domingo, 15 de diciembre de 2013

Capitulo 40

Creo que prefiero ser yo a una extraña al azar. Creo que eso es lo que él quería también. Tomando una respiración profunda, cierro mis ojos y trato de dormir.


 Capitulo 40

Cuando llega la mañana, nos encuentro a Peter y a mí separados en la cama. Sentándome, veo que todavía está muerto para el mundo. Tratando duro de no sonreír, sacudo la cabeza. Va a estar dormido por un rato. Cuidadosamente salgo de la cama y me escapo de la habitación. Suavemente, cierro la puerta, no queriendo despertarlo.
 
Me voy a la cocina a hacer algo de café. Mientras se está preparando, me quedo ahí con mi mano sobre mis labios. Cada segundo de la noche anterior corre a través de mi cabeza.
 
En realidad mi corazón comienza a agitarse de nuevo. Es como si todavía pudiera sentir su toque. Sacudiendo la cabeza, espero por mi café.
 
Después de haber terminado con él, me siento en la mesa de la cocina viendo a la puerta de mi habitación. Ni siquiera estoy segura de qué decirle cuando se levante. ¿Qué dices en esta situación? Hola, buenos días, gracias por lo de anoche. No creo que así sea como debería de manejarlo. Finalmente, gimo y decido tomar un baño.
 
Es tranquilizante. Lavo mi cabello y todo. Después de que he terminado, giro y dejo correr el agua por mi cara. Imágenes y sensaciones siguen corriendo por mi mente. De pronto, con un golpe, la puerta del baño se abre. Eso me hace saltar. Entonces unos segundos después, escucho a alguien vomitando.
 
—¿Peter? —jadeo.
 
No hay respuesta. Cierro el agua en la ducha y estiro la mano en busca de mi bata. Después de habérmela puesto, abro la cortina. Peter, por supuesto, está en el piso, vomitando en el inodoro. Suspiro pesadamente y salgo de la ducha. Acuclillándome junto a él, pongo mis manos en su frente para ayudarlo a sostener su cabeza. Vomita durante un tiempo. Pensarías que esto me molestaría, pero he lidiado con esto lo suficiente con mi mamá. Esto no es nada. Da arcadas por un rato y entonces finalmente se detiene.
 
—¿Ya terminaste? —pregunto.
 
—Sí, eso creo —gruñe. Peter se desliza y se sienta junto al inodoro. Voy y agarro una toalla. Después de mojarla, regreso y se la entrego a Peter—. Gracias —murmura, limpiándose a sí mismo—. No tienes que ayudarme.
 
—Oh, Dios —gruño—. Sí, tengo que hacerlo. Relájate. —Girando, lleno una pequeña taza con agua y se la paso también—. Enjuágate la boca.
 
Lo hace y escupe en el inodoro.
 
—Siento como si me fuera a morir.
 
—No vas a morir —digo, cruzando mis brazos—. Tienes resaca. Desearías estar muriendo. ¿Cuánto tomaste anoche?
 
—Sabes —responde Peter—. No me acuerdo. Oh mierda. —Se inclina y comienza a vomitar de nuevo.
 
Me arrodillo junto a él y froto su espalda. Cuando termina, Peter apoya su cabeza en el inodoro.
 
—Me gustaría poder hacer más para ayudarte, pero créeme, no hay nada que pueda hacer. Tienes que esperar a que esto salga.
 
—Sí —refunfuña—. He pasado por esto antes.
 
Poniéndome incómoda, me siento en el piso. Arreglo mi bata así no muestro nada. Sabes que lo que pasó anoche no es importante ahora.
 
Peter gruñe y se desploma, descansando su cabeza en mi regazo. Eso me hace reír.
 
—¿Por qué no te pones cómodo?
 
—Shh. —Me calla—. No tan fuerte.
 
—Lo siento —susurro, sin dejar de reír—. Lo siento, pero esto es un poco divertido.
 
Cierra los ojos y gime.

—No es gracioso.
 
—Sí, lo es. Tal vez te enseñará a no beber tanto.
 
Peter deja caer su brazo sobre su cara.
 
—La luz del sol es tan malditamente brillante. ¡Ugh! —Solo me rio y sacudo mi cabeza. Suspirando, Peter finalmente dice: —Entonces, ¿cómo llegué a casa anoche?
 
—¿Qué? —pregunto.
 
—Bueno, recuerdo haber estado en el bar y... entonces me desperté en tu cama —responde Peter.
 
Mi corazón se rompe en mil pedazos. Ni siquiera sé si puedo encontrar las palabras.
 
—¿No te acuerdas de anoche?
 
—Nop.
 
—¿Alguna cosa? —digo en voz baja.
 
Peter quita su brazo y me mira.
 
—No, ¿por qué? ¿Hice algo estúpido? ¿Cómo llegué a tu cama?
 
Creo que en realidad podría llorar… encima de él. La mirada en sus ojos es una de confusión. No le puedo decir, simplemente no puedo. ¿Qué diría? Sólo sería incómodo. No lo habría hecho si no hubiera estado borracho.
 
—No —digo finalmente, tratando de poner una sonrisa—. Sólo trepaste a mi cama y te desmayaste. No quería molestarte.
 
—Oh bien —suspira—. Sé que no manejé. Me dieron un aventón hacia el bar donde estábamos.
 
—Mmm —canturreo. Mis ojos están empezando a llenarse de lágrimas. Clavo mis uñas en la palma de mi mano para tratar de distraerme. Aparto la mirada, esperando que Peter no lo vea.
 
Cuando pone de nuevo su brazo sobre sus ojos, doy un suspiro de alivio. Una lágrima cae por mi mejilla y rápidamente la elimino. Hay solo silencio por un momento. Mi mano está probablemente sangrando por excavar tan duro.
 
—Entonces —digo finalmente, algo ruda—. ¿Qué podría animarte a beber tanto maldito licor?
 
No hay movimiento de Peter. ¿En serio se quedó dormido encima de mí?
 
De pronto, dice:
 
—Tiendo a emborracharme cada año en ese día.

—¿A propósito? —pregunto, estupefacta.
 
—No empiezo con eso siendo mi meta, pero normalmente termina de esa manera —contesta Peter. Lentamente, articula—: Para ahogar mis penas.
 
Mi mano alcanza la parte superior de su cabeza, y mis dedos comienzan a enrollar los claros rulos de su cabello.
 
Vacilante, pregunto—: ¿Por qué estabas triste?
 
Tomando una respiración profunda Peter dice:
 
—Ayer, bueno, ayer fue el aniversario.
 
—¿El aniversario de?
 
—Es el día en que Milagros murió. —El dolor en mi pecho decae por un segundo. Me está diciendo algo acerca de su pasado. ¿Qué digo? ¿Qué hago? Solo sigo enrollando su cabello y lo dejo para que hable al respecto. Peter quita los brazos de su cara y me ve—. ¿No hay preguntas?
 
—No, quiero saber quién es Milagros, pero prometí no hablar acerca de tu pasado, así que no voy a hacer ninguna pregunta.
 
—Bueno —dice en voz baja mirándome—. Creo que estoy listo para hablar de ello, pero tienes que prometer que no le dirás a nadie lo que te diga. —Asiento en respuesta.
 
Peter toma una respiración profunda y luego comienza:
 
—Para empezar, soy de Texas, pero tú ya sabías eso. Lo que no sabías es que... bueno... soy huérfano, supongo que se podría decir eso. —Me mira mientras mis cejas salen disparadas hacia arriba—. Ves, esa es la razón por la que no se lo digo a nadie, porque odio la simpatía por eso.
 
Sacudiendo la cabeza, replico:
 
—No lo estaba haciendo por simpatía, solo estaba sorprendida.
 
—Bien, bueno, estuve cambiando de casa de acogida a casa de acogida. Era bastante retraído y nunca realmente apegado a alguien. Era bastante parecido a ti. Nunca hubo muestras de cariño o el toque reconfortante de la familia. Entonces, así es como crecí. Durante el verano antes de mi año de octavo grado, finalmente llegué a mi último hogar de acogida. Eran personas muy agradables, pero yo era tan cerrado y tan cauteloso que mantuve mi distancia. La esposa era profesora de música y dijo que sería bueno para mí empezar a tocar un instrumento. Yo, por supuesto, me burlé de la idea, excepto que ella dijo que así era como me iba a ganarme mi mesada.
 
Interrumpo:

—Entonces ¿elegiste el violín?
 
—Sí, para mí era uno de los más bellos instrumentos de sonido que conocía. Entonces, comenzó a enseñarme cómo tocar y por lo maravilloso que soy, lo capté rápidamente. —Peter me sonríe y río suavemente—. Hacia el final de ese verano, Claudia, mi madre adoptiva, decidió que iba a enviarme a un campamento de música por una semana. Yo estaba horrorizado. No quería ir, pero al final no había opción. Así que, fui al campamento de música.
 
—Por decir lo menos, no encajé muy bien. Era el chico que jugaba deportes y actuaba todo alocado. No era del tipo de sentarme y tocar música todo el día, pero me rendí y traté. Estaba detrás de todos los demás, así que me quedaba más tarde que el resto de los chicos y practicaba. Me frustré bastante conmigo mismo. Quería ser el mejor en todo.
 
—Bien, una noche, realmente me molesté y comencé a maldecir como un marinero, lo cual no es sorprendente viniendo de mí. De repente, ahí estaba esta suave voz diciendo:
 
—¿No te dijeron tus padres que no es bueno maldecir? —Miré hacia arriba y vi a esta chica. Era de mi edad. Tenía el cabello negro corto y anteojos. Lo que todo el mundo llamaría tonta. Tartamudeé y balbuceé, y dije—: Lo siento, no me di cuenta de que alguien más estaba aquí.
 
—Te escuché tocando. Has mejorado mucho en estos pocos días — contestó.
 
—¿Has estado observándome? —pregunté. Se sonrojó y asintió.
 
—Mi nombre es Milagros.
 
—Soy Peter —respondí—. Entonces, ¿por qué me has estado observando? —Encogiéndose de hombros tímidamente miró hacia otro lado.
 
—No lo sé. Sin embargo te puedo ayudar.
 
—¿Cómo? —pregunté.
 
—Te enseñaré cómo colocar tus dedos correctamente, ahí es donde te equivocas. Aquí, te mostraré. —Milagros se acercó y empezó a mover mis dedos. Su toque era gentil y suave, recuerdo mucho eso. Pasamos el resto de la noche con ella ayudándome y para el final, yo era mejor.
 
Por el resto del campamento, fuimos inseparables. Milagros era tan inocente y dulce. La hacía reír, y dijo que no lo hacía muy a menudo. En realidad no hablamos mucho acerca de nuestras vidas. No había necesidad de preguntas. Cuando el campamento llegó a su fin, nos quedamos allí esperando que nos recogieran. Milagros extendió su mano y me dio un pedazo de papel.

—¿Qué es esto? —pregunté.
 
—Es mi dirección y número de teléfono —susurró. Milagros no podía mirarme a los ojos—. No tengo muchos amigos, pero apuesto que tu si tienes un montón de ellos, así que entenderé si no te pones en contacto conmigo.
 
Sonreí y le dije:
 
—No, definitivamente estaré en contacto. —Eso la hizo sonreír.
 
—¡Genial! Voy a empezar en una nueva escuela este año y estoy nerviosa por no tener amigo.
 
—¿Qué escuela? —pregunté.
 
—Secundaria Riverwood —respondió.
 
Exclamando dije:
 
—¡Ahí es a donde voy!
 
Milagros sonrió ampliamente.
 
—¿Me hablarás?
 
Un poco sorprendido dije:
 
—Por supuesto que lo haré. ¿Por qué no lo haría?
 
—No lo sé —susurró, mirando a otro lado.
 
Entonces, de repente, un muy elegante auto negro se detuvo frente a nosotros. Un chofer salió del auto y miró a Milagros.
 
Asintió y dijo:
 
—Señorita Rivas ¿está lista?
 
Ella inclinó su cabeza.
 
—Sí, lo estoy.
 
Él se agachó y recogió su bolso. Caminando, abrió la puerta trasera para ella. Para ese momento, estaba un poco en estado de shock. Milagros solo sonrió y dijo:
 
—Me tengo que ir. Mis padres estarán esperándome para cenar.
 
—Sí —dije lentamente—. Te llamaré esta semana.
 
—Adiós Peter. —Se puso de puntitas y suavemente me besó en la mejilla. Con eso, Milagros se fue.

MARATON
+15

29 comentarios :

  1. ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++

    ResponderEliminar
  2. +++++++++++++++++++++++++++++++

    ResponderEliminar
  3. ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++

    ResponderEliminar
  4. o bn yo decia q algo asi tenia q ser ........... mas porfa

    ResponderEliminar