lunes, 9 de diciembre de 2013

Capitulo 30

—Vamos a comprarte una cómoda y un escritorio —responde Peter—. La tienda de muebles no está tan lejos.

Asiento con la cabeza.

—De acuerdo.


Capitulo 30

Salimos y Peter nos lleva allí. Cuando llegamos a la tienda, salgo y lo miro.
 
—¿De verdad, Peter? ¿Por qué no vamos simplemente a una tienda barata?
 
—¿Por qué? Así los muebles pueden caerse a pedazos en dos años. No, prefiero comprar algo que va a durar —responde.
 
—Lo que sea —me quejo. Se acerca y toma mi mano. Levanto la mirada hacia él—. Esto es realmente innecesario.
 
—¿Podrías parar? —gruñe—. Esto es lo que voy a hacer. Si no quieres poner tu granito de arena, espera en el auto.
 
Eso me calla, pero lo miro. Me saca la lengua y luego me lleva a la tienda. Caminamos por un tiempo. Todo es muy caro y sigo diciendo eso. La única respuesta que obtengo es a Peter mirándome. Así que, finalmente solo cierro la boca.
 
Mientras miramos dos escritorios, una chica se acerca. La miro y noto que es realmente bonita. Oh, chico, aquí vamos.
 
—¿Puedo ayudarlos en algo? —ella pregunta.
 
—Sí —Peter responde seriamente. Me toma un poco fuera de guardia. No está haciendo sus generalmente torpe movimientos coquetos—. Tenemos que comprarle un escritorio y una cómoda.
 
—Bueno, mi nombre es Hillary. Definitivamente puedo ayudarte. ¿Qué estabas buscando en tus muebles? —le pregunta.
 
Yo respondo—: Sencillo y barato.
 
Peter me lanza una mirada.
 
—No le hagas caso.
 
—¡Hey! —exclamo.
 
—Nos gustaría algo que dure, pero también que cumpla con todas sus necesidades —explica Peter.
 
Hillary asiente.
 
—Bueno, estos dos escritorios son los más populares. Hemos tenido grandes comentarios sobre ellos. —Eso envía Peter a hacer miles de preguntas. Yo simplemente ruedo los ojos. No debería ser tan difícil.

Arrastrándome, Peter y Hillary camina alrededor de la tienda, mostrándome un montón de cosas. Cada vez que dice un precio, aprieto fuertemente la mano de Peter. Él no responde en absoluto. Finalmente, elegimos un escritorio. Es mucho más elegante que algo que normalmente necesitaría. Peter por lo menos me deja elegir la cómoda que quiero. Me rindo y escojo una realmente muy bonita, con un espejo en la parte superior.
 
Mientras nos están cobrando, me vuelvo hacia Peter.
 
—Gracias.
 
Sonríe en respuesta.
 
—No hay problema cariño. Quiero que te sientas cómoda y como en casa.
 
—Entonces, ¿cuánto tiempo llevan juntos? —pregunta Hillary.
 
—Oh —chillo—. No somos novios. Peter es mi mejor amigo, nada más.
 
Agarrándose el pecho, Peter jadea—: Lo dijiste muy rápidamente. Ouch, hieres el ego de un hombre.
 
Hillary se ríe.
 
—Es sólo manera en que están alrededor. Claramente hay una conexión. Es bueno tener amigos de verdad así.
 
—Sí, él es bueno conmigo —afirmo, mirándolo. Peter me da una sonrisa muy dulce.
 
—Bueno, ya está todo listo. La entrega será el viernes alrededor de 4. Si hay cualquier problema, no duden en llamarme. —Hillary le entrega una tarjeta a Peter.
 
La toma y asiente.
 
—Gracias. —Volviéndose hacia mí, Peter pregunta—: ¿Todo listo cariño?
 
—Sí —le respondo. Pone su mano en mi espalda y se despide con la mando de Hillary.
 
—Adiós.
 
—Adiós —dice ella, sonriendo.
 
Peter me hace conducir de vuelta al apartamento. Hago un trabajo perfectamente bueno, si se me permite decirlo. Hacemos sándwich para el almuerzo, mientras esperamos a la señorita Cunningham. Estoy nerviosa. No voy a mentir. Estoy muy nerviosa.
 
Finalmente, casi a la una en punto, hay un golpe en la puerta. Peter va y la abre.

—Hola —dice él.
 
—Hola, ¿eres Peter? Estoy aquí para ver a Mariana Esposito.
 
—Sí —le digo, saliendo del otro lado de la puerta—. Hola, señorita Cunningham. Puede entrar si quiere.
 
Peter se hace a un lado y la señorita Cunningham camina dentro. Mira a su alrededor. Afortunadamente, hemos limpiado un poco. Lo siguiente que hace es mirar hacia Peter. Él sólo le da esa sonrisa brillante. Ella sonríe en respuesta. Sí, es un poco difícil no hacerlo con Peter. Hace un gesto hacia el sofá y la silla.
 
—¿Le gustaría tomar asiento? —pregunta.
 
—Sí, gracias —responde ella. La señorita Cunningham camina y se sienta en la silla. Peter y yo tomamos el sofá. Trato de sentarme lejos de él, pero se mueve más a mi lado, y toma mi mano. La señorita Cunningham ve eso, y poco a poco dice—. No pensé que ustedes fueran una pareja.
 
—No lo somos —responde Peter—. Ella ha pasado por mucho y está realmente asustada ahora. Me gustaría que alguien sostenga mi mano en la misma situación.
 
Aprieto suavemente la mano de Peter y él hace lo mismo.
 
—Él es mi mejor amigo, señorita Cunningham —digo finalmente.
 
—Bien, eso es muy bueno —responde. Llevando hacia adelante una bolsa de libros, la señorita Cunningham se la da a Peter—. Estos son tus libros y asignaciones. Tu profesor de arte dijo que puedes terminar su proyecto cuando regreses. No te hará hacer los que te estás perdiendo.
 
—Eso es amable de su parte —susurro torpemente. ¿Qué digo?—. Entonces —murmuro, jugueteando con mi bufanda—. ¿Sobre qué quería hablar?
 
La señorita Cunningham dobla sus manos y dice—: Me gustaría hablar de lo que ocurrió, de nuevo, ¿si eso está bien contigo?
 
Mis uñas se clavan en Peter e interviene—: Es un poco tímida hablando de eso.
 
—Entiendo —dice la señorita Cunningham en voz baja—, pero necesito saber qué está pasando.
 
Estirando su mano detrás de mí, Peter frota mi espalda.
 
—Se lo puedes contar, nena.
 
Con una respiración profunda, me quito la bufanda.

—El novio de mi madre hizo esto. —La señorita Cunningham jadea un poco—. Sí, es por eso que no estoy en la escuela. Si alguien viera esto, haría mi vida un desastre.
 
—Entiendo completamente Mariana —afirma—. ¿Tuvo éxito?
 
—No —le respondo—. Howard, ese es su nombre, me sujetó—. Cuento la historia otra vez, respirando profundamente de vez en cuando. Después de lo que pasó donde mi madre, le cuento cómo llegué a donde Peter, y que luego de eso fuimos a la comisaria y al médico, y luego cómo me mudé y lo que sucedió—. Así que, eso es de eso de lo que se trata — murmuro finalmente.
 
—Entonces, Peter. —Comienza la señorita Cunningham—. ¿Crees que puedes ocuparte de Mariana?
 
Él asiente con la cabeza.
 
—Sí, estoy muy seguro de eso.
 
—Sabes que es una adolescente. Necesita comida, ropa, cosas para la escuela. Mariana puede tener que ir al médico. Puedo ayudarle a que esté en el seguro médico del estado.
 
Peter se burla y dice—: No, la haré asegurar. —Mis ojos se mueven y lo miro como si fuera estúpido. Me mira y luego mira a la señorita Cunningham—. Sé muy bien lo que se necesita para mantenerla. Soy más que capaz de hacer eso.
 
—¿Puedo preguntar en qué trabajas? —pregunta.
 
—Soy mecánico.
 
Asintiendo, la señorita Cunningham replica—: A tiempo completo, ¿supongo?
 
—No, medio tiempo —responde Peter.
 
Una mirada un poco perpleja aparece en la cara de la señorita Cunningham.
 
—¿Cómo piensas ayudarla? Quiero decir, ¿cómo te mantienes a ti mismo? ¿Haces tanto dinero? Sin ofender.
 
—Puedo hacer lo suficiente para mantenerme a mí mismo, pero tengo los medios para cuidar de ella —afirma Peter severamente.
 
Eso hace que la señorita Cunningham se reacomode en el asiento.
 
—No estoy haciendo del abogado del diablo, pero no creo que entiendas a lo que te estás enfrentando.
 
Obviamente, no muy feliz, Peter contesta—: Voy a tener que mostrarle entonces. —Se levanta y camina de vuelta a su habitación. Me doy la vuelta para mirarlo. No quiero mirar a la señorita Cunningham en estos momentos. Peter regresa trayendo dos papeles. Se acerca y se los entrega a la señorita Cunningham.
 
—Apreciaría que mantenga esto entre nosotros dos. El primero es mi balance y el otro son mis ahorros. Leerá que estoy más que bien.
 
Bien, ahora mi interés aparece. Tengo muchas ganas de ver esos papeles. Cuando trato de leer la parte de atrás, Peter se pone delante de mí. Tengo una mirada paralizada en mi cara.
 
—Oye —digo.
 
—Mariana —gruñe Peter—. Déjalo.
 
Me siento y me cruzo de brazos.
 
—Bien.
 
No ser capaz de ver a la señorita Cunningham es un poco frustrante.
 
De repente oigo—: Bueno, entonces, veo que estás en lo correcto. Tengo un par de preguntas, pero creo que las mantendré para mí. Muy bien, sugiero que consigas algún tipo de seguro. Es una adolescente y necesita ver a los médicos y eso.
 
—Lo haré tan pronto como pueda —responde Peter, saliendo de mí camino. Toma los papeles de la señorita Cunningham, los dobla, y los mantiene en la otra mano. Claramente, no los puedo ver. Bien, ahora mi curiosidad se disparó hacia el cielo. Peter se vuelve a sentar y me mira por el rabillo de su ojo.
 
Completamente madura, le saco la lengua. Su boca se crispa. Toma mi mano, y besa la parte posterior.
 
—No quiero ver esos papeles estúpidos de todos modos —escupo juguetonamente.
 
Él sonríe.
 
—Sólo te darás cuenta de que estarás bien atendida.
 
—Gracias —le susurro, poniendo mi cabeza en su hombro.
 
—Me gustaría que veas a un terapeuta —dice la señorita Cunningham—. Puedo sugerir algunos.
 
Levantándome, le respondo—: El médico que vi, me dio la tarjeta de alguien.
 
—Bueno, creo que realmente te beneficiaría —responde.
 
Peter se vuelve y me mira.
 
—¿Por qué no me lo que dijiste?
 
—Porque —gruño—. No quiero ir a ver a un psiquiatra.
 
—Te guste o no, irás —afirma con naturalidad.

Arqueo una ceja.
 
—Veré uno si tú lo haces.
 
Un gran ceño fruncido pasa por la cara de Peter. —No le encuentro humor a eso.
 
—No se supone que sea gracioso —le susurro duramente—. Lo digo en serio. Iré si tú vas.
 
—¿Quieres decir que vaya a tu cita?
 
La expresión de mi no tiene precio.
 
—No, eso no es lo que quiero decir, y lo sabes, pero... este no es el momento ni el lugar para tener esta conversación.
 
—No —replica con dureza—. No lo es. —Peter mira de nuevo a la señorita Cunningham—. Me aseguraré de que ella vea a alguien.
 
—Muy bien —dice la señorita Cunningham—. Mariana, ¿tienes alguna idea de cuando quieres volver?
 
Me encojo de hombros y le respondo.
 
—No tengo ni idea. Creo que, tal vez, ¿el lunes? No puedo esperar hasta que el hematoma se haya ido. Reprobaré la escuela, pero necesito unos días más para mí.
 
—Eso suena bien. Tienes 18 años, por lo que puedes excusarte de la escuela. Sólo necesito que llenes este papeleo. —La señorita Cunningham agarra un papel de su maletín—. Esto es un formulario legal. Como si tus padres te autorizaran.
 
—Está bien. —Lo tomo y lo miro—. ¿Tiene un lapicero? —pregunto.
 
Ella sonríe y saca uno.
 
—Aquí.
 
—Gracias —suspiro. Mi cabeza comienza a doler mientras lleno los espacios en blanco. Froto mi sien cuando termino.
 
—¿Estás bien? —pregunta Peter.
 
Hago una mueca.
 
—Estoy teniendo un fuerte dolor de cabeza.
 
—Voy a conseguirte algo —dice, poniéndose de pie.
 
Cuando entra al cuarto de baño, la señorita Cunningham se inclina hacia adelante.
 
—¿Estás segura de que estás bien aquí, Mariana?
 
—Sí —respondo, con una sonrisa—. Estoy más segura aquí que en cualquier otro lugar. Él no dejará que nada malo me suceda.

—Muy bien —responde.
 
Peter regresa y me da dos aspirinas. Las tomo y digo—: Gracias. —Él se ríe y frota la parte superior de mi cabeza. Me juguetonamente digo—: ¡Hey! —reímos.
 
La señorita Cunningham se pone de pie.
 
—Bueno, debo irme. Fue muy un placer conocerte Peter y Mariana, si necesitas algo, llámame, ¿de acuerdo?
 
—Sí —le respondo.
 
—Gracias por venir —dice Peter, caminando junto a la señorita Cunningham a la puerta.
 
Ella se da vuelta y lo mira.
 
—Cuida bien de ella. Si no puedes, por favor háznoslo saber.
 
—Eso no será un problema —afirma Peter—. Gracias, sin embargo.
 
Al abrir la puerta, la señorita Cunningham suspira—: Sólo mantennos al tanto.
 
—Lo haré —declaro en voz alta, probablemente demasiado alto.
 
—Está bien, adiós entonces.
 
—Cuídese —dice Peter, mientras cierra la puerta detrás de ella. Se da la vuelta y me da una mirada de muerte— No me dijiste que el doctor te dijo que vieras a un terapeuta.
 
Con un giro de ojos exasperado, me quejo.
 
—No quiero ver a uno, así que no había nada que decir.
 
—Tienes que hablar con alguien Mariana.
 
Imitándolo, me cruzo de brazos.
 
—Creo que deberías hacerlo, también.
 
—Oh, piensas eso —se burla, avanzando.
 
Río nerviosamente y retroceso.
 
—Yup. —Salta hacia mí y grito. Corremos por el pasillo. Entro en mi habitación y cierro la puerta, pero él la empuja para abrirla. Levanto mis manos y río.
 
—¿¡Qué vas a hacer!?
 
—Voy a hacerte cosquillas hasta que sucumbas a ver a un terapeuta.
 
—¡Eso no es justo! —exclamo—. ¡No puedo hacerte nada para que vayas!
 
Una risa juguetona sale de él. —Esa es la mejor parte. —Peter me empuja hacia abajo en la cama y salta hasta sentarse sobre mi estómago.

Sujetándome, suspira—. Sólo di que vas a ir. Entonces no tendré que torturarte.
 
Siendo incapaz de evitarlo, resoplo—: No —Peter instantáneamente comienza a hacerme cosquillas y le grito—: ¡Detente!
 
—¿Vas a ir? —me pregunta, sin detenerse.
 
Tratando con todas mis fuerzas, lo empujo.
 
—¡No!
 
Eso hace que me haga más cosquillas. Grito en protesta.
 
—Sólo di que irás —gruñe con una sonrisa.
 
—¡Muy bien! —jadeo finalmente—. ¡Voy a ir!
 
—Bien —se regodea, sentándose.
 
Mirándolo, le digo—: Iré si tú vas.
 
—¡Ugh! —exclama Peter—. Mariana, no necesito ver a un terapeuta.
 
—Está bien, voy a ir, pero no estoy feliz por eso.
 
Peter se inclina y me mira a los ojos.
 
—Gracias.
 
—No hay problema —respondo. Peter se inclina y me besa suavemente en la frente. Cierro los ojos y disfruto del contacto.

7 comentarios :

  1. Muy bueno el capitulo sube mas c: Peter es tan lindoooo

    Att andrea antequera
    laly angels
    @AntequeraCruz

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  2. haayy volvisteee qe felicidaaad.!!!. quiero maaas porfiii .. es adictiva la noveeeee

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  3. holiiis
    me encanta tus adaptaciones estan buenisimaa
    me encanta la novela es reee linda y tiernaa
    subiii maaaas novee
    besoooos

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