sábado, 13 de julio de 2013

Capitulo 5

Capitulo 5

Riendo, Mery rápidamente se adelantó y tiró de la cola de la toalla de Lali, sorprendiéndola y tirándola lejos de su cuerpo. Lali jadeó, parada con vergüenza y conmoción por varios segundos antes de que moviera sus brazos para tratar de cubrirse ella misma.

El corazón de Peter cayó a los dedos de sus pies. Aunque en algún nivel notó que Lali era mucho más voluptuosa de lo que ella parecía ser en su ropa demasiado ancha y ocultadora, su placer ante eso quedó en segundo plano por el dolor que sintió por ella cuando vio la cicatriz.

Desde que vio a Lali ese día en el parque, Peter se había preguntado por qué había estado calva. Él supuso que era algo relacionado con la salud, pero uno nunca podía estar demasiado seguro de que no fuera una especie de declaración de moda o un acto de rebelión. Sabía sin lugar a dudas que la cabeza calva de Lali no había sido ninguno de ellos.

Una larga cicatriz púrpura marcaba el abdomen de Lali. Se extendía verticalmente desde sus costillas hacia abajo por su costado en un ángulo hacia su cadera. Se destacaba crudamente contra su piel pálida, y ella era obviamente muy consciente de ello. Trató de esconderla bajo sus manos, pero no eran lo suficientemente grandes para cubrir toda la longitud de ella.

Todos en el grupo se habían detenido y volteado para mirar, con los ojos enormes y boquiabiertos, hacia Lali. Peter la vio silenciosamente asimilando cada rostro, su mirada finalmente haciendo su camino de regreso a él. Vio las lágrimas brillando en sus ojos, y el poco control que tenía en su temperamento se rompió.

Caminando hacia Mery, Peter jaló bruscamente la toalla de sus dedos laxos, desafiándola con sus ojos a decir algo. Sacudiendo la arena de un extremo, Peter caminó lentamente hacia donde estaba Lali y cuidadosamente envolvió la toalla alrededor de sus hombros, cerrándola a su alrededor.

Cuando sus enormes ojos chocolates se levantaron hacia los suyos, Peter vio gratitud en las profundidades líquidas. Era todo lo que podía hacer para no agacharse y levantarla para llevarla lejos a la seguridad, incluso si era sólo seguridad emocional. Pero eso sólo empeoraría las cosas para ella, lo sabía. En su lugar, Peter colocó suavemente su mano entre sus omóplatos y le dio un codazo, instándola a dar la vuelta. Cuando lo hizo, él la condujo a través de la arena caliente de vuelta a la cabaña.

—Lo siento, Lali —gritó finalmente Mery cuando estaban casi fuera de alcance del oído.

Lali no dijo nada, pero Peter sintió su inhalación profunda bajo su mano y supo que estaba luchando con la emoción.

Una vez que hubieron llegado a la cabaña, Peter se detuvo y tomó a Lali por los hombros. Se sentían tan delgados y frágiles bajo sus manos. Era incluso más pequeña de lo que había imaginado. Y ahora sabía por qué.

—¿Quieres que te lleve a casa?

Lali tragó saliva.

—No, ve y diviértete. Sólo me quedaré aquí hasta que estén listos para irse. No es gran cosa.

Peter no podía imaginar lo que le costaba ser tan valiente y desinteresada. Se dio cuenta que ella era el doble de la persona a la que él nunca podría aspirar a ser.

—Estoy listo para irme. La playa ha perdido la mayor parte de su atractivo. ¿Por qué no te llevo a casa?

Alivio destelló rápidamente en el rostro de Lali antes de que comenzara a fruncir el ceño.

—¿Estás seguro? No quiero arruinar tu tarde. Y esto es importante para ti, para tu juego.

Peter casi se rió. En ese momento, nada era más importante que Lali.

—Estaré bien. En serio. ¿Por qué no te cambias de ropa y te alcanzo en el camino?

A regañadientes, Lali asintió, volviéndose para agarrar la gran bolsa de lona de Mery y se dirigió a los vestuarios. Peter se puso su camiseta arrugada y sus tenis mientras esperaba, la vista de Lali tratando de cubrirse reproduciéndose una y otra vez en un ciclo a través de su mente. No pudo evitar pensar con tristeza que cuando ella se miraba en el espejo, probablemente no veía más allá de esa cicatriz. Dudaba que viera a la hermosa chica devolviéndole la mirada.

Cuando Lali salió, vestida una vez más en sus ligeramente mal ajustadas ropas, el corazón de Peter se apretó en su pecho al ver que sus ojos y nariz estaban rojos. Había estado llorando. En silencio.

Peter tomó la bolsa de sus dedos, abriendo el bolsillo exterior para sacar un juego de llaves. Palmeándolas, extendió su otra mano hacia Lali.

—Vamos —dijo, sin importarle si alguien lo veía sosteniendo su mano. De hecho, no podía importarle menos.

Vacilante, Lali deslizó sus dedos fríos a través de su palma, y él curvó los suyos más grandes a su alrededor, maravillado por sus delicados huesos. Ninguno de los dos dijo otra palabra mientras se abrían paso de regreso al coche de Mery.

Después de que Peter hubiera metido sus pantalones cortos y calcetines debajo del asiento del conductor, giró la llave de encendido y el motor ronroneó rápidamente a la vida. Se volvió hacia Lali y sonrió. Estaba feliz de ver que ella estaba sonriendo también; era una pequeña y traviesa.

—¿No se enojará Mery por que estés tomando su coche sin preguntar?

Peter se encogió de hombros, completamente indiferente.

—No lo sé. No me importa.

Con una sonrisa, cambió en marcha. Justo antes de que su pie golpeara el pedal del gas, escuchó a Lali decir en voz baja:

—Sé que ella no tenía intención de hacer eso.

Peter se limitó mirar a Lali. Sabía que ella pensaba que Mery no la avergonzó a propósito de esa manera; no había manera de que ella pudiera haber sabido sobre la cicatriz. Pero Mery “había” tratado de forzar a Lali a hacer algo que no quería hacer. Por lo tanto, si sus intenciones eran buenas o no, el hecho de que su carácter desconsiderado le había causado a Lali evidente humillación era suficiente para hacer que Peter viera rojo. Él no era tan bueno e indulgente como Lali. Dudaba que nadie en el planeta lo fuera.

—Ella todavía arruinó tu tarde y realmente lo siento mucho por eso.

Lali sonrió con su sonrisa triste y dulce, estirándose para poner su mano sobre la de Peter. Peter tuvo que obligarse a “no” girar su mano para enlazar sus dedos con los de ella.

—No lo estés —aconsejó ella amablemente. Sus ojos brillaban con algo que nunca había visto en otra persona, algo de otro mundo, como si ella hubiera visto cosas que la mayoría de los otros no. Peter sólo podía adivinar lo que había tenido que sufrir para conseguir una mirada así, una visión del mundo de esa manera. Lali hacía que su corazón doliera. Pero también lo hacía volar.

—Ahora —dijo Lali cerrando sus ojos y apoyando su cabeza contra el reposacabezas—, ¡vamos a conseguir un poco de música y un poco viento en nuestro cabello!

Peter sonrió, sintiéndose más energizado por su presencia de lo que tenía derecho a sentir. Por un momento, no estuvo seguro de que sería capaz de apartar sus ojos de ella el tiempo suficiente para conducir. Había inclinado su cabeza hacia atrás sólo lo suficiente para que el sol cayera de lleno en su cara. Su tez era como crema rica, sus labios carnosos, y su nariz recta. Incluso bañaba la suave curva de su garganta. Ella era fascinante.

Finalmente, cuando volvió la cabeza hacia él y abrió un párpado, él miró hacia abajo para encender la radio y luego dirigir el coche fuera del estacionamiento.

—¿A dónde voy? —preguntó, odiando molestarla.

—¿Sabes dónde está la Iron Street?

Peter asintió y escuchó mientras Lali le decía cómo llegar a su casa. Peter sabía que Iron Street era de ingresos bastante bajos. Aparte de eso, sabía muy poco, ya que nunca había estado allí. Pero aun así, sabía dónde estaba.

Lali recuperó su posición, y Peter entró a la carretera. Echaba un vistazo en su dirección cada cierto par de minutos, sin poder evitarlo. Ella se veía perfectamente en paz. Esperaba que ella pudiera olvidarse de hoy. Excepto que no de él.

Lali abrió sus ojos cuando él comenzó a hacer una serie de giros cortos que los llevarían a su casa. Ninguno de los dos dijo nada. No fue hasta que se detuvo frente a una pequeña casa blanca y puso el auto en el estacionamiento que ella siquiera miró en su dirección.

—Muchas gracias por traerme a casa.

—El placer es mío —dijo Peter simplemente, sonriendo y esperando que no hubiera ninguna mención de Mery o sus payasadas.

Lali lo miró durante varios segundos —segundos durante los cuales él concluyó que nunca había querido besar a alguien más— antes de que asintiera y alcanzara el pomo de la puerta.

—Lali —dijo Peter, deteniéndola. Se volvió hacia él, con una mirada expectante en su rostro—. ¿Vas a venir al partido de esta noche?

Ella hizo una mueca que le dio su respuesta antes de que siquiera abriera su boca. Arrugó su nariz y se mordió el labio como dudando en decirle que no, pero planeando hacerlo, no obstante. Él había sabido antes de preguntar cuál sería su respuesta. Pero tenía que preguntar.

—No lo creo.

—Es sólo que... pensé... es sólo que me encantaría que vinieras.
 
Peter estaba silenciosamente diciéndose a sí mismo que se callara, que no la presionara. Pero algo dentro de él quería con demasiado fervor verla en las gradas — saber que estaba allí— que no pudo detenerse.

—Realmente no conozco a mucha gente, y después de hoy...

—Por favor no dejes que eso te moleste —dijo Peter, cerrando sus ojos en súplica.

Lali se encogió de hombros.

—Simplemente no sé si es una buena idea.

—¿No sabes si qué cosa es una buena idea? —una pequeña voz vagamente familiar preguntó desde detrás de Lali. Peter estaba tan absorto que no se había dado cuenta que la chica, Cande, salió de la casa.

Lali se volvió hacia ella.

—Ir al partido de fútbol esta noche.

El rostro de Cande se iluminó.

—¡Oh, yo quiero ir!

—Cande, acabo de decir que no creo que sea una buena idea.

—¿Pero por qué?

—Es sólo que... no.

—Por favor, Lali. Llévame. ¡Por favooooor!

Peter observó a Cande arrugar su cara mientras rogaba. Lali suspiró. Se miraron unas a otras, inmersas en una lucha silenciosa que Peter encontró muy interesante. Era obvio que Cande sabía exactamente qué botones presionar para conseguir lo que quería.

Finalmente, con un suspiro de alma cansada, Lali se volvió hacia Peter.

—Supongo que estaré ahí.

—Nosotras. Nosotras estaremos ahí —añadió Cande con una sonrisa de satisfacción.

Lali puso los ojos en blanco.

Peter no pudo contener su risa. Se debía en parte a su dinámica y a la frustración de Lali. Pero sobre todo, era porque que no recordaba haber estado tan feliz de que una persona en particular viniera a verlo jugar fútbol. Ni siquiera los reclutadores.

—Increíble. Estoy seguro de que te veré en las gradas.

—¿Cómo? Estarás jugando.

—Te encontraré. Confía en mí —dijo Peter con una sonrisa. Sin decir otra palabra, cambió la marcha y se alejó de la acera. Mejor hacer su salida mientras que todavía tenía un poco de dignidad intacta. No tenía la menor idea de en qué se había metido, pero sabía que tendría que cuidarse. Lali podía ser peligrosa.

***

—¿Quién era ése? —preguntó Cande mientras observaba a Peter alejarse conduciendo.

—Peter Lanzani.

—Peter —repitió en un sueño—. Dulce niño Jesús, ¡él es caliente!

Lali rió.

—¿Eso crees?

Cande se volvió para mirar a Lali, con la boca abierta y sus ojos incrédulos.

—Estás bromeando, ¿verdad?
Lali no dijo nada, se limitó a reír de nuevo.

—Déjame ponerlo de esta manera, si no lo besas y me das cada detalle sórdido, voy a diseñar una soga y colgarme del ventilador de techo en tu habitación. Y ya sabes lo mal que eso podría resultar. Me tomó años aprender a atarme los zapatos.

Lali volvió a reír. Cande tenía catorce años y, como es lógico, tendía a la hipérbole y la teatralidad. A pesar de que era aún más pequeña que Lali, no debía ser subestimada. Era madura, luchadora y extremadamente inteligente para su edad.

—Tal vez podemos practicar nudos en las próximas semanas entonces, porque él está saliendo con la chica más hermosa y cruel en la escuela.

—Lo cual es, sin duda, el por qué él ya se ha enamorado de ti.

—Ésa es la lógica más loca que he escuchado jamás.

—La locura es un requisito para vivir en nuestra casa. Sabes eso.

—Buen punto.

—Entonces, vas a llevarme al partido. ¿Qué nos vamos a poner?

—No sé tú, pero yo voy a usar esto.

—Uh, no, no lo harás —resopló Cande—. Estarás usando algo mío. Algo que te quede.

—¿Y por qué querría hacer eso cuando puedo estar mucho más cómoda en mi propia ropa?

—Porque quiero esto para ti —dijo Cande, en un raro momento de sentimentalismo—. Lo quiero a él para ti.

Lali podía sentir su corazón hincharse alrededor de lo que su hermana estaba dando a entender y eso trajo una ola de nuevas lágrimas a sus ojos. Si muriera mañana, Lali moriría feliz, sabiendo que estaba rodeada de las personas más increíbles que el mundo tenía para ofrecer.

Lali parpadeó varias veces antes de suspirar y rodó sus ojos dramáticamente.

—Está bien. Vamos a jugar a los disfraces.

Cande gritó, aplaudiendo con entusiasmo. Lali se rió mientras la miraba saltando por el sendero en frente de ella. Valía la pena las próximas cuatro horas de tortura sólopor ver a Cande tan feliz.

Lali sabía que Cande necesitaba cosas como ésta —momentos sin preocupaciones, de hermanas y normales— para añadir a su abundancia de malos recuerdos. Siempre existía la esperanza de que lo bueno finalmente superaría y eclipsaría lo malo. Todos ellos necesitaban algunos buenos momentos.

10 comentarios :

  1. Recién tengo tiempo de leer pero me encanta tu nueva historia es genial y la otra me encanto como termino eres una estupenda escritora.........Un beso y sube mas por favor
    Att. Patty

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  2. buu que es lo que tiene lali? esa cicatriz de que es por fa explícame .:(

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