domingo, 14 de abril de 2013

Capitulo 27

Capitulo 27

El cielo oscuro comenzó a agitarse alrededor de un centro de luz. Agarré el brazo de Peter con mis dos manos como si estuviera a punto de desaparecer.

—¿Qué está pasando? —Le pregunté sobre el sonido del rugir del viento en la distancia. Peter negó con la cabeza, con los ojos sobre Euge.
Ella miró de él a mí. 
—Van a llevarlo. Gracias a ti, será considerado como uno de los menos. Ha caído. Rompió las reglas. —Euge empezó a gritar a través de la tormenta, como vientos encerrando el intercambio de información. Solté a Peter y caminé hacia delante, sabiendo que tenía que detener esto y él no me iba a decir cómo.
—¿Qué puedo hacer? —Le grité a Euge.
Ella miró a Peter detrás de mí. 
—Ella no es como los otros seres humanos. Es por lo qué te enamoraste de ella cuando nadie más te tentó. Déjala que tome esta decisión.
—¡NO! —Gritó Peter detrás de mí con una intensidad de su voz rayando en pánico. Corrí hacia Euge, con miedo a que Peter  pudiera detenerme.
—Dime. —Le exigí. 

Ella me miraba, mientras sus brillantes rasgos parecían cada vez más de otro mundo. La tormenta se hizo más fuerte. Su cabello rubio se azotaba violentamente a su alrededor, creando la apariencia de lo inmortal que era.

—Él sólo puede ser perdonado si tú mueres. Él es La Muerte y tendrá que aceptar tu alma. Sólo puedo hacer lo que se requiere para matar a tu cuerpo pero al final hasta que Él ya no exista, La Muerte tiene que tomar tu alma.
—¡NO! ¡NO LA TOMARÉ! ¡ELLA ES UN ALMA NUEVA! ¡MI DEBILIDAD NO LA CONDENARÁ! —Peter rugió detrás de mí y sus brazos me apartaron de Euge.

Ella ignoró la protesta Peter y continuó mirándome mientras la tormenta se hizo más fuerte. Yo tenía un poder aquí que Peter no admitiría y Euge se encontraba demasiado asustada para decirme. Lo intentaba. La amiga que pensaba que había hecho en la casa mental, en verdad podría ser mi amiga, después de todo. No había ninguna intención malvada en su mirada, como había visto en los ojos del otro transportador. Ella suplicaba silenciosamente conmigo. ¿Cuál fue la elección? Si Peter se negó a tomar mi alma, entonces, ¿Cómo iba a matarme? Incluso cuando caminé directo a sus brazos. Los brazos de Peter parecían estar luchando contra un tirón de la tormenta que no venía por mí o Euge. Se encontraba aquí por él. Levanté la vista hacia él y toqué su rostro angustiado, tan lleno de determinación por salvarme, dispuesto a ser absorbido hacia el Infierno.

—Te amo. —Le dije, haciendo que su cara se retorciera de dolor.
—Yo no soy un hombre por lo que no tengo un corazón que ame como un ser humano lo hace. Soy un dios inmortal que vive con el poder supremo porque poseo las llaves de La Muerte. Pero tú eres mi existencia. Yo soy tuyo. —Lágrimas calientes corrían por mi rostro mientras miraba la cara de alguien que comprendió una emoción mucho más fuerte que mis débiles palabras, débiles de amor. Su brazo fue arrancado de mí por la fuerza de la tormenta de viento y permaneció como el dios que era mientras un embudo oscuro se formó alrededor de él.

Mi corazón latía con fuerza en mi pecho y corrí hacia Euge, sabiendo de alguna manera que había algo que podía hacer. Ella me podía llevar, podía verlo en sus ojos. Para mí, era una manera de detener esto. Gee me miraba cuando me acerqué a ella y me di cuenta de la esperanza parpadeando en sus ojos.

—¡Ayúdalo! Haz lo que puedas, pero no dejes que se lo lleven, por favor. —Le grité por encima del ruido detrás de mí, arrancado del pecho de La Muerte. 
Euge asintió y miró por encima del hombro.
—Ella hizo el sacrificio. Se acabó. —Euge, anunció con un tono dominante alto y profundo. Sus ojos se volvieron a mí cuando me tocó con su mano en la cabeza.

El aire a mi alrededor cesó. Ya no podía extraer oxígeno para mis pulmones. Necesité de toda mi fuerza de voluntad para no tratar de tomar aire. Si Peter me vio luchando yo sabía que iba a luchar contra cualquier fuerza que le unía a librarme del poder de Euge. El suelo frío y húmedo se levantó a mi encuentro y yo yacía inerte y el dolor agudo de la asfixia me quemó los pulmones. La tormenta a mí alrededor se desvaneció. No oía nada más y ya no sentía. Era diferente que antes. Esta vez el dolor se apartó rápidamente y la oscuridad me consumió.

***

El olor a café y tocino llenaron mis sentidos mientras inhalé un respiro tan dichosamente dulce, que me despertó con un sobresalto. Me senté y miré alrededor de mi habitación. Me encontraba en mi cama. Tragué saliva y mi garganta se apretó de dolor. Me toqué el pecho y lo sentí sensible, como si me hubieran dado un puñetazo justo sobre el lugar donde descansaban mis pulmones dentro de mí. Todo había sido real. Aturdida, me puse de pie y me acerqué a la ventana para mirar hacia el bosque detrás de mi casa. ¿Mostrarían evidencia de los vientos huracanados que azotaron anoche, luchando para tomar a Peter? Los árboles se alzaban igual como cuando yo había entrado en ellos la noche anterior. Las hojas soplaron suavemente en la brisa. Esto andaba mal. Me había entregado por La Muerte. Euge me podría haber tomado. Lo había visto en sus ojos. ¿Tenía Peter aún en posesión el poder de detenerlo incluso con el Infierno tirándolo lejos? Yo me encontraba viva y aquí en mi casa, respirando, cuando había pedido dejar este cuerpo atrás y cesar mi vida en la tierra.

—No. —Susurré contra el cristal de la ventana, mientras las lágrimas corrían por mi cara. —Quería morir. Esta existencia que me has dado no vale nada sin ti. No puedo vivir con el hecho de que tú ya no... —Un sollozo sacudió mi cuerpo y mis piernas cedieron y me desplomé en el suelo. Acurruqué mi cuerpo en una bola, intento de lidiar con el dolor rasgando mi pecho. Esto no era una existencia con la que podría vivir. Yo había estado tan segura de que Euge conocía una forma de salvarlo.

Esta, esta vida donde Peter fue condenado al Infierno y a mí se me permitió seguir adelante como si nada hubiera pasado, sería mi Infierno personal.

—Dime, Peggy Ann, ¿Eres siempre así de dramática? —Me sacudí al sonido de la voz de Euge y levanté los ojos hinchados para encontrarla sentada en el borde de mi cama. Sus piernas largas y delgadas se encontraban cruzadas y me estudiaban con la cabeza inclinada. —Eres un ser humano bastante singular. —dijo con una sonrisa.

La ira comenzó a subir dentro de mí, me puse de pie y la miré. Ella me había mentido. Me había hecho pensar que podría detener el destino de Peter.

—Guau, Peggy Ann, toma el aspecto psicológico de tu cara bonita y respira profundamente. —Hizo una pausa y sonrió. —Ahora que puedes respirar, eso es. —Odiaba la sonrisa y la indiferencia de su actitud después de lo que había sucedido con Peter.
—Me mentiste. —Susurré, mientras cerré la distancia entre nosotras.
Euge meneó la cabeza lentamente. 
—No, no lo hice. Honestamente, Lali, deja de tirar la cosa sobre mí. No es como que me puedas hacer daño. Apaga el drama, cariño. Sé que lo amas. Mierda, me imagino que tienes sentimientos más intensos hacia él que los miserables te amo que los seres humanos dan tan fácilmente. Quiero decir, la mayoría de los seres humanos no tirarían sus almas ciegamente en una eternidad que no entenderían, por el bien de salvar a La Muerte. Fue raro efectivamente.
—Podrías haberte esforzado más para tomarme. Él fue apartado por una fuerza más fuerte que él. ¡Podrías haberme matado! Caminé hasta ti y me ofrecí como un sacrificio. —Me tapé la boca, cuando un sollozo escapó y los pasos de mi madre hicieron eco en el pasillo. Me quedé inmóvil, sin saber qué hacer. Mis entrañas se sentían como si hubieran sido arrancadas de mí. Ya no tenía fuerzas para ocultar el dolor que sentía.

La puerta del dormitorio se abrió y mamá se asomó y sonrió, luego cerró la puerta suavemente. Me quedé congelada y confundida en cuanto a lo que acababa de presenciar. Levanté la mirada hacia Euge , que seguía sentada en el borde de mi cama. Mamá no había estado mirándola fijamente. Euge se volvió ligeramente y le dio unas palmaditas con la mano a algo mientras me sonreía. Mis ojos se movieron de ella al lugar que había dejado desocupado después de despertarme por la mañana y por primera vez, me di cuenta de que todavía me encontraba en la cama. Di un paso más cerca y miré hacia abajo a lo que parecía ser mi cuerpo dormido.

—Creo que un “lo siento” sería suficiente en este momento. Ya sabes, por gritarme y por el espantoso silbido que hiciste. Un poco me recordó a los de allí abajo y, bueno, me asusté. —Aparté los ojos de mi cuerpo y devolví la mirada a Euge, que parecía completamente satisfecha. —Estoy esperando mi disculpa. Habla, Peggy Ann, tú sabes que puedes. —Frunció los labios y ladeó la cabeza de lado a lado.
—¿Estoy muerta? —Le pregunté, mirando hacia atrás, a mi cuerpo. — Me refiero a, ¿Mi cuerpo está muerto?
Euge dio un largo suspiro. 
—Siiiiiiiii, ahora vamos a oírlo: “Lo siento, Euge por hablarte tan feo cuando hiciste lo que te pedí” Vamos, puedes decirlo.

Negué con la cabeza y estudié mi cuerpo antes de caminar hasta el espejo. Tenía la misma apariencia en la mayoría de los aspectos, excepto todas mis imperfecciones, ¿Dónde han ido? Era una versión perfecta de mí.

—¿Qué? ¿Por qué estoy aquí? ¿No se da cuenta mi madre que estoy muerta? ¿Dónde está Peter? ¿Ellos lo dejaron ir? ¿Tú me vas a transportar? ¿O soy un alma errante? ¿Dónde está Peter? —Sentí esperanza por primera vez desde que había despertado. Miré de nuevo al espejo y me toqué la cara.

Mis mejillas suaves y lisas donde las lágrimas las habrían dejado húmedas y sensibles.

Euge hizo una mueca. 
—Se necesita un poco acostumbrarse, todo el ser en un cuerpo de diecisiete años y ahora no tienes uno. Te olvidas y piensas que las cosas son de determinada manera y no lo son. Al igual que el hecho de que llorabas con tanta intensidad en el suelo con todo tu instinto dramático y sabías que tu cuerpo produce lágrimas por lo que las sentiste, ya que creías que iban a estar allí. —Euge se encogió de hombros y se levantó.
—¿Adónde vas? ¿Me estás llevando? ¿Dónde está Peter? —Le pregunté de nuevo y ella levantó las manos como en defensa.
—Bueno, en primer lugar, no he tenido mis disculpas y todavía piensas que puedes comenzar a exigir respuestas.
—¡Lo siento! Ahora, ¿Dónde está Peter?
Euge frunció el ceño. 
—Eso no suena como que lo decías en serio. — Cerré los ojos y me di cuenta de que incluso con ellos cerrados todavía podía ver. Extraño—. Tus ojos no se cierran, Peggy Ann, tú tan solo piensas que lo están. Ya te expliqué la forma en que funciona, así que para. Parece que estás haciendo la cosa de la mirada escalofriante que las almas hacen.
—Por favor. Lo siento. Sólo dime dónde Peter está. —Declaré.
Euge sonrió. 
—Vale, vale bien. La verdad es que no sé exactamente. — Ella se encogió de hombros y pasó de largo caminando hacia mí.
—¿Qué quieres decir?

Ella se dio la vuelta y me sonrió. 

—Todo es confuso. Me dejaste matar tu cuerpo, pero, por supuesto, el amante no iba a tomar el alma de tu cuerpo. Sin embargo, yo sabía, como él, que si tu alma se hallaba verdaderamente dispuesta podría dejar el cuerpo por sí solo. Por lo tanto, dejé el remolino del huracán ayer por la noche y llevé tu cadáver de vuelta aquí. Yo sabía que cuando tu alma volviera alrededor del trauma de la muerte de tu cuerpo, sería el momento de la verdad. Esperé para ver y, por supuesto... —Hizo una pausa y sonrió. —Honestamente, nunca lo dudé. Pude ver tu fiereza por salvarlo. Yo sabía que era tu alma la que hablaba, y esperaba que abandonase tu cuerpo. Eso, por supuesto, lo hizo e inmediatamente debería haber sido capaz de llevarte y advertirte. —Ella mordió su labio inferior y se encogió de hombros.

—¿Qué? —Le pregunté con alivio corriendo a través de mí al pensar que Peter aún era La Muerte y él no se estaba quemando en el Infierno.

—Ah, bueno, no estoy muy segura. Quiero decir me gustas y todo, pero tengo una agenda muy ocupada y me has tomado una buena cantidad de mi tiempo durante las últimas semanas. Bueno, al menos desde que Peter expulsó a Belen y me quedé atrapada con el trabajo de asegurarme de que el señor Obstinado libere tu alma. De todos modos, mira la cosa es que me distraje un tanto y pospuse nuestra partida para que pudiera hablar contigo y me hagas un millón de preguntas. Yo, eh, bueno, tu alma no está por venir. No va a marcharse y no tiene una fuerza que lo sostenga. —Ella suspiró y me frunció el ceño. —No sé lo que está pasando aquí. Tú eres la primera en todos los sentidos. Tal vez La Muerte tiene que tomar tu alma, después de todo. No tengo ni idea. Mi conjetura es que mejor vayas a buscar de nuevo tu cuerpo y vivir esta vida. Me temo que a La Muerte no se le ha dado un indulto por su rebelión. Si no vuelves a tu cuerpo, entonces te vas a pasar la eternidad como un alma errante. No tengo que decirte lo que un alma errante es, porque las dos sabemos que ya sabes. Las ves todo el tiempo. ¿Quieres tener su miserable existencia? Mira, no dejes que le den la condenación eterna a cambio de nada. —Ella se acercó a donde yacía mi cuerpo sin vida. —Si él tiene que quemarse en el Infierno por toda la eternidad no dejes que lo tenga que hacer sabiendo que eres un alma perdida. Él sabrá. Ellos se asegurarán de que lo sepa. Es todo sobre el dolor y tortura allí abajo. ¿Qué no puede hacer un poco de calor para el conocimiento de que renunciaste a la eternidad prometida que él tanto luchó para que tuvieras? Va a causarle un dolor como nunca lo comprenderás. —Ella miró hacia abajo a mi cuerpo. —Es tu elección. Vuelve a vivir. Hazlo por él. —Entonces ella se había ido.

Me paré sobre mi cuerpo viendo cómo ardientes lágrimas corrían por mi cara de nuevo, aunque ahora sabía que sólo se siente el recuerdo de las lágrimas. Yo era un alma. No podía llorar. Me toqué la cara y mi cuerpo se sentía frío. La idea de volver a este cuerpo y existir, al mismo tiempo que Peter ya no vagaba por la Tierra, a causa de mí, era insoportable.

—Tú eres la razón de mi existencia, Peter. ¿Cómo puedo vivir sin ti? — Susurré en la habitación y sabía que no importa lo que el dolor de la vida me guardaba, no podía causarle más dolor. Quisiera soportar la vida, así él no tendría la culpa de mi alma perdida que lo atormente. Había renunciado a todo por mí. Podría sacrificar una eternidad de dolor, si eso es lo que se necesitaba para aliviar su sufrimiento. Me deslicé en la cama y sentí una sensación de hormigueo caliente correr por mí, ya que me reuní con el cuerpo que había dejado. Mis ojos se abrieron y un sollozo escapó de mis labios.

—Lali, ¿Cariño? ¿Nunca te vas a levantar y venir a comer? —Mamá se encontraba de pie en mi puerta sonriéndome, completamente inconsciente de que su última visita a mi habitación había visto un cuerpo vacío.
—Sí, bueno, lo siento. Supongo que estar en mi cama otra vez me hizo dormir demasiado. —Ella caminó hacia mí y se sentó a mi lado.
—Se sintió bien tenerte en casa anoche. Puedes faltar a la escuela hoy si necesitas un día para aclimatarte. —Pensé quedarme en casa, en mi habitación y sabía que iba a ser muy difícil. Tenía que salir y hablar con gente. Necesitaba ver la vida y encontrar una manera de sobrevivirla. No sería la causa del dolor de Peter. Viviría, por él.

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