domingo, 1 de diciembre de 2013

Capitulo 10

—Está bien —le digo, mientras salgo del auto. Cuando cierro la puerta, le digo—. Adiós. —Peter simplemente me sonríe a través de la ventana. Saludo con la mano, mientras se aleja. Rápidamente me llevo la mano a la mejilla. Sé que no significa nada, pero eso fue lo más parecido a un beso que he tenido.
 
Con un salto en mi paso, entro a la casa.

Capitulo 10

—Déjame llevar algo —digo, mientras Peter sube las escaleras hacia su apartamento.
 
—No —contesta—. Tú carga los materiales de arte.
 
Gesticulando con la mano, digo abruptamente.
 
—Esa bolsa no pesa. ¡Tú llevas tres bolsas de supermercado!
 
—Oh, por favor, esto no es nada. —Cuando finalmente llegamos arriba Peter se vuelve hacia mí.
 
—Toma las llaves de mi bolsillo. —Levanto una ceja y se queja— ¿Bromeas?
 
Abro la boca.
 
—Eso es demasiado personal para mí —se me escapa, y hago una mueca. No puedo creer que haya dicho eso.
 
Rodando los ojos Peter baja las compras.
 
—Es mi bolsillo no la parte superior de mis pantalones.
 
Ahora estoy mortificada.
 
—Lo siento —murmuro—. Nunca he estado realmente con un chico. Tú eres el primero con el que de verdad he tenido mucho contacto.
 
—Qué gran ejemplar de hombre para que comiences —Se ríe mientras abre la puerta.
 
—Wow ¿un poco engreído?—le pregunto agarrando una bolsa y empujándolo para entrar—. ¡Oye, no limpiaste la cocina!
 
Cerrando la puerta de golpe tras nosotros, Peter exclama—: ¡Lavé los platos como me pediste!
 
Chicos.
 
—¡Sí, pero tus encimeras todavía están llenas de cosas!
 
—Como sea. Ayúdame a despejarlas señorita pantalones quisquillosos.
 
Bajo la cabeza.
 
—Por favor, no me pongas apodos. He tratado con eso lo suficiente en mi vida.
 
—¿En serio? ¿Señorita pantalones quisquillosos es como me burlo de ti? —me pregunta Peter con un tono muy sarcástico—. Bueno, por nuestro amigo el credo, escojo llamarte MARIANA.

—Tengo que inventar algún apodo estúpido para ti —replico juguetonamente—. Sin embargo no soy muy creativa en esa especialidad.
 
Peter coloca sus bolsas en el suelo de la cocina.
 
—Sé cómo tienes que llamarme.
 
—¿Y cómo sería? —le pregunto poniendo mi bolsa en el suelo al lado de las otras.
 
—Semental.
 
Un gemido se me escapa.
 
—No te voy a llamar semental o cualquier cosa por el estilo.
 
—¿Por qué no? —se ríe Peter—, si el nombre encaja.
 
—Peter, eres ridículo. Si quieres que alguien te llame eso, llama a una de tus novias.
 
Abre la nevera.
 
—Sí, pero la pregunta es ¿a cuál? Hay tantas.
 
Escogiendo ignorarlo, comencé a mover su correo del mostrador. Veo algunos sobres escritos con letra manuscrita. Todos ellos son del mismo remitente. Recojo uno.
 
—¿Vas a abrir estos? Hay como cinco de ellos.
 
Peter me los arrebata.
 
—Sabes que es ilegal leer el correo de otra persona.
 
—¡No el exterior del sobre!
 
Él los mete en un cajón y lo cierra de golpe. Girando para poner las botellas en el reciclaje—: Lo siento.
 
—Está bien —suspira—. Simplemente no abro ciertos correos.
 
—¿Una anhelante ex amante?
 
Eso lo hace reír.
 
—Esa es una pila diferente —me dice sonriendo— y con mucho más que un solo remitente.
 
Sacudo la cabeza con incredulidad.
 
Después de que terminamos la limpieza de las encimeras, empiezo a preparar el desayuno. Peter se apoya en el mostrador a mi lado. 
 
—Entonces ¿cómo aprendiste a cocinar si todo lo que hace tu mamá es beber?
 
—Montones y montones de ensayo y error, tuve que aprender a hacerlo a una edad temprana. Tengo muchas cicatrices de quemaduras. Los botiquines de primeros auxilios vienen con instrucciones.

—Tuviste la infancia más horrenda ¿no? —pregunta Peter con suavidad.
 
Mordiéndome el labio me encojo de hombros.
 
—Me sentía sola pero no conocía nada mejor, así que encontré lo que me hacía más feliz: el arte.
 
—Ya no estarás más tiempo sola. Te lo prometo.
 
Esbozo una gran sonrisa.
 
—Es muy amable de tu parte decirlo.
 
—Es la verdad —replica Peter—. ¡No, no, no! ¡En la mía champiñones no! ¡Son repugnantes!
 
—Son buenos —le respondo.
 
Peter hace una mueca con arcadas.
 
—¡No me hagas vomitar!
 
—Está bien, no dejaré que toquen cualquier parte de tu comida.
 
—Bien —dice cruzando los brazos—. Así que dime ¿cuándo empezaste a enamorarte de Pablo?
 
—En octavo grado —le respondo.
 
—Pensé que lo habías conocido en la escuela secundaria.
 
Muevo la cabeza negando.
 
—Se trasladó aquí en el octavo grado. Nunca hablé con él y no creo que supiera que yo existía. Luego vino el primer año y nuestros casilleros estaban uno junto al otro. Él todavía apenas si reconocía mi existencia. Parece que el pensamiento de tener un chico guapo interesado en mí finalmente ha acaparado su atención.
 
—Eso lo hace un idiota, sabes —declara Peter en voz baja.
 
Hay silencio mientras cocino. 
 
—Supongo —digo finalmente—. Sin embargo, yo tampoco me había hecho notar. Realmente traté de permanecer fuera del radar, pero Paula nunca lo permitiría.
 
—¿Por qué la tiene contra ti?
 
—Bueno —resoplé— cuando estábamos en el séptimo grado estaba en la pequeña farmacia del centro. Paula estaba allí con unos amigos y decidieron robar algo. Pues bien, el farmacéutico me agarró y me exigió que le dijera quién había robado porque él no podía encontrarlos. Así que le dije la verdad. Le dije que Paula lo robó. Llamaron a la policía y bla, bla, bla. Me ha odiado desde entonces.

—Una criminal. Nunca lo habría imaginado. Me refiero a que, un dolor en el trasero o ser terriblemente malvada sí, pero una ladrona no, nunca lo hubiera creído —dice Peter metiéndose un trozo de pimiento verde en la boca.
 
—No creo que tenga una carrera de criminal porque robó un lápiz labial cuando estaba en la escuela media —replico.
 
Se encogió de hombros.
 
—Tiene problemas —dice—. Tiene un esqueleto en su armario que está tratando desesperadamente de ocultar. Por eso las personas como ella son malas. En algún tema tienen inseguridades propias y arremeten contra las cosas que les recuerdan esas inseguridades.
 
Lanzo el resto de los ingredientes en la sartén.
 
—En serio pareces sabio para alguien que solo tiene 21 años.
 
—Muchas cosas pueden pasar en 21 años —susurra alejándose.
 
Su pasado se cierne sobre nosotros. Lo miro. Está de espaldas a mí encendiendo el estéreo. Parece tan distante. ¿Qué esconde? Soy tan curiosa. Es decir, hay algo allí. Es solo que no sé qué es. Esas cartas son importantes, pero se niega a leerlas. Son de una chica, y si es así, me pregunto lo importante que era para que él se esté escondiendo de eso. Me siento un poco perturbada, casi molesta. ¡Basta Mariana! ¿Qué está mal contigo? Rápidamente sacudo la cabeza y me concentro en cocinar.
 
Perdiéndome en mi propio mundo me dedico a escuchar la música. Cuando la tortilla de Peter está casi hecha, de repente siento sus manos envolverse alrededor de mi cintura, jalándome contra él. Mi pecho se contrae y mi corazón desciende. Descansa la barbilla en mi hombro.
 
—Huele bien.
 
—Gracias —lo digo con un chillido totalmente aterrorizado. ¡Ningún hombre me ha tocado de esta manera!
 
Peter afloja un poco su agarre.
 
—¿Te estoy poniendo nerviosa?
 
—No —le digo demasiado rápido.
 
Me suelta y retrocede.
 
—Realmente ningún chico te ha tocado antes ¿no?
 
Dándome la vuelta lo miro.
 
—Nunca he tenido una experiencia con un chico antes. ¡Tú eres eso! ¡Me refiero a que la gente bromea con eso de ser virgen a mi edad, pero yo ni siquiera he besado a un chico!
 
—¿Nunca te han besado?

—Por supuesto que no —chasqueo ligeramente—. ¿Qué hombre me besaría?
 
Peter se encoge de hombros.
 
—No lo sé. Pero tal vez Pablo te besará.
 
—Sí, eso sería genial, pero actuaría como una idiota. Un primer beso a los 15 es tierno pero no tanto a los 18. Tan solo es triste.
 
—No creo que sea triste.
 
Pongo mis ojos en blanco.
 
—Por supuesto que no, es probable que hayas besado a un millón de chicas. Eso es un montón de experiencia bajo tu cinturón.
 
—Bueno, entonces déjame ayudarte con eso —responde mientras da un paso adelante. En un instante sus labios están sobre los míos.
 
Todo en mí se detiene. Mi mano realmente suelta la espátula y está golpea el suelo. Su beso es suave y tierno, no es que tenga mucha experiencia en esto. En realidad, hace que mis nervios hormigueen. Ahora sé de lo que todo el mundo habla. Cuando se retira, mis ojos permanecen cerrados.
 
—Ahí está, ahora tienes experiencia.
 
—¿Eh? —Es la única cosa que puedo decir.
 
—Me alegro de haberte quitado el aliento —Se ríe ligeramente.
 
Abriendo los ojos me lo quedo mirando.
 
—¿Por qué hiciste eso?
 
—Porque mereces ser besada —responde— y ahora no tienes razón para ser tan tímida.
 
—Está bien —Dejo salir el aliento contenido. Peter se inclina y recoge la espátula.
 
Lanzándola al fregadero, se roza contra mí. Saboreo el contacto y me recupero rápido. ¿Qué estás haciendo Mariana?
 
—Gracias por eso —digo—. Ahora sé lo que se siente. No tenías que besarme, sabes.
 
—Sí, tenía que hacerlo. Sólo espero no haber robado tu momento del primer beso.
 
—¿Mi qué? —pregunto mirándolo perpleja.
 
—Ya sabes, tu primer beso. Cuando todo cae en su lugar y el corazón se detiene. Cuando realmente te importa alguien, cuando realmente conectan. Solo espero no haberte robado eso. Debería ser algo que recuerdes para siempre —responde Peter con una sonrisa.

—Creo que voy a recordar eso para siempre —le respondo dándome la vuelta.
 
De repente siento su aliento cálido sobre mi cuello.
 
—Si quieres practicar, estoy más que dispuesto.
 
—¡Oh Dios mío Peter! —le grito empujándolo lejos. Él se tambalea hacia atrás y se ríe—. ¡No es divertido!
 
Asintiendo dice—: Oh sí que lo es. ¡Te hago sonrojar!
 
—Todo me hace sonrojar —afirmo.
 
Peter abre un cajón de la cocina y me da otra espátula.
 
—Aquí. No vayas a quemar mis huevos.
 
Con el ceño fruncido, arranco el utensilio de su mano.
 
—No planeo hacerlo.
 
El resto del desayuno pasa sin novedad aunque sigo recordando la impresión del beso. Cada momento se repite atravesando mi mente. Trato de ignorar el recuerdo porque, bueno, es Peter, no es como si significara algo.
 
—Lavaré los platos, si quieres empezar.
 
Levanto la vista hacia él.
 
—Está bien. Puedo ayudar.
 
—Vas a ayudar —replica Peter—. Haz mi arte.
 
—De acuerdo —le respondo. Caminando a través de la habitación, tomo mis materiales. Me vuelvo a sentar en la mesa y extiendo todo. Levanto la mirada para estudiar con cuidado las flores. Me gustaría saber lo que vio en ellas. Ayudaría un poco. Suspirando saco un lápiz y empiezo a dibujar.
 
Me toma un tiempo. De acuerdo, horas. Quiero que sea preciso y perfecto. Peter observa cuidadosamente pero en su mayor parte me deja en paz.
 
—Está quedando genial —susurra a mi lado.
 
Una sonrisa se arrastra a través de mi cara.
 
—Por supuesto que sí. Es la única cosa en la que soy buena.
 
—Creo que serías buena besando si aprendieras a regresar el beso.
 
Ahora estoy mortificada.
 
—¡De verdad Peter, en cierto modo me agarraste por sorpresa!
 
—Lo sé. Me di cuenta por tu reacción —dice en mi oído.
 
Encogiéndome de hombros, lo aparto.

—¿Quién necesita un matón cuando te tengo a ti?
 
—No me estoy metiendo tanto contigo ¿o sí? —Peter jadea.
 
—No —digo en tono quejumbroso volviendo a mi arte. Ignorarlo parece ser la mejor idea. No quiero ruborizarme más de lo necesario. Podría haberle devuelto el beso, pero estaba demasiado asustada. Sin embargo nunca se lo diré. Un día voy a devolverle el besó a alguien. Si tengo la oportunidad.
 
En la última parte de la tarde finalmente tomo una respiración profunda. Peter se levanta del sofá.
 
—¿Ya terminaste?
 
—Creo que sí —le respondo inclinando la cabeza—. Mi mano se está acalambrando y tengo los ojos cansados. Si quieres puedo retocarlo más tarde.
 
Peter se acerca y se inclina sobre mí.
 
—No —susurra—. Es perfecto.
 
Lo recoge y se da la vuelta.
 
—Hiciste un gran trabajo Mariana. Esto significa mucho.
 
—Me gustaría que... bueno, un día tal vez me puedas decir lo que significan.
 
No hay respuesta al principio, luego apenas lo oigo hablar.
 
—Tal vez. —Se da la vuelta y me mira—. No le he dicho esto a nadie. Así que estoy confiando en que no vas a decir nada, pero tengo algunas cosas oscuras en mi pasado. No te preocupes, no soy un criminal y no hice nada malo pero tengo mis secretos y, sinceramente, nunca me he abierto a nadie. Pero tú, tú eres diferente Mariana. Estoy deseando... bueno, un día sería bueno tener a alguien con quien hablar, pero todavía no estoy listo. Casi no he tratado con ello lo suficiente por mi cuenta para sacarlo con otra persona. Tampoco he confiado en nadie en mucho tiempo, no lo suficiente para decirles.
 
Me acerco y pongo la mano en un lado de su cara.
 
—Puedes confiar en mí. Yo te confié mi pasado. Me haces sentir segura. Como si tuviera alguien con quien compartir la carga. Ahora no, pero tal vez algún día podamos hablar cuando estés listo. Puedes confiar en mí.
 
—Lo sé —dice mientras recarga la cabeza en la mía—. Lo sé. Acabamos de conocernos, pero hay algo fuerte, puedo sentirlo.
 
—¿Es por eso que rompiste con Debbie entonces, porque ella estaba empujando ese límite? —le pregunto.

Bajando rápidamente la mirada hacia mí, Peter responde—: ¿Qué?
 
—Bueno, tal vez no debí decir nada. Eso está mal de mi parte.
 
—No, no. ¿De qué estás hablando? —presiona.
 
—Me dijo que no hablarías sobre tu pasado —le digo encogiéndome de hombros— y que cuando te presionó rompiste con ella.
 
Esa parece divertirlo porque se echa a reír.
 
—¡No es por eso que rompí con ella! No es que ella no estuviera hurgando en eso, pero esa no fue la razón.
 
—¿Puedo preguntar cuál fue la razón?
 
La comisura de su boca da un tirón.
 
—¿De verdad quieres saberlo?
 
—No, lo siento. Eso no es asunto mío —tartamudeo sacudiendo la cabeza.
 
—Está bien. Puedo ser honesto contigo. Debbie... bueno... no dejaba de presionarme para que tuviera relaciones sexuales con ella.
 
Bueno, eso no es lo que me esperaba.
 
—¿No lo harías?
 
—Ahora que el tema de mi vida sexual ha surgido de nuevo, voy a repetir lo que te dije. No me acuesto con cualquiera. No es que ella no sea bonita y la idea sí pasó por mi mente, pero no, elegí por no hacerlo.
 
—Oh —Es todo lo que puedo decir pero me recupero—. A la mayoría de los chicos no les importa con quién y quieren eso todo el tiempo.
 
Peter se ríe.
 
—Bueno, soy humano. No puedo negar que pienso en eso y lo quiero, pero es tu opción si lo haces o no. Creo que debería ser significativo, no dormir con alguien solo porque sí.
 
—Así que, um… No eres virgen ¿o sí? —pregunto en voz baja.
 
Eso lo hace sonreír aún más.
 
—No, no puedo decir que lo sea.
 
—Lo siento si estoy fisgoneando.
 
—Te lo dije, me puedes preguntar cualquier cosa sobre el tema. Bueno, hasta cierto punto.
 
Niego con fuerza.
 
—No. He terminado con las preguntas.
 
—Está bien —responde y toma la imagen de nuevo—. Esto es hermoso.

—Cuando hago arte, es una expresión de lo que soy, lo que estoy sintiendo. Muchas veces es como expreso las emociones, la tristeza, la rabia, la tranquilidad y, a veces la soledad. Por lo tanto es una buena obra de arte, pero puede que no tenga la emoción detrás, porque no necesariamente sé lo que significan para ti, cómo te sientes acerca de ellas.
 
Peter se inclina y me besa la parte superior de la cabeza.
 
—Es perfecto. Esas flores son un símbolo de algo y tú lo capturaste. Se trata de la belleza en ellas y conseguiste expresarla.
 
—Eso es bueno —suspiro—. ¿Así que quieres que ponga esto en un marco y todo eso?
 
—Creo que voy a hacerlo enmarcar profesionalmente porque tu arte se lo merece.
 
Mordiéndome el labio, digo—: Me pone muy nerviosa que la gente vea mi arte. Eres la primera persona a quien se lo muestro. Es como si expusiera por ahí una parte de mí para que todos la vean. Hago arte en la escuela, pero con discreción. Tengo miedo de dejar que alguien me vea. Ya he sido acosada lo suficiente.
 
—Tienes que tener la confianza suficiente para exponerte. Realmente tienes el talento para llevar esto al siguiente nivel. Te lo dije, te prometo que haré lo que pueda para llevarte a la escuela de arte. Mariana, realmente necesitas hablar con el profesor de arte y conseguir esa información.
 
Hay una parte de mí que quiere llorar.
 
—Quiero ir a la escuela pero no puedo. Mi mamá es algo de tiempo completo y tendré que ahorrar dinero para mudarme. No hay manera de que ella vaya a pagar mis estudios y sé que va a hacer todo lo posible por arruinarlo. Todo para que no me vaya.
 
—Lo resolveremos —me tranquiliza.
 
—¿Planeas estar en mi vida tanto tiempo? —le pregunto.
 
Entrecierra un poco los ojos.
 
—Creo que sí. ¿Por qué? ¿Es un problema?
 
—No, en absoluto—le respondo.
 
Un enorme suspiro se le escapa. —Tengo hambre y quiero una pizza ¿quieres pizza?
 
—Claro.
 
—Voy a comprarla. ¿Algo que te guste en particular? —pregunta.
 
—No.

—Está bien, regresaré pronto. —Peter baja con mucho cuidado la imagen y recoge las llaves. Me grita mientras se dirige a la puerta.
 
—¡No vayas a ninguna parte!
 
—¿A dónde, por Dios, podría ir?
 
Se ríe.
 
—No tengo idea.
 
Cuando cierra la puerta, me doy la vuelta. ¿Qué hago? Ah, limpiaré la cocina. Así que lo hago. Cuando termino de limpiar los mostradores, miro al suelo y me doy cuenta de que necesitan desesperadamente una barrida. ¿Dónde tendrá la escoba?
 
Hay un armario junto a la puerta y voy allí.
 
En el interior se encuentran las chaquetas de Peter. Empujándolas a un lado, encuentro la escoba.... y un estuche de violín. Es algo extraño tenerlo en el armario. En contra de mi mejor juicio lo saco. Lo coloco en el piso y lo abro. Wow, es un hermoso violín. Parece caro. Cuidadosamente recorro las cuerdas con los dedos y me pregunto cómo sonará.
 
De repente, la puerta se abre y Peter entra caminando. Volviéndose, me mira y frunce las cejas.
 
—¿Estás revisando mis cosas?
 
—¡No! —exclamo—. Estaba buscando la escoba y encontré esto. Oh Dios mío, oh Dios mío, lo siento mucho. ¡Por favor, no te enojes conmigo!
 
—No estoy... enojado. Es que... bueno... yo no comparto mucho con la gente.
 
Rápidamente cierro el estuche y lo regreso.
 
—Por favor, lo siento Peter. Te prometo que no estaba revisando tus cosas.
 
—Mariana cálmate, está bien. No es como si revisaras mis cajones. Espera ¿ibas tras mis cajones? —me pregunta con una sonrisa.
 
—¡No! —respiro—. No hago cosas así.
 
Peter baja la pizza.
 
—No creo que alguien haya mirado ese violín, excepto yo, en muchos años.
 
—Es hermoso —le respondo. Con vacilación, le pregunto—. ¿Tocas?
 
—Sí —responde—, solo que no para cualquiera.
 
Frunzo el ceño.
 
—Ah. Eso es un fastidio. Amo el violín.

—Mmm —Es la única respuesta que da. Entra en la cocina y coge dos platos. Cierro la puerta con cuidado.
 
—No estoy molesto contigo Mariana —dice sentándose en la mesa—. Solo me tomó por sorpresa. No estoy acostumbrado a tener compañía en mi apartamento.
 
—¿No traes amigos, chicas? —pregunto.
 
Hay una pausa mientras Peter me mira.
 
—Bueno, en realidad no. Soy una persona muy reservada. Traigo a mis amigos Nicolas y Vico aquí todo el tiempo, pero no hacen preguntas y, en cuanto a las chicas, no traigo chicas a casa.
 
—¿Por qué no?
 
Me mira un poco sorprendido. 
 
—¿Tengo que responder a eso?
 
—¡NO! Estoy sobrepasando los límites. Lo siento —tartamudeo con las manos en la cara.
 
—Cálmate —dice riendo—. No tienes que decir que lo sientes por TODO. Necesitas relajarte. No me importa que me preguntes. Otras personas me molestan, pero tú no me molestas.
 
—No tienes que responderlas —contesto sentándome poco a poco en una silla.
 
—Algunas preguntas no las responderé, pero la mayoría las responderé. No traigo chicas a casa porque ninguna de ellas me ha importado mucho.
 
Lo miró con curiosidad.
 
—Pero has tenido novias ¿correcto? No solo chicas que estás viendo.
 
—Sí, supongo que se puede decir eso.
 
Cojo un trozo de pizza.
 
—¿No tienes a ninguna especial?
 
Peter toma un bocado de pizza y se queda mirando la mesa. Traga.
 
—No lo contestaría si fueras alguien más, pero a ti te responderé. No tengo a nadie especial. No he estado cerca de nadie en mucho, mucho tiempo.
 
Comiendo mi propia pizza no digo nada.
 
—Nunca he estado cerca de nadie en toda mi vida —susurro por fin—. Por tanto tienes otro punto sobre mí.
 
—Lo siento por eso. Lo harás algún día.

—Tal vez será contigo —le digo con cautela.
 
Me mira y la esquina de su boca se retuerce.
 
—Tal vez.
 
Estamos en silencio un rato mientras comemos. Después de que termino suspiro.
 
—Mejor me voy a casa. Tengo tarea que hacer. No puedo permitir que mis calificaciones empiecen a caer porque conocí a un chico lindo.
 
Peter contesta con una gran sonrisa.
 
—Pero soy genial como distracción.
 
—Ese eres tú. Pero todavía estoy en la escuela secundaria. También tengo que levantarme para ir la escuela, lo cual no es fácil. No soy madrugadora.
 
—Yo tampoco. Tengo que trabajar mañana pero estaré libre a tiempo para recogerte de la escuela.
 
Me da curiosidad.
 
—¿Por qué? No es que no quiera que lo hagas, pero acabamos de pasar dos días juntos ¿no estás harto de mí?
 
—No —contesta con una sonrisa tímida—. De todos modos vamos mañana al DMV. Definitivamente voy a sacar tu licencia temporal para poder enseñarte a conducir.
 
—¡Te dije que no! —exclamo—. Pide prestado el auto de alguien más para que pueda aprender.
 
Sacudiendo la cabeza dramáticamente, Peter gesticula despacio—: Vas a aprender a conducir en mi GTO.
 
—Eso es ridículo. ¡Ni siquiera me conoces!
 
—Te he besado. Yo digo que nos conocemos —responde con una enorme sonrisa.
 
Me cruzo de brazos.
 
—Has dado besos a un montón de chicas que significaron más que el que me diste, así que ¿que lograron hacer con tu auto?
 
—El beso sí significó algo ¿quién dijo que no? —me pregunta con una mirada perpleja en su rostro.
 
—No me besaste como si fuera una chica que te gusta. Y no esperaba que lo hicieras.
 
Peter se acerca a mí.
 
—Mariana, el beso que te di significó algo. Eres una muchacha hermosa por dentro y por fuera. Me sentí atraído por ti. Creo que vamos a ser grandes amigos, siempre y cuando yo no estropeé esto.
 
—¿Por qué lo estropearías? —le pregunto un poco confundida.
 
—Tiendo a sabotear inconscientemente las cosas. Me gustas mucho y no quiero perderte por hacer algo tonto y alejarte.
 
Me acerco y pongo la mano en su pecho.
 
—Tendrías que presionarme fuerte para alejarme. No planeo dejarte ir fácilmente.
 
—Bueno, necesito a alguien que luche por mí —responde—. Soy como un reto.
 
—Bueno, siempre estoy lista para un desafío —replico.
 
Me agarra y me levanta en un abrazo. —Bueno. Vamos a llevarte a casa entonces.
 
Cuando llego a casa mi mamá no está, lo que me hace sentir feliz de alguna manera. Estoy muy cansada de los últimos dos días pero tengo tarea que necesito hacer. Esa noche cuando me acuesto, me duermo con una enorme sonrisa en la cara.

5 comentarios :