Epilogo

Epilogo

Un suave tintineo despertó a Lali. Ella yacía sobre su estómago con una pierna inclinada, el sol destellando en la ventana calentándola. Parpadeó varias veces para despertarse.

El tintineo continuó hasta que levantó la cabeza. La sorprendió sentir una mano en su rodilla. Pero sólo un segundo. Casi inmediatamente reconoció ese toque. Sonriendo, se estiró como un gato y se puso de espaldas.

—Buenos días —murmuró Peter, presionando sus labios en el cuello de ella.

—Buenos días —dijo Lali, girando la cabeza para darle más acceso. Cuando ella pasó sus dedos por toda la espalda desnuda de él, notó que no sólo estaba sin camiseta, además estaba sin pantalones. Su cuerpo se encendió inmediatamente.

—Mmm —ronroneó él—. No pares.

Levantando su pierna, Lali la envolvió en su cadera, abriéndose para él. Él aprovechó esto, metiéndose suavemente en ella. Ella jadeó, nunca cansándose de sentir al hombre que amaba enterrado en ella.

—Creí que tenías clases hoy —dijo ella sin aliento, luchando por mantener su hilo de pensamiento mientras Peter le mordía el lóbulo de la oreja y se movía lentamente en ella.

—Falté. Estoy listo para los finales —dijo él, tomándole la rodilla y alzando más su pierna. Una ola intensa de placer los invadió a ambos.

—La graduación está a la vuelta de la esquina. ¿Es eso algo bueno? —preguntó ella, apenas capaz de hablar.

—Cállate y bésame.

Él no tuvo que repetirlo. Lali enterró sus dedos en su cabello y unió sus labios. Ella le abrió la boca con su lengua mientras él la estaba abriendo con su cuerpo.

Ambos perdieron noción de las cosas hasta que Lali gritó su liberación y Peter colapsó sobre ella. Después, se quedó allí, acariciándole los costados suavemente. Cuando sus respiraciones se tranquilizaron, rodó fuera de Lali y la acomodó en su pecho. Era el lugar favorito de ella para acurrucarse.

Ausentemente, ella se acarició la cicatriz del abdomen con un dedo, incapaz de olvidar jamás el sacrificio hecho por él para ella, sin importar hacía cuantos años hubiera sido. Era un recordatorio constante de su amor por ella, de cómo era una parte de su vida y de su cuerpo. Literalmente.

Peter levantó su mano y le besó cada dedo, entreteniéndose particularmente en el diamante del anular.

—¿Qué puedo ayudarte a hacer hoy?

Lali sonrió en su pecho. Como si no hubiera hecho ya suficiente. Le había salvado la vida. ¿Qué más podía necesitar ella?

—Nada.

—Eso no es verdad. Dime lo que necesita. —Peter sabía que ella había estado enloqueciendo, con la graduación de la universidad y su boda acercándose. También sabía que a veces era algo pequeño como lavar la ropa o alimentar al perro lo que la mantenía cuerda. Por lo que hacía todo lo posible.

—Dame tu riñón —dijo Lali con su mejor tono de voz de ladrón, clavándole un dedo como un arma—. Oh, espera…

Le sonrió a Peter. Él le devolvió el gesto.

—Lo haría de nuevo, sabes.

Ella le besó el diminuto hoyuelo de su mejilla.

—Sí, lo sé.

FIN

Autor: M. Leighton

Libro: Fragile