domingo, 1 de diciembre de 2013

Capitulo 12

—Pero eso no lo es todo. Ya veremos cómo va. Te recojo aquí el jueves a las cinco ¿está bien? —dice Peter con un guiño.
 
—Sí, sí, sí —me rio—. Que tengas una buena noche.
 
—Tú también.

Capitulo 12

Después de entrar en casa suelto un profundo respiro. No debería sentirme de esta manera. ¿Por qué me siento así? Es Peter.
 
Peter tiene citas. Sé eso. Tal vez solo estoy celosa de que tenga una cita. Sí… eso es. Pablo me habló hoy, eso es algo por lo que debería sentirme bien. ¡También obtuve mi permiso temporal! ¡Arriba yo!
 
Al día siguiente me siento en la clase de arte tratando de decidir qué hacer. Mi maestro se acerca.
 
—¿Dónde está tu foto Mariana? —me pregunta.
 
Tocándome la cabeza contesto.
 
—Aquí.
 
—Bueno, normalmente habría tenido un problema si alguien no trajera su tarea completa, pero conozco tu nivel de habilidad. Creo que lo harás bien.
 
—¿Puedo hacerle una pregunta? —inquiero.
 
El maestro asiente.
 
—Por supuesto.
 
—¿Qué se necesita para entrar a una de las escuelas de arte de San Luis?
 
Una sonrisa se desparrama por su cara.
 
—Estaba esperando que preguntaras. Tengo algunos folletos para ti.
 
—¿Los tiene? —jadeo.

—Sí, tienes talento y ni siquiera creo que nos hayas mostrado tu mayor potencial. Utiliza este proyecto. Úsalo para demostrar de qué estás hecha. Las escuelas de arte querrán ver tus mejores trabajos.
 
—Está bien —tartamudeo asombrada—, haré mi mejor esfuerzo.
 
—¿Qué es lo que vas a hacer? —pregunta.
 
—Creo que voy a hacer mi dibujo a carboncillo. Es mi favorito.
 
Mi maestro sonríe ampliamente.
 
—Suena grandioso.
 
—Mejor me pongo a trabajar —digo levantándome para agarrar un lienzo.
 
Cuando me siento de nuevo, solamente puedo ver el espacio vacío. ¿Cómo voy a dibujarlo? Quiero decir, ¿cuál sería la mejor manera? Ladeo la cabeza hacia un lado y luego hacia el otro y entonces comienzo.
 
El miércoles y el jueves pasan volando. Estoy contenta de que Pablo me salude cada vez que me ve. Paula sigue sin ir a la escuela y eso hace todo más fácil.
 
Por supuesto siento que ahora me importa menos.
 
El jueves después de la escuela me encuentro a Peter sentado frente al volante de su auto. Un montón de tipos están parados alrededor. Peter los ignora moviendo la cabeza al ritmo de su música. Camino hacia él y me agacho para asomarme por la ventana.
 
—Hey, semental ¿Me podrías dar un aventón?
 
Peter se echa a reír.
 
—No lo sé dulzura ¿Qué me ofreces a cambio?
 
—Absolutamente nada —digo con una sonrisa.
 
Finge pensarlo un rato.
 
—Está bien —gruñe.
 
Abro la puerta y salto dentro. Peter se inclina y me besa en la mejilla.
 
—Hola cariño.
 
—Hola —le contesto sorprendida con la guardia baja.
 
—¿Estás lista? —pregunta con una sonrisa traviesa.
 
—Sigo sin querer hacer esto —declaro seriamente.
 
—Que mal —me dice encendiendo el auto.
 
—Pensé que ibas a recogerme a las cinco.
 
—¿Estás decepcionada de que te haya recogido antes? —pregunta.

Eso me hace sonreír nerviosa.
 
—No.
 
—Bien. —Nos lleva a un gran estacionamiento vacío—. ¡Sal! — exclama con demasiado entusiasmo. De mala gana hago lo que dice. Cambiamos de lugar y todo lo que hago es sentarme y verlo directamente.
 
Peter sonríe más ampliamente aún.
 
—Bien, ahí hay tres pedales. A partir de la izquierda van: el clutch, después el freno y después el acelerador. Para encender el auto necesitas presionar el clutch y el freno.
 
—No quiero hacer esto.
 
—Pisa… el… clutch y el freno —enfatiza.
 
Con el ceño fruncido, presiono los dos pedales.
 
—¿Ahora qué? —pregunto.
 
—Enciende el auto.
 
Cuando logro encender el auto instantáneamente levanto los pies de los pedales y se apaga.
 
—Upss —murmuro.
 
—Está bien. Sé que hay un montón de potencia detrás de este carro.  Al principio va a intimidarte, pero no importa. Estamos en un estacionamiento vacío. Simplemente puedes soltar los pedales aplastar el freno y el carro se apagará. Lo que lo hará detenerse.
 
—Es bueno saberlo —contesto.
 
Haciendo gestos Peter continúa.
 
—Enciende el auto de nuevo —lo hago—. Ahora pon la mano en la palanca de cambios —también lo hago y pone la mano encima de la mía—, primera, segunda, tercera, cuarta. Comienzas en primera, entonces cambias a segunda y así.
 
Tomo una respiración profunda y asiento.
 
—Bien —me dice lentamente—, ahora vamos a quitar el freno de emergencia.
 
Se acerca y baja el freno al lado de mi pierna.
 
—¿Estás seguro de que quieres hacer esto? —le digo con voz chillona.
 
Simplemente se ríe.
 
—Dañarás mi auto si no lo hago. Correcto, ahora cuidadosamente quita el pie del freno pero mantén el clutch abajo. —Lo hago, realmente lento pero lo hago—. Ahora presiona el acelerador —también lo hago y al oír el motor revolucionarse quito los pies de los pedales de nuevo. Peter se agarra la cabeza—. Mariana, no quites el pie del clutch a menos que te estés moviendo.
 
—¡No es tan fácil! —grito.
 
Peter continúa riéndose encontrándolo obviamente divertido.
 
—Relájate Lali. Tómalo con calma. Presiona el clutch y el freno y enciende el auto. —Con un molesto ceño fruncido hago lo que dice.
 
—Sabes qué, olvídalo. Vamos a hacerlo de la manera fácil para que puedas sentir el agarre del clutch. Presiona el acelerador tan duro como quieras pero no hasta el suelo y después suelta el clutch.
 
—¿Estás loco?
 
—Oh, tú hazlo. Puedes pisar el freno después de que lo hagas si quieres. Los frenos son siempre la primera opción si no estás cómoda. Pero para poder usar el freno tienes que presionar el clutch y el freno al mismo tiempo.
 
Ruedo los ojos.
 
—Bueno. Para hacer que el auto se mueva ¿piso el acelerador y libero el clutch?
 
—Sí.
 
—Entonces para frenar presiono el clutch y el freno al mismo tiempo.
 
—Síp.
 
Me quedo mirando a Peter.
 
—¿Qué pasa si no lo hago?
 
—Lastimas mi auto —replica guiñándome.
 
Sacudo la cabeza en shock.
 
—No haré esto.
 
—Si lo harás. Presiona el acelerador tanto como te sientas cómoda y deja salir el clutch. Después podemos intentar hacerlo lentamente.
 
Es más fácil decirlo que hacerlo. Tomo una respiración profunda y presiono el acelerador. Siento las revoluciones del motor y hago un mohín. Veo que Peter agita la mano hacia adelante así que levanto mi pie del pedal y el auto camina. Grito y estampo mis pies sobre los pedales. El carro chilla hasta detenerse. Peter se dobla de la risa.
 
—¡Cállate idiota! —grito.
 
—Está bien —me asegura—. Yo ni siquiera pude mover el auto la primera vez que traté de aprender a manejar con cambios. Es por eso que quería que sintieras la marcha. ¿Sentiste cuando el clutch cogió la
marcha?
 
—En realidad sí —contesto.
 
—¿Ves? —dice con una sonrisa gentil—. Ahora procuraremos que lo hagas lentamente. Lo que vas a hacer es que mientras presionas el acelerador vas a ir soltando el clutch al mismo tiempo. Aprenderás el límite del clutch y posiblemente te tome un tiempo agarrarle el tiro. Así que no te sientas desanimada.
 
—No confío en mí misma —le digo—. Me desanimo fácilmente.
 
—Te saldrá bien —suspira—. Tómalo con calma.
 
Asintiendo, trato de hacerlo a un ritmo normal. Por supuesto lo arruino. Decidida, trato de nuevo y esta vez lo logro.
 
—¡Lo hice! —exclamo.
 
—Bueno sí, pero vas a 20 km/h y se te va a apagar si no vamos un poco más rápido. Así que lo que tienes que hacer es presionar un poco más el acelerador. —Lo hago y escucho el motor acelerar a más revoluciones mientras ganamos velocidad—. ¿Escuchas el motor? Cuando escuchas eso necesitas hacer el cambio. Ese pequeño medidor es el tacómetro, cuando suba a 3,500 revoluciones haces el cambio. Así que pisas el clutch y cambias. Dame tu mano —se la doy y presiono el clutch. Mueve la palanca y siento que mete segunda—. Ahora puedes ir más rápido.
 
—No quiero ir más rápido —declaro.
 
Peter solo se ríe.
 
—Bueno entonces detén el auto. Primero pisa el clutch y después el freno.
 
Hago eso y el carro se detiene. Gritando me doy la vuelta y envuelvo a Peter en un abrazo.
 
—¡Lo hice!
 
—Sí, lo hiciste —dice Peter riendo. Me aparto y nuestras caras están separadas por centímetros. Nos quedamos mirando el uno al otro por un segundo antes de regresar a mi asiento rápidamente.
 
—Y ahora ¿quieres intentarlo de nuevo? —pregunta.
 
—¡Sí! —grito.
 
Pasamos como dos horas practicando. Lo tenía bastante controlado al final.
 
—¿Ahora qué? —pregunto felizmente.
 
—Manejas en una calle —contesta Peter.

Eso me hace fruncir el ceño.
 
—¿Quieres que haga esto con otra gente alrededor? ¡Me voy a meter en un accidente o a matar a alguien o a ARRUINAR TU AUTO!
 
—Entonces ¿arruinar mi auto está por encima de matar a alguien? Es decir, amo a mi bebé pero prefiero no atropellar a nadie. —Peter golpetea el tablero—. Ella se arriesgará por el bien del equipo.
 
—¿Por qué corres el riesgo de arruinarlo por mí? ¡Ni siquiera me conoces bien! Probablemente comenzaré a ser una molestia en algún momento. No me dejes arruinar algo de lo que estás tan orgulloso.
 
De repente Peter luce molesto.
 
—Soy tu amigo, y nunca has sido una molestia. Ni una sola vez. Creo que eres absolutamente adorable. Así que maneja mi auto. Para eso estamos aquí, para enseñarte a manejar. Nadie más, excepto Nico y Vico, han manejado mi auto. Entonces el que te esté enseñando en este auto demuestra lo que significas para mí.
 
—Awww, eso es tan tierno —digo riendo un poco nerviosa. —Eres mi primer amigo verdadero. Muchas gracias por tener tanta fe en mí.
 
—No hay problema. Ahora vamos a conducir en la calle.
 
Lo tomamos con calma y no lo estoy haciendo tan mal. En los semáforos tiendo a apagar el auto o a rechinar llantas. Peter encuentra esa última parte muy divertida.
 
Finalmente el sol comienza a ponerse. Veo a Peter.
 
—Creo que debería ir a casa.
 
—Bien —contesta—. Maneja hacia allá.
 
Cuando nos detenemos en casa, pongo el auto en neutral y lo apago.
 
—Pon el freno de mano —me dice. Lo hago y respiro profundo—. Lo hiciste bien hoy. Estoy muy orgulloso de ti. Lo captaste con mucha facilidad. A mí me costó más tiempo aprender a manejar un auto con cambios.
 
—Creo que me tomará algo más dominarlo —suspiro—. Ahora estoy cansada. Esto fue estresante.
 
—Muy bien, vete a descansar —contesta Peter mientras sale del auto.
 
Salgo y no puedo menos que sonreír. Me regresa la sonrisa.
 
—¿Entonces estás más emocionada que asustada?
 
—Sí —asiento—. ¿Cuándo podemos hacerlo de nuevo?

—Trabajo mañana en la noche y después tengo planes, así que tal vez el sábado.
 
—Ooooh —le digo— ¿tienes otra cita con Vicky?
 
La cara de Peter se vuelve muy expresiva.
 
—Oh Dios ¡no!
 
—¿Qué? ¿Por qué? —pregunto.
 
—Ella fue… bueno… realmente superficial. Honestamente creo que estaba interesada en mí por mi apariencia. Entonces inventé una excusa y me fui. Por supuesto pagué la cena, no solo me fui.
 
—¿Y qué excusa le diste? —pregunto cruzándome de brazos.
 
Su boca se mueve en una malvada sonrisa.
 
—Dije que tenía diarrea.
 
—¡Peter! —grito tratando de no reír—. ¿Cómo pudiste decirle eso a una chica?
 
—Oh, muy fácil —contesta—. Fue muy divertido.
 
—Eres terrible —respondo poniendo los ojos en blanco.
 
—Querrás decir que soy increíble. —Debió ser realmente divertido porque sigue riéndose mientras sube al auto.
 
Agarrando la manija del auto, digo—: Gracias Peter. Gracias por ser tan buen amigo. Esto significa muchísimo para mí.
 
—¡Ah! pero tendrá un costo —dice—. Todavía tienes que limpiar mi departamento.
 
—Felizmente lo haré —dije riéndome.
 
—Bien. ¿Por qué no te recojo el sábado como a las dos? Probablemente necesitaré levantarme tarde. Saldré con los chicos el viernes por la noche, montones de libertinaje e insensatez.
 
—Libertinaje. Sabes lo que eso significa ¿verdad? —pregunto.
 
Me mira perplejo.
 
—No, en realidad no —responde.
 
—Es como si estuvieras diciendo que vas a tener sexo con un montón de gente o a tener una orgía y, espero que no sea eso lo que has planeado.
 
Repentinamente Peter suelta la carcajada.
 
—Entonces la he estado usando esa palabra completamente mal. Así que saldremos de juerga, no de libertinaje. Por supuesto hablo por mí. No tengo control sobre los otros chicos.

Me rio.
 
—Bien, trata de comportarte. No beses a demasiadas chicas.
 
—Dónde está la diversión entonces —contesta Peter, con un guiño—. Muy bien cariño, te veré el sábado.
 
—Buenas noches Peter.
 
—Duerme bien querida. Te veo el sábado. —Cierra la puerta y dice adiós mientras se aleja.

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