él tenía algo que ver con la desaparición de Pablo. El hecho era que nunca había tenido la oportunidad de romper con Pablo. Él desapareció antes de que pudiera. Sin embargo, si le dijera eso, las cosas serían aún peores. Si no supiera que no es humano entonces también me preocuparía, pero sabía la verdad.
—Tengo que irme mamá. Te quiero —Le grité dirigiéndome a la puerta. No quería escuchar su charla sobre que se preocupaba más por mí, debido a que Pablo se había ido.
Ya casi es la hora. 

Me detuve y me quedé helada en los escalones de la entrada de la casa. Mi mano extendida se aferró de la fría barandilla de hierro. Conocía esa voz.
—Lali. —Peter estuvo delante de mí instantáneamente.
Levantando mis ojos para encontrarme con los suyos, sacudí la cabeza para aclararme.
—¿Has... has visto a alguien o... mmm, oído algo? —Me tropecé con mis palabras, todavía aturdida por la voz hablando directamente en mi oído.
El color verde en los ojos de Peter pasó de su verde brillante normal a esferas destellantes. 
—Lali, tus ojos…
Llegó hasta mí y ahuecó mi rostro en sus manos mientras me estudiaba. La Muerte no se supone que sienta temor por nada, sin embargo, podía verlo en cada pliegue de su ceño fruncido. El hecho de que sus ojos lucían como llamas verdes significaba algo.
—¿Qué pasa con mis ojos? —Le pregunté en un susurro de pánico.
Peter me apretó contra él con fuerza.
—Adelante, nos vamos.
Le dejé hacer todo, me llevó hasta el Jeep, e incluso me acomodó en el interior y me puso el cinturón de seguridad.
—Peter, dime que va mal —Le rogué mientras me besaba suavemente en los labios.
—Nada. Nada que yo no pueda arreglar. —Me aseguró y presionó su frente junto a la mía—. Escúchame, Lali, no tienes nada de que preocuparte. Tengo esto bajo control. Recuerda lo que te dije. Lo que La Muerte protege no puede ser dañado… y tú —Acarició con la yema de su pulgar mi mejilla—, eres la única cosa que protejo. 

El estremecimiento que yo nunca parecía ser capaz de controlar cuando su voz descendía una octava y era toda suave y sexy parecía hacerle feliz. Siempre me daba una sonrisa sexy cuando me estremecía.

—Está bien, pero oí una voz. En mi oído. Como cuando hablas conmigo, pero estás lejos. —Peter se tensó y respiró hondo.
—¿En serio?
Asentí y vi que cerraba los ojos con fuerza mientras un gruñido furioso vibraba contra su pecho.
—Nadie llega tan cerca de ti. Nada consigue estar tan cerca de ti. — Besó la punta de mi nariz y luego cerró la puerta antes de aparecer en el asiento del conductor a mi lado. Esperaba que no estuviera muy distraído con otra cosa para no estar prestando atención a lo que mi mamá hacía. Si había estado mirando por la ventana hasta hace un momento, entonces las cosas podrían complicarse.
—Ya está encerrada en su cuarto escribiendo —dijo Peter mientras arrancaba el Jeep y salía a la calle. No le pregunté cómo sabía lo que pensaba. Estoy acostumbrada a eso a esta altura. No podía preocuparme por nada sin que él lo supiera. Se obsesionaba con arreglar todos mis problemas. Normalmente, eso me frustraría, pero en este momento con los problemas avecinándose, lo necesitaba.
—¿Que dijo la voz? —Su voz era tensa y noté que trataba de controlar el gruñido de enfado que me divertía cuando era provocado a causa de los celos. En este momento no era divertido. Para nada.
Ya casi es la hora —le contesté, estudiando su reacción. Su mano izquierda apretó el volante mientras se acercaba y apoyaba su mano en mi muslo.
—Me encargaré de esto inmediatamente. No vi nada, pero lo sentí. En el momento en que te quedaste helada, lo sentí. No es un alma. No se trata de una deidad. No es nada con lo que esté familiarizado, pero eso deja sólo algunas cosas que pueden ser. Y te prometo, Lali, que ninguna de esas cosas es un problema para mí. Así que deja de preocuparte. Yo soy La Muerte, bebé. Recuérdalo. —Dejé escapar un suspiro y cubrí su mano con la mía.
—Lo sé —contesté y comencé a trazar corazones en su mano con la punta de mi dedo.
—Te he echado de menos anoche —susurró con voz ronca. Sonreí a sus manos mientras él daba vuelta la suya y estrechaba la mía. Me gusta saber que me extraña.
—Bien.
Una sonrisa divertida fue su respuesta.

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