domingo, 15 de diciembre de 2013

Capitulo 41

—Sí —dije lentamente—. Te llamaré esta semana.
 
—Adiós Peter. —Se puso de puntitas y suavemente me besó en la mejilla. Con eso, Milagros se fue.

Capitulo 41

Regresé a mi casa de acogida y todo regreso a la normalidad. Traté de llamarla el día siguiente y me contestó un… mayordomo. Dijo que ella se había ido, pero tan pronto como regresara, le diría que me llamara. Así que pacientemente esperé. A la mañana siguiente, finalmente me llamó.

Hicimos planes para que fuera a su casa el fin de semana. Hablábamos todos los días por horas. Nunca había sido capaz de mantener una conversación con alguien, como lo hice con ella. Entonces, el sábado llegó y ella dijo que alguien vendría y me recogería.
 
Cuando una limosina se estacionó para recogerme, mis padres adoptivos y yo nos quedamos inmóviles viéndola. El chofer se limitó a esperar pacientemente con la puerta abierta. Sintiéndome bastante incómodo, fui y me metí en el auto. No para mi sorpresa, nos dirigimos al barrio más rico de los que yo conocía. Cuando nos detuvimos en la casa de Milagros, miré por la ventana y vi una mansión. En realidad no había visto una antes, así que estaba un poco deslumbrado.
 
Milagros por supuesto llegó corriendo por la puerta principal. Salí para encontrarla. Brincó a mis brazos y me dio el abrazo más grande que alguna vez había recibido.
 
—Estoy tan feliz de que estás aquí —chilló—. Vamos, tengo mucho que enseñarte. Mis padres se mueren por conocerte.
 
La seguí por las escaleras de piedra y hacia la sólida puerta principal. Entramos en una recepción tan grande como la casa en la que yo estaba viviendo. Milagros agarró mi mano y me jaló a través de la casa. Me mostró la sala de estar, la biblioteca, el salón de baile, su cocina gigante y finalmente la sala de estar. Sus padres estaban sentados ahí. Eran el epítome de la clase alta. Ella estaba vestida con un vestido de moda, simplista y él vestía traje y chaleco.
 
Corriendo hacia su padre, Milagros dijo:
 
—Papá, este es Peter.
 
Su padre me sonrió.
 
—No hemos escuchado de otra cosa más que de ti durante la última semana. Es un placer conocerte, Peter. Mi nombre es Roberto y esta es mi esposa Norma.
 
Nerviosamente murmuré:
 
—Hola.
 
Déjame decirte, que eran las personas más agradables que he conocido. Me llevaron dentro y me hicieron sentir como en casa. Milagros me enseñó su habitación, con su madre escoltándonos, por supuesto. Eran extremadamente anticuados y no era adecuado que un muchacho estuviera en su cuarto sin vigilancia. No me importó. En realidad, pensé que era genial. Nos pasamos el día hablando y caminando alrededor del patio. Cuando caminamos alrededor de la cochera, vi lo que se convertiría en mi nueva fascinación. Había una hilera de viejos autos deportivos.

—¡Qué genial! —exclamé.
 
—Son de mi padre —replicó Milagros—. Le gusta reconstruirlos a él mismo.
 
De repente, escuchamos:
 
—Sí, me gusta hacerlo. ¿Estás interesado en los autos? —Me di la vuelta para ver al papá de Milagros.
 
—Nunca he estado alrededor de algo tan genial como esos — respondí.
 
—Pues bien, déjame mostrártelos —declaró Roberto, y lo hizo.
 
Estaban más allá de cualquier cosa que podría haber experimentado normalmente. Su padre abrió el capó y me explicó el motor. Devoré cada palabra.
 
Finalmente, Milagros se aburrió y se quejó:
 
—Papá, quiero hacer algo.
 
Su padre solo se rió. Me miró, y dijo:
 
—Si estás interesado, puedo enseñarte todo acerca de los autos. Eso, si Milagros me lo permitiera.
 
Ansiosamente le dije que quería, por supuesto, pero Milagros me arrastró lejos y nos fuimos y creamos un alboroto.
 
Después de eso, pasé casi todos los días en su casa. Sus padres nos dejaron acampar en el patio trasero y me llevaron a los lugares más maravillosos.
 
La escuela comenzó y seguíamos siendo inseparables. Creo que eso la ayudó. Las personas se metían con ella y yo tenía que defenderla. De hecho le pegué a un tipo en la cara porque la estaba molestando duramente. Fui suspendido de la escuela y castigado por dos meses. Me permitían hablar con Milagros por teléfono, pero no tenía permitido dejar la casa.
 
De repente interrumpí a Peter.
 
—Así que, es a ella a quien te recuerdo porque yo era tonta y la agarraban contra mí.
 
—Sí. —Suspiró Peter—. Es por eso que hice lo que hice. —Eso me hace callar.
 
—Así que, podemos avanzar rápidamente a través de los años. Empecé a tomar clases de violín con Milagros y los dos nos volvimos buenos, excepcionalmente talentosos. Su padre también me explicó sobre los autos, cómo reconstruir motores. Roberto me enseñó todo lo que sé.

Para ese punto estábamos en la preparatoria. Ambos comenzamos a cambiar. Llegue a tener... bueno... mejor aspecto y repentinamente recibí un montón de atención de las chicas. Milagros sólo se hizo más tímida. Para mí, era hermosa, pero no se veía sí misma de esa manera. Entonces, al inicio de nuestro penúltimo año de la escuela, comenzó a no sentirse bien. Se volvió letárgica y se enfermaba mucho. Empezaron a aparecerle esos moretones de la nada.
 
Sus padres rápidamente la llevaron al médico. Ella... descubrieron... Milagros tenía cáncer. Era etapa tres. Todos estábamos devastados. La iniciaron en la quimioterapia y radiación. Permanecí con ella a cada paso. Iba a sus citas con ella, sus tratamientos. Mientras más tiempo pasaba, más débil se ponía. Sus padres comenzaron a enseñarle en casa.
 
Eso fue duro. Yo seguía yendo a nuestra preparatoria, pero todo en lo que podía pensar era en ella. Mis calificaciones empezaron a sufrir. Milagros se enteró y me dio una meticulosa patada verbal en el trasero. Por lo tanto, debía llevar mi tarea a su casa y la haríamos juntos. Hacia el final de nuestro penúltimo año, se puso muy débil. Sin embargo era una luchadora. El baile de graduación se acercaba y le dije que iríamos juntos. Milagros dijo que no quería ir. Perdió todo su cabello y en realidad nunca dejaba la casa, pero al final, fue a buscar un vestido.
 
Estaba emocionado, pero el día antes del baile, se puso muy enferma. Sus padres estaban preocupados de que saliera de la casa. Milagros estaba devastada. Creo que realmente tenía muchas ganas de ir.
 
Por lo tanto, esa noche hablé con sus padres, y al día siguiente, le dimos su propio baile de graduación. Me presenté en mi esmoquin. Su madre la alistó con su vestido. Tenían a su chef haciéndonos una gran y extravagante cena. En realidad Milagros no podía comer, pero era la experiencia que queríamos que tuviera. Más tarde, la llevé a su salón de baile y bailamos. Todo era baile lento porque estaba demasiado débil, pero bailamos. Fue grandioso. Estaba tan feliz.
 
Después, nos sentamos afuera en el porche. Hablamos y ella brillaba. Mientras hablábamos, Milagros gentilmente tomó mi mano. Le sonreí. Nerviosamente se mordió el labio y luego me miró. Le pregunté qué estaba mal. Inmediatamente se sonrojó y apartó la mirada.
 
Finalmente susurró:
 
—Estoy muriendo.
 
Chasqueé y dije:
 
—No, no lo estás, vas a superar esto.
 
—Sabemos que no lo haré —susurró Milagros en voz baja—. No es de eso de lo que quiero hablar.

Ligeramente irritado dije:
 
—¿De qué quieres hablar?
 
—Tú eres mi mejor amigo y te amo —suspiró.
 
—Me siento de la misma manera —contesté.
 
Con sus hermosos ojos sólo me miró. Milagros susurró:
 
—Quiero pedirte el favor más grande del mundo, y puedes decir no. Entenderé si dices que no.
 
—Haré cualquier cosa por ti, sabes eso —le aseguré.
 
Milagros miró hacia el horizonte.
 
—Hay algo que quiero hacer antes de morir.
 
—¿Qué? Podemos hacer cualquier cosa. —La animé.
 
Respirando profundamente, rápidamente escupió:
 
—Quiero estar con alguien antes de morir. —Sus ojos se volvieron hacia mí—. Y quiero que seas tú.
 
Me quedé viéndola por un momento porque no tenía idea de a qué se refería. Entonces me di cuenta.
 
—¡Oh! —Jadeé—. ¿Quieres que ESTEMOS juntos?
 
—Ya me he perdido demasiado, y si muero, habrán aún más cosas que nunca voy a llegar a hacer. Quiero experimentar esa cosa.
 
Obviamente, dije:
 
—Por supuesto. Estaré encantado de hacer eso contigo. —Ahora, para este punto yo todavía era virgen también, y ella lo sabía. Incómodamente permanecimos sentados por un tiempo. Ella solo sosteniendo mi mano. Suavemente yo frotaba su parte de atrás de su mano con el pulgar.
 
—¿Cuando quieres hacer esto?
 
—Pronto —respondió—. Quiero hacerlo antes de empeorar. —Milagros comenzó a reír—. Me gustaría disfrutarlo, si vamos a hacerlo.
 
Eso nos hizo reír a los dos, a pesar de que era realmente triste.
 
—Quiero que sea especial —dije finalmente—. No esta noche.
 
Se rió de nuevo.
 
—No con mis padres al rededor.
 
Así que, lo planeamos para más adelante. Sus padres iban a estar fuera por una noche y les dije que me quedaría en la habitación de invitados y cuidaría de ella. Los dos teníamos 17 para ese entonces. Así que dejarnos por nuestra cuenta no era gran cosa. Milagros se había estado sintiendo mejor. Todos estábamos realmente esperanzados. Esa noche nos sentamos en su cama y sólo nos sostuvimos la mano el uno del otro. Hasta ahora, nunca nos habíamos besado, nunca habíamos hecho nada, pero no obstante yo la amaba. Así que, cuidadosamente puse mi mano en su cara y suavemente coloqué mis labios sobre los de ella.
 
No entraré en detalles porque eso es obviamente una cosa privada, pero fue perfecto. Aunque tenía miedo de lastimarla. Entonces, solo fue suave e íntimo. Esa noche nos quedamos dormidos en los brazos del otro. Al día siguiente, estábamos muy contentos.
 
—Fue algo realmente especial que nosotros hubiéramos... —Peter hace una pausa y toma un profundo respiro.
 
—¿Estás bien? —pregunto—. No tienes que decirme nada más.
 
Me mira y sacude la cabeza.
 
—Estoy bien.
 
—Milagros suena maravillosa —susurro.
 
—Lo era. Era todo para mí, la única familia que tenía. En realidad, su familia era la única familia que tenía. Éramos adolescentes, así que esa no fue la única noche que estuvimos juntos. Creo que sus padres lo sabían, pero no creo que les importara. Ella se estaba sintiendo mucho mejor. Nuestro último año llegó, y pensamos que Milagros lo iba vencer. Para mi cumpleaños ese año, ella y su familia me regalaron el GTO. Milagros sabía que yo había querido uno. Necesitaba ser reparado, pero su papá había planeado que lo hiciéramos juntos. Roberto era como un padre para mí. Milagros estaba tan feliz de verme emocionado. Pasamos las siguientes semanas, planeando nuestros futuros.
 
Entonces, un día, ella solo se cayó. La levanté en mis brazos y Milagros solo yació ahí. Puso su mano en mi cara y susurró:
 
—Te amo.
 
Rápidamente respondí:
 
—También te amo. —Entonces ella se deslizó en un coma justo en mis brazos. Apresuradamente la llevamos al hospital y fue puesta en terapia intensiva. Dijeron que no sabían por qué dio un giro tan drástico. Permanecí con ella. Dormí en las sillas del hospital junto a su cama. Ese es por qué la noche que dormí en la silla a tu lado, hice el comentario de que estaba acostumbrado.
 
Milagros resistió por tres meses. Nunca despertó de nuevo. Le hablaba y le decía de la escuela. Estuve ahí cada día. Diligentemente hacía mi tarea, porque sabía que eso es lo que ella hubiera querido. Entonces una noche, besé su mano suavemente, y oré a Dios. Le pedí que no la dejara sufrir más. Estaba listo para dejarla ir, y unas pocas horas después, falleció. — Peter se detiene y mira fijamente a la pared.
 
De manera inconsciente, siento lágrimas correr por mis mejillas. Rápidamente las elimino.
 
—Lo siento tanto Peter.
 
Respira profundamente y contiene las lágrimas.
 
—Su funeral fue duro. Sabía que era su tiempo de partir, pero aun así fue difícil. Para mi sorpresa, un montón de chicos de la escuela se presentaron. Una parte de mí estaba feliz de que la recordaran, y otra parte estaba furiosa, porque a ninguno de ellos les había importado lo suficiente para ir a verla cuando estaba enferma.
 
Una semana o algo así pasó, cuando sus padres me llamaron y me preguntaron si quería ir a la casa. Así que lo hice. Hicimos lo de siempre, la conversación del ¿cómo estás? Luego me sentaron y dijeron:
 
—Milagros nos pidió que hiciéramos algo si alguna vez fallecía.
 
Vacilante, pregunté:
 
—¿Qué fue?
 
Su madre extendió la mano y tomó la mía.
 
—Nos pidió que te dejarnos su fideicomiso. Milagros quería que lo tuvieras.
 
Mi boca cayó y negué con la cabeza.
 
—No puedo aceptar eso.
 
—Queremos que lo tengas —dijo su padre—. Ella quería que fueras a la escuela, que fueras capaz de hacer las cosas que ella no sería capaz de hacer. Milagros nos dio un mensaje para ti, que tú deberías vivir la vida por ambos.
 
Inmediatamente me puse a llorar. Al final, el fideicomiso me fue transferido.
 
Fueron cinco millones y medio de dólares, pero en realidad nunca lo había tocado. Terminé mi último año y me gradué. El día después de graduarme, me senté y pensé en ella. No sabía qué hacer. Todo lo que sabía era que no podía permanecer alrededor de ahí nunca más. Todo me lo recordaba a ella. Así que, como te dije, tomé un dardo y lo lancé a un mapa de los Estados Unidos. Aterrizó aquí.
 
Al día siguiente fui a la casa de sus padres. Les dije que me iba, que no me podía quedar aquí. Su madre me suplicó que no me fuera, pero le dije que tenía que hacerlo. Me exigió que le escribiera y le dijera dónde estaba, y lo hice cuando llegué aquí.

Eso me hace jadear.
 
—¡Esas cartas que he visto, eran de sus padres!
 
—Sí. —Suspira Peter—. Al principio les escribí y les dije lo que estaba haciendo. Cuando su mamá me escribía en respuesta, me destrozaba cada vez. Así que un día, dejé de escribir y dejé de leer. Las cartas siguen llegando cada semana. Tengo una pila de no sé cuántas. No puedo pensar en eso, pero sigo pensando en ella todos los días.
 
—Lo siento tanto Peter. No deberías estar usando ese dinero para ayudarme. ¡Ella dejó eso para ti!
 
Rápidamente se sienta y me mira.
 
—No, ella hubiera querido que te ayudara Mariana. Milagros te hubiera adorado. Creo que probablemente se hubieran convertido en mejores amigas y me hubieran hecho a un lado. Me recuerdas mucho a ella.
 
Mi mente hace un tipo de parada ante eso.
 
—¿Estás... estoy... reemplazándola? ¿Es por eso que eres mi amigo, porque te la recuerdo?
 
Peter tiene esta mirada de asombro en su rostro.
 
—¡No, Mariana, no! Al principio, sí, me la recordabas. Es por eso que quería ayudarte, ¡pero no es por eso por lo que soy tu amigo! Son parecidas, pero también muy diferentes. Ella era tímida. Tú estás llena de chispa cuando lo quieres ser. Tienen diferentes sentidos del humor. Pero, ambas son talentosas más allá del reconocimiento. Tú eres mi mejor amiga, ¡pero no es así! ¡No estoy tratando de reemplazarla a ella contigo! Por favor, nunca pienses eso. —Coloca su mano en el lado de mi cara—. Por favor, tienes que entender.
 
Pongo mi mano sobre la suya.
 
—Sí, lo hago. Gracias por compartir eso conmigo.
 
—Gracias por escucharlo. Entonces, es por eso que es tan importante que ames, porque es una gran cosa. No me arrepiento de amar a Milagros ni por un segundo.
 
—Un día, espero poder estar enamorada —suspiro, solo mirándolo.
 
Encogiéndose de hombros, Peter dice:
 
—No creo que estuviera enamorado de ella. Era un tipo diferente de amor. No como algo sacado de una tórrida novela de romance.
 
—Sí —murmuro, mi mente desviándose a la noche anterior. ¿Qué se supone que debo pensar de eso ahora? ¿Qué estábamos haciendo? ¿Incluso importa? Él no se acuerda. Tal vez eso es una buena cosa.
 
—¿Quieres saber algo más acerca de mí? —pregunta Peter.

Con una sonrisa, le respondo:
 
—Seguro.
 
—Una de las primeras cosas que me preguntaste fue si duermo con cualquiera y la respuesta es no, porque nunca he estado con nadie, a excepción de Milagros.
 
Mi mandíbula cae.
 
—¿¡Qué!?
 
—Nop, nadie —afirma Peter—. Nunca he querido. —Se detiene, me mira y luego mira hacia otro lado—. Es decir, la situación nunca se ha presentado. ¿Sabes qué? necesito un poco de café.
 
—Probablemente sólo lo vomitarías —respondo—. Tal vez deberías recostarte.
 
Peter se pone sobre sus rodillas y hace una mueca.
 
—Está bien, creo que estoy de acuerdo contigo, sin café. Una cama suena bien.
 
—¿De verdad crees que Milagros querría que te emborraches en el aniversario de su muerte? ¿Querría ella que esa fuera la forma en que celebras su existencia? —pregunto severamente.
 
Deteniéndose, Peter voltea y me mira.
 
—Nunca he pensado en ello de esa manera.
 
—Bueno, tal vez deberías empezar —replico.
 
Canturreando Peter dice:
 
—Hmmm, sí. Ves, es bueno tenerte alrededor, tienes mucho sentido.
 
—Gracias —respondo levantándome. Lo agarro por las axilas y lo pongo de pie—. Necesitas ir a acostarte.
 
—A la orden, capitán —dice Peter saludándome.
 
Ruedo mis ojos.
 
—Ve a la cama.
 
Entra en su habitación y cae sobre su cama. Me acerco y cierro su puerta. Silenciosamente, camino a mi habitación y cierro mi propia puerta. Sin saber qué hacer, me siento en mi cama. Es entonces que las lágrimas vienen, lágrimas por lo de anoche, lágrimas por Peter y Milagros. Pongo mi cara en mis manos y lloro.

MARATON
+20

40 comentarios :

  1. Que triste historia la de Peter y Milagros, pero que lindo que lo haya querido compartir con Lali. En realidad se nota que ellos ya están enamorados el uno del otro pero no quieren admitirlo

    ResponderEliminar
  2. ++++++++++++++++++++++++

    ResponderEliminar
  3. +++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++

    ResponderEliminar
  4. +++++++++++++++++++++++++++++++++++++

    ResponderEliminar
  5. me encanto, sube mass!!!

    ResponderEliminar
  6. me encantaaa maass
    nose si es tierno o triste la historia xq diga lo q diga le va a hacer acordar a milagros nose...
    maass

    ResponderEliminar
  7. MAAAAASSSSS POR FAAAAA siguela q auieeo saber q pasa

    ResponderEliminar