sábado, 20 de julio de 2013

Capitulo 17

Capitulo 17

Ellos sólo habían caminado unos metros cuando Lali volteó a mirar a Peter y volvió a sonreír. Su corazón se rompió y derritió al mismo tiempo, dejándolo sintiéndose insatisfecho y… perdido. Se quedó mirándolos irse hasta que se perdieron de vista. 

***

Peter nunca antes había esperado tanto la escuela, y mucho menos un lunes. Y, sin embargo, en esta mañana, en realidad estaba emocionado. Pero no era realmente la escuela lo que estaba anhelando, era a Lali. Estaba ansioso por volver a verla. Sin el imbécil.
 
No fue sino hasta que estaba cruzando la esquina para hacer su camino hacia su casillero que a Peter se le ocurrió recordar a Mery. Normalmente ella estaría allí esperándolo. Pero habían terminado el viernes. Desde entonces, a excepción de cuando ella le había hecho imposible ignorarla, no le había dado un segundo pensamiento.
 
Hasta ahora.
 
Estaba aliviado de encontrar sólo a Pablo parado en su casillero. Sus casilleros estaban a sólo tres de distancia, pero Pablo no estaba en el suyo; estaba en el de Peter.
 
Con un suspiro, Peter continuó acercándose. Por lo menos él está solo, pensó. ¡Gracias a Dios!
 
Peter sintió sus cejas fruncirse cuando recordó la flagrante apreciación de Pablo hacia Lali. Fue suficiente para enfriar su estado de ánimo, pero sólo mínimamente.
 
—¡Detalles, amigo! Quiero detalles —dijo Pablo con una sonrisa lasciva cuando Peter se detuvo frente a él.
 
—No sé de qué estás hablando, hombre —replicó Peter, ignorando a Pablo para rodearlo y trabajar en la combinación de su cerradura.
 
—¡No te pongas todo afeminado conmigo ahora, Lanzani! Sabes que estoy hablando de esa chica nueva, Lali. Amigo, si no la vas a usar, dame una oportunidad con ella. Apuesto a que ella…
 
Antes de que Pablo pudiera incluso terminar la degradante frase, Peter tenía sus dedos curvados en el cuello de su camisa de rugby y lo estaba arrastrando hacia arriba contra los casilleros.
 
—Cierra la boca, Pablo. Eres mi amigo, pero ahora mismo no estoy sintiéndome muy amigable que digamos.

Peter no se dio cuenta de lo excesivamente furioso que estaba hasta que su amigo se echó a reír.
 
—¡Maldición! —Fue todo lo que Pablo dijo mientras observaba a Peter con una sorprendida pero sobresaltada expresión en su rostro—. Nunca antes te he visto así, amigo. Si querías que desistiera, todo lo que tenías que hacer era pedirlo.
 
—Éste soy yo pidiéndolo —gruñó Peter. Pablo levantó las manos en señal de rendición, y Peter soltó su agarre. Cuando Peter miró al rostro de su aturdido amigo, suspiró, reconociendo su reacción exagerada—. Lo siento, hombre —dijo, dando un paso atrás y pasando una mano por su rostro.
 
Pablo volvió a reír, enderezando su camisa.
 
—Siempre tuviste una habilidad con las palabras. —Peter lo fulminó con la mirada, pero Pablo, el eterno bromista imperturbable, le prestó poca atención. Recuperándose rápidamente, Pablo juguetonamente golpeó a Peter en el brazo y bailó un círculo a su alrededor—. No vas a empezar a escribir “Peter ama a Lali” por todas partes en tus libretas, ¿verdad? ¿Hacerte un tatuaje con su nombre en un corazón? ¿Cantarle una canción y publicarla en YouTube?
 
Pablo se detuvo, puso una mano dramáticamente sobre su corazón, y comenzó a cantar en un falsete increíblemente ofensivo. Él canturreó algo acerca de luces guiándola a ella a casa y tratando de arreglarla. Cuanto más brincaba alrededor cantando como una chica, haciendo un espectáculo, más atención y extrañas miradas atraía.
 
Peter contuvo una sonrisa hasta que no pudo contenerla más, finalmente riendo abiertamente. Le rogó a Pablo que se detuviera, una súplica con la que afortunadamente accedió.
 
—Eso fue casi doloroso, amigo.
 
—Sabes que canto como un ángel. No seas envidioso —bromeó Pablo mientras se volteaba para girar la perilla en su cerradura de combinación.
 
Cuando abrió la puerta, dos libros y un montón de papeles cayeron. Peter se limitó a sacudir la cabeza. No tenía ni idea de cómo Pablo lograba mantener sus calificaciones altas con lo desorganizado que era. Peter dudaba de que pudiera siquiera encontrar algunos de sus libros, y mucho menos llevarlos a casa para estudiar o terminar su tarea. Sin embargo, de alguna manera, lo hacía.
 
Peter recuperó sus propios libros para el primer período y cerró su casillero, volteándose hacia Pablo justo cuando él estaba metiendo anárquicamente los libros y papeles caídos de nuevo en su casillero.
 
—Entonces —comenzó Peter en tono familiar—, ¿sin Mery?
 
Pablo soltó una carcajada y le lanzó una mirada de soslayo a Peter.
 
—No estás celoso, ¿verdad?
 
Peter puso los ojos en blanco.
 
—Por favor.
 
—Eso es lo que ella dijo —bromeó Pablo, resoplando con diversión.
 
—Sí, claro. “Por favor detente” tal vez.
 
—Más bien como “Por favor, Dios, no dejes que ese sea Peter”.
 
Peter sonrió.
 
—¿Qué pasó? ¿En serio?
 
—Sabes que no puedo ser domado.
 
—Vamos, Pablo. En serio, ¿qué pasó?
 
Pablo encogió sus anchos hombros, incómodo.
 
—Sin ánimo de ofender, hombre, pero no sé cómo la aguantaste todo el tiempo que lo hiciste. ¡Esa chica es una psicópata!
 
—Nah, sólo es de alto mantenimiento.

—Peter, en serio, me rasguñó. ¡Duro! Mira esto. —Pablo haló hacia abajo y hacia un lado el cuello de la camisa, dejando al descubierto tres largos tajos a través de su pecho—. ¡Esa anormal tiene garras, amigo! 

Peter se echó a reír.
 
—¿Qué le hiciste?
 
—Nada que no le gustara antes.
 
Peter se rió a carcajadas.
 
—Es mi maldición, hombre. Una vez que están conmigo, cualquier otro sujeto es sólo…
 
—¡Cállate, idiota! —refunfuñó Pablo alegremente, golpeando con el codo las costillas de Peter—. Yo las hago ronronear.
 
—Ésas no son las marcas de alguien que estuviera ronroneando. Siseando tal vez, pero no ronroneando.
 
—Eh, con Mery, a veces es difícil notar la diferencia —declaró Pablo, despreocupado.
 
Peter se rió.
 
—Buen punto.
 
—Sin embargo, tu bonita cabecita no necesita preocuparse por eso. Ella volverá. Confía en mí.
 
Peter puso los ojos en blanco otra vez. Pablo probablemente tenía razón; Mery tenía una necesidad patológica de perseguir lo que no obtenía fácilmente y, en cierto modo, Pablo era inalcanzable. Peter suponía que era por eso que él siempre había sido capaz de mantener su atención. Aunque en un punto él había pensado que la amaba, desde que conoció a Lali, se dio cuenta que sus sentimientos por ella habían sido indiferentes en el mejor de los casos. Había una muy buena posibilidad de que Mery lo supiera, alimentando su fascinación por él.

Sin querer pensar más en Mery, Peter se despidió de su amigo y se dirigió a la primera clase del día. Sabía que iba a estar contando los minutos hasta Química, hasta que pudiera ver de nuevo a Lali.
 
En el momento en que tocó Laboratorio de Química, el estado de ánimo de Peter era mucho más taciturno. No se había sentido como él mismo después de unos diez minutos en el primer periodo. Rápidamente había descubierto que todo en lo que podía pensar era en Lali. Lo único que podía hacer era contar los minutos hasta que llegara a verla. Podría haberse pateado a sí mismo por no averiguar más acerca de sus clases y dónde estaba su casillero, cualquier cosa que le diera información suficiente para “encontrarse casualmente con ella” más a menudo. La palabra acosador le vino a la mente, pero la empujó sin piedad a un lado, llegando a la conclusión de que él no era un acosador.
 
Sin embargo, el tiempo sólo llegaría tan rápido, por lo que estaba prácticamente jadeando para el momento en que entró alegremente en el laboratorio. Estaba un total de tres minutos antes, lo que era unos cinco minutos antes de su tiempo habitual de llegada, que normalmente era “tarde”.
 
Peter se sentó y sacó su libro de su mochila, hojeándolo hasta abrirlo en una página al azar, así tendría algo en lo que fingir interés hasta que ella llegara.
 
Sólo que ella nunca se presentó.
 
Sonó el timbre y no había ni rastro de Lali. Peter se sentía irritable, vulnerable y profundamente decepcionado.
 
—¿Cuál es el problema, Peter? ¿Ella se tuvo que cambiar de clase para que dejaras de acosarla?
 
Peter levantó los ojos el tiempo suficiente para darle a Mery una mirada fulminante.
 
—Cállate, Mery. No estoy acosando a nadie —murmuró con irritación.
 
—Podrías haberme engañado. Parece que apareces en cualquier lugar en el que ella está. ¿No es esa la definición de acoso?

Ahí estaba esa palabra otra vez. Peter miró ferozmente hacia arriba una vez más, sus helados ojos trabándose con los encendidos de Mery.
 
—Ten mucho cuidado, Mery —advirtió Peter con una voz mortalmente calmada.
 
La advertencia no se perdió en Mery. Con un resoplido, se volteó en su asiento y procedió a ignorarlo por el resto de la clase. Desafortunadamente, eso sólo le proporcionó a Peter una distracción menos de languidecer por la curiosamente ausente Lali.
 
Su estado de ánimo se desplomó después de eso. Peter pensó saltarse el almuerzo. Si Lali estaba ausente, no había posibilidad alguna de verla en el almuerzo y no tenía ningún interés en participar en las prácticas sociales de la cafetería. Por otro lado, también se dio cuenta de que su alborotador grupo del almuerzo era su mejor oportunidad para encontrar distracción, por lo que fue. Resultó ser bastante indoloro; sus amigos eran muy entretenidos, incluso para alguien en su actual estado de ánimo. Le proporcionaron una distracción suficiente hasta que sonó la campana. Luego estaba de nuevo en su estado de ánimo melancólico.
 
Peter sacó su teléfono para escribirle un mensaje de texto a Lali al menos una docena de veces, cada vez convenciéndose a sí mismo de no hacerlo. En primer lugar, no sabía bajo qué pretexto podría siquiera contactarla. En segundo lugar, no tenía ni idea de cómo se sentiría ella acerca de él enviándole mensajes de texto. Él sabía que el proyecto era una preocupación para ella, pero también acababan de conocerse. ¿Y si ella pensaba que era demasiado pronto? ¿O demasiado rápido?
 
Para el cuarto período, Peter encontró que sus preocupaciones habían quedado en segundo plano frente su necesidad de saber de Lali. Se dio por vencido y le envió un mensaje de texto, uno tan casual como pudo en su estado cada vez más desesperado.
 
¿Saltándote las clases?
 
Se quedó mirando la brillante pantalla de su teléfono, a esas tres palabras, por el resto del cuarto período. Nunca recibió una respuesta. Durante el quinto período, Peter estaba seguro de que debía haber comprobado su teléfono por lo menos cuarenta veces, tal vez más, todo para nada. La pantalla sólo contenía sus tres palabras. Sin respuesta. Sin una palabra de Lali.
 
En su camino al sexto período, Peter se debatía sobre saltarse la clase de Fotografía para ir a casa de Lali, pero, ¿qué si Benjamin estaba allí? ¿Y si ella estaba faltando a la escuela para estar con él? Cuanto más se acercaba a la clase y más tiempo su teléfono seguía en silencio, más sombrío se volvía el humor de Peter.
 
El Sr. Gault comenzó la clase en su forma habitual, pero Peter estaba demasiado distraído para prestarle mucha atención. No podía estar seguro de cuántas veces el Sr. Gault había dicho su nombre antes de lograr que Peter despertara de su tristeensimismamiento.
 
—¡Sr. Lanzani! ¡Despierte!
 
Peter se sobresaltó.
 
—Oh. Lo siento, Sr. Gault. ¿Qué dijo?
 
—Dije que su asignación es con la Srta. Esposito en el invernadero.
 
—Ella no está aquí hoy.
 
—Por supuesto que lo está. Es sólo que llegó a clase temprano. Ella ya está afuera.
 
Peter no tenía idea de qué más dijo el señor Gault. Había recogido su bolso de la cámara y estaba fuera de su asiento y saliendo por la puerta antes de que él terminara de hablar. Se obligó a reducir la velocidad, dándose cuenta de que se vería como un loco si lo veían corriendo hacia el invernadero cuando no había un incendio. Después de todo, ésa sería la única circunstancia aceptable bajo la cual se correría en cualquier parte de la escuela… un incendio. Pero en su corazón, Peter ya estaba corriendo hacia Lali, corriendo hacia la persona que lo hacía sentirse completo y de alguna manera más feliz de lo que jamás pensó que podía ser.
 
Cuando abrió la puerta del invernadero, estaba completamente desanimado al encontrarlo vacío. La sala estaba llena con nada más que plantas, aire caliente y el dulce aroma de las orquídeas. Peter estaba a punto de irse y salir a buscar a Lali en otra parte cuando un ligero olor a lavanda llegó a su nariz. Dejando que la puerta se cerrara silenciosamente detrás de él, Peter caminó a lo largo del invernadero hacia el recodo que conducía a las orquídeas.
 
Y allí estaba ella.


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