miércoles, 17 de julio de 2013

Capitulo 12

Capitulo 12

Peter no podía apartar la mirada de ella, aun cuando sabía que debería. Estaba casi estupefacto cuando sus ojos viajaron a lo largo de ella.

Lali llevaba diminutos pantalones cortos de color rosa y una camiseta sin mangas, y mientras que Peter la había visto muy brevemente en un bikini, había estado tan preocupado por ella en ese momento, que había prestado poca atención a los detalles. Pero esto, esto era algo diferente. Podía ver claramente lo que su ropa holgada ocultaba. Y lejos de la valoración de Mery sobre su físico, Lali estaba constituida bastante como una mujer.

Mientras sus ojos se dirigían de nuevo hacia arriba desde sus pies descalzos, Peter tomó nota de cada detalle. Sus uñas estaban pintadas de rojo oscuro. Sus piernas eran largas, lisas y perfectamente formadas. Hacían que sus abdominales se contrajeran, su primer pensamiento siendo de ellas envueltas alrededor de su cintura. Un vientre plano daba paso a pechos altos y rollizos, y hombros suavemente redondeados. Los ojos de Peter finalmente hicieron su camino por el cuello grácil de Lali, al rostro que lo había perseguido desde el día que lo había visto por primera vez.

La delicada piel de sus mejillas estaba teñida de color rosa con placer o vergüenza. Peter no sabía cuál. El color sólo se profundizó cuando Gimena se aclaró la garganta ruidosamente, atrayendo su mirada y la de Lali hacia ella. Ella arqueó las cejas y, sin decir una palabra, efectivamente les dijo que se cuidaran. Peter silenciosamente aplaudió su aptitud por la comunicación no verbal. Entendió su mensaje alto y claro.

—Estaré en la cocina —dijo enfáticamente, girando lentamente para hacer su salida.

Cuando había desaparecido de vista y podían ser escuchados golpes en la cocina, Peter finalmente dejó que sus ojos derivaran de nuevo a Lali. Había tomado toda la fuerza de voluntad que pudo reunir no mirarla boquiabierto más de lo que había hecho mientras su madre estaba en la habitación. Pero ahora que su cabeza estaba un poco más clara, sabía que, considerando la forma en que la había espantado esa tarde, tenía que cuidar sus pasos.

Manteniendo sus ojos cuidadosamente entrenados en su cara, Peter habló:

—Quería traerte tus fotos.

Como notando por primera vez que sostenía algo, los ojos de Lali cayeron a sus manos y sus labios de curvaron en una sonrisa.

—Oh. Gracias.

Alargó su mano hacia ellas, pero las mantuvo lejos de su alcance.

—Había algo que quería preguntarte.

Lali parecía un potro asustadizo, ligeramente desconfiada y lista para huir.

—E-está bien.

—Revelé tu último rollo.

La sangre corrió de vuelta a sus mejillas y bajó su mirada.

—Ésa no es una pregunta.

Se preguntó si ella no había querido que él viera que lo había fotografiado. ¿Estaba avergonzada? ¿O había visto algo que la hacía sentirse incómoda? ¿Había visto demasiado? Sólo había una manera de averiguarlo.

Sacando una imagen, Peter la levantó y preguntó:

—¿Qué ves?

La imagen era de Peter en perfil. Recordaba que había estado mirando a un artista, un pintor específicamente, quien había establecido su lienzo en el otro lado del parque. Estaba justo en ese momento sacando sus pinturas y pinceles. A pesar de que aún no había comenzado a pintar, la tranquilidad y la felicidad irradiaban de él en ondas que Peter no tuvo problemas para percibir, incluso desde tan lejos.

Lali miró la foto y luego encontró sus ojos.

—Veo a alguien que tiene miedo de abandonar el único sueño que lo hará feliz porque está demasiado ocupado haciendo lo que todo el mundo quiere que él haga.

Y ella tenía razón. Peter había sentido envidia de la simple búsqueda del pintor por su pasión. Mucha envidia. En ese momento, había deseado que su vida pudiera ser tan clara, su pasión sin oposición.

No se había dado cuenta de que su rostro reflejaba sus pensamientos tan verdaderamente en ese breve momento en el tiempo. Pero lo hacía. Y Lali lo había captado en rollo fotográfico. Perfectamente.

Deslizando esa foto de vuelta en la pila, Peter sacó otra.

—¿Y ésta?

Lali la estudió brevemente.

—Te ves... contento. Feliz. Como si tu corazón estuviera rebosante.

Peter recordaba el momento exacto. Eso es exactamente lo que había sentido, como si su corazón estuviera rebosante. Incluso mirando la imagen de ello, podía sentir la hinchazón de la emoción en su pecho.

Justo antes de que ella hubiera hecho clic en el obturador, Peter había estado observando el rostro de Lali brillar después de que fotografió un solo pétalo de rosa que había hecho de alguna manera su camino hacia el centro de un lugar soleado en el parque. No había flores a la vista. Era como si el pétalo hubiera sido plantado allí sólo para su disfrute. Y ella lo disfrutó. Después de que tomara una única instantánea de ello, lo cogió y lo acercó a su nariz, inhalando tan profundamente, que parecía que pensaba que podría ser capaz de absorberlo. Lo había llevado con ella la mayor parte de la mañana, oliéndolo de vez en cuando. Sin pensarlo.

Mientras la había visto disfrutar de ese pétalo de rosa, había sido golpeado una vez más por lo increíble que era, cómo apreciaba las cosas de una manera que él nunca había sido expuesto a hacer antes. Estaba impresionado por ella y se encontró esperando ansiosamente la próxima cosa que captara su atención. Pensó que estaría feliz de sólo estar con ella. Todo el tiempo. Sólo mirándola.
 
—¿Recuerdas lo que estabas mirando? ¿Qué te hizo sentir de esa manera? —preguntó Lali.

Peter negó con la cabeza sin comprometerse, evitando sus ojos.

—No, en realidad no. —Odiaba mentir, pero aún tenía que averiguar lo que estaba sintiendo por ella. La última cosa que necesitaba era dejar escapar alguna tontería loca que pudiera espantarla.

Aclarando su garganta, tomó la foto de sus dedos y la cambió por otra.

—¿Y ésta?
 
Durante su paseo por el parque, Peter y Lali se habían topado con un grupo de animadoras pequeñas que había hecho a Peter pensar en Mery, su supuesto "amuleto de buena suerte".

Su padre siempre había estado convencido de que la suerte tiene mucho que ver con el fútbol. Creía que si encontrabas algo que funcionaba y te pegabas a ello, el resultado sería inevitable. De acuerdo con Bartolome Lanzani, Mery tenía su lugar en la suerte de Peter y él siempre había perforado en su cerebro la importancia de mantenerla a su alrededor. Por esa razón, él sería la única persona segura para encontrar faltas en Lali. Verlo en el restaurante sólo había confirmado eso.

Ahora, mientras miraba su propia cara en la foto, revivió el tornado de emociones que esos pensamientos habían agitado en su interior.

—Veo confusión. Mucha confusión. No sé de dónde viene, pero puedo verlo. —La frente de Lali estaba arrugada, casi como si estuviera sintiendo lo que él había sentido durante la fracción de segundo en que la foto había sido tomada. Esperaba que ella no pudiera sentirlo. En realidad no. Ella, indudablemente, había tenido más que su parte justa de días difíciles. Él quería traerle luz del sol y risas, no más de lo mismo.

—¿Por qué te escondes?

Su pregunta lo tomó por sorpresa.

—¿Qué?

—¿Por qué te escondes? —repitió.

Peter frunció el ceño.

—No me escondo.

—Pero lo haces —dijo, dando un paso más cerca de él. Inclinó su cabeza hacia un lado mientras lo estudiaba—. ¿De qué tienes miedo?

Aunque sabía que no había manera de que ella pudiera saber, sintió que su enfado se levantaba en respuesta a su línea de preguntas.

—Lo único que me da miedo es tu percepción retorcida —dijo sin ser sincero, desviando—. La próxima vez que decidas tomar mi foto, apreciaría un aviso.

Con eso, Peter le entregó las fotos. Ignoró la forma en que la expresión aturdida y herida en su rostro tiró de su corazón y se volvió hacia la puerta.

—Te veo en la escuela.

Y entonces se fue.

***

Peter se sentía irritable y descontento en el viaje a casa. No estaba muy seguro de por qué había reaccionado como lo había hecho con Lali, pero su percepción lo dejó inquieto. Él no estaba acostumbrado a que la gente viera al verdadero Peter. Ni siquiera los más cercanos a él, y mucho menos un auténtico desconocido.

Sólo que Lali no se sentía como un extraño. Ella se sentía más como la pieza perdida de su alma, una pieza que ni siquiera se había dado cuenta que estaba perdida.

Distraído por su descontento por la forma en que había dejado las cosas con ella, le prestó poca atención a su alrededor cuando entró por la puerta principal. Saltó cuando el vozarrón de su padre interrumpió sus reflexiones:

—¡Peter! ¡Ven aquí!

Un miedo viejo y familiar se agrupó en la boca de su estómago. Sus pensamientos inmediatamente cambiaron de Lali al miedo recordado. Tuvo que recordarse a sí mismo que no tenía nada que temer, que no permitiría que su padre lo lastimara más. Ni a él, ni a su madre, ni a su hermano. Había llegado demasiado lejos para retroceder ahora.

—¿Señor? —respondió respetuosamente al entrar en el estudio de su padre.

Bartolome Lanzani se levantó de detrás de su escritorio, pero no caminó a su alrededor. Simplemente puso las yemas de sus dedos tendidas en la superficie de caoba brillante y se inclinó hacia delante.

—¿Dónde has estado?

Su ira crepitaba en el aire alrededor de su cabeza como un halo de fuego. Peter conocía la mirada y la tensión demasiado bien. Estaba cargado para el oso y listo para pelear.

—Participando en una asignación para una chica de la clase —dijo vagamente, esperando evitar una confrontación mientras su padre estaba en tal estado.

Bartolome resopló, una ceja levantándose a sabiendas.

—Espero que no le estás dando a esa pobre chica falsas esperanzas.

No tenía que preguntar a quién se refería su padre; lo sabía.

—No estoy dándole nada a nadie, papá.

—Bien, porque hay espacio sólo para una chica en tu futuro y sabes tan bien como yo quién es.
 
Quería discutir, pero la mirada en el rostro de su padre le dio que pensar.

—Lo sé —concordó dócilmente. Tenía que escoger sus batallas sabiamente y ésta era una mejor para luchar en un momento posterior.

Bartolome entrecerró sus ojos en su rostro, mirándolo en silencio fijamente por varios segundos antes de que se relajara un poco, sentándose de nuevo en su asiento.
 
—Bien —dijo, inclinando su cabeza con desdén mientras volvía su atención a su trabajo.

Peter dejó escapar un suspiro de alivio, volviendo a hacer su camino por las escaleras. Le molestaba que su padre aún pudiera intimidarlo tan rápido y a fondo. Los viejos hábitos tardan en morir.

Cuando llegó a la cima de la escalera, se sorprendió al encontrar a Stefano mirando a escondidas en torno a la esquina. Aunque era un chico alto, bastante grande para tener catorce años, el miedo en su rostro lo hacía parecer particularmente pequeño.

—¿Qué estás haciendo?

Tomó nota de la alarma en los amplios ojos color miel de Stefano.

—Lo escuché a él y a mamá quejarse sobre ti antes. Cuando lo oí gritar por ti, pensé...

Un puño invisible apretó su corazón. Con todo el esfuerzo que pudo reunir, sonrió, envolviendo su brazo alrededor del cuello de su hermano y juguetonamente frotó la cima de su cabeza. Peter puso su mejor tono de todo-está-bien.

—Todo está bien, hombrecito.

Stefano no dijo nada, pero supo por su fracaso para quejarse por el apodo y la llave de cabeza que Stefano había estado muy preocupado.

—¿Mery y tú realmente terminaron?

Peter podía ver la ansiedad en los ojos de Stefano. Era un chico inteligente y lo suficientemente mayor para saber las ramificaciones.

—¿Desde cuándo mi vida amorosa se volvió tan interesante? ¿Qué hay de la tuya? Lo último que escuché, fue que seguías rompiendo corazones a izquierda y derecha. — Stefano sonrió de mala gana—. ¿Quién es esta vez? ¿Cuál es su nombre? ¿Es caliente? Ella es caliente, ¿no? ¿Hay más de una? Hay más de una, ¿no? —bromeó. Poco a poco, el brillo que normalmente iluminaba los ojos de Stefano volvió, y Peter sonrió, ofreciendo su puño para un choque suave—. ¡Lindo!

Stefano juguetonamente golpeó sus nudillos contra los de Peter.

—No puedo evitarlo si ellas me quieren.

—¡Oh-ho-ho! ¡Él es un jugador!

Las mejillas de Stefano se tiñeron de rosa y le devolvió la sonrisa.

—Nah. Recuerdo lo que me dijiste sobre cómo tratar a las chicas.

Una cara flotó en su mente, pero la hizo a un lado.

—Bien, hombre. Pero la pregunta es, ¿te acuerdas de lo que te dije acerca de cómo dominar en Guitar Hero?

La expresión y el grito de alegría de Stefano lanzaron una oleada de culpa en Peter. No podía recordar la última vez que se había tomado el tiempo para jugar a los videojuegos con su hermano. Parecía que siempre había un juego, una práctica, una cita o una fiesta. Algo.

La vida de Peter era una serie de cosas que últimamente hacían felices a los demás. Hoy era el primer día que podía recordar hacer algo que realmente quería hacer, con alguien con quien realmente quería estar. Sin presión. Sin segundas intenciones. Sin expectativas. Sólo una película de tiros con una chica que le gustaba y luego jugar videojuegos con su hermano.

Mientras Stefano se movía por la sala de juegos, preparando con entusiasmo la Xbox, no podía dejar de preguntarse qué costo tendría el día.

19 comentarios :

  1. ++++++++++++++++++++++++

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  2. mmmmmmmmaaaaaaaaaasssssssss

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  3. Me encanta mas por favor.....!!!!!!!!!!!!!
    Patty

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  4. q triste lo q le pasa a peter yo he vivido eso y es horrible, no poder opinar no decir lo q realmente quieres, pero con el tiempo las cosas cambian, claro que se tienen sus malos ratos, tristezas hasta q uno reflexiona y cambia para bien, eso me sucedió con mi padre, espero que a peter le pase lo mismo :)

    buen capi sube masssssssssssssssssssssss

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