domingo, 1 de diciembre de 2013

Capitulo 13

—Dónde está la diversión entonces —contesta Peter, con un guiño—. Muy bien cariño, te veré el sábado.
 
—Buenas noches Peter.
 
—Duerme bien querida. Te veo el sábado. —Cierra la puerta y dice adiós mientras se aleja.

Capitulo 13

El viernes pasa volando y por suerte Paula todavía no está en la escuela. Es un agradable respiro. Me tomo mi tiempo en la clase de arte, porque necesito hacer un buen trabajo en este proyecto y por supuesto, no quiero que el retrato de Peter se vea ridículo. Me pregunto si él incluso lo vería.
 
Esa tarde, camino a casa con una sonrisa en mi rostro. Cuando llevo unas tres cuadras desde la escuela, oigo el claxon de un auto. Me doy la vuelta y veo a Pablo. Él baja su ventana.
 
—¿Quieres que te lleve?
 
—Umm, claro —respondo, vacilante.
 
—Entra —replica.
 
Me dirijo al lado del pasajero y abro la puerta. Cuando entro, veo a un tipo en la parte trasera.
 
—Oh, hola —tartamudeo.
 
—Mariana, este es Agus. Agus, esta es Mariana.
 
Agus asiente.
 
—He tenido algunas clases con ella. No me di cuenta que ustedes dos eran amigos.
 
—Bueno. —Pablo se ríe incómodo—. Hemos estado hablando recientemente. Ella no vive tan lejos de mí, así que voy a darle un aventón.
 
—Como sea —dice Agus, encogiéndose de hombros—. Déjame en casa de Joanne.
 
Pablo rueda sus ojos, pero Agus no lo ve.
 
—Así que, ¿dónde está Peter hoy?
 
—Trabajando —respondo—. Es mecánico y trabaja en motos.
 
—¿Quién trabaja en motos? —pregunta Agus.
 
Dándome la vuelta, digo:
 
—Mi amigo Peter. ¿Es, cómo lo llaman, una de esas personas que están muy interesadas en la mecánica de los vehículos, especialmente motocicletas y mejoran la aceleración?
 
Con una sonrisa, Agus dice:
 
—Sí. Eso es genial, si tu auto alguna vez tiene problemas.
 
—No tengo auto —murmuro—. Ni siquiera tengo mi licencia.

—¿Cuántos años tienes? —pregunta Agus, con una mirada de sorpresa en su rostro.
 
Cruzo los brazos.
 
—Dieciocho, pero mi mamá nunca me llevó a conseguirla. Peter me está enseñando, y escucha esto, quiere que consiga mi licencia de motociclista.
 
Hay una fracción de segundo de silencio, antes de que Pablo grite.
 
—¡¿Qué?!
 
—Sí —digo—. Esa fue mi reacción, también.
 
—Una chica con licencia de motociclista, eso es TAN caliente. —Se ríe Agus—. Pero en serio... ¿una chica en una moto? ¡Eso es malditamente impresionante!
 
Algo frustrada, suspiro y golpeo mi frente.
 
—Probablemente no se rendirá hasta que lo haga, también. Apenas he aprendido a conducir un auto con cambios.
 
—¿Te enseñó a conducir un auto con cambios? —pregunta Pablo.
 
—¡Sí, en un verdadero auto de poder! Soy tan afortunada de que no termináramos alrededor de un poste de luz. ¿Tienes alguna idea de cuánto poder tienen esas cosas? —exclamo con frustración.
 
Eso pareció captar la atención de Agus.
 
—¿En serio? ¿Qué tipo de auto?
 
—Uno anaranjado —respondo—. No recuerdo de qué tipo es. Lo que sí recuerdo es que es un 1967 algo u otro.
 
—Bueno, eso deja muchas opciones abiertas —gruñe Agus—. Necesitas encontrar más información. Me encantan los autos clásicos coches de poder.
 
Sacudiendo mi cabeza, digo:
 
—Está en perfectas condiciones y podría exhibirlo, pero no lo hace. Le preguntaré que es cuando lo vea mañana.
 
—¿Te vas a reunir con él mañana? —pregunta Pablo, mirando por el rabillo de su ojo.
 
—Oh, sí, tengo práctica de manejo —replico—. Lo hice bastante bien para ser mi primera vez.
 
Agus asiente.
 
—Habría matado por aprender a conducir en un auto tan impresionante como ese. Aprendí en la camioneta de mi mamá, totalmente nada digno de mención en absoluto.

Ahora quiero sonreír, pero trato de no hacerlo.
 
—Estuvo bien. Es bueno que Peter tenga un auto rápido y una gran moto, pero hay mucho más de él —afirmo, mientras miro por la ventana—. Él es un gran chico.
 
—Realmente te gusta este tipo, ¿eh? —pregunta Agus.
 
Mis ojos miran a Pablo. Él regresa mi mirada.
 
—Peter es una parte importante de mi vida. No sé lo que haría sin él.
 
—Eso es genial —contesta Agus.
 
—Así que, ¿ustedes dos son una pareja entonces? —pregunta Pablo.
 
Sonrío y me río.
 
—Somos un par de chiflados. Eso es lo que somos.
 
—Amiga —exclama Agus—. Si vas a estar en ese auto mañana, tienes que llevarlo por donde trabajo. QUIERO ver lo que es.
 
Dándome la vuelta, sonrío.
 
—Y ¿dónde trabajas?
 
—La cafetería en Hickory. Sé que es al otro lado de la ciudad, pero lo juro que te daré café gratis si apareces.
 
—Creo que podemos conducir por ahí —respondo—. El apartamento de Peter es justo por allí.
 
Eso parece escandalizar a Pablo.
 
—¿Tiene su propio apartamento?
 
—Uh, sí —replico—. Tiene veintiún años y no es del tipo de vivir con sus padres.
 
—¿De dónde es? No fue a nuestra escuela secundaria. —Pablo me pregunta sospechosamente.
 
Después de pensarlo por un momento, lentamente contesto.
 
—Él es una persona muy reservada, así que no voy a compartir su información más allá de que es de Texas.
 
—Eso es un poco lejos —responde Pablo.
 
—Mmmm —tarareo—. Así que, de todos modos, ¿cómo estuvo su día?
 
Agus gime.
 
—Tengo un ensayo de 12 páginas que entregar mañana en Literatura Inglesa.
 
—Ouch —digo—. ¿No deberías estar yendo a casa, entonces?
 
Guiñándome, Agus responde.

—Voy a conseguir ayuda.
 
—Apuesto a que sí. —Pablo se ríe—. Bueno, aquí estamos. No sé por qué necesitabas que te llevara si sólo ibas a casa de Joanne.
 
Agus abre la puerta,
 
—Porque soy un adolescente y muy perezoso.
 
—Camino a casa todos los días —afirmo—. No todos los adolescentes son perezosos.
 
—¿Me estás diciendo que si tuvieras un transporte a casa todos los días, no lo tomarías? —pregunta Agus.
 
Eso me hace fruncir el ceño.
 
—Buen punto.
 
Un resoplido sale como respuesta.
 
—Los veré más tarde. No te olvides de mañana Mariana.
 
—No lo haré. ¡Prometiste café!
 
Él sonríe.
 
—Si consigues que me deje conducirlo, voy a darte café gratis de por vida.
 
—No creo que tenga tanto poder pero ya veremos. —Me río.
 
—¡Adiós! —Agus ondea su mano y cierra la puerta.
 
Me doy vuelta y miro a Pablo.
 
—Está bien, puedes dejarme en la esquina de Harmony y Twelfth Avenue.
 
—¿Por qué no en tu casa? —pregunta.
 
—No dejo que nadie vea donde vivo. Lo siento —murmuro en voz baja.
 
Con una mirada burlona, dice—: Está bien. ¿Vives en una caja o algo así?
 
—Sí —respondo—. Dos cajas en efecto, que se mantienen juntas con esa cinta que lo arregla todo.
 
—Impresionante, espero que al menos tengas una gran vista.
 
Una risa se me escapa.
 
—Sí, la cochera de nuestros vecinos.
 
La esquina de la boca de Pablo da una sacudida.
 
—Así que, ¿tienes planes este fin de semana?

Me está preguntando acerca de este fin de semana. ¿Por qué? ¡Oh, Dios mío! ¿Qué debo decir? ¿¡Qué digo!?
 
Juego a la difícil de conseguir.
 
—Sí, todo el fin de semana, todo lleno.
 
—Eso es bueno —responde. Entonces, silencio. Me muerdo el labio y miro por la ventana.
 
¿Debería haber dicho eso?
 
—Bueno, si te encuentras libre en algún momento de este fin de semana. Deberías llamarme. No tengo planes. Quiero decir, reunirnos como amigos, sin pisotear el territorio de Peter.
 
—Oh. —Chillo—. Por supuesto. No tengo tu número.
 
Mirándome, dice—: Dame tú celular. Lo pondré en él.
 
—Umm, sí —replico—. No tengo un teléfono celular.
 
—Wow, está bien, saca un pedazo de papel entonces. Espero que tengas eso.
 
Ahora, lo miro fijamente.
 
—Divertido, divertido. —Abro mi mochila, saco mi cuaderno de bocetos—. Muy bien, ¿cuál es tu número?
 
—5556504. —Mi corazón va a salirse de mi pecho.
 
¡Seriamente, acabo de conseguir el número de teléfono de un chico! Y de todos los chicos, tengo el de Pablo. Creo que me voy a morir. 
 
—Muy bien, lo tengo. —Esto no puede estar pasando. ¿¡En serio!?
 
—Ese es mi celular. Diría que me mandaras un mensaje de texto, pero eso es algo difícil de hacer cuando no tienes un teléfono del cual enviar mensajes de texto —dice Pablo con una sonrisa.
 
Bromeando ruedo mis ojos.
 
—En realidad no he necesitado un teléfono celular, pero estoy empezando a pensar que voy a conseguir uno. Tarde o temprano, voy a tener que localizar a Peter y no quiero hacerlo desde casa.
 
—¿Por qué?
 
—Mi mamá probablemente espiaría la conversación. Así que, eso significa que probablemente no te llamaría desde casa tampoco — declaro pesadamente.
 
Pablo se ríe.
 
—Solía escuchar las llamadas de mi hermana. La volvía loca.
 
—Eso es tan dulce de tu parte.

—Te lo dije, sólo empezamos a llevarnos bien hace poco. Cuando tenía mi edad, ooooohhhh hombre, NO nos llevábamos bien. Ahora, ella tiene 23 años y está casada, va a tener un bebé. Es diferente.
 
A medida que nos detenemos en la esquina, rápidamente agarro mi mochila.
 
—Gracias por el paseo.
 
—¿Deseando salir corriendo tan rápido? —dice Pablo, con una ceja levantada.
 
—¿Quieres hablar? —pregunto con curiosidad.
 
Encogiéndose de hombros, responde—: Simplemente estaba disfrutando de nuestra conversación.
 
—Oh ―murmuro torpemente. Me recuesto en el asiento—. ¿De qué quieres que hablemos?
 
Con una mirada en blanco, Pablo dice—: No lo sé. No sé nada de ti. Nadie lo hace. Sé que no tienes amigos y todo, pero no entiendo ¿por qué?
 
—¿Alguna vez has visto esas películas sobre esos personajes, tontos, nerds que no tienen amigos y son molestados? Bueno, esa soy yo. Simplemente dejé de ponerme ahí. Peter es la primera persona que realmente me VE. Por eso es tan importante.
 
—¿Estás enamorada de él? —pregunta Pablo.
 
Jadeando, digo:
 
—¡NO! ¿Qué te hace pensar eso?
 
—Sólo tenía curiosidad —responde—. Él parece significar mucho para ti.
 
Asiento.
 
—Lo hace. Él es mi único amigo verdadero. Estoy esperando a que me explote en la cara, sin embargo.
 
—¿Por qué?
 
¿Realmente quiero responder eso?
 
Vuelvo la cabeza y miro por la ventana.
 
—Las cosas no suelen ir bien para mí.
 
—Oye, esa es la forma en que funciona el mundo. No todo funciona para mí tampoco —señala Pablo.
 
—Sí. —Casi le contesto bruscamente—. Pero tienes todos los amigos y la popularidad. Tienes una familia amorosa. Peter es todo lo que tengo.Es un mundo escalofriante cuando esa sola cosa puede estallarte en la cara.
 
Frunciendo el ceño, Pablo pregunta—: ¿No tienes una familia amorosa?
 
Ahora, completamente arrinconada y temerosa de esta conversación, digo—: Lo siento Pablo, me tengo que ir. —Salto rápidamente fuera del auto y empiezo a caminar por la acera.
 
—Mariana. —Oigo a Pablo gritar desde su ventana—. ¡Lo siento! ¡Vuelve aquí!
 
Me doy la vuelta, conteniendo las lágrimas.
 
—Lo siento Pablo, pero me tengo que ir. Entiendo si no quieres lidiar con mi trasero melodramático, pero algunas cosas son difíciles de hablar para mí.
 
Pablo retrocede el auto y me mira.
 
—No te presionaré de nuevo. Simplemente toma una respiración profunda.
 
Así que, hago lo que dice, respirando profundamente.
 
—Ves, es por eso que me escondo lejos de la gente. Estoy loca.
 
—Oh, por favor, ¿has conocido a algunas de las chicas que van a la escuela? ¡Ahora, ellas están locas! Se apuñalan unas a otras en la espalda cada vez que pueden. No pareces ser así.
 
Un suspiro sale de mí y digo—: No, no soy así. Creo que eso es realmente malicioso y estúpido.
 
—Ves, no estás loca. Ahora, mi hermana estando embarazada con todas esas hormonas, ¡ESO ES loco! Cielos, tú enojándote por una cuestión personal es una cosa. Ella molestándose por cada mirada, cada respiración que tomas, eso la hace certificada. Por lo tanto, si puedo lidiar con eso, puedo ciertamente estar bien contigo siendo un poco tímida.
 
Eso me hace sonreír.
 
—Gracias. —Muevo mi cabeza—. Aun así, debería irme. Quiero hacer mi tarea esta noche, para que así mi fin de semana esté disponible. Nunca pensé que iba a decir eso en realidad.
 
—Bueno, si tienes tiempo este fin de semana, llámame. Podemos llegar a conocernos y convertirnos en amigos, que es algo que deberíamos haber hecho hace años y siento que es mi culpa.
 
—No completamente tu culpa, pero sí, sería lindo ser… amigos.
 
Bueno, amigos, no es lo que estaba buscando, pero servirá por ahora. Eso es mucho más allá de mis expectativas de todos modos.

—Voy a ver lo que Peter ha planeado para mí y si puedo, te lo haré saber.
 
Pablo sonríe, y dice
 
―Me parece bien. Te veo luego Mariana.
 
Todo lo que puedo hacer es despedirme ondeando la mano mientras se aleja. Dándome la vuelta, finalmente sonrío con la mayor sonrisa. Esto no puede estar pasando. Este tipo de cosas no suceden realmente. No soy nadie. Los chicos no hablan conmigo, especialmente Pablo. Es como si Peter fuera mi amuleto de la buena suerte. Es más que un amuleto de buena suerte, es mi amigo más cercano, mi mejor amigo. Nunca le diría eso a él, porque probablemente pensaría que me estoy aferrando a él.
 
Llego a mi puerta y la abro. Al instante, oigo a mi madre gritar.
 
—¡Mariana!
 
Oh, genial.
 
—Sí mamá.
 
—Ven aquí —demanda.
 
Dejando caer mi mochila en el suelo, suspiro y camino dentro de la cocina.
 
—¿Qué pasa? —pregunto.
 
—¿Todavía vas a comprar ropa este fin de semana?
 
Desconcertada, digo—: ¿Eh? ¿De qué estás hablando?
 
—Tu novio Pierre dijo que iba a llevarte a comprar ropa nueva. — Escupe.
 
—Peter, mamá, su nombre es Peter y no sé si todavía vamos a hacer eso. En este momento me está enseñando a conducir. No sé si esa es una de las cosas que vamos a hacer este fin de semana.
 
Mi mamá agarra su bolso y empieza a hurgar en él.
 
—Aquí, tengo esto para ti. —Me entrega un sobre de dinero.
 
—¿Qué es? —pregunto, abriéndolo. Mis ojos casi se salen de sus orbitas.
 
—Son trescientos cincuenta dólares. Quiero que te consigas algo de ropa. Ni siquiera recuerdo la última vez que te lleve de compras —murmura mi madre mientras va hacia el refrigerador.
 
Tartamudeando, sigo.
 
—Mamá, tú no me has llevado a comprar ropa en años. Lo he hecho todo yo misma.
 
Ella me mira.

—Eso es un poco obvio.
 
Respira profundo, respira profundo, no grites.
 
—Gustosamente tomare esto e iré de compras.
 
—Bueno. Me voy el fin de semana con Howard. Estaré de vuelta el domingo por la noche.
 
—¿Quién es Howard? —pregunto bruscamente.

12 comentarios :