miércoles, 4 de diciembre de 2013

Capitulo 22

Gateando por el piso, agarro mi teléfono. Apenas levantándome, mis piernas se sienten tambaleantes. Me abrocho el pantalón y lloro. Lanzo mi teléfono, mi cuaderno de bocetos y la billetera en mi mochila. Mi cuerpo está temblando por los duros sollozos. Casi me caigo mientras trato de ponerme los zapatos. Agarro mi sudadera, me dirijo hacia la puerta, salgo de mi casa, de mi vida y de mi mundo.

Capitulo 22

El sol ya se había puesto y hacía frío afuera. Levanto mis brazos y los sostengo contra mi cuerpo.
 
Camino, camino y camino. No tengo ni idea de adónde voy. En realidad no tengo idea de dónde estoy. No me importa tampoco. Mi corazón está destrozado y me siento vacía por dentro, tan completamente vacía. Las palabras de mi mamá resuenan en mi cabeza. Constantemente siento mi garganta, pensando que sus manos todavía están allí.
 
Algún tiempo después, el cielo se abre y comienza a llover, vertiéndose para ser exacta. No me detengo. Continúo. El tiempo pasa. No sé cuánto tiempo. Algún tiempo después, deja de llover. Realmente no me doy cuenta. Finalmente, llego hasta una intersección y un auto se acerca, así que me detengo. Una ráfaga de viento pasa y tiemblo de nuevo.
 
Por alguna razón, mis ojos van a la deriva por la calle. Un bulto se forma instantáneamente en mi garganta. El apartamento de Peter está cuatro casas más abajo. Me quedo en la esquina y la miro. Lentamente me encuentro caminando hasta la casa. Mientras miro hacia sus ventanas, veo una luz suave que viene de la cocina. Me quedo ahí por un tiempo, sólo mirando hacia arriba. Una parte de mí quiere ir a llamar a la puerta, pero sé que no puedo. Es sólo un amigo, un nuevo amigo. Esto es demasiado para manejar. Es demasiado para que yo lo maneje por no hablar de los demás.
 
De todos modos, eso sólo lo espantaría. Peter nunca volvería a verme de la misma manera. Da demasiado miedo para intentarlo. Debería saberlo, lo estoy viviendo. Así que, con un profundo suspiro, me doy la vuelta y camino por la calle. Voy a la mitad, cuando veo a alguien correr alrededor de la esquina. Rápidamente corro hacia el callejón. Está oscuro. Jalo la capucha para esconder mi rostro.
 
Un poco de tiempo pasa, y luego escucho un lejano.
 
—¿Mariana?
 
Mi corazón cae. Encorvo mis hombros y sostengo mis brazos apretados contra mi cuerpo. Tal vez se irá. Tal vez no sepa que soy yo. Los segundos pasan y siento una oleada de alivio. Peter siguió su camino.
 
De repente, me doy la vuelta y escucho.
 
—¡Mariana! —Doy vuelta la cabeza, para no tener que mirarlo—. Mariana… ¿qué demonios estás haciendo? —Sólo volteo aún más mi rostro, porque las lágrimas están a punto de derramarse. De hecho, tengo un dolor en el pecho, estoy sosteniendo todo adentro con mucha fuerza—. Lali, ¡¿qué demonios estás haciendo?! Estás empapada.
 
Entonces, sucede, una lágrima rueda por mi rostro.
 
—Déjame en paz —le susurro—. Por favor.
 
—Mariana —dice Peter con severidad—. ¿Qué sucede? —Niego, pero más lágrimas vienen—. Mariana, ¡¿qué pasó?! ¡¿Qué sucede?!
 
—Yo… yo no puedo —jadeo, el dolor crece en mi pecho.
 
Él me sacude un poco.
 
—Mariana, maldita sea, ¡háblame! ¡¿Qué sucede?!
 
—No hice nada —jadeo finalmente, ahora derramando lágrimas—. No lo hice. No hice nada.
 
—¿Qué no hiciste? Por favor, habla conmigo, me estás asustando. ¿Qué pasó?
 
Finalmente lo miro, y comienzo a llorar.
 
—Estaba en mi habitación, y estaba haciendo mi tarea. —Mientras lo digo, mi cuerpo empieza a temblar—. No lo sabía. No lo sabía. Él entró, y no lo sabía.
 
De repente, los brazos de Peter se aprietan en los míos.
 
—¿Quién entró?
 
—El novio de mi mamá, Howard. Entró, pero no hice nada. Lo juro, no hice nada.
 
—¡¿Qué pasó?! —grita Peter finalmente con ira.
 
—Entró y traté, traté de llegar a mi teléfono. Quería llamar en busca de ayuda, pero golpeó mi mano. La golpeó y mi teléfono desapareció. Luego, luego… —Ni siquiera puedo conseguir que algo más salga. Me derrumbo en el suelo.
 
Peter se arrodilla a mi lado, sosteniéndome.
 
—Mariana, ¿te lastimó? ¡¿Estás bien?!
 
—Me empujó, me empujó sobre la cama. —Pongo mi mano en mi garganta—. Me sujetó y trató de sacarme mis pantalones.
 
—Querido señor, ¡¿qué pasó?! ¡¿Te hizo daño?!
 
Niego.
 
—Mi mamá entró. Él se detuvo.
 
Envolviendo sus brazos alrededor de mí, Peter jadea.
 
—Gracias a Dios. ¿Llamaste a la policía? ¿Qué pasó?
 
Mis hombros se sacuden por mi llanto. Pongo mi cara en su cuello.

—Ella me culpó.
 
—¿Qué? —espeta Peter, casi con incredulidad.
 
—Dijo que era mi culpa. Tal vez lo fue.
 
Tira de mí con fuerza contra él.
 
—NO fue tu culpa. ¡No vuelvas a pensar eso!
 
No puedo evitarlo, mi cuerpo comienza a temblar incontrolablemente.
 
—Tengo mucho frío —susurro finalmente.
 
Él pone su mano en mi mejilla. Peter jadea.
 
—Mariana, ¡Estás congelada! ¿Cuánto tiempo has estado afuera? Estás empapada.
 
—No lo sé —tartamudeo, mientras mis dientes empiezan a sonar.
 
En un solo movimiento, Peter me levanta del suelo. Pongo mi cabeza en su pecho. Me lleva de vuelta a su casa. Casi ni me doy cuenta. Tengo tanto frío y estoy drenada. Vacía, eso es todo lo que estoy, vacía. Cuando llegamos a su apartamento, abre la puerta y me lleva dentro de la casa.
 
—¿Puedes mantenerte de pie? —pregunta.
 
Mi cuerpo se estremece.
 
—No lo sé.
 
Con facilidad, me lleva al cuarto de baño. Con cuidado, me pone sobre mis pies. Estoy allí, pero no me puedo mover.
 
—Tienes que calentarte. Abriré la ducha, ¿de acuerdo? —Asiento y hace lo que dice. Cuando está caliente, Peter abre la ducha—. Tienes que desnudarte —dice finalmente—. ¿Puedes hacer eso? —No puedo hacer nada más que mirar hacia la pared—. Mariana —susurra finalmente, pasando su pulgar por mi cara—. Tienes que entrar en la ducha.
 
—Lo sé —susurro, muy suavemente.
 
Suspirando, Peter gira mi cabeza hacia él.
 
—Te ayudaré a quitarte la ropa, ¿de acuerdo? —Me estremezco y asiento. Desliza la mochila de mi espalda y la pone en el suelo—. Comenzaremos con tu sudadera con capucha. —Lentamente, abre la cremallera y me la quita—. ¿Estás bien? —pregunta. Comienzo a llorar.
 
—No hice nada.
 
—Lo sé, cariño, lo sé. Tenemos que hacerte entrar en calor, sin embargo, ¿de acuerdo? —Empieza a tirar de mi suéter y levanto mis brazos para ayudarle a quitármelo. Por alguna razón, esto es reconfortante. Pensarías que me importaría, pero no lo hace. Estoy tan vacía. Siempre cuidadosamente, Peter me ayuda a desvestirme. Por último, susurra—. Vamos a dejar tu sujetador y bragas. Puedes entrar en la ducha con eso, ¿de acuerdo?
 
—Sí —susurro. Me ayuda a llegar a la ducha y entro. El agua caliente se siente bien. Ayuda con los escalofríos. Me quedo allí y dejo que el agua caiga.
 
—¿Puedo llamar a Candela, Mariana? ¿Eso está bien? Necesitas a una chica para que te ayude. —Asiento. Peter dice—. Está bien, quédate en el agua. —Corre la cortina y lo escucho caminar fuera de la habitación.
 
Poco a poco, bajo y me siento en el piso de la ducha. Pongo mi cabeza entre mis rodillas y lloro. Pasa un tiempo. No sé cuánto. Oigo a Peter hablando en el pasillo. Oigo un montón de gritos, y luego lo que parece ser su puño golpeando la pared. Eso me hace saltar un poco.
 
Un tiempo más tarde, escucho la puerta abriéndose.
 
—Mariana. —Oigo que dice una voz suave—. Cariño, soy Candela. —Mientras la cortina se abre, miro hacia arriba. Está de pie allí, con Peter a su lado—. Hola, cariño —dice en voz baja—. ¿Estás caliente ahora?
 
Susurro.
 
—Sí.
 
—Bien, entonces tenemos que sacarte de la ducha. Vamos. —Agarra mi brazo y comienza a tirar hacia arriba. Me levanto con su ayuda—. Peter, necesitamos toallas y algo seco para que se ponga.
 
—Sí —murmura en voz baja. Lo veo girarse y salir de la habitación.
 
Candela sostiene mi mano y me ayuda a salir de la bañera. La miro y digo.
 
—¿Te lo dijo?
 
—Sí —responde lentamente—. Tenemos que llevarte a la cama. Luego podremos hacerle frente a todo. Es tarde y creo que estás en shock. ¿Necesitas ir al hospital? ¿Estás herida?
 
Mi mano sube a mi garganta.
 
—Duele. Él me agarró y duele.
 
Inclina mi cabeza en alto y al instante estalla en lágrimas silenciosas.
 
—¡Peter!
 
Él regresa corriendo con la ropa y las toallas.
 
—¿Qué?

—Oh Dios mío, ¡mira su garganta! —Ella inclina mi cabeza para mostrarle.
 
—Lo mataré. Lo juro por Dios, lo mataré.
 
Quitando el cabello de mi cara, Candela dice.
 
—Tal vez deberíamos llevarla al hospital.
 
—No —jadeo—. No, por favor, ¡no iré! ¡No quiero ir! No pasó nada. ¡Por favor! ¡No quiero ir!
 
—Bien, bien, bien, cálmate —dice Candela—. Entonces, él no…
 
Sacudo la cabeza con fuerza.
 
—No. Mi mamá entró.
 
—Sí, lo oí —suspira Candela.
 
Mirándola, pregunto.
 
—No vas a decirle a nadie, ¿verdad? Ni siquiera a Vico.
 
Ahoga las lágrimas y dice.
 
—No, no si tú no quieres.
 
—No, por favor, no quiero que nadie… no quiero que nadie me vea diferente. No quería que nada pasara. Tal vez si hubiera hecho algo diferente, no hubiera sucedido.
 
Envolviendo una toalla alrededor de mí, Peter murmura.
 
—No puedes pensar de esa forma. No hiciste nada malo.
 
Levanto la mirada hacia él y estamos entrecortadamente cerca.
 
—Gracias.
 
—¡No entiendo por qué no me llamaste! —grita—. ¡Habría ido y te hubiera recogido!
 
—En realidad no me conoces —gimo—. No podía dejar que lidiaras con esto.
 
Tirando de mí con fuerza contra él en un abrazo, Peter respira en mi cabello.
 
—Eres mi amiga. Siempre estaré ahí para ti, siempre, no importa lo que pase.
 
Eso hace que mi triste corazón se sienta un poco mejor.
 
—Estoy toda mojada —murmuro finalmente en su hombro—. Te estoy mojando.
 
—No me importa. —Se ríe en respuesta—. Tenemos que secarte y ponerte ropa caliente. Te traje el par más pequeño de pantalones de pijama que tengo y una camisa térmica. Eso te mantendrá caliente. También hice la cama para ti. Aunque realmente creo que deberíamos hacer que te revisen la garganta.
 
—No —gimo—. No quiero que nadie lo sepa.
 
Tirando de la toalla para apretarla a mí alrededor, Peter dice.
 
—Bueno, dejaré pasar el tema por ahora. Candela hará que te vistas, porque creo que sería un poco incómodo que yo lo hiciera. Lo haría, de una manera totalmente no sexual, pero no creo que te haría sentir muy cómoda.
 
—No, sé que no significa nada, pero quiero que Candela me ayude —susurro, mirando hacia abajo.
 
—Bueno nena, te esperaré en el pasillo. —Pasa sus dedos por mi cara. Me estremezco un poco. No tengo miedo de él, pero todavía siento las manos de Howard en mí—. Oh, Mariana, lo siento mucho. No te tocaré.
 
Peter se da la vuelta para alejarse, y le agarro la mano.
 
—No es tu toque. —Empiezo a llorar de nuevo—. Sólo… lo siento por todo mi cuerpo. El peso de él, con sus manos en mi garganta, siento todo.
 
—Te protegeré —declara Peter—. Te lo prometo. No llegará a ti otra vez.
 
Asiento bruscamente. Candela trae la otra toalla y empieza a secarme el cabello.
 
—Consigamos meterte en la ropa caliente. —Peter sale del baño, con un profundo suspiro. Candela es gentil y me ayuda con mucho cuidado. Cuando finalmente me pone la camisa, me pregunta—. ¿Estás bien?
 
Esas palabras me hacen llorar de nuevo y sacudo la cabeza.
 
Candela me tira a un abrazo.
 
—Sus manos, todavía siento sus manos por todo mi cuerpo —gimo.
 
—Vamos, vamos a la cama —dice en voz baja.
 
Con su brazo alrededor de mí, nos vamos del baño. Peter está de pie en el pasillo. Tiene los brazos cruzados y la cabeza agachada. Cuando mira hacia arriba, hay una expresión dolorosa en su rostro.
 
—¿Cómo estás?
 
—Necesita descansar —dice Candela.
 
Agitando la mano, Peter nos dirige hacia el dormitorio. Me meto en la cama y pongo mi cabeza en la almohada. Las lágrimas comienzan a derramarse de nuevo.
 
—No fue mi intención que esto ocurriera. Mi mamá dijo que era mi culpa. Dijo que era por la forma en que había cambiado.

—No puedes escucharla —dice Peter en voz baja, sentándose en el borde de la cama—. Sabes lo que es, es una borracha. Probablemente ni siquiera recuerde haberte dicho eso.
 
—Yo sí. —Suspiro—. Nunca podré olvidarlo.
 
Candela mueve su pie en el suelo.
 
—Tal vez no deberías, tal vez esto finalmente te distanciará de ella. Nico puede ser una buena persona para hablar. Su padre era alcohólico.
 
—No —digo, sacudiendo la cabeza—. No quiero que nadie lo sepa.
 
—Está bien, cariño —dice Peter. Pone cuidadosamente su mano en mi pierna. Me dan ganas de alejarme, pero no lo hago. Sé que no me hará daño—. Debes tratar de dormir.
 
Sacudiendo la cabeza, replico.
 
—No creo que pudiera hacerlo aunque quisiera.
 
—Oh, bueno, traje algo para eso —dice Candela.
 
—Ella no debe tomar tus medicinas —espeta Peter, un poco demasiado duro.
 
Con una ceja levantada, Candela responde.
 
—No le daría nada como eso. Es melatonina. Es algo natural para ayudar a dormir. Se puede comprar sin receta médica.
 
—Sí, por favor —susurro—. Sólo quiero dormir.
 
Asintiendo, Candela gira y sale del cuarto. Peter me mira.
 
—Me gustaría que me hubieras llamado. —Una lágrima corre por mi cara. Él se agacha y me la limpia—. Hubiera ido y te hubiera recogido.
 
—Mi primer impulso fue llamarte cuando sucedió, pero nunca habría querido que salieras lastimado.
 
Peter resopla.
 
—Puedo manejarlo. No me hubiera lastimado, pero el otro tipo, probablemente estaría muerto.
 
—Gracias —murmuro, tratando de alcanzar su mano. Él la toma y me la aprieta—. ¿Por qué ella me odia tanto?
 
—No creo que te odie —responde—. No creo que pueda ver más allá de ella misma. Es egoísta.
 
Tomo una respiración profunda.
 
—Me gustaría saber lo que es tener una familia. No tengo a nadie, más que a ella.
 
—¿Ni abuelos, ni un tío o una tía?

—No, sólo mi mamá y yo —murmuro—. Bastante triste.
 
Peter abre y cierra la boca. Finalmente, comienza.
 
—Realmente sé cómo te sientes… —Pero no puede terminar porque Candela entra en la habitación.
 
—Aquí cariño —dice, sosteniendo su mano abierta. — Toma esto.
 
Me incorporo y tomo la píldora y luego el vaso de agua. Después, le susurro.
 
—Gracias.
 
—Acuéstate ahora, y duerme —me instruye Candela.
 
Hago lo que dice, y tiro de la manta hasta mi barbilla. Peter se levanta. Me estiro para agarrar su mano.
 
—Por favor.
 
—¿Quieres que me quede hasta que te duermas? —pregunta.
 
Asiento. Mirándome, sonríe.
 
—Acompañaré a Candela afuera y después volveré, ¿de acuerdo?
 
—Sí —le susurro.
 
Candela se inclina y me besa en la cabeza.
 
—Vendré a verte mañana para ver cómo estás, ¿de acuerdo? —Le doy una sonrisa muy, muy débil—. Buenas noches cariño. —Frunce el ceño y se va. Peter la sigue.
 
Mis ojos se cierran y al instante empiezo a ver la cara de Howard. Sacudo la cabeza y abro los ojos de nuevo. Oigo la puerta del apartamento cerrándose. Tirando de la manta más cerca, espero a Peter.
 
Viene caminando de nuevo y apaga la lámpara principal. La única luz viene desde el pasillo. Hace que mi corazón lata un poco más rápido. Peter se arrodilla junto a mí, y se apoya en la cama.
 
—¿Cómo estás?
 
—Veo su cara. No puedo concentrarme en nada, excepto en ver su rostro, en sentir sus manos sobre mí. Es demasiado. Casi lo hizo Peter. Empecé a ver negro y estuve feliz por eso. No quería sentirlo más. No quería experimentarlo. Dolía. Me dolió tanto. —Entierro mi cara en la almohada y lloro.
 
Se pasa los dedos por el cabello y se ve atrapado en un gruñido.
 
—Espera —dice, levantándose. Lo veo irse con curiosidad. Peter regresa unos cuantos segundos más tarde con un cepillo—. Siéntate por un segundo.

Lo hago y se pone detrás de mí. Con cuidado y suavemente comienza a deshacer los enredos de mi cabello.
 
—¿Por qué haces eso? —le pregunto en voz baja.
 
—Porque será una tortura tratar de hacerlo en la mañana —susurra Peter—. De todos modos, dicen que es calmante.
 
—Eres tan bueno conmigo. No entiendo por qué. Quiero decir, no he hecho nada por ti. ¿Por qué? ¿Por qué me ayudas? —le pregunto, dándome la vuelta.
 
Dándome una sonrisa triste, responde.
 
—¿Alguna vez alguien ha hecho algo bueno por ti? —Niego y miro hacia otro lado—. Es tan triste. —Peter envuelve sus brazos alrededor de mí y me abraza—. Lo hago porque me preocupo por ti. No espero nada a cambio.
 
Lágrimas silenciosas corren por mi cara. Me agobio.
 
—Algún día te pagaré.
 
—Un día tendrás que cuidar de mí y te lo advierto, soy un bebé grande.

12 comentarios :

  1. mas nove pliss
    k tierno peter

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  2. Si no subes más, antes de que me mates, te mataré yo primero. Si nena, soy una niña muy malvada :'3 mentira, mentira, te necesito viva para que subas más la nove! AMO LA ADAPTACION!!! SEMENTAL Y CARIÑO FOREVER♥ CANDELA SOS UNA GRAN AMIGA!!!

    ATTE: Ludmi :)

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  3. aaaaaaa por dios quien no quiere un peter asi ..... este cap me hizo llorar mucho aunq me dejo pensando mucho la ultima frase q dijo el noc talvez y soy solo yo
    subi massssss porfa

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  4. PLIS MÁS. Nunca me cansare de leer esta novela.
    SilvanaB

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  5. amo como peter la trata
    juro q no existe persona tan tierna como el
    me tenes hechizada con esta novela
    beso

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  6. Tu debes subir porque te aseguro que si no subes..ESTE PECHITOOO VA A CONSEGUIR TU INFORMACION Y TE LLEGARE ALA CASAA!!!!! LOSE ESTOY ALGO ALTERADA.. Odio a horward O como se llame ese hijo de puta ,,, Pobre lali, Candela es una gran amiga... Peter estuvo a punto de contar su secretoo -.- Y NOO PASOO!! VEZZ ESTAS SON LAS COSAS QUE NO ME DEJAN CRECER!!!.. Uff -.- Sube mas ...

    Att: Andrea antequera

    Laly angels

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  7. Ay mendigo viejo pobre lali lo bueno que no paso a mayores
    Me encanta como es peter con ella
    Subí más noveeeee

    ATTE.: Valeria : )

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  8. Ayyy lo e leido como diez veces me encanta y estoy releyendo un chico que se escabulle por mi ventana :)
    atte monse nueva lectora sube mas

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