martes, 30 de julio de 2013

Capitulo 4

Capitulo 4

Peter
Mis cejas se alzaron cuando vi la llave de plata en la mano de Lali.

―¿Recuerdas dónde guardaba mamá la llave de repuesto?

Los ojos de Lali brillaron triunfantes cuando metió la llave en el bolsillo trasero de sus pantalones cortos de mezclilla.

―¿Por qué no habría de hacerlo? 

Verla aquí en mi espacio personal me hacía sentir tanto enojado como nervioso. Enojado, porque, ¿quién demonios irrumpiría aquí como si fuera el dueño del mundo? Y nervioso, porque estaba en mi espacio personal y, maldita sea, se veía bien. Los pantalones cortos le llegaban hasta el lugar perfecto, mostrando sus piernas doradas. La camiseta sin mangas que llevaba me tomaba el pelo, con una astilla de vientre plano y abrazaba su pecho apretadamente haciendo que sus senos se destacaran.
 
―¿Qué estás haciendo aquí, Lali? ―le pregunté de nuevo, doblando los brazos sobre mi pecho.
 
Lali siguió mi movimiento y dos manchas de color rosa aparecieron en sus mejillas. ¿Me estaba checando? Sus ojos marrones bloquearon los míos de nuevo y ella frunció el ceño.
 
―A diferencia del resto de ustedes, raspa fondos, yo, en realidad tengo aspiraciones de ir a la universidad y hacer algo de mí misma. Eso me obliga a estudiar, pero no puedo hacerlo cuando están haciendo tanto ruido.

―Hey, no hacemos ruido, hacemos música ―insistió Nico detrás de mí. Apoyó su bajo contra la pared del garaje, mirando fijamente a Lali.
 
Nico Riera, Gaston Dalmau Suarez y Eugenia habían sido mis amigos desde la secundaria. Mientras Euge no era de los que evitaban una pelea, Gaston era un poco más suave. Le gustaba tomar las cosas a zancadas, mientras Nico era el loco, el extrovertido. Siempre estaba coqueteando, siempre tratando de conseguirse una novia. Sin embargo, no sabía a quién trataba de engañar. Empezaba a ser evidente que sentía algo por Euge.
 
Cuando perdí a Lali, encontré a estos tres. Habíamos crecido juntos durante los últimos años, formado una banda y cambiado nuestras apariencias. Habían estado ahí cuando los necesité y Lali no tenía derecho a irrumpir en mi casa e insultarlos.
 
Lali soltó un bufido.
 
―En unos años más, ustedes todavía vivirán en casa y harán que su madre les lave la ropa. Si de alguna forma logran encontrar un trabajo real, bombear mi gasolina será el punto culminante de sus carreras.
 
Mi boca se abrió y miré detrás de mí para ver las miradas ofendidas en las caras de Gaston y de Nico. Euge, por otro lado, se veía claramente enojada. Esto no iba a terminar bien.
 
―¿Qué demonios dijiste? ―Euge se levantó muy rápidamente y estuvo a mi lado en un segundo, lista para tomar a Lali―. ¿Crees que eres mucho mejor que nosotros por tu ropa cara y tu personalidad plástica?
 
La mirada de Lali parpadeó hacia Euge y sonrió.
 
―No, no creo que soy mejor que todos ustedes. Creo que soy mejor que tú. Al menos estos chicos están haciendo algo. Tú sólo estás sentada por ahí como una acosadora, mirándolos tocar.
 
Euge dejó escapar un silbido, como un gato furioso y dio un paso hacia adelante. Sabía que no dudaría en darle a Lali un puñetazo en la cara. Lo que Euge no sabía era que en aquel tiempo cuando éramos niños, Lali podía vencerme en una pelea. La muchacha sabía cómo sostenerse por su cuenta.

La situación tenía que ser disuelta antes de que se saliera por completo de las manos. Estiré un brazo para detener a Euge de llegar más cerca de Lali.
 
―La única raspa fondos aquí eres tú, Lali. Tocaremos nuestra música, tocaremos tan fuerte que te sangrarán los oídos y luego tocaremos un poco más. Así que, por favor, vete de aquí.
 
Puse una mano en el hombro de Lali y la conduje fuera del garaje, pateando la puerta y cerrándola detrás de mí. Lali se encogió bajo mi mano y se dio la vuelta, con la cara roja y brillante. A pesar de ello, todavía me parecía totalmente sexy.
 
―¡Cómo te atreves a hablarme así! Tú y tus perdedores amigos…
 
La ira corría a través de mí y la inmovilicé contra la pared.
 
―No te atrevas a hablar de ellos de esa manera, tú, pequeño pegote esnob.
 
―¡Suéltame!
 
Trató de liberarse de mis manos, pero me apreté contra su cuerpo para que dejara de moverse.
 
―Te dejaré ir si pides perdón por lo que dijiste ahí.
 
Traté muy fuerte en concentrarme en lo que estábamos discutiendo, porque rápidamente me estaba distrayendo con su cuerpo retorciéndose contra el mío. La mirada que Lali me disparó estuvo llena de desprecio.
 
―En tus sueños. Nunca me disculparé con esos satanistas.
 
―¿Cuándo te hiciste tan perra, Lali? ¿Cuándo las personas comenzaron a significar tan poco para ti? No puedes entrar en mi casa y tratar a mis amigos como mierda. Has cambiado mucho y estás completamente arruinada.
 
―¿Y tú no has cambiado? Mírate. ―Me miró de arriba abajo con disgusto mientras seguía retorciéndose―. Te vistes como un completo monstruo, tu cabello está negro, tienes tatuajes en todo tu cuerpo y dices que he cambiado. Estás delirando.
 
Su comentario fue como una bofetada en mi cara. 

―Sólo porque me vea diferente no me convierte en un bicho raro, pero a ti te hace superficial. Y resulta que me gusta mi cabello negro.
 
―No soy superficial, ¡tú eres una persona repugnante! ―gritó Lali, sus ojos estaban llameantes―. Ahora, ¡quítate de encima!
 
La frustración y la ira se apoderaron de mí, e hice la única cosa que sabía que realmente se metería en su mente, la única manera de ganar esta discusión y conseguir que callara su maldita boca.
 
La besé.
 
Y no uno de esos besos delicados y suaves tampoco. Este fue caliente y lleno de pasión, alimentado por la tensión que se había acumulado entre nosotros. No tenía la intención de entrar en ello, pero me encontré profundizando el beso y deslizando una mano por el brazo desnudo de Lali. Lo que realmente me sorprendió fue que Lali también me estaba besando. Sus besos enviaron una emoción a recorrerme la espalda, y apreté mi ingle contra ella, deseándola.
 
Sin previo aviso, Lali me empujó y me golpeó fuerte en la cara. La solté y me llevé una mano a la mejilla, desgranándome del escozor que se extendía a un lado de mi cara.
 
―¿Qué demonios fue eso? ―exigí.
 
La boca de Lali se separó y su rostro enrojeció cuando intentó darle sentido a lo que acababa de suceder.
 
―Tú... ¡Me besaste!
 
―Tú me devolviste el beso ―le dije, mi boca curvada en una sonrisa.
 
Lali me empujó. Fuerte.
 
―Yo... ¡No te besé! ¡Me das asco!
 
Mi sonrisa desapareció y la irritación llenó cada parte de mí.
 
―Si te doy asco, no deberías haberme besado. 

―¡No lo hice! ¡Pero tú sí! ―Lali me pinchó con un dedo acusatorio―. ¿Por qué? ¿Por qué lo hiciste?
 
Bueno, realmente me estaba haciendo enojar en estos momentos. Tuve la tentación de alejarme, pero quería una última cosa antes de hacerlo.
 
―¿De verdad quieres saber por qué? Actúas como si fueras  poderosa, pero mírate ahora. Eres la chica que besó a Peter Lanzani, el bicho raro. ―Me apoyé cerca con la cólera irradiando de mi cuerpo, para que se oyera cada palabra―. Así que, chúpate esa, Princesa.
 
Parecía que Lali quería llorar, y me sentí enfermo de satisfacción al verla tan derrotada. Su labio inferior temblaba y me di cuenta de lo mal que estaba a pesar de que parecía que quería apuñalarme en el intestino. Se abrió la puerta detrás de nosotros, y oí la voz de Gaston.
 
―¿Está todo bien por aquí?
 
Sólo era Gaston, viniendo y checándonos. Se preocupaba demasiado para su propio bien. Aunque Lali había sido completamente grosera, era su instinto natural cuidar a los demás. Lali no merecía su compasión.
 
―Sí, todo está bien ―le contesté, mirando a Lali intencionadamente―. Ella ya se iba.
 
Mis palabras parecieron sacudir a Lali de sus pensamientos y me lanzó una mirada asesina antes de caminar alrededor de mí para irse. Rápidamente, estiré la mano y la agarré del brazo antes de que pudiera llegar más lejos.
 
―¿Cuál es tu problema? ―exigió ella, tratando de liberarse de mi agarre.
 
―Te estás olvidando de algo. ―Estiré la mano y la metí en el bolsillo trasero de sus pantalones, para conseguir una buena comprensión de su trasero, antes de llegar a la llave de repuesto―. No te queremos por aquí siempre que quieras, ¿no?
 
―¡Eres un completo idiota, Peter! ―Hervía.
 
Mi mano rozó su bolsillo, lo que hizo un sonido de arrugado y levanté una ceja.
 
―¿Qué tienes ahí? 

La cara de Lali cayó y, sin esperar respuesta, saqué el papel, no, era una foto, de su bolsillo. Me quedé mirándola y luego miré la cara enrojecida de Lali, tratando de averiguar qué diablos estaba pasando. ¿Por qué tenía una foto de nosotros con mi papá en su bolsillo?
 
Al volverla a mirar, la reconocí como la foto que mamá tenía pegada en la nevera. Mis ojos se abrieron y miré de nuevo hacia Lali, estaba tratando de formar palabras.
 
Ninguna palabra salió.
 
Lali se vio mortificada y apretó los labios para detener su temblor. Se las arregló para dispararme una mirada de puro odio antes de andar por el pasillo. Un segundo más tarde, la puerta delantera se cerró de golpe, sacudiendo la casa.
 
―¿Qué fue todo eso? ―preguntó Gaston.
 
Me encogí de hombros, tratando de jugar, pero por dentro mi estómago estaba retorciéndose como si alguien hubiera dejado una lata de gusanos sueltos allí. Agarrando la foto, me dirigí de nuevo a la nevera para pegarla otra vez. No importa cómo mirara la situación, había sido un idiota total.
 
No podía dejar de sentir que había cometido un enorme error.

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