martes, 23 de julio de 2013

Capitulo 25

Capitulo 25

Peter lo puso suavemente en el piso detrás de su asiento y luego se deslizó detrás del volante y salió de su lugar.
 
—¿A dónde vamos ahora? —preguntó Lali.
 
—Ya verás —dijo Peter, sonriendo enigmáticamente.
 
Lali ya estaba sonriendo para el momento en que Peter entró en el estacionamiento fuera del parque. Sabía que era uno de sus lugares favoritos, y esperaba que hoy fuera especial también.

—Vamos —dijo Peter, saliendo y buscando la bolsa de detrás de su asiento. Se reunió con Lali en la parte delantera del auto y le tomó la mano entre la suya. 

Peter la llevó más allá de la zona principal del parque y a través de una pequeña parcela de árboles de roble hasta una loma que dominaba el conjunto de miradores repartidos por una esquina del parque. Subieron a la parte superior y Peter se detuvo. 

Miró por encima del paisaje como si estuviera buscando algo en particular. Luego tomó a Lali por los hombros y la guió a un lugar específico.
 
—Párate juuuuusto aquí —dijo.
 
Peter la colocó de frente a un grupo de pinos en el otro lado de la loma en lugar de los miradores. Aunque a Lali le pareció extraño, no dijo nada.

Lali escuchó el susurro de la bolsa de plástico justo antes de que Peter colgara algo alrededor de su cuello. Cuando ella bajó la mirada, se dio cuenta de que era su cámara.
 
Ella jadeó de placer.
 
—¡Está arreglada!
 
—Como nueva —dijo él.
 
—Gracias, gracias, gracias —dijo efusivamente, volviéndose para envolver sus brazos alrededor del cuello de Peter en un abrazo exuberante.
 
—De nada —dijo, rozando sus labios contra el costado de su cuello y sintiendo su cuerpo calentarse de deseo—. Sé que ha pasado mucho tiempo, pero prestarte mi cámara ha sido siempre una buena excusa para verte —admitió—. ¿Por qué no la sacas? Hay un rollo en ella y podría haber algo a lo que quieras tomar una foto.
 
Lali se echó hacia atrás y miró a Peter con desconfianza, pero hizo lo que le pidió. Volviendo de nuevo en la dirección a la que él la había colocado, sacó la tapa del objetivo y escudriñó el paisaje a través del visor. Estaba en su segunda pasada cuando vio el primero elevarse por encima de las copas de los árboles.
 
Era un único globo rosado. Aunque no estaba segura de dónde venía ni qué significaba, Lali sacó una foto de él en cuanto lo vio. Estaba a punto de apartar la cámara de su cara cuando vio los otros.
 
Primero tres o cuatro y después diez o veinte globos de color rosa se deslizaron hacia el cielo. En cuestión de segundos, cientos llenaron el horizonte. Lali presionó el botón de su cámara y capturó su ascenso, capturando la forma en que se levantaban y luego se desviaban en todas direcciones, dejándose llevar por la suave brisa. Desde su punto de vista, los globos parecían un enorme ramo de redondas flores color rosa que crecían por momentos.
 
Cuando pareció que no iban a liberar más globos y los otros no eran mucho más que puntos de colores contra un lienzo azul sin nubes, Lali bajó la cámara. Volvió sus grandes ojos marrones en dirección a Peter.

—¿Qué fue eso?
 
—Mi mamá está en casi todos los comités en la ciudad y cuando la oí hablar por teléfono con otra mujer acerca de la concientización sobre el cáncer, le sugerí conseguir algunos globos rosa para las supervivientes y llevarlas al parque para dejarlos ir. —El observó los ojos de Lali llenos de lágrimas y sabía cuán profundamente conmovida estaba.
 
—¿Por qué? —susurró.
 
No necesitaba que se explicara, sabía lo que estaba preguntando.
 
—No quiero que tengas miedo de morir. Todas aquellas personas han sobrevivido al cáncer. Acabas de ver cientos de razones para tener esperanza yendo a la deriva en el cielo.
 
Lali llevó sus manos hasta sus labios temblorosos y luego hundió la cara en ellas. Peter podía oír su llanto silencioso. Tiernamente, él la tomó entre sus brazos.
 
Ella murmuró algo entre su pecho, pero él no pudo entender de modo que se echó hacia atrás.
 
—¿Qué?
 
—Vas a romper mi corazón, ¿verdad?
 
Peter agarró las muñecas de Lali y las apartó hasta que ya no estaban cubriendo su rostro surcado por las lágrimas.
 
—Nunca. Nunca te haré daño, Lali.
 
Lo dijo con tanta sinceridad y convicción como pudo reunir. Él esperaba que ella le creyera, porque significaba más de lo que alguna vez había querido decir algo en su vida.
 
Colocando sus manos planas contra su pecho para mantener el equilibrio, Lali se levantó sobre las puntillas de sus pies y suavemente presionó sus labios contra los de Peter. Fue un beso dulce y húmedo, pero no húmedo con pasión. Estaba bañado en lágrimas. Sus lágrimas. Cuando ella se apartó, Peter pudo saborear la sal en sus labios.
 
Lali le rogó con sus ojos.
 
—Por favor, no lo hagas.
 
Tomando su cara entre las manos, Peter apoyó su frente contra la de ella.
 
—No lo haré —declaró—. Te lo prometo.
 
***

Peter estaba haciendo todo lo posible para mantener su mente centrada en lo que el entrenador le decía mientras estaba sentado en el banco en el vestuario. Sabía que el partido de esta noche era importante, pero por alguna razón, no podía reunir ningún entusiasmo. Él estaba más ansioso por salir a la cancha y localizar a Lali en las gradas. Le había prometido que estaría allí con Cande.
 
A medida que salían al campo, Peter escaneó las gradas. No vio a Lali de inmediato. A Cande tampoco.
 
—Pon tu cabeza en el juego, Lanzani —le gritó el entrenador cuando él casi corrió a la línea de porristas en las líneas laterales.
 
—Sí, señor —dijo Peter, arrastrando los ojos desde las gradas.
 
Un par de minutos más tarde, Peter se dirigió al centro del campo para el sorteo. Pidió cara. Salió sello. La elección del equipo contrario fue conseguir la pelota en la primera mitad. Peter volvió al banquillo, escaneando la multitud de nuevo por cualquier señal de Lali.
 
Se estaba poniendo más y más frustrado mientras seguía sin poder encontrarla. Vio a su familia, su padre mirándolo con advertencia. Vio muchas caras de personas que conocía, pero no había ni rastro de Lali. Su primer pensamiento fue preocuparse de que algo le había pasado. Si ella decía que iba a ir, él le creía.
 
El partido comenzó, pero Peter prestó poca atención al juego. No dejaba de girar a escanear las gradas.

—Amigo, ve a hablar con ella para que puedas concentrarte en el juego. Hombre, ¡eres un patético perdedor! —exclamó Pablo, sacudiendo la cabeza.
 
—Ella no está aquí todavía.
 
—Está justo ahí, Peter —dijo con exasperación, apuntando a la valla que corría entre las porristas y las gradas.
 
El corazón de Peter retomó su ritmo mientras sus ojos seguían el dedo de Pablo justo a una sonriente Lali. Ella estaba de pie junto a su hermana en la parte inferior de la primera fila de las gradas. Ella le sonrió y saludó con la mano cuando él la vio.
 
Sintiendo la sonrisa dividir su cara, Peter le devolvió el saludo. Vio a Lali decir algo a Cande y luego girar para marcharse, probablemente para encontrar un asiento. Rápidamente, Peter dejó a los otros jugadores y corrió hacia la valla, llamando a Lali antes de que llegara demasiado lejos. Cuando regresó a la valla, Peter se inclinó sobre ésta y le dio un beso rápido en los labios que la hizo sonreír y ruborizarse.
 
—Gracias por venir.
 
—¿Y perderme la oportunidad de verte en pantalones ajustados? Creo que no — bromeó ella, el color de sus mejillas profundizándose ante su audacia.
 
—Entonces mira esto —dijo Peter, volviéndose para correr de regreso y lanzándole una sonrisa por encima del hombro. Ella estaba mirando a su trasero. Él se rió entre dientes, seguro de que a su corazón podía brotarle alas y emprender el vuelo.
 
Cande puso su brazo alrededor del cuello de Lali y le dijo algo al oído de ella. Las dos chicas se rieron antes de que Lali le sonriera y saludara con la mano otra vez, dejando que Cande la llevara a las gradas.
 
Cuando Peter, sin dejar de sonreír, volvió de nuevo al juego, su mirada chocó con la mirada furiosa de Mery. Él asintió una vez, negándose a dejar que le arruinara el momento. Después de eso, puso tanto énfasis como pudo de nuevo en el juego.
 
***

Peter tuvo un desempeño bastante bueno. Ni de cerca su mejor juego, pero ni de cerca el peor tampoco. Dudaba que su padre estuviera contento, pero habían ganado y eso era lo importante. Peter odiaba defraudar a sus compañeros de equipo.
 
Los ánimos estuvieron altos en el vestuario. Agitaron toallas, arrojaron golpes en juego y realizaron bromas pervertidas. Entre eso y sus sentimientos crecientes por Lali, Peter estaba en el séptimo cielo cuando salió de los vestuarios.
 
Hasta que vio a su padre que lo esperaba.
 
Bartolome Lanzani dio una gran palmada en el hombro de Peter y, con un fuerte apretón, lo guió lejos de los demás.
 
—¿Qué demonios fue eso? —espetó el viejo Lanzani, cuidando de mantener su espalda hacia los demás para que nadie viera su enojo.
 
—Hemos ganado. ¿Cuál es el gran problema?
 
—El gran problema, Peter, es que si no das una demostración mucho mejor delante de estos observadores, van a pasarte sin más.
 
—Lo estoy haciendo bien, padre —argumentó Peter.
 
—No, no lo estás. Y sé por qué. Te vi con esa pobretona chica otra vez, y estoy aquí para decirte que se termina esta noche. No más, Peter. ¿Me escuchas?
 
—Ella no tiene nada que ver con esto, papá. Ella…
 
—No quiero oír excusas. Has estado metiendo la pata de izquierda a derecha desde que dejaste de ver a Mery y quiero que lo arregles.
 
—Papá, yo…
 
—Me dejaste creer que has estado pasando tu tiempo libre con Mery, cuando realmente has estado con esa chica. Bueno, déjame decirte algo, señor…
 
—¡Basta, papá! —gruñó Peter. Tenía los dientes apretados de rabia apenas controlada—. No va a pasar nada con Mery. Estoy haciéndolo bien y tú vas a tener que vivir con mis decisiones. Estoy con Lali. Sí, ése es su nombre, papá. Lali. Acostúmbrate a ello.
 
Quitando su hombro del agarre de su padre, Peter se marchó. Una tempestad de emociones estaba en su apogeo en la boca de su estómago. Él siempre sentía un cierto grado de orgullo y logro cuando se enfrentaba a su padre, pero siempre había un sentimiento subyacente de miedo y remordimiento, también. A Peter le preocupaba que un día él hiciera enojar a su padre y, en vez de desquitarse con él, sus puños encontrarían las tiernas costillas de su hermano menor en su lugar. La idea le hizo sentir náuseas.
 
Peter se dirigió a su auto, sacudiéndose la idea de encima. Estaba guardando su bolso en el asiento de atrás cuando oyó el chasquido de unos pasos detrás de él. Justo cuando se dio la vuelta, su padre lo agarró por el cuello y lo empujó hacia atrás contra el frío metal de la puerta trasera.
 
—Si no vas a respetar mis reglas, entonces no conducirás mi auto. Deja las llaves en mi oficina cuando llegues a casa esta noche. Vamos a ver lo que tus libertades valen para ti.
 
Con eso, Bartolome liberó a Peter y se dirigió de vuelta por donde había venido. Con aire ausente, Peter se frotó la garganta mientras veía a su padre irse.
 
Una leve sensación de pánico se abrió camino en su pecho. Sin auto, no sería capaz de ver seguido a Lali. Y eso era inaceptable.
 
Antes de dejar que sus emociones se salieran de control, Peter despiadadamente las apartó de sí, decidido a pensar en algo antes de la mañana.

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