jueves, 18 de julio de 2013

Capitulo 15

Capitulo 15

—Bueno, miren, miren —una voz aguda habló, entrometiéndose una vez más en una escena íntima—. La escuela debe ser muy demandante para algunas personas. Tú seguramente estás gastando mucho tiempo “ayudándola”, Peter. Y en serio, espero que no mires a todos tus amigos de esa manera.

Peter se giró y lanzó una glacial mirada a Mery, que se había acercado por su derecha. Ella estaba con Pablo.

Por un momento, nadie dijo nada. La tensión se construyó rápidamente, pero Pablo intervino con humor para aliviar al menos una pequeña parte de ella.

—Él no parece mirarme de esa manera, pero debería totalmente. Este cuerpo está hecho de puro marfil caliente —bromeó Pablo, frotándose una mano juguetonamente sobre el pecho. Su intento de reducir el escozor de las palabras de Mery era evidente y marginalmente efectivo.

—Las únicas personas que te consideran caliente, Pablo, son los visualmente incapacitados y los extremadamente desesperados —bromeó Peter a cambio, agradecido por la interjección rápida de su amigo.

—No creo que no has hayamos conocido —declaró Pablo, ignorando a Peter en favor de Lali. La apreciación en sus ojos era fácil de ver y no pasó desapercibida de Mery. O de Peter. Él tuvo que hacer un esfuerzo descomunal para no abofetear cruelmente a su amigo cuando le guiñó un ojo con coquetería a Lali—. Pablo Martinez

Con su sonrisa tan ligera y natural como siempre, Lali se limpió la mano en una servilleta de repuesto y la sostuvo hacia Pablo.

—Lali Esposito. Es un placer.

Pablo sonrió maliciosamente.

—El placer es todo mío.

Peter se erizó. Él sintió sus labios apretarse en una fina línea y quería decirle a Pablo y Mery que se perdieran, pero se mordió la lengua. No quería cortar a Lali con una pantalla ridículamente juvenil de celos. No podía reclamarla, después de todo, no tenía derecho sobre ella. Y Peter estaba muy seguro de qué es lo que más le molestaba, que Lali no fuera suya y solo suya.

—Voy a enfermar —susurró Mery en voz baja.

—¿Por qué? —preguntó Lali, genuinamente desconcertada—. Quiero decir, debe ser porque soy nueva, porque no puedo imaginar a nadie siendo distraído de una cita tan bonita como tú.

La boca de Peter realmente se abrió de shock. Cómo Lali podía ser tan amable, atenta y cortés con alguien tan abiertamente desagradable como Mery, estaba más allá de él.

Mery frunció el ceño. Peter estaba seguro de que ella no tenía idea de cómo reaccionar a la benevolencia de Lali. Después de varios segundos de reflexión en silencio, debió haber decidido que Lali estaba planeando algo. Mery entrecerró los ojos hacia Lali y luego tomó a un sonriente Pablo por el brazo y se lo llevó.

Imperturbable, Lali reanudó la destrucción de su banquete. Peter no fue tan rápido para recuperarse. Estaba mirándola, con la boca abierta, completamente asombrado por su naturaleza amable. Después de un par de minutos, Lali lo miró.

—¿Qué? ¿Tengo algo en la cara? —preguntó ella, pasándose el dorso de la mano sobre la boca y ambas mejillas.

—No, no tienes nada en la cara —le aseguró Peter suavemente.

—¿Entonces qué?

—Lo sé… pensaba… que eres increíble. Es todo.

Una mancha de color rosa pálido se arrastró hasta las mejillas de Lali. Bajó los ojos con una sonrisa tímida curvando sus labios, pero no dijo nada. En su lugar, volvió su atención de nuevo a los postres. Peter miró mientras ella hacía un trabajo rápido en la manzana acaramelada, devorando la cáscara revestida de dulce y dejando atrás la mayor parte de la blanca carnosidad de la manzana debajo de ella.

Con un ruido sordo, Lali tiró el resto de la fruta en su pila de basura y luego lo arrugó todo junto y salió a tirarlo a la basura. Regresó desempolvando sus manos. Se detuvo en el borde de la mesa, recogió su oso y agarró su bastón de algodón de azúcar, empujando hacia abajo la envoltura de plástico cubriéndolo.

—¿Rueda de la fortuna? —preguntó ella, arrancando una tira larga y rala de azúcar color rosa y metiéndola a su boca.

Peter sonrió. Ella sonrió.

—Tienes que amar a una mujer que puede comer como un hombre y todavía verse como tú te ves.

Lali guiñó un ojo y se frotó el todavía vientre plano.

—Estoy en entrenamiento.

—¿Para qué?

—Antes de que muera, quiero ganar un concurso de comer hot dog.

Peter sabía que debería reírse, no porque fuera completamente ridículo, sino porque estaba más que seria. Pero no podía. No cuando ella mencionaba morir, no importa cuán casualmente. Si alguien más hubiera hecho tal declaración, no habría pensado nada de eso, pero con Lali, parecía estar hipersensible al tema de su fallecimiento, sin importar lo lejos que pudiera estar.

—Creo que estás bien en tu camino a convertirte en una campeona comelona — bromeó, esperando que su sonrisa e intento de frivolidad hubieran ocultado adecuadamente sus emociones turbulentas.

Peter se puso de pie, y él y Lali comenzaron a dirigirse lentamente a través de la multitud hacia la rueda de la fortuna. Por el rabillo del ojo, la vio pellizcar matas de azúcar aireada entre sus dedos y luego pegarlas en su boca, al tiempo que abrazaba a su oso polar y curiosamente mirando a la gente alrededor de ella. Se preguntaba qué podría estar pensando. Parecía que siempre estaba en pensamientos profundos y significativos, a diferencia de la mayoría de la gente que él conocía. Claro, ella había tenido problemas en su vida que la mayoría de las personas no había tenido.

—Estaba tan enferma durante la quimioterapia que juré que cuando sintiera ganas de comer de nuevo, comería todo lo que cayera en mis manos —comenzó a decir en voz baja. Peter tuvo que inclinarse hacia ella un poco para escuchar sus palabras. El ambiente ruidoso del carnaval lleno de gente amenazaba con tragárselas—. Una de las primeras cosas que comí cuando me empecé a sentir mejor fue un perro caliente. Empecé con uno y me supo tan bien que terminé comiendo siete. —Peter miraba mientras ella arrancaba otro pedazo de algodón de azúcar y lo sostuvo en alto para su inspección antes de sacar la lengua y capturar el borde para arrastrarlo hacia su boca— Ese fue el día que decidí vivir cada minuto de cada día como si pudiera ser el último.

Su sentimiento colgaba entre ellos como una niebla oscura y deprimente. No era lo que había dicho, sino lo que no había dicho. Ella iba a vivir cada minuto de cada día como si fuera el último porque podía, de hecho, muy bien serlo. Eso es lo que quería decir. Esas palabras no dichas calaron e hirieron sus dedos helados alrededor del corazón de Peter y apretaron.

Como si sintiera la dirección que sus pensamientos habían tomado, Lali volvió su mirada a Peter y guiñó un ojo juguetonamente.

—Una carrera hasta la rueda de la fortuna.

Le tomó un momento a Peter cambiar de marcha y enfocarse en lo que ella había dicho.

—No hago carreras con una chica, especialmente una que se comió la mitad de su peso corporal en comida frita.

—Aww —dijo Lali, peligro escrito en toda su hermosa cara—. No me di cuenta de que eras un gatito asustadizo. Puedo ir un poco lento si eso te hace sentir mejor — bromeó.

—Oh-ho-ho, así que va a ser así, ¿eh? —dijo Peter, lanzándose a por Lali. Rápidamente, ella se alejó corriendo, justo fuera de su alcance—. No está mal — admitió él. Ella era muy ágil, incluso cuando se rellenaba con comida de carnaval y cargaba un oso polar.

—Yo hago todo bien por mí misma. —Rió—. ¿Compites conmigo? —Los ojos de Lali brillaron. Peter vio su lengua escaparse en la esquina de su boca. Él quería besarla tanto que casi perdió la cuenta regresiva—. ¡Preparados, listos, fuera!

Lali despegó hacia la rueda de la fortuna, esquivando a los niños y adultos, cochecitos y animales de peluche con una agilidad que desmentía la comida enorme que acababa de comerse. Peter habría sido feliz de sentarse y mirar sus payasadas. Se encontró a sí mismo quedándose atrás a propósito, sonriendo y riendo todo el camino hasta el paseo.

Ella llegó primero, claro, con Peter no muy atrás. Él la vio levantar un brazo por encima de la cabeza y bailar ligeramente de un pie a otro. La oyó decir con brusquedad:

—¡Hey, Adrian! ¡Lo hice!

Peter se rió.

—¿Eso me hace Apolo? Porque podría totalmente vivir con abdominales como esos.

Lali se calmó, arqueando una ceja.

—Ya tienes abdominales como esos.

Peter sintió una sonrisa tonta tirar de sus labios. Ella obviamente había tomado nota de su cuerpo en la playa. Siempre había estado satisfecho con su físico; piernas y brazos musculosos, cintura esbelta, estómago rasgado, pectorales firmes, pero nunca le había importado tanto que alguien más estuviera igualmente complacida por ello. Hasta Lali, eso es. Su comentario lo hizo ridículamente feliz por alguna razón.

Él cerró la brecha entre ellos, sin detenerse hasta que estuvo a menos de treinta centímetros de ella. Estaba un poco sin aliento, pero sin dejar de sonreír ampliamente. Sus mejillas estaba rosadas y sus ojos brillaban con vida y vitalidad. Sus dedos se morían de ganas de excavar en su cabello. Sus labios se estremecieron con el deseo de ser presionados con los de ella. Su cuerpo le dolía al sentir el calor del suyo. Pero mantuvo su distancia, en su lugar inclinando la cabeza para arrancar un bocado de su algodón de azúcar.

—Hey —dijo ella, tirando el palo recubierto de caramelo de su boca—. Labios fuera de mi botín.

—Perdí ante una chica. Lo menos que puedes hacer es compartir tu algodón de azúcar.

Frunció los labios como si estuviera considerando su lógica.

—No soy nada si no una chica justa —dijo ella, volviendo la nube de azúcar a su antigua posición cerca de su cara.

Los ojos de Lali cayeron en la boca de Peter y se quedaron allí. Él sintió el calor correr hacia sus labios, como si realmente pudiera sentir su mirada sobre ellos como un contacto físico. Lentamente, abrió su boca y le arrancó un pedazo de pelusa con su lengua, tirándola lentamente hacia adentro. Se disolvió en un charco de dulzura que todavía no era rival para el recordado sabor de la boca de Lali.

Lali lamió sus labios mientras lo miraba. Peter sofocó un gemido, deseando poder tirar su lengua dentro de su boca en ese mismo momento.

—¿Están en la fila?

Un hombre con dos niños pequeños se habían detenido detrás de Peter y asomándose sobre su hombros. Peter miró del hombre hacia Lali, y sonrió.

—Sí, estamos en la fila

Extendiendo la mano, tomó el algodón de azúcar de la mano de Lali, entrelazó los dedos con los suyos y tiró de ella hacia adelante, en la corta fila delante de la rueda de la fortuna.

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